4/12/18

El vuelo de Newbery

Por Rubén Bourlot

Corría enero de 1911, era un verano cálido y tormentoso pero no amilanaba al intrépido Jorge Newbery que, junto con Frank Lavalle Cobo, se animaba a surcar los cielos entrerrianos a bordo de un globo aerostático. “Interesante excursión por los aires” titula la crónica del diario La Libertad de Paraná, publicada el 10 de ese mes. 
Jorge Alejandro Newbery había nacido en Capital Federal el 29 de mayo de 1875, hijo de un odontólogo norteamericano y una argentina. Luego de sus estudios secundarios, viajó a Estados Unidos, donde se graduó de Ingeniero Electrónico en 1895.
Diario La Libertad 9-1-1911 
De vuelta a la Argentina, se destacó en varios deportes como boxeo, esgrima, lucha grecorromana, regata, también corredor de autos y maratonista. Tangos como "Corrientes y Esmeralda" y "De pura cepa" fueron dedicados a él. 
El 25 de diciembre de 1907 Jorge Newbery y Aarón Anchorena cruzaron el Río de la Plata en el globo El Pampero para aterrizar en Conchillas, Uruguay. Luego, en 1908, con el globo Huracán batió el récord sudamericano de duración y distancia al recorrer 550 kilómetros en 13 horas, uniendo Argentina, Uruguay y Brasil. Ese globo es símbolo del Club Atlético Huracán, del cual fue socio y el primer presidente honorario. En 1912  fundó del Aero Club de Villa Lugano, y fue el primer aviador militar del país.

