Rubén I. Bourlot
A pocos meses de la asunción del gobierno surgido del golpe de estado del 24 de marzo de 1976 se produjo un grave incidente en la base de la II Brigada Aérea de Paraná. Un avión de la propia fuerza fue atacado a tiros cuando aterrizaba y dos de sus pasajeros resultaron muertos.
El hecho se reflejó en las
páginas de EL DIARIO mediante un comunicado oficial firmado por el jefe de la
brigada local, comodoro Miguel Ángel Bertolotti, que consignaba la muerte de
dos pasajeros del avión, el comodoro Tomás Víctor Varillas y Dollys Marta
Mohor, esposa del capitán Raúl Tonelli que revistaba en la base local.
El comunicado oficial informaba
que el 15 de julio por la mañana “en circunstancia que regresaba de una
comisión del servicio un avión de la II Brigada Aérea, oportunidad en la que
estaba realizando un ejercicio de comprobación con despliegue del sistema de
defensa de la Unidad (…) se produjo una serie de disparos (…)”, sin aportar
mayores detalles.
Avión tomado
Apelamos al libro Rebeldes y
ejecutores (Enz, 1995) para conocer más detalles del hecho. Cuando el avión Guaraní
“estaba por descender en la pista de la unidad local, el piloto quiso poner a
prueba la seguridad del lugar desencadenó una serie de graves sucesos.
“’Voy a dar la clave de avión tomado’, dijo a su compañero de comando. ‘Veremos cómo reacciona la guardia’, acotó. Faltaban pocos metros para el descenso definitivo de la máquina y alcanzó a ver que a ambos costados de la pista ya estaban en posición de cuerpo a tierra no menos de 50 conscriptos y suboficiales.”
La clave de avión tomado nunca se desactivó por motivos que no se conocieron y
por lo tanto desde tierra se dio la orden de disparar para detener la nave y
repeler un posible ataque. Los disparos cruzados de los fusiles FAL impactaron
en las cubiertas del avión y otros lo atravesaron. En medio de la confusión los
defensores de la base pensaron que esos últimos disparos provenían de la propia
nave y respondieron con una ráfaga sobre la cabina que impactó en los cuerpos
de los pasajeros con el resultado de la muerte de dos de ellos y otros heridos.
El clima de la época no era el mejor para jugar con fuego. Seguramente el
nerviosismo se apoderó de los protagonistas ante una posible toma de una
aeronave por parte de algún grupo irregular.
Los abanderados de la lucha
contra el terrorismo con más terror estaban aterrorizados. Como redivivos
robespierres apelaban a métodos ya ensayados durante la Revolución Francesa
pero a diferencia del incorruptible, como le llamaban a Robespierre, estos girondinos
disfrazados de jacobinos eran por demás corruptibles. Parafraseando el autor
del El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte (Karl Marx) de nuevo la historia se
reiteraba; la primera vez había sido una tragedia y esta segunda una farsa pero
también trágica. “Echemos el miedo a la espalda y salvemos a la patria” había
dicho Simón Bolívar, pero no se echaron
el temor a ningún lado. El miedo los traicionó y se dispararon en el
pié.
En ese frío julio de 1976 los
gobernantes de facto recién se estaban apoltronando en los sillones, probándose
los nuevos uniformes y disponiéndose gobernar en nombre de un pueblo que no los
había elegido. Como en la novela de García Márquez, Cien años de soledad, todo
era tan nuevo que muchas cosas carecían de nombre y los inventaban: así el
gobierno pasaba a ser una sigla PRN (Proceso de Reorganización Nacional) y un
remedo de órgano legislativo otra sigla que evocaba a un corralón: CAL
(Comisión de Asesoramiento Parlamentario), y cosas por el estilo. Había que
ponerle nuevo nombre a eso que no era una república pero decían defenderla y
que no era constitucional pero había que inventar algo parecido y de ahí que
sustituyen la tan maltratada constitución nacional por las actas para el
proceso de Reorganización Nacional. La única institución que permaneció sin
mayores modificaciones fue el poder de las togas, el denominado poder judicial.
Es en ese turbio contexto que se produjo el trágico hecho en la base aérea de Paraná. Los medios locales no desarrollaron la información más allá de la crónica necrológica que informaba sobre la misa de cuerpo presente de las víctimas oficiada por el vicario castrense Adolfo Tortolo con la asistencia de las autoridades locales, entre otros el gobernador de facto Rubén Di Bello.
En el orden internacional la
agencia UPI distribuyó un cable que podemos leer en el periódico mexicano El
Bravo del 17 de julio de ese año bajo el título “Jefe de una base aérea
argentina muerto por sus propios soldados”, donde informaba que los efectivos
“abrieron fuego al suponer que (el avión) había sido asaltado por extremistas”.
Agregaba que los soldados estaban haciendo ejercicios para prevenir ataques
terroristas. El resto de los detalles difieren de la información oficial. Señala
la noticia de la agencia que al descender se escuchó un estampido proveniente
de la aeronave presumiblemente disparado accidentalmente del arma de uno de los
viajeros. Los soldados dirigieron las suyas contra el grupo de personas que ya
estaban descendiendo del avión.
Publicado originalmente en El Diario, Paraná, Entre Ríos. 7 de julio de 2023.
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