Por Rubén Bourlot
En una resolución del 6 de febrero de 1952 el Comité del Partido Socialista resolvió excluir del seno del organismo a Enrique Dickmann y someter el caso para su expulsión por sus contactos con el gobierno del general Juan Domingo Perón.
Enrique Dickmann había nacido en Letonia en 1874 pero aún adolescente, junto a su padre y a su hermano Adolfo –nacido en Finlandia-, se trasladaron a la Argentina en el marco de la migración de judíos de Este europeo para instalarse en la colonias entrerrianas que organizaba la Jewish Colonization Association del Baron de Hirsch.
En su libro Recuerdos de un militante socialista brinda una versión de su derrotero adolescente hasta su arribo a la Entre Ríos prometida. Desde Rusia, a la que cruzó de Norte a Sur llegó a Odessa, puerto en donde decidió partir hacia Palestina. Subió a un barco que debía depositarlo en Jafa, pero un decreto del gobierno turco le impidió desembarcar. Tocó tierra en Alejandría, y permaneció unos meses en Egipto, ganándose la vida cavando canales en el Nilo. Pero, luego de enfermar, decidió volver a Rusia. Sin embargo, al no poder llegar a Odessa por carecer de documentos rusos, permaneció en Estambul. Allí la Jewish había abierto un registro para que se inscribieran los judíos que querían emigrar a América. Dickmann fue uno de los cinco mil inscriptos y, a pesar de la exigencia de ser padre de familia, se encontró entre los elegidos. “A las pocas horas pisé la hospitalaria y bendita tierra argentina –escribe-, donde, como al caballero Lohengrin, nadie me preguntó de dónde venía ni de quién era. Bastaba la condición humana para ser acogido con cordial y generosa hospitalidad. Yo tenía quince años, sentí, en aquel momento, la íntima y profunda intuición de la Patria Nueva a la que me incorporaba voluntaria y libremente, y a la cual estaba dispuesto a servir material y espiritualmente. ¡Y en mis oídos sonaba la gran voz de la pampa infinita! ¡Bienvenido seas!”
Detrás de su aventura juvenil arribaron su hermano y sus padres que se
instalaron en una de las chacras de Colonia Clara. Los padres trabajaron la
tierra en tanto los hijos terminaban sus estudios primarios y también
colaboraban en las tareas rurales. “Amansamos novillos y domamos postes (…) ¡El
domador, más que el amansador es admirado y respetado por los hombres de campo!
Con verdadera nostalgia, y con profundo amor evoco los años de mi vida rural en
Entre Ríos (…) Ella me dio la noción exacta de la base y del fundamento de las
necesidades técnicas y económicas del país argentino. Empuñar la mancera de un
arado, guiar cuatro yuntas de bueyes, (…) domar, amansar, construir, cavar
pozos y construir ranchos; he aquí tareas útiles y fecundas que todo joven
argentino debería practicar y conocer alguna vez en la vida.”
En las huestes socialistas
Enrique cursó libre el bachillerato en Buenos Aires lo que le permitía seguir colaborando con las tareas del campo. Luego ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires donde obtuvo el título de médico.
Siendo estudiante universitario se vinculó al partido Socialista fundado por Juan B. Justo, ocupó cargos de relevancia dentro del partido y dirigió el periódico La Vanguardia. En 1914 fue elegido diputado nacional por la Capital Federal, y fue reelegido en 1916, 1920 y 1924, ocupando el cargo hasta 1928. Fue el primer diputado argentina de origen judío. En su discurso inaugural como legislador defendió a la industria porque "del progreso industrial depende el progreso de las clases trabajadoras". En las siguientes décadas fue nuevamente diputado por varios periodos y en esa época publicó Formas de gobierno (1932) y Emancipación civil, política y social de la mujer (1935).
Con la irrupción del peronismo en 1945 adhirió a las posiciones de su partido contrarias a las políticas sociales implementadas por el gobierno de Juan Domingo Perón que eran precisamente la concreción de lo que los socialistas venían predicando desde principios de siglo.
Posteriormente publicó una serie de ensayos como Pensamiento y acción para la clase trabajadora (1946), Población e inmigración (1946), Recuerdos de un militante socialista (1949) y El pronunciamiento de Urquiza (1952), entre otros.
La exclusión
En los primero meses de 1952 la situación del país era compleja. El gobierno de Juan Domingo Perón había anunciado un Plan de Emergencia Económica para enfrentar el desequilibrio financiero que respondía tanto a causas externas como internas. Entre las primeras, se señalaba los efectos de la Guerra de Corea sobre el mercado mundial de alimentos. Entre las internas se encontraba la sequía que durante dos cosechas había provocado un derrumbe de la producción exportable y el crecimiento de la inflación. Todo esto traía como consecuencia conflictos políticos con la oposición además de los intentos de golpe de estado de sectores de las fuerzas armadas.
El Partido Socialista era uno de los más críticos del rumbo del gobierno que, inclusive, había pedido la suspensión de las elecciones de noviembre de 1952 cuando Perón fue reelecto. En el veranito de 1952 las relaciones entre gobierno y oposición se habían tensado. EL DIARIO dedicó una saga de notas sobre la situación, en particular del partido Socialista, que culminó con la separación de Dickmann. El gobierno, en virtud del estado de guerra interna originado en el intento de golpe de estado del general Benjamín Menéndez, mantenía detenidos a varios dirigentes socialistas y prohibió la realización de actos públicos. También mantenía clausurado el periódico partidario La Vanguardia.
En el contexto antes citado el 1 de febrero Enrique Dickmann, junto a su hijo Emilio Dickmann, se entrevistó personalmente con el presidente Perón para pedirle la libertad de los presos políticos y la reapertura de La Vanguardia. Para esa altura varios dirigentes del partido –Dardo Cúneo por ejemplo- habían intentado una acercamiento con gobierno, pero fue la actitud de Dickmann hizo estallar el debate interno. Se produce un intercambio de misivas con el exlegislador Alfredo Palacios y el comité partidario resolvió excluirlo de la conducción y someter al congreso su expulsión que concretó meses después. En tanto Perón, tras la entrevista, resolvió el indulto a 35 dirigentes y afiliados socialistas y levantó la clausura de La Vanguardia.
El intercambio de gentilezas obedecía a una estrategia del partido gobernante de ampliar su base política con la incorporación de nuevos dirigentes y fortalecer el frente político que a esa altura había quedado reducido al Partido Peronista. Al año siguiente los socialistas disidentes fundaron el Partido Socialista de la Revolución Nacional al que se fueron sumando dirigentes como Jorge Abelardo Ramos, Saúl Bagú, Carlos María Bravo, Esteban Rey, Alberto Converti y Elías Castelnuovo entre otros, que en las elecciones legislativas de 1954 concurrieron apoyando al gobierno.
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