Un globo sobre Maciá
“Ayer dimos nuestro saludo de feliz hospitalidad a los atrevidos excursionistas del aire, con motivo de su llegada a esta capital – relata la crónica del diario paranaense – y de conocer en parte el vuelo (…)” y a continuación reproduce fragmentos de lo narrado por el diario La Nación: “La aparición del “Eduardo Newbery” al norte de la república no dejó de causar sorpresa en los círculos aerostáticos (…)”
Según el relato del propio ingeniero Newbery, recibido mediante un telegrama, el diario de la familia Mitre confirma “que el viento noroeste, encontrado a 500 metros de altura, zona de equilibrio del globo, lo llevó hasta la bahía de Samborombón, y allí el fuerte viento sudoeste que había comenzado a soplar poco antes lo hizo contramarchar, pasando entonces nuevamente sobre Buenos Aires. La noche era muy oscura y soplaba un furioso vendaval, circunstancia que impresionaron necesariamente a los aeronautas.
Newbery junto a Cecilia C. de Quijano
 junto a sus hijas (Caras y Caretas)
El nombre de Eduardo Newbery le fue dado en homenaje al hermano de Jorge que en 1908 se accidentó y perdió la vida piloteando el globo El Pampero.
“Durante algunas horas marcharon casi al azar en medio de las tinieblas, orientándose al alba. El viaje siguió entonces aunque muy velozmente, en condiciones normales y a las 5 y 30 a. m. los ingenieros Newbery y Lavalle Cobo divisaron el pueblo de General Mansilla, en la provincia de Entre Ríos, y más tarde a Nogoyá, donde el globo, sufriendo la dilatación del gas por efecto del sol fue remontándose gradualmente hasta los 3.400 metros, altura máxima alcanzada durante el viaje.
“En la alta atmósfera – continúa el relato – los vientos contralisios hicieron derivar al aerostato sobre el este, y como ya avanzaba el día, el piloto resolvió preparar el descenso. Este se efectuó con toda felicidad en Durazno, cerca de Maciá.
 “La distancia en línea recta es de 800 kilómetros, y el cómputo general del recorrido de más de 800.
“Los administradores del establecimiento San José, señores Quijano, dieron franco hospedaje a los aeronautas, quienes se encontrarán de regreso aquí en las primeras horas de mañana.
Jorge Riani, en una nota de El Diario de Paraná recopila testimonios que aluden a la caída del globo cerca la pulpería La Esperanza, de Francisco Velázquez, y que junto a algunos parroquianos ayudan a amarrar el artefacto a un ñandubay. 
Newbery junto a los vecinos cargando
 el globo en el carro (Caras y Caretas)
El periódico La Libertad transcribe el acta que levantaron los vecinos que presenciaron el descenso en el campo de “Antonio Velázquez - estación Maciá, Provincia de Entre Ríos, departamento Nogoyá, distrito Crucesitas 8ª. A los 8 días del mes de enero de 1911. Los abajo firmados, vecinos de esta localidad declaramos haber visto y constatado el descenso en el día de la fecha a 4 leguas al Norte de Maciá en dirección a Villaguay, del globo del Aero Club Argentino, que conducía a los señores Don Jorge Newbery y Don Frank Lavalle Cobo y que tomó tierra en la propiedad del Sr. Antonio Velàzquez a las 8 y 10 a. m.
“Firmados: Ramón Quijano, Irineo Quijano, Mateo Quijano, Carmelo Quijano, José B. Thompson y Pastor E. Machado.”
Pasan la noche en la citada estancia San José y al otro día el carrero Secundino Amarillo los trasporta hasta la estación de Maciá. El 11 se llegan a Paraná y se embarcan para Buenos Aires.
La popular revista Caras y Caretas también se hace eco del acontecimiento con una breve entrevista acompañada por testimonios gráficos  donde se observa a Newbery y Lavalle Cobo posando con los vecinos “en el patio de la pulpería de Don Francisco Velázquez”. En otra fotografía se observa al grupo cargando la barquilla al carro de Amarillo y en otra al piloto posando junto a Cecilia C. de Quijano, propietaria de la estancia San José, y sus hijas.
“El viaje aéreo de los señores Newbery y Lavalle Cobo no estuvo exento de peligros y amenazas, y si bien no alcanzaron a exceder el récord argentino de distancia, que detiene el primero de los nombrados, en cambio ha mejorado el record de altura, que correspondía al mismo. En su viaje a Begé (Brasil) el ingeniero Newbery había hecho 3.300 metros de altura, y en la ascensión a que nos referimos le superó en poco más de 100 metros (…)” Esta altura sería superada en 1912 cuando batió el récord sudamericano de elevación al alcanzar los 5.100 metros en el globo “Buenos Aires”.

“Las gentes huían en todas direcciones
La crónica de periódico paranaense abunda en curiosidades del viaje. “Al salir del puerto de Ibicuy, los excursionistas comenzaron a hacer descender el globo como para ponerse en comunicación con algunos habitantes. 
Junto a los vecinos en las adyacencias
de la pulpería de Velazquez (Caras y Caretas)
“Cuando se aproximaron al pueblo de Gualeguay descendieron un poco más y hablaron como para que algunos moradores de esos lugares les dijeran el punto donde se encontraban. Los aeronautas notaron que las gentes huían en todas direcciones. De allí hicieron rumbo al pueblo de Mansilla, al que reconocieron porque alcanzaron a leer el letrero colorado de la estación del ferrocarril.”
Por su parte Caras y Caretas pregunta a Lavalle Cobo sobre los detalles del viaje, como la lista de víveres que llevaban a bordo: “cuatro pollos, jamón cocido, fiambres, ocho panes, medio kilo de azúcar, dos botellas de agua mineral, dos botellas de leche, una de Oporto, otra de champaña y un litro de café preparado” – responde el entrevistado.
En 1914 la azarosa vida del pionero de la aviación argentina llega a su fin en un accidente en Mendoza cuando intentaba cruzar la cordillera de Los Andes en avión.

