5/6/18

El Gordo y Don Ata

Por Rubén Bourlot*

Un día cayó el Gordo (Juan Luis Puchulu, es decir, el Gordo que no es gordo) con unos papeles en la mano. Papeles que temblaban de emoción, o tal vez por ese imprevisto amor, el de una tal “Lilia Parkinson.” Ese amor que le tiene cansada la mano izquierda. “Es una contradicción. Si a ella nunca le di trabajo, ¿de qué puede estar cansada?”, dice.
Era ese mismo Gordo que se atrevió con los micrófonos de una radio a trasmitir desde el cielo, montado en un globo aerostático, o desde un planeador, o trepado a una antena. El mismo que caminó durante siete días desde Concepción del Uruguay a Paraná para rendir homenaje a los combatientes de Malvinas. Igual que la travesía de Hernandarias, pero a pié. El mismo de las largas jornadas solidarias haciendo lo que mejor sabe: hablar con un micrófono para recolectar juguetes, abrigos y monedas para los más humildes. 
Pero ese día el Gordo llegó portando una copia de una pequeña publicación con el mensaje “A la juventud estudiante del Concepción del Uruguay”.  Y temblaba de emoción porque esas eran las palabras de un eterno Don Atahualpa Yupanqui. Y él, el Gordo, había estado ahí cuando el guitarrero de las cosas nuestras las escribió.
Un día, cuenta el Gordo, llegó de visita a la Concepción del Uruguay Don Ata como rememorando su paso por los años treinta: “con mirada de otros años, y otros tiempos contemplé, sobre un mangrullo de talas, el palmeral de Montiel”. Ya no sin caballo y en Montiel, sino a bordo de un automóvil, arribaba esa primavera de 1963. Ya no payador perseguido sino cargando con todas las glorias del cantor que triunfante en todos los escenarios. 
Don Ata llegó para actuar en la ciudad invitado por la Peña Tradicionalista Ñanderogamí, y estuvo en la radio LT11, y al otro día estaría en el Colegio Nacional, el histórico fundado por Urquiza, para deleitar a los jóvenes con sus versos sentidos. 
Esa noche, cuenta el Gordo, Don Ata se fue a dormir pensando en el encuentro con la juventud estudiosa. Y el sueño remolón no venía pero sí las palabras se agolpaban en la mente del cantor. Las palabras para la juventud del Colegio. Y esa noche en vela las volcó en el papel.
“Qué linda suerte la mía, esa suerte de echar píe a tierra en este pago de Concepción del Uruguay, para saludar a la juventud estudiosa, pajaritos de reciente plumaje, que se preparan para el canto y el vuelo en venerables jaulas de mapas, de libros y consejos, en las que no hay ramas que detengan el sueño y la fantasía, y donde la vocación halla su cauce para correr tierra y tiempo, y darse con todo, como los arroyos que cruzan las praderas con sol y sombra, y remolino, hasta entregar su viaje al ancho y amado río, sumándose a la vida y al paisaje con un destino de mar…”
Bellas palabras que al día siguiente, bajo un sol primaveral, en el antiguo patio del Colegio, echaron a volar y recorrieron galerías y pasillos, y se confundieron con las voces de otros tantos célebres personajes que pisaron las baldosas del Histórico. 
“Fui como ustedes, pajarito libre sobre un paisaje de encantamiento. Quemaba mis carbones en el aula, y en el deporte, y en la danza. 
“Cualquier camino que recorría de niño, de muchacho, era para mí, como para todos los adolescentes, una senda milagrera donde se me rebelaba un mundo; un mundo que era solamente nuestro; un universo que apasionaba al muchachito descubridor, un territorio que impulsaba al conocimiento de yuyos y de árboles, de nidos y de arenas, de frutas tibias bajo el sol de la siesta…”
Los jóvenes estudiosos - seguramente guardando respetuosos silencio - con ojos de asombro y oídos atentos, observaban a ese hombre de rostro aindiado ahí presente, vivo. Sí vivo porque para los estudiosos de manual los grandes hombres sólo viven en las esculturas, como ese Urquiza, Clark, Larroque que señorean en el patio. 
“Los años, el tiempo, hicieron de aquellos caminitos de travesuras y revelaciones camperas y sencillas, un solo camino.
“El abuelo vasco y el abuelo indio, se confabularon con el paisaje de esta tierra en que nací.
“Desde la raíz de la piedra, desde la hondura del algarrobo, desde la nocturnidad de las llanuras, desde el misterio de los montes, los duendes mestizos que manejan mi destino, eligieron un trenzador. 
“Ese trenzador se llamaba destino. Y tomando las cinco líneas de aqu

