10/7/25

La Paz montada sobre el Cabayú Cuatiá

A orillas del arroyo Cabayú Cuatia Grande, nació La Paz el 13 de julio de 1835 por decreto del gobernador Pascual Echagüe.
Se inició como un pequeño caserío, que ante las inundaciones y poco progreso, en 1848, por orden del gobernador Justo José de Urquiza, fue delineado por el comandante Antonio Exequiel Berón en la parte más alta, las barrancas del Paraná. Desde este momento, inició su crecimiento.
En 1849 se creó el departamento de La Paz, con su ciudad como cabecera, y en 1873 se organizó como gobierno municipal.
 

Hipótesis sobre la palabra Cuatiá en idioma aveñe-é o guaraní.

Julio Oscar Blanche


Un querido amigo me ha pedido que exponga mi hipótesis sobre el nombre de nuestro arroyo, que tanto nombró don Linares Cardozo en sus canciones, recordando su niñez y sus andanzas sobre sus mágicas orillas. Es fácil deducir que la palabra Cabayú es un barbarismo del sustantivo caballo. Los indios guaraníes tenían dificultad para pronunciar palabras con esa doble consonante provenientes del español porque eran sonidos inexistentes en su lengua. La pronunciación de la elle tan característica en el habla de los correntinos, proviene de los conquistadores, originarios del norte de Castilla, Aragón y parte del territorio Vasco en España, como Juan de Ayolas, Juan Salazar de Espinoza, Juan de Garay y otros. A pesar de los 33 fonemas del guaraní, no contaban con sonidos como LL, D y F del castellano.  Cuando los jesuitas fueron a traducir del guaraní al español (que solo tiene 24 fonemas), recurrieron a asociaciones de consonantes para asemejar  los sonidos de  Mb, Nd, Ng, Nt y las  doce vocales. Los jesuitas crearon algunos signos gráficos necesarios y tardaron más de 150 años en plasmar el idioma guaraní en letras latinas, no solo por su pronunciación, sino también por los diversos dialectos que existían en el extenso territorio.

No me es fácil explicar el significado de la palabra cuatia, kuatiá o quatiá como la escribían los jesuitas. Cuando pregunté qué quería decir Cabayú Cuatía, me dijeron: caballo blanco, o de papel, por eso está plasmado en el escudo municipal de nuestra Intendencia. Pero don Linares Cardoso lo traducía distinto. Él decía “Caballo pintado”. Buscando en los diccionarios guaraní español, Cuatiá, en algunos no figura y otros dicen que significa “papel”, ejemplo, Curuzú Cuatiá, Cruz de Papel. En guaraní los colores están bien definidos, el color blanco es morotí.

Un día llegó a mis manos el suplemento de un diario con un artículo sobre la primera imprenta en el Virreinato del Río de la Plata, que fue traída por los jesuitas a Córdoba. En ese artículo, estaba la foto de la tapa del primer catecismo escrito en la lengua guaraní, hecho en dicha imprenta y  me llamaron la atención dos palabras seguidas, Quatiá Tupá. No sé el idioma guaraní, aunque algunas palabras entiendo. Si sabemos que Tupá es Dios, quatiá no significaría blanco ni dibujado, y por ser escrito en un catecismo, se supone que dirá: palabra de Dios, o mensaje de Dios.  Esto coincide con el escrito del padre Iván Eusebio Nieremberg, de la Compañía de Jesús, del año 1703, en un sermón para los indios guaraníes (ver imagen adjunta). ¿Entonces Curuzú Cuatiá, querrá decir Mensaje de la Cruz o Dibujo de la Cruz? Fray Luis Bolaños, el mentor de las reducciones, también escribió otro catecismo en guaraní.