Fuentes:
- Diario La Libertad, Paraná, 10/1/1911
- Riani, Jorge, El día que Newbery aterrizó en Maciá en El Diario, Paraná, 25 /9/ 2011
- Revista Caras y Caretas, 21/1/1911
- http://interdefensa.argentinaforo.net/t5116-jorge-newbery-las-hazanas-del-senor-coraje

2/12/18

Las dos muertes de Píriz*

Por Rubén Bourlot

La llovizna se entromete por todos los espacios. Cielo, suelo, barrancas, árboles y pajonales están invadidos por un frío y viscoso vaho. En la semipenumbra del amanecer los hombres, algunos agazapados, otros echados de panza sobre las gramillas, insuflan chorros del pestilente aire en su agitado respirar. Los corazones aceleran su ritmo al compás de la expectativa que anida en sus mentes. Las manos rozan de tanto en tanto el frío metal de los naranjeros. Los complotados avanzan por el camino resbaloso que rodea la barrancas con los caballos de las riendas. Cada ladrido lejano, cada resoplido de las cabalgaduras, los ponen en estado de alerta. Una repentina brisa del sureste comienza a soplar y desplaza los nubarrones hacia el norte. Amaina la precipitación y la claridad de la luna cuarto creciente empieza a configurar el paisaje del arrabal paranaense. Pasa un tiempo que parece interminable, el sol se insinúa entre la maraña del monte y ni noticias del contacto.
Hasta que debajo de un frondoso chañar se asoma la silueta de un guardia. Es el contacto convenido que los guiará hasta la casa de gobierno.

Todo está planificado para no terminar como en las intentonas anteriores. Primero fue la de diciembre del año 21 que fracasó estrepitosamente, con sus promotores detenidos. Anacleto Medina y Gregorio Piriz desterrados en Santa Fe, después enviados a Córdoba para tenerlos lo más lejos posible, de donde lograron escapar para retornar a Entre Ríos, donde debieron permanecer ocultos en los montes de Montiel. A principio de este año López Jordán encabezó un nuevo levantamiento con la misma obsesión de derrocar a Mansilla y recuperar la soberanía entrerriana. Con él se comprometieron los principales caudillos de la provincia que seguían el ideario del extinto supremo. Uno a uno fueron reagrupándose los gauchos que emergían de entre la maraña montielera para seguir a sus respectivos caudillos. A López Jordán se presentaron Piriz, Eusebio Hereñú, Juan Antonio Berdún, Vera, los Calvento del Uruguay y su propia madre, la brava doña Tadea y La Delfina. También un día se cuadró ante su despacho de reclutamiento, Medina con su rostro aindiado, pelo hirsuto, piernas arqueadas de tanto cabalgar en su tordillo, adelantando el paso con la torpeza propia de los hombres que han pasado más tiempo de su vida a caballo que con los pies sobre la tierra. Se presentó, pronunció las palabras necesarias para comunicar a su jefe que estaba dispuesto a participar de todos los entreveros que sean necesarios para combatir a todos los que obstaculizaban la autonomía de la tierra del Francisco. El conato se inició en el Arroyo de la China pero fue sofocado rápidamente por el comandante José Barrenechea, hombre fiel a Mansilla, con el apresamiento de Tadea Jordán y Anacleto Medina.
Meses después Ricardo López Jordán, en combinación con Gregorio Piriz y el coronel santafesino Juan José Obando, se aliaron para llevar a cabo una acción conjunta con el objetivo de apoderarse de Paraná, sacar del gobierno de Entre Ríos al impostor Lucio Mansilla, liberar a Medina y ayudar a los santafesinos a liberarse de López. Es como matar dos pájaros con un sólo tiro: eliminado López, caerá su títere, el usurpador del gobierno de Entre Ríos.
En la otra banda del Paraná, Orrego y los hermanos Maciel, en sus dilatadas pláticas vespertinas también llegaron a la conclusión de que el ciclo del Mulato López estaba terminado. Ya va para un lustro en el gobierno y no nos ha ofrecido más que guerras. Es hora de que tengamos la oportunidad de elegir a un gobernante liberal. Basta de caudillismo que solo arroja miserias sobre nuestros pueblos. Lo de Ramírez fue un exceso pero ya está hecho. Ahora hay que gobernar con tolerancia y negociar la paz con todos. 
Se suceden los contactos con los orientales, retazos del partido del malogrado Supremo, oprimido por la dictadura de Mansilla.
Algunos indios y un grupo de soldados mal pagos y víctimas del rigor disciplinario del Brigadier ya engrosan las filas de los conjurados. 