el pentagrama que solía descifrar con dificultad cuando niño, hizo con ellas una trenza hechizada, un lazo sobado con amor y paciencia, con cielitos y rocíos mañaneros.
“Y con ese lazo, hecho para el desvelo y el camino, amarró junto a mi corazón un antiguo madero estremecido: la guitarra…”
Ese pequeño trozo de papel cobraba vida en las manos temblorosas del Gordo. En sus manos estaba el canto pausado del payador, el sonido grave de la guitarra criolla, el aroma de los espinillos en flor que lo recibieron en la vieja Arroyo de la China. 
“Y bendigo a mí la suerte de hoy, que me permite desensillar, siquiera por una noche, junto a los muros de esta ciudad, tan entrerriana y tan argentina, tan plena de historia, tradición y poesía, con un paisaje de prado, monte y río, capaz de atesorar la vocación de sus hijos, apuntalando el ayer para que sea más firme la luz del mañana”.
Y así terminó el paso del poeta de la tierra por la Concepción del río como cielo que viaja, al decir de Sampayo. 

*Publicado originalmente en el diario Uno de Paraná, 3-6-2018

3/6/18

Marisa Allende, la dama del radioteatro

Por Rubén Bourlot

María Luisa Casanova fue poeta desde siempre. “Yo escribo poesía desde los 8 años, esa era mi tarea más fiel a mí misma” dice con énfasis, para justificar su paso por el radioteatro a lo largo de 12 años, en una entrevista de 2006.
Ya con el seudónimo de Marisa Allende, en 1955 se inició como guionista de ese exitoso género radial que fue el radioteatro (porque ya no lo es en estos tiempos de la imagen omnipresente). Y su incursión en el melodrama, sin mucho convencimiento, fue más por necesidad que por vocación. “Yo empecé a escribir radioteatro por lo que podíamos llamar una casualidad. Nunca pensé que iba a dedicarme al radioteatro, nunca se me cruzó por la cabeza que iba a escribir radioteatro. Yo había escuchado novelas de una autora muy buena que se llamaba Nené Cascallar, de (Alberto) Migré a quien después conocí en Buenos Aire. Tampoco era fanática del radioteatro”.
Uno de los motivos fue la necesidad de su esposo Roque Galotto que dirigía un elenco de radioteatro en LT11, la radio de Concepción del Uruguay, de contar con guiones adecuados al grupo. “¡En vez de escribir tantos poemas por qué no te ponés a escribir radioteatro! – le planteó -, que hoy tuvimos problemas con la novela. Son muchos personajes y nosotros somos 7 , 8...” 
Su primera obra surgió de esa manera: “Yo nunca había pensado en eso, en escribir. Pero mi esposo tenía una manera muy especial de tocarme el amor propio y me dice: pero claro, cómo vas a escribir radioteatro si no sabés.  Y agarró y se fue a acostar. Y yo me quedé pensando. Si yo escribo poemas, ¿por qué no puedo escribir radioteatro?  Y ahí nació mi primera obra de radioteatro que se llamó “El último concierto”, una obra tenía por característica, nada menos que el concierto Nº 1 de Tchaikovsky y contaba la historia de una pianista y un director de orquesta, y había música clásica por los cuatro costados. Escribí de un tirón el primer capítulo. Terminé a las 5 de la mañana, agarré las hojas, fui a donde dormía mi marido, lo destapé y le dije: tomá aquí está el primer capítulo de mi novela.  Ahí empezó todo, casi como un juego. Yo no me imaginaba  que ese juego iba a durar doce años. Y me iba a mantener encerrada en el escritorio doce años”.

