Por Rubén Bourlot
La matriz cultural guaranítica charrúa, con influencia lingüística guaraní: lengua general desde antes de la irrupción hispano-lusitana configuró una región cultural conformada por el Paraguay, sur del Brasil, y el litoral argentino-uruguayo. Posteriormente la acción jesuítica sobre la población guaranítica consolidó aquella tendencia y se extendió hacia Santa Fe y Córdoba.
La creación del Virreinato del Río de la Plata, la política centralizadora de la casa de Borbón gobernante en la metrópolis española y la expulsión de los padres jesuitas en las postrimerías del siglo XVIII produjeron un quiebre en las relaciones intrarregionales. Se produce una situación de tensión entre el interior y los puertos de Buenos Aires, Montevideo y los centros metropolitanos del Brasil. Durante el proceso de independencia se produce el desenlace con el enfrentamiento entre los caudillos locales, con Artigas como figura prominente que consolida un espacio político que resiste el poder centralista de Buenos Aires, Montevideo y las metrópolis del Brasil. Ese espacio se institucionaliza brevemente con la creación de la Liga Federal (Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, la provincia Oriental, Corrientes y las misiones occidentales y orientales: Río Grande y Santa Catalina.)
Los estados del sur del Brasil eran reivindicados como herencia del virreinato del Río de la Plata y como parte integrante de las Provincias Unidas luego de la independencia. Es situación se mantuvo hasta la época de la Confederación bajo la hegemonía de Rosas.
En Río Grande y Santa Catalina hubo varios intentos de confederación con el Río de la Plata, motorizados por los autonomistas republicanos, también llamados farrapos, que se oponían a la hegemonía del centralismo imperial. En 1835 se produjo la denominada Revolución de los Farrapos liderada por el coronel Bento Goncalves de Silva, un estanciero de Río Grande.
Acerca de la conformación del Brasil, Oliveira Viana sostiene que confluyen tres historias diferentes: La de los sertones con su tipo social, el sertanejo, en el norte; la de las matas, con el matute, en el centro; y en el sur la de las pampas con el farroupilhas y el gaucho como representantes característicos.1 El sur se constituyó en una verdadera zona de frontera poblada sucesivamente por bandeirantes, azorianos portugueses y españoles provenientes del sur.2
Los rebeldes tomaron Río de Janeiro, proclamaron la república de Río Grande e iniciaron las tratativas para lograr su confederación con la Argentina. El movimiento contó con los auspicios de los orientales Lavalleja y Oribe, y de Juan Manuel de Rosas.
La iniciativa no prosperó porque la diplomacia británica operó para promover la creación de un estado independiente denominado Federación del Uruguay, con la incorporación de la Banda Oriental, Entre Ríos y Corrientes. Se pretendía consolidar el estado intermedio que se había proyectado cuando se firmó la paz entre Brasil y Argentina en 1827 que creó la República Oriental del Uruguay.
Finalmente, el contraste de las tropas de la Federación, comandadas por Fructuoso Rivera, derrotadas por Oribe en la batalla de Arroyo Grande (territorio de Entre Ríos) dio por tierra las aspiraciones autonomistas a fines de 1842.
Para la época de la fundación de la república (1889), el Río Grande del sur se constituye en una de los centros propulsores por ser una “región nueva, penetrada de las ideas comtistas, sin preconceptos políticos, con la influencia de las repúblicas del Plata, con una tradición republicana heredada de la República de los Farrapos ofrece una verdadera pléyade de hombres públicos que pregonan denodadamente contra la monarquía. Silveira Martius y Tulio de Castilho son sus mayores hombres”3
Cada país siguió su desarrollo en forma independiente, y a principios del siglo XX un atisbo de volver a plantear la integración con la firma del tratado ABC entre el barón de Río Branco y el presidente argentino Roque Sáenz Peña. La idea es retomada por el presidente Perón que logra firmar un acuerdo con el presidente chileno Ibañez en 1953. El gobierno del Brasil, presidido por Getulio Vargas también coincidía en el proyecto pero no estaba en condiciones de tomar esa determinación frente al jaqueo de la oposición, influida por la política aislacionista y expansiva de Itamaraty. El mismo Vargas es un hombre del sur, de Sao Borja, que brinda su decidido apoyo al Barón de Río Branco cuando promuevó una solución de buenos vecinos frente al conflicto suscitado con la República Oriental de Uruguay por la posesión de la laguna Merim.