Nadie sabría precisar qué fue lo primero. Si el nervioso relincho de los caballos o el rebote de los cascos sobre el suelo encharcado, si el estampido de un chumbo de frente, a quemarropa, el que rompió el silencio a retaguardia haciendo pedazos la tranquilidad nocturna o la bulla que armaron los teros y el tumultuoso ladrido de los perros cimarrones. Pero en contados segundos todo es confusión. El cuerpo de Gregorio Piriz cae pesadamente con una flor escarlata abriéndose en su pecho. Por los cuatro costados se desata la furia de jinetes, trabucos escupiendo chumbos y sables cayendo sin asco sobre los lomos. Los tiros suenan y reverberan entre la arboleda y el aire se empapa de olor a pólvora. Confundidos, la veintena de complotados intenta escapar de su escondrijo rumbo a los caballos hacia los cuatro rumbos. Varios soldados de la partida dudan en reprimir cuando se encuentran frente a la estampa de un caudillo tan respetable como Eusebio Hereñú o Juan José Ovando. El comandante del grupo, sin titubear ordena la persecución y logran capturar a un grupo de los conspiradores. El resto se escabulle entre las barrancas y los matorrales. 
Por una vereda de vacas que bordea el arroyo Lanches, como un cortejo fúnebre, se desplazan a los tropiezos los prisioneros emparedados por una doble fila de jinetes. Más atrás un soldado transporta sobre la cruz de su cabalgadura el cadáver de Piriz. El perfume de azahares y jazmines se filtra entre los vahos, amainando los efluvios de la temperie. Atraviesan la laguna de Reyes, toman por la calle San Miguel, pasan raudos frente a la casa de gobierno y así arriban al cuartel de la guardia gubernamental. Los prisioneros son engrillados y arrojados a una celda oscura y húmeda. Ahí se encuentran con el indio Medina. Tiritan por el frío que les provoca la ropa mojada por la llovizna y el chapuzón del desembarco. Un oficial les comunica que están arrestados por orden del gobernador Mansilla.

Por el coladero de una ventana el sol matutino fusila los rostros de Medina y Ovando con proyectiles de luz que salpican las paredes con haces dorados. Los prisioneros, incorporándose venciendo el obstáculo de los grillos, espían por las hendiduras hacia la plaza Mayor. Observan la iglesia Matriz que hunde sus torres cuadradas inconclusas en la niebla, y a un costado el edificio de la comandancia.
- ¿Ves lo que yo veo? - Pregunta, con asombro que se va transformando en pánico, Medina. Ovando no logra enfocar sus pupilas deslumbradas por la luz exterior.
En medio de la plaza, rodeado por una tropilla y unas vacas que pastan con parsimonia, se erige un rústico patíbulo, armado junto al brocal del aljibe, con las mismas maderas que hace unos días formaron parte de la tribuna para presenciar los festejos de la Revolución de Mayo. Del mismo pende el cuerpo de Piriz, colgado de una soga, con la cabeza inclinada sobre el pecho, manchas de sangre seca sobre su chaleco, el pelo revuelto que cae en crenchas empapadas sobre la frente. 
Triste destino el de un valiente; bárbara venganza la de Mansilla que lo mató dos veces. 

*Publicado originalmente en el diario Uno de Paraná, 2/12/2018. Fragmento de "El secreto y la jaula"