Cuando “La Libertadora”…
Pero a esa justificación se suma otra mucho más prosaica “porque pasó que nosotros éramos profesores los dos y cuando la revolución Libertadora –éramos peronistas -, nos sacaron a los dos y bueno, había que buscar horizontes. Y mi esposo se fue a Buenos Aires a abrirse camino allá, y yo me quedé aquí escribiendo. Yo ya había empezado en LT 11, y hubo un momento que sentí que lo que yo escribía realmente lo necesitábamos, era una entrada importante, porque el radioteatro se pagaba muy bien  y había que seguir adelante”.  
Marisa Allende en 2006
Primero fueron guiones para el radioteatro de las 11 en la emisora local, “ese radioteatro, dentro de las categoría que había en esa época, se llamaba radioteatro blanco, porque era nada de populachera, nada de aventura rara, nada de nada. Era una cosa doméstica, con mucho amor, familia, cosas de la vida normal”, explica para diferenciarlos de los radioteatros efectistas (y más “comerciales”) que luego se representaban en los clubes de barrio. Poco tiempo después sus obras ganaron un espacio en las emisoras de Rosario y finalmente en Buenos Aires donde escribió para las radios más importantes de la época, entre otras Radio Belgrano y la mítica Radio El Mundo. En 1959 obtuvo el Premio Nacional de género para la categoría Radioteatro Unitario.
En Radio Belgrano, el director de radioteatro Julio Durán la contrató para escribir una obra cada dos meses. “Yo hice conocer Concepción  del Uruguay a través del radioteatro. Escribí una obra sobre la inundación que se llamaba “Basura que trajo el río” que era la narración de la inundación, cómo impactó  la inundación, la famosa inundación del 59, sobre la gente humilde y la otra gente que no lo era. Era gente de clase media pero que también el río no respetó. Después  de eso, al tiempo, protagonizada por Alfredo Alcón, escribí otra que se llamaba “Cuatro ladrillos y un sueño”  que era sobre la gente que en la inundación había perdido todo y volvía, quería  volver al lugar donde vivía y no encontraba nada. La novela de Alcón fue por radio El Mundo, en donde  me llamó Amando Discépolo”. 

