Rubén I. Bourlot
Hace 201 años, el 23 de febrero de 1920, se levantaba una de los pilares sobre los cuales se constituyó el estado argentino. El tratado suscripto por Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires en la capilla del Pilar, tras el triunfo en Cepeda de los caudillos del Litoral sobre Buenos Aires, dio por tierra con el proyecto porteño de imponer la monarquía europea en el Río de la Plata.
Triunfó la república como forma de gobierno y el federalismo como modelo de organización territorial del estado. Triunfaron las lanzas sobre las plumas refinadas que derramaban chorros de tinta para almibarar las bondades de un sistema que venía de Europa, muy oportuno para las ambiciones metropolitanas de la ciudad puerto. Y la ciudad orgullosa tuvo que convertirse en una capital de provincia, una más.
Triunfó la “barbarie” sobre la “civilización”. Triunfaron los pingos atados a las rejas de la pirámide de Mayo, símbolo de la hegemonía portuaria. Más de un siglo después la “barbarie” mojaba sus patas en las fuentes de esa misma plaza.
Hay nombres presentes en esta epopeya: Francisco Ramírez, Estanilao López, el irlandés Pedro Campbell, la soldadesca santafesina y los panzaverdes entrerrianos, la indiada de Corrientes y las Misiones. Pero faltaron. Ese triunfo no fue redondo. Faltó el gran caudillo José Artigas. Faltaron los orientales, los guaraníes de Andresito Guacurarí.
La historia de estos hechos está en construcción. Toda historia es una construcción permanente. La tentación de plantearse qué hubiera pasado si… es muy fuerte. Los hechos sucedieron de esta manera, con los actores que en ese momento tomaron decisiones acertadas o no. ¿Era oportuno firmar un tratado? ¿Fue lo que más se le pudo arrancar al puerto de Buenos Aires obligándola a constituirse en provincia? ¿Hubiera sido más beneficioso para consolidar el triunfo de Cepeda ocupar Buenos Aires y convocar a las provincias para reunirse en un congreso constituyente? Pero entramos en el terreno de las especulaciones.
Hoy, a dos siglos de los acontecimientos, nos queda como tarea rescatar las enseñanzas de ese pasado.
De El Espinillo a Cepeda
Pero al tratado Pilar hay que verlo en contexto. Tenemos que remitirnos a 1815 cuando el 23 de febrero en tierras entrerrianas las fuerzas artiguistas al mando de Eusebio Hereñú hicieron hocicar al ejército que envió el gobierno de Buenos Aires para meter una cuña en la naciente Liga de los Pueblos Libres bajo el protectorado de José Artigas. El triunfo del combate de El Espinillo significó la reafirmación de la vocación independentista de las provincias del Litoral que se ratificó en junio de ese año en el Congreso de Concepción del Uruguay. Recordemos que la independencia se proclamó formalmente en julio de 1816. En ese momento Entre Ríos se erige como provincia autónoma.
Tras ese triunfo inicial de la Liga Federal el gobierno centralista de Buenos Aires intentaría reiteradamente deshacerse de Artigas, Ramírez, López y todos los movimientos que se interpusieran a su proyecto de gobierno centralizado en el Puerto. En 1819 el Congreso que había sesionado originalmente en Tucumán sanciona una constitución de las Provincias Unidas consagrando un régimen de gobierno unitario, y orientada al establecimiento de una monarquía. Fue la gota que colmó el vaso. En ese momento la Liga de los Pueblos Libres estaba en franca decadencia. Además del hostigamiento de los porteños Artigas mantenía una lucha desigual frente a la invasión portuguesa en las Misiones orientales y la provincia Oriental. En enero de 1820, en Tacuarembó, sufrió una rotunda derrota que desarticuló totalmente la resistencia al invasor. Los caudillos de Entre Ríos y Santa Fe tomaron la posta para neutralizar las pretenciones de Buenos Aries y exigirle la ayuda que tantas veces le había reclamado Artigas para enfrentar a los portugueses.El encuentro entre los fuerzas del Litoral y de Buenos Aries se produjo en Cepeda y el triunfo de los caudillos fue rotundo. “La batalla del minuto” la califica el historiador José Luis Molinari.
Este acontecimiento significó la desaparición del Directorio como forma de gobierno y la constitución de Buenos Aires en provincia. Manuel Sarratea fue nombrado gobernador y de esta manera pudo suscribir el Tratado del Pilar junto a Ramírez y López. Faltó Artigas y esta ausencia dio origen a una comedia de enredos entre los caudillos que ensombrecieron el magnífico triunfo de las montoneras federales.
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