En la década de 1980 se dan los primeros pasos de la integración del Mercosur.
La matriz cultural que nace en tiempos prehispánicos se proyecta hasta nuestros días en la idiosincrasia de los pueblos asentados en la extensa región que se prolonga desde Córdoba hasta el Río Grande que conforma un verdadero hinterland. Gauchos rioplatenses y gaúchos riograndenses son la muestra del entretejido que trasciende las fronteras políticas y subyacen por debajo de los discursos oficiales.
Es por ello que la integración regional no puede limitarse a un mero esquema de mercado ampliado como hasta ahora lo insinúa el Mercosur.
La integración debe crecer desde los pueblos, con políticas que retomen lo que está dado y lo promuevan. “Probemos el otro camino que nunca se ha probado para ver si, desde abajo, podemos ir influyendo en forma determinante para que esas uniones se realicen”, planteaba el entonces presidente Juan Domingo Perón en 1953.4
Citas
1 Montalvo, Ricardo J., Getulio Vargas y la unidad brasileña, M. Gleizer editor, Bs. As., 1939, pp. 11/13.
2 Ibid. pág. 109.
3 Ibid. pág. 97.
4 Methol Ferré, Alberto, Perón y la alianza argentino-brasileña, Edic. Del corredor bioceánico, Córdoba, 2000, pág. 69.
La matriz cultural guaranítica charrúa, con influencia lingüística guaraní: lengua general desde antes de la irrupción hispano-lusitana configuró una región cultural conformada por el Paraguay, sur del Brasil, y el litoral argentino-uruguayo. Posteriormente la acción jesuítica sobre la población guaranítica consolidó aquella tendencia y se extendió hacia Santa Fe y Córdoba.
La creación del Virreinato del Río de la Plata, la política centralizadora de la casa de Borbón gobernante en la metrópolis española y la expulsión de los padres jesuitas en las postrimerías del siglo XVIII produjeron un quiebre en las relaciones intrarregionales. Se produce una situación de tensión entre el interior y los puertos de Buenos Aires, Montevideo y los centros metropolitanos del Brasil. Durante el proceso de independencia se produce el desenlace con el enfrentamiento entre los caudillos locales, con Artigas como figura prominente que consolida un espacio político que resiste el poder centralista de Buenos Aires, Montevideo y las metrópolis del Brasil. Ese espacio se institucionaliza brevemente con la creación de la Liga Federal (Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, la provincia Oriental, Corrientes y las misiones occidentales y orientales: Río Grande y Santa Catalina.)
Los estados del sur del Brasil eran reivindicados como herencia del virreinato del Río de la Plata y como parte integrante de las Provincias Unidas luego de la independencia. Es situación se mantuvo hasta la época de la Confederación bajo la hegemonía de Rosas.
En Río Grande y Santa Catalina hubo varios intentos de confederación con el Río de la Plata, motorizados por los autonomistas republicanos, también llamados farrapos, que se oponían a la hegemonía del centralismo imperial. En 1835 se produjo la denominada Revolución de los Farrapos liderada por el coronel Bento Goncalves de Silva, un estanciero de Río Grande.