Sin finales felices 
También se animó a transgredir los estereotipos consagrados del género, como que los radioteatros tenían que tener un final feliz. Marisa Allende se atrevió a escribir historias con final trágico a pesar de los reparos de Julio Durán: “Marisa, las novelas tienen que terminar bien, porque  son para las señoras gordas que tejen a la tarde o al mediodía o que están cocinando y tiene la radio al lado…” Ante ese argumento “le digo a Durán: pero la vida no siempre termina bien y los escritores, o los que nos llamamos escritores pintamos la vida. A mí me viene un argumento y no siempre termina bien porque yo reflejo una parte de la vida, ¿por qué no me deja probar?”. Y probó con una obra que se llamó “Sueño de una amor prestado” que tuvo como primer actor a Roberto Escalada y cuya protagonista moría al final. 
Escena de la versión fotonovela de su obra
“Cuatro ladrillos y un sueño”.
Otra transgresión fue escribir sobre temas tabúes para la época. En una oportunidad de presentó a Discépolo una novela llamada “Hogares sin hijos”. “Y me acuerdo que tuvimos una conversación sobre esa novela – cuenta Marisa - . Porque me dijo: Hogares sin hijos, a cuánta gente puede lastimar con este tema.  Y le digo: sí, pero tal vez esa misma novela que usted dice que puede lastimar a algunos, puede producir una reacción en otra gente que esté proyectando un hogar sin hijos y se den cuenta que ahí no está la felicidad, Don Armando. Tiene razón – le respondió Discépolo -, y se fue. Esa novela tiene un capítulo anterior. Mi marido llevó esa novela a una agencia muy importante de Buenos Aires: Linda S. A. Y la dejó para que la leyeran y el director de la agencia le dijo: no, escuchemé señor, esta novela no es para radioteatro, está demasiado bien escrita, dígale a su señora que baje... Pero yo no le toqué un pelo a la novela y se dio por radio El Mundo”.
Por Radio Excelsior la contrataron para realizar un ciclo que se denominaba “El radioteatro de Marisa Allende” que iba a las 11 de la noche con la compañía que encabezaba su esposo con el seudónimo de Mario Ferrer.  
La mayoría de sus obras, además de reflejar una realidad concreta vinculada a su ciudad, tenían un contenido social. Además de las ya mencionadas sobre la inundación, escribió “El andamio y las brasas”, que se dio por LT11 y luego en Buenos Aires, que cuenta la historia de un albañil que estaba trabajando en la construcción de un edificio de departamentos (“el primer edificio de departamentos de Concepción del Uruguay, el edificio Guini”) y se reprochaba a sí mismo que él no había podido ser capaz de terminar su propia casa. Esa contradicción entre su oficio de albañil para otros y su falta de una casa adecuada para su familia “Mis novelas no tenían cualquier argumento. No era la chica pobre con el chico rico o al revés. Si no que eran problemas, todas presentaban un problema. Por ejemplo hubo una novela que se llamaba – era la época que empezaba a ser como una peste el divorcio –  “Un amor que se humilla” y era la historia de una mujer que hace todo lo que puede hacer y acepta todas la humillaciones de su marido para no destruir su hogar. Era casi contraposición con lo que estaba en boga. 

Un final trágico
Una obra suya también se vio involucrada en una tragedia real. Eso sucedió con “Allí va Caín”.  “Esa novela nació cuando yo había llevado una tarde a mis hijos al circo y había unos trapecistas muy buenos. Vi serie de situaciones con las cuales podía escribir algo. Y cuando salimos de la función mis hijos descubrimos que había un pequeño zoológico. A  los chicos les encantó. Había un león que de la jaula le salía una parte de la cola y a mi hija no se le ocurrió otra cosa que agarrarle la cola y tirársela. Entonces, el león largó un rugido que se debe haber escuchado a la distancia. Yo corrí para sacarlo. Y en eso se acerca un extra del circo y me dice: quédese tranquila señora, el león es muy viejo y la jaula es muy segura. Ahí terminamos riéndonos y él se quedó conmigo conversando y como yo tenía esa idea de hacer una obra de ambiente circense, empecé a hacerle preguntas sobre la vida sobre como estaban, sobre qué hacía, sobre cómo se preparaban. Estuvimos como una hora. 
Marisa Allende en un homenaje
“Así nació “Allí va Caín”. La novela fue representada por Radio Belgrano. 
“Estaba por el capítulo 17 cuando  leo en el diario, en la tapa, “Ttragedia en un circo”, y era ese muchacho con el cual yo había hablado en el circo, se había caído del trapecio y se había matado. Yo a, pesar de los años transcurridos no puedo definir cómo fue el sentimiento que tuve en ese momento,  porque en la novela que yo había escrito, el trapecista moría al final, era una de las novelas que terminaban mal. Y me invadió una sensación de culpa, como si yo me hubiera adelantado. Y esa novela fue un éxito muy grande.
Tiempo después mi esposo, para el ciclo El radioteatro de Marisa Allende, eligió “Allí va Caín”. Yo le dije, si hay 30 obras para elegir por qué tenés que elegir esta. Y él me dijo: porque el personaje protagónico de esa obra es uno de los mejores personajes que vos has escrito. Y esa obra, a pesar de que se daba a las once de la noche, mis chicos de 6, 4 y 2 años tenían permiso para escucharla porque actuaba papá. La escuchaban en la pieza de la abuela, en la cama grande. Cuando esa obra terminó, aparecieron los tres en fila y la mayor me encaró y me dijo: “¡por qué lo mataste a papito!” 