He leído una teoría escrita por las profesoras e historiadoras paceñas, Alicia González Castrillón y Eloísa García Izaguirre, titulada El nombre del arroyo Caballú Cuatía, donde exponen que Caballú es una deformación de la palabra guaraní cava o Kava (avispa) y Jú (negro) avispa negra, también LLú es aguijón (Avispa con aguijón).  Cuatiá, los dibujos en la arena que hacen sus patitas en su caminar en busca de alimento y el indio comparó con las letras de los escritos de los Jesuitas. Las profesoras arriesgan que el uso y el tiempo Cava-jú,  degeneró en Caballú (sic). Para más aclarar, el general Anacleto Medina, guaraní puro, en sus Memorias olvidadas, en el año 1821, describe a la pequeña aldea, como Caballo Cuatiá, (antiguo nombre de La Paz, hasta 1835) cuando cruzan el río Paraná, para pisar la provincia, después de la muerte del general Ramírez.

Veo que las profesoras no contemplaron 1) que entre la llegada de los primeros conquistadores y la de los jesuitas, pasaron mas de 100 años; 2) que en la etapa evangelizadora, el indio conoció la religión, catecismos, sermones y escritos, todos traducidos al guaraní; 3) que algunos caciques sabían leer en su idioma y lo hacían para sus súbditos, 4) que el papel era conocido entre ellos, pero solo en los escritos.

Hay que considerar entonces que en ese lapso de tiempo por lo menos 3 generaciones de guaraníes ya conocían el caballo aunque no se les permitiera montarlos, y pronunciaban a su manera: Cabayú. Los equinos se fueron multiplicando y esparciendo por el inmenso territorio y llegó un tiempo en que los indios comenzaron a atrapar caballos salvajes para  formar un ejército organizado por los jesuitas para defenderse de los “mamelucos”. Estos eran portugueses cazadores de indios de las misiones, que vendían como esclavos en las plantaciones del Brasil. Cuando los guaraníes vieron el papel, los escritos y los mapas, lo llamaron cuatiá, por la serie de marcas o dibujos que en él se hacían. Los guaraníes y los charrúas, usaban una serie de marcas y dibujos sobre piedras y árboles para comunicarse en ciertas ocasiones durante las guerras con otras tribus o para señalar lugares de abundante caza, fibras para sus tejidos y artesanía o frutos a recolectar.

 

Mi hipótesis

Para exponerla recurriré a la cuantiosa bibliografía que se refiere a la palabra Cuatiá y su significado.

En la segunda parte del libro La Argentina,  del científico Francisco Latzina, editado en 1909, están traducidas al español las famosas crónicas en francés, de don Félix de Azara, enviado por el rey español para marcar límites entre el territorio del virreinato del Río de la Plata y el de Portugal. Las crónicas denominadas Voyages dans L’Amerique Meridionale (Viaje dentro de la America Meridional) donde cuenta su vida entre los guaraníes y sus costumbres. Relata Azara que los jesuitas organizaban expediciones de abasto, que consistían en cientos de canoas que partían de las reducciones al mando de jesuítas, tripuladas por indios expertos. Se desplazaban por las orillas de los grandes ríos y remontaban arroyos para detectar, como dije, caballos salvajes, fibras para sus tejidos, miel y frutos, dejando marcado el lugar que descubrían. Otro contingente de indios que viajaba por tierra estaba encargado de recogerlos. Los jesuitas no descendían a tierra para evitar las fieras (yaguareté, pumas y víboras venenosas).

La entrerriana Josefa Luisa Buffa, publica en libro, en el año 1966, su teoría para el doctorado en letra en la UNLP, titulada Toponimia aborigen de Entre Ríos. En ella, extrayendo documentación del Archivo General de la Nación; Cabildo de Buenos Aires, Correspondencia del Virrey, Colonia, Gobierno, etc. afirma en la página 143:

[…Las lenguas son susceptibles de modificaciones, que surgen en ambas, simultáneamente:

Aiquiatiá, “escribir”/”pintar”

Cuatiá, “escritura”/”pintura”

