Rubén I. Bourlot
San Martín es una figura multifacética que podemos abordar desde diversos puntos de vista y no limitarnos a destacar su papel como militar o el edulcorado de padre que escribía máximas para Merceditas. Tenemos que bajar a San Martín de los monumentos, derretir los bronces para que cobre vida. Hacerlo humano como nosotros para que su ejemplo nos sirva, para que también nosotros nos convenzamos que somos capaces de realizar semejante empresa como la que llevó adelante un simple general nacido en lo que es hoy la provincia de Corrientes, en Yapeyú.
Los homenajes
Un año después del fallecimiento del general San Martín, el 17 de agosto de 1850 en Boulogne sur Mer (Francia), el gobernador de Entre Ríos, Justo José de Urquiza firmó un decreto, fechado en el Palacio San José el 16 de julio de 1851, mandando levantar una columna en honor del Libertador en el centro de la plaza principal de la capital de la provincia.
Esta sería la primera iniciativa para homenajear al gran patriota de América muerto en el exilio europeo.
El decreto disponía que a su pie se “inscribirán los nombres de todas las victorias con que afianzó la independencia de la Patria.”
Según algunas fuentes se cita que Chile fue el primer país donde surgió la idea de levantar una estatua o monumento al general San Martín, lo que en realidad se hizo inaugurándosela el 5 de abril de 1863.
La erección del monumento en Paraná, que estaba bajo la responsabilidad del Ministro General José Miguel Galán, no prosperó. No se conoce que haya pasado del papel a la convocatoria para su diseño ni al inicio de la obra. Es probable que los acontecimientos vinculados a la guerra contra el gobierno de Rosas y los posteriores sucesos de la organización nacional hayan diluido la idea.
Años después, el 28 de septiembre de 1857, el senador general Tomás Guido presentó un proyecto al Congreso de la Confederación con asiento en Paraná para levantarle un monumento "de formas colosales" en San Lorenzo, sitio de la primera y única batalla que libró San Martín en el actual territorio argentino.
Fracasados estos intentos, el 13 de julio de 1862 en la plaza San Martín de Buenos Aires se levantó el primer monumento que rinde homenaje al Libertador, una escultura ecuestre del francés Louis Joseph Daumas, idéntica a la que el mismo escultor emplazaría en Santiago de Chile un año después. En realidad Daumas ya había realizado en 1860 la escultura chilena, que recién se instaló en 1863, cuando el gobierno argentino le encargó una idéntica.
Cuando empezaron a sonar los fastos del centenario de la Revolución de Mayo (1910) el gobierno de la provincia hizo levantar el monumento ecuestre de San Martín, acompañado por el granadero, que se encuentra en la plaza 1 de Mayo, cuya estatua es copia de la obra de Daumas. No se hace mención al decreto suscripto por Urquiza en 1851 que precisamente mandaba levantar la columna en el centro de esa plaza.
El tiempo fue pasando y llegó centenario de la muerte de San Martín en 1950. Es en esa oportunidad que en el Parque Urquiza se colocó y bendijo la piedra fundamental de la columna “para dar cumplimiento al Decreto de Urquiza del 16 de julio de 1851” que a su vez se había ratificado por un decreto de fecha 8 de agosto, del entonces gobernador Ramón Albariño.
Finalmente la obra se inauguró el 1 de mayo de 1951, en coincidencia con el centenario de Pronunciamiento de Urquiza.
Militar y gobernante
San Martín, además de un patriota ejemplar -estratega extraordinario- fue también un hombre de gobierno en dos oportunidades. En su estadía en Cuyo fue nombrado gobernador de esa provincia que comprendía Mendoza, San Luis y San Juan. Desde este cargo preparó el Ejército de Los Andes para concretar la extraordinaria campaña a través de la Codillera y llevar las banderas de la independencia a Chile y el Perú. También en este último país fue nombrado Protector y estuvo a su cargo los primeros pasos de su organización autónoma.
Tuvo un destacado papel político para promover la declaración de la independencia en el Congreso de Tucumán de 1816. A través del diputado Tomás Godoy Cruz insistió para que se decidieran a dar el paso definitivo de la emancipación.
“¿Hasta cuándo esperamos nuestra independencia? ¿No le parece a usted una cosa bien ridícula acuñar moneda, tener el pabellón y cocarda nacional y por ultimo hacer la guerra al soberano de quien dependemos? (…) Los enemigos, y con mucha razón, nos tratan de insurgentes, pues nos declaramos vasallos.
“(…) Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas. Veamos claro, mi amigo: si no se hace, el Congreso es nulo en todas sus partes, porque reasumiendo éste la soberanía, es una usurpación que se hace al que se cree verdadero, es decir, a Fernandito.”
Cuenta Remigio Guido Spano (hijo del general Tomás Guido) que en Mendoza, si bien eran muchos los que se unían libremente al ejército, otros eran incorporados a la fuerza:
Indigentes, gauchos mal habidos, negros, zambos, mulatos y muchos alegres borrachines que daban vueltas por los almacenes y pulperías.
Se organizaban las partidas de granaderos que iban a incorporar a los futuros guerreros de la Patria. Iban a los almacenes, a los prostibularios, a los galpones de conchabo y demás yerbas y quien estaba al mando debía convencerlos primero por las buenas...y luego como se pudiera.
Promotor de industrias
En Mendoza promovió una verdadera industrialización para proveerse de todo lo necesario para equipar a los ejércitos.
Así designó jefe del Parque de Artillería en el campamento de El Plumerillo al cura Fray Luis Beltrán para montar una industria metalúrgica destinada a la fabricación de fusiles y cañones.
También se hizo cargo de la fabricación de zapatos y monturas. Diseñó equipos para transportar la artillería a través de las montañas. Todo se fabricó en el lugar. Trabajaban unos 700 operarios.
Además, como gobernador, reactivó comercio local de vino, aguardiente, fruta seca y harina; amplió las áreas cultivables con la apertura de canales de riego, le dio un impulso a la minería y a los artesanos locales. En el tema social, armó dispensarios, en los que se aplicaba la vacuna antivariólica e instrumentó medidas de prevención contra la rabia.
Y de ahí, con la independencia declarada, partió a desafiar al Ande para liberar a los americanos del Sur. Porque no liberó a tres países. Liberó los territorios de la América del Sur que él pretendía que se unieran en una gran confederación como lo habían soñado Simón Bolívar y José Artigas.
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