Fuente: Entrevista C. del Uruguay, septiembre 2 de 2006.

2/6/18

Qué universidad queremos; qué educación queremos

Por Rubén Bourlot

El debate universitario, al cumplirse el centenario de la reforma de 1918, que arrojó luz sobre el vasto territorio de nuestra América, está al rojo vivo. Improvisados funcionarios que salen a opinar con brutal sinceridad sobre un tema que aparentemente conocen poco, o simplemente no les importa, salvo para trasmitir los intereses espurios – ajenos al papel que debe cumplir nuestra universidad -.  
La universidad argentina que fue el faro para la educación en el continente de la esperanza, adonde concurrían los jóvenes para recibir una formación de calidad y prestigio, que a mediados de siglo se hizo gratuita y obrera – de ese riñón nació la hoy aún prestigiosa Universidad Tecnológica Nacional -. Esa universidad apaleada en los ’60 que no obstante se recuperó y siguió su rumbo. 
La universidad argentina que garantizaba la gratuidad, aunque difícil de alcanzar porque no sólo se hace accesible con simplemente abrir las puertas. Que con el tiempo se fue expandiendo y acercando los jóvenes del todo el país. Primero la UTN con sus unidades regionales, luego las universidades en cada provincia. En Entre Ríos, una larga marcha culminó en 1973 con la creación de la UNER que terminó con la sangría de entrerrianos que emigraban para estudiar el La Plata, Rosario, Buenos Aires…
Al comienzo del nuevo siglo, una nueva creación, la Universidad Autónoma de Entre Ríos, comenzaba a penetrar todos los intersticios de una comunidad ávida de conocimiento. Y en el país comenzaron a pulular las universidades. Pero no solamente las universidades públicas y gratuitas que permiten a los sectores más humildes acceder al elemental derecho a aprender, sino las privadas que por doquier surgieron para captar a sectores con mayor poder adquisitivo.
Sin dudas, no todas son flores. Junto a estos avances cualitativos, los nuevos tiempos, las tecnologías innovadoras, las crisis económicas, pusieron a prueba la capacidad de adaptación de la dirigencia universitaria y del campo de la educación en su totalidad. Décadas de ensayos, de idas y vueltas. Ensayos y muchos errores. La centenaria Ley 1420 aún vigente en la década del ’80 era el símbolo de esa incapacidad de ponerse al día.

La escuela neoliberal
El Congreso Pedagógico convocado en 1986-87 fue la última oportunidad de recuperar y actualizar el sistema educativo. No pudo ser. El avance neoliberal de los ’90 consagró un cambio de poco aliento que dio por tierra con todas las buenas intenciones. La Ley Federal de Educación, pomposo nombre, destruyó el sistema, lo puso en crisis sin alternativas, y una década después debió ser sustituida. 
La enseñanza secundaria, media o como se le llame, pasó a ser el cuello de botella del sistema. A la universidad, a los estudios superiores, se llega con serias falencias que le achacan a la formación del secundario. Pero no hay que olvidar que el nivel primario acusa profundos desajustes que se van trasladando de un nivel a otro.
En los últimos años mucho se habla de inclusión, caballito de batalla de políticos de todo pelo. Muchos fueron los intentos con suerte diversa. Es auspicioso, en el caso de nuestra provincia que se haya sembrado de escuelas secundarias en todo el territorio, en los pueblos más remotos. Auspicioso es que se haya dejado de lado el monstruoso ensayo de la escuela intermedia + polimodal (en el caso de Entre Ríos) con una dispersión de modalidades. Auspiciosos son los sistemas de becas para facilitar el acceso a la educación, como es el caso del Instituto Becario de Entre Ríos y otros. Pero sabemos que el crecimiento de la pobreza, la profundización de la misma, el hambre recurrente no es el mejor clima para incluir. Con la panza vacía el cerebro no funciona. También el plato de comida es parte del currículum.

