Por Rubén Bourlot
En Concepción del
Uruguay habría funcionado la primera escuela lancasteriana de Latinoamérica, en
1816. Y el potencial es porque sólo hay indicios, casi una sospecha de su
existencia. El dato lo proporciona Antonino Salvadores en su libro Historia de
la Instrucción Pública de Entre Ríos a partir de una noticia publicada por el
periódico El Censor de Buenos Aires[1].
Escribe Salvadores: “Curiosa es la noticia, que recoge un periódico de Buenos
Aires, según la cual la primera escuela lancasteriana que funcionó en
Sudamérica fue creada en 1816 en Concepción del Uruguay por el emigrado chileno
Solano García, con protección del comandante Berdúm. Como el sistema
lancasteriano comenzó a conocerse en Buenos Aires en 1816, por artículos
publicados en La Caceta y El Censor, (…) este sistema de instrucción inglés” se
habría implementado primeramente en Entre Ríos.[2]
También lo sostiene Urquiza Almandoz: “conviene recordar que el sistema de
Lancaster ya era conocido en Concepción del Uruguay, puesto que en 1817 – dos
años antes que Diego Thompson la introdujera en Buenos Aires – el sacerdote
chileno Solano García había instalado una escuela de ese tipo (…) [3]
Las escuelas lancasterianas utilizaban técnica pedagógica por la cual
los alumnos más avanzados enseñan a sus compañeros, con el objeto de suplir la
carencia de maestros. Un solo maestro puede tener a su cargo 200 alumnos o más.
Los alumnos son divididos en pequeños grupos de 10; cada grupo recibe la
instrucción de un monitor o instructor, que es un niño de más edad, y más
capacidad, previamente preparado por el director de la escuela. El nombre
deriva del religioso cuáquero inglés Joseph Lancaster que diseñó el sistema
fines del siglo XVIII. Para Simón Rodríguez, el filósofo y educador venezolano
que fuera maestro de Bolívar, “la enseñanza mutua es un disparate. Lancaster la
inventó para hacer aprender la Biblia de memoria. Los discípulos van a la
escuela a aprender, no a enseñar, ni a ayudar a enseñar. Dar gritos y hacer
ringorrangos no es aprender a leer ni a escribir. Mandar recitar de memoria lo
que no se entiende, es hacer papagayos, para que por vida sean charlatanes” y
en otro pasaje asevera que “establecer, en las capitales, las ‘escuelas de
vapor’ inventadas por Lancaster, a imitación de las ‘sopas a la Rumfort”
establecidas en los hospicios[4].
Con pocos maestros y algunos principios vagos, se instruyen los muchachos a
millares, casi de balde, salen sabiendo mucho, así como algunas marmitas de
Papin y algunos huesos, engordan millares de pobres sin comer carne (…)[5]
Naipes impresos por Solano García, fundador de la escuela |
En el Río de la Plata el sistema es difundido por Diego Thompson y el
sacerdote Dámaso Larrañaga lo considera muy adecuado para implementarlo ante la
carencia de maestros. Recordemos que Larrañaga es un sacerdote que adhiere
originalmente a la causa de Artigas. No es extraño entonces que el sistema
arribara a Concepción del Uruguay durante la influencia artiguista. El propio
comandante de la ciudad, José Antonio Berdún, es uno de los más destacados
jefes del Protector de los Pueblos Libres.
Y para ello tenemos
que referirnos al promotor de la escuela, el cura franciscano Fray Solano
García. Vino del otro lado de la cordillera, de Chile, posiblemente siguiendo
en el exilio a José Miguel Carrera, y en Entre Ríos adhiere a la causa de
Artigas y tiempo después se hará cargo de la parroquia de Concepción del
Uruguay y luego de la de Paysandú. Pero lo más curioso de esta personaje es su
trabajo de imprentero en Concepción que publicó los famosos “naipes
artiguistas”, similares a las cartas
españolas, impresas a partir
de bloques de madera y pintadas a mano con el
agregado de consignas como “El oriental no sufre tiranos. Libertad y unión” o
“Con la constancia y fatigas libertó su patria Artigas”.
Con estos pocos datos podemos aseverar
que, al menos por un tiempo, funciona este establecimiento pionero en el
corazón de la Liga Federal. A partir de unas vértebras podemos armar un
dinosaurio.
[2] [2] Salvadores, Antonino, Historia de la
Instrucción Pública de Entre Ríos, "Museo Histórico de Entre Ríos
Martiniano Leguizamón", 1966. Pág. 18/19
[3] Urquiza Almandoz, Oscar F, Historia de Concepción del Uruguay,
Entre Ríos: Comisión Técnica Mixta de Salto Grande, 2002
[4] La sopa Rumfort era un sancocho inventado por el conde del mismo
nombre para alimentar masivamente a ejércitos y obreros.
[5] Rodríguez, Simón,
Obras completas, Caracas, Universidad Simón Bolívar, 1975, T. II, Pág. 25 y ss.
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