Nuestros aborígenes tenían un sistema de comunicación muy rudimentario. Consistía en un mensaje conocido bajo el nombre de Cuatiá. Eran pequeños objetos combinados, señales en un madero, signos preestablecidos, que trasmitían noticias de diversas índole. Su significado fue, primero, “dibujo, “pintura”. Con la llegada de los españoles, se introdujo el papel, desconocido para los naturales. Estos sabían dibujar en piedra u olla de barro. Vieron escribir –que para ellos era dibujar- sobre el papel y le dieron el nombre del objeto sobre el cual se realizaba la tarea. Por este motivo, llamaron Cuatiá al papel, significación que se conserva hasta nuestros días…]

El profesor de historia, Rubén Bourlot, entrerriano, de larga trayectoria en el Archivo General de Entre Ríos, coautor con Juan Carlos Bertolini, del libro Índice Sintético de la toponimia entrerriana, año 2016, en su página 47, al describir el arroyo Cabayú Cuatiá, cita al profesor en Ciencia Biológica, Licenciado en Botánica y Lingüística, José Miguel Irigoyen, nacido en Curuzú Cuatiá, Corrientes. Estudioso del Idioma guaraní, e interesado en la palabra Cuatiá, ya que compone el topónimo de su pueblo, del cual es intendente. Ha editado su obra Toponimia Guaraní de Corrientes. En él, con respeto al significado de Cabayú Cuatiá, dice […la voz guaraní Cuatiá, es un verbo que indica “marcar”, “señalar”, y no sería aventurado ensayar como hipótesis el significado “caballo marcado”, refiriéndose al caballo con dueño, señalado con la marca de hierro sobre su piel, por oposición al orejano. En 1775, en el Mapa de Cano y Olmedilla, aparece por primera vez el nombre”Cavayú”. Siete años antes Francisco Millau y Miraval, registró el topónimo, pero para referirse a un accidente costero; Punta Cavallú Cuatia. Tambien en escritos de principio del siglo XIX se lo encuentra como “Caballo Cuatiá”…]

En el verano del año 1866, durante la Guerra del Paraguay, el jefe de la flota argentina, coronel José Morature, un italiano pintoresco que hablaba en “cocoliche”, buscaba en las islas frente a  La Paz, al coronel Antonio E. Berón, por mandato de Mitre, por ser éste, acusado de proteger a los desertores de Basualdo y Toledo. En una carta Morature le escribe […frente al pueblo de La Paz, antes, Caballo Cuatiado..], y le cuenta a Mitre su andar entre los indios, que tal vez les habrían enseñado el anterior nombre de La Paz(1) Sin mucho discernir, ¿Caballo Cuatiado quiere decir Caballo Pintado o dibujado y Curuzú Cuatiá, Cruz Pintada o dibujada? En todos los idiomas, con el paso del tiempo, y por mal uso, hay palabras que han perdido su significado primario. Puede ser que cuatiá sirvió a los guaraníes para comparar con los escritos y dibujos de los jesuitas, luego a lo blanco del papel y por último al mismo papel.

Yo me pregunto: ¿Por qué los guaraníes no habrían marcado que en el lugar donde desemboca el famoso arroyo, al inmenso río Paraná, detectaron o avistaron pastando caballos salvajes pero también marcados, y dejaron una señal para que los atrapen los indios que venían por tierra? Y no una simple avispa (cavá-jú) dando vuelta y marcando el cuatiá con sus patas sobre la arena.

Aunque no sé el idioma guaraní, soy un admirador de su dulzura, de sus metáforas. Recuerdo pocas palabras. Mi bisabuela materna, Teodora Brites, era paraguaya, refugiada de la Guerra Guazú, mi abuela Victorina Brites, nacida en Departamento La Paz, también hablaba el guaraní. Pero de los que más aprendí, fue de los carreros correntinos, que allá por la década del 50, cruzaban por los pasos, Yunque y Las Mulas y, descansaban frente a la comisaría de Ombú, que tenía molino y bebedero. Soltaban los bueyes y las mulas, armaban el campamento y siempre había una guitarra o una cordeona. Mis hermanos y yo nos embelesábamos con esa música, sus enseñanzas del guaraní y los sustos con los cuentos de angüeras.


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