Los que sobran
Hoy varios de los avances están en el ojo de la tormenta. Para muchos de los que deciden en materia educativa, o al menos trasmiten las intenciones de otros, sobran escuelas, sobran universidades, sobran como la canción chilena (“Nos dijeron cuando chicos / Jueguen a estudiar / Los hombres son hermanos y juntos deben trabajar / Oías los consejos / Los ojos en el profesor / Había tanto sol / Sobre las cabezas / Y no fue tan verdad, porque esos juegos al final / Terminaron para otros con laureles y futuro / Y dejaron a mis amigos pateando piedras”, dice la canción del grupo Los Prisioneros). Sobran estudiantes también. 
Y sobran años de estudio. Hoy el secreto son las carreras cortas, de salida rápida, con créditos académicos que flexibilicen el sistema y permitan un inmediato acceso al mundo del trabajo. Muy tentador por cierto (y repetimos como la canción de Arbolito “Sobran políticos, sobran políticos / Faltan maestros sin antifaz / Faltan espacios para crear / Faltan canciones, falta cobrar / Falta conciencia, falta estallar…”).
Una investigadora costarricense trazaba un panorama desalentador ya a mediados de la década del ’90: 
“Baste un análisis de las publicaciones del Banco Mundial para comprender que existe un claro interés por la homogeneización educativa, mediante sistemas de control a través de la evaluación. La publicación de La enseñanza superior: Las lecciones derivadas de la experiencia (Banco Mundial, 1995) señala la crisis de las instituciones de educación superior en el nivel mundial evidenciada en una serie de problemas y limitaciones. El informe mencionado indica que esta crisis tuvo efectos graves, especialmente para los países en desarrollo, en donde las limitaciones presupuestarias y el aumento en la demanda se tradujo en hacinamiento, deterioro de la infraestructura, falta de recursos y disminución de la calidad de la enseñanza y las actividades de investigación. Ante esta situación, el Banco Mundial propone cuatro enfoques básicos para la educación superior que tienen que ver con: Una mayor diferenciación entre instituciones de educación superior, incentivos para que las instituciones públicas diversifiquen sus fuentes de financiamiento, la redefinición del papel del Estado en la educación superior, y la introducción de políticas que busquen el logro de los objetivos de calidad y equidad…”1
Y sobran incumbencias de títulos. Hoy nos enteramos que el Ministerio de Educación de la Nación resolvió modificar las incumbencias exclusivas de los títulos. Qué se estaría buscando con este cambio. Desde diversos ámbitos se sugiere que la intención es trasladar las incumbencias a posgrados que son pagos en las universidades públicas, o directamente cursados en el sistema privado. Muy acorde a lo que propone el Banco Mundial de propiciar la búsqueda de nuevas fuentes de financiamiento. 
Y dice la ya citada Vargas Porras: “De esta forma, en los albores del siglo XXI el sentido de la educación se vuelca hacia una perspectiva productivista que coloca al empleo como punto central del fin educativo y en la década de los años 90 vemos la consolidación del pensamiento global de la educación que se basa en la libre competencia y la libre empresa, desde la perspectiva neoliberal. Este aspecto ha entrado en contradicción con la función social de la educación en general y de la educación superior en particular, en donde se busca la preparación de profesionales para las transnacionales, mediante empleos puntuales y específicos que desestiman aquellos aspectos que no contribuyan a la dinámica laboral del quehacer transnacional.”
Hoy el Plan Maestro, que no se nombra mucho pero está ahí agazapado, el Plan Educar 2050, las fundaciones que actúan entre bambalinas y muchos desde los ámbitos académicos trabajan sigilosamente para construir la universidad de los próximos años. Una universidad exclusiva, excluyente, para pocos.

1 Alicia Vargas Porras, Educación, vol. 26, núm. 2, 2002, pp. 245-254 Universidad de Costa Rica http://www.redalyc.org/pdf/440/44026223.pdf)