Acerca de la conformación del Brasil, Oliveira Viana sostiene que confluyen tres historias diferentes: La de los sertones con su tipo social, el sertanejo, en el norte; la de las matas, con el matute, en el centro; y en el sur la de las pampas con el farroupilhas y el gaucho como representantes característicos.1 El sur se constituyó en una verdadera zona de frontera poblada sucesivamente por bandeirantes, azorianos portugueses y españoles provenientes del sur.2
Los rebeldes tomaron Río de Janeiro, proclamaron la república de Río Grande e iniciaron las tratativas para lograr su confederación con la Argentina. El movimiento contó con los auspicios de los orientales Lavalleja y Oribe, y de Juan Manuel de Rosas.
La iniciativa no prosperó porque la diplomacia británica operó para promover la creación de un estado independiente denominado Federación del Uruguay, con la incorporación de la Banda Oriental, Entre Ríos y Corrientes. Se pretendía consolidar el estado intermedio que se había proyectado cuando se firmó la paz entre Brasil y Argentina en 1827 que creó la República Oriental del Uruguay.
Finalmente, el contraste de las tropas de la Federación, comandadas por Fructuoso Rivera, derrotadas por Oribe en la batalla de Arroyo Grande (territorio de Entre Ríos) dio por tierra las aspiraciones autonomistas a fines de 1842.
Para la época de la fundación de la república (1889), el Río Grande del sur se constituye en una de los centros propulsores por ser una “región nueva, penetrada de las ideas comtistas, sin preconceptos políticos, con la influencia de las repúblicas del Plata, con una tradición republicana heredada de la República de los Farrapos ofrece una verdadera pléyade de hombres públicos que pregonan denodadamente contra la monarquía. Silveira Martius y Tulio de Castilho son sus mayores hombres”3
Cada país siguió su desarrollo en forma independiente, y a principios del siglo XX un atisbo de volver a plantear la integración con la firma del tratado ABC entre el barón de Río Branco y el presidente argentino Roque Sáenz Peña. La idea es retomada por el presidente Perón que logra firmar un acuerdo con el presidente chileno Ibañez en 1953. El gobierno del Brasil, presidido por Getulio Vargas también coincidía en el proyecto pero no estaba en condiciones de tomar esa determinación frente al jaqueo de la oposición, influida por la política aislacionista y expansiva de Itamaraty. El mismo Vargas es un hombre del sur, de Sao Borja, que brinda su decidido apoyo al Barón de Río Branco cuando promuevó una solución de buenos vecinos frente al conflicto suscitado con la República Oriental de Uruguay por la posesión de la laguna Merim.
En la década de 1980 se dan los primeros pasos de la integración del Mercosur.
La matriz cultural que nace en tiempos prehispánicos se proyecta hasta nuestros días en la idiosincrasia de los pueblos asentados en la extensa región que se prolonga desde Córdoba hasta el Río Grande que conforma un verdadero hinterland. Gauchos rioplatenses y gaúchos riograndenses son la muestra del entretejido que trasciende las fronteras políticas y subyacen por debajo de los discursos oficiales.
Es por ello que la integración regional no puede limitarse a un mero esquema de mercado ampliado como hasta ahora lo insinúa el Mercosur.
La integración debe crecer desde los pueblos, con políticas que retomen lo que está dado y lo promuevan. “Probemos el otro camino que nunca se ha probado para ver si, desde abajo, podemos ir influyendo en forma determinante para que esas uniones se realicen”, planteaba el entonces presidente Juan Domingo Perón en 1953.4
Citas
1 Montalvo, Ricardo J., Getulio Vargas y la unidad brasileña, M. Gleizer editor, Bs. As., 1939, pp. 11/13.
2 Ibid. pág. 109.
3 Ibid. pág. 97.
4 Methol Ferré, Alberto, Perón y la alianza argentino-brasileña, Edic. Del corredor bioceánico, Córdoba, 2000, pág. 69.
Buscando información acerca del mito de"el Solapa" apareció tu blog. Estoy escribiendo los recuerdos de mi mamá que era entrerriana, además interesantisimas las otras notas!!! Gracias.
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