El 10 de julio de 1821 se produjo la desaparición física de Francisco Ramírez. Su muerte heroica y romántica a la vez le imprimen a su figura un aura de leyenda. Pero el derrotero de la tragedia no terminó con su vida en los confines de la geografía cordobesa, donde fue ultimado tras haber salvado la vida de su amada Delfina.
Los restos del caudillo entrerriano continuaron un tortuoso camino hasta un destino aún hoy incierto. El cuerpo presuntamente fue abandonado en el mismo campo de batalla, cerca de San Francisco del Río Seco, al norte de Córdoba. La cabeza, en tanto, fue tomada como trofeo de guerra y ofrecida al vencedor, el gobernador santafecino Estanislao López, que la envió a la capital de su provincia para que fuera exhibida en un lugar público, dentro de una jaula. Existe constancia de que el suegro de López, el protomédico Manuel Rodríguez, le practicó un tratamiento para preservarla y así poder presentarla en público. Hasta aquí lo consignado por la documentación oficial disponible. Por la información periodística de la época sabemos que estuvo expuesta en una de las arcadas del Cabildo, ante la imposibilidad de hacerlo en el frente de la iglesia matriz debido a la oposición de las autoridades eclesiásticas. Finalmente el cráneo tuvo un destino aún no develado totalmente. Por información de los cronistas de la época tenemos noticias que por iniciativa del gobernador López, ante recomendaciones de representantes de la Iglesia -tal vez con intervención del influyente padre José Amenábar-, se dispuso su cristiana sepultura en un cementerio de la ciudad. A este respecto las versiones son disímiles. Hay quienes sostienen que fue sepultada en el cementerio de la Iglesia de la Merced - por esa época el templo que actualmente se denomina Nuestra Señora de los Milagros, perteneciente a la Compañía de Jesús-, otros aseveran que fue en el interior del mismo templo -costumbre muy arraigada hasta entrado el siglo XIX-. También existe la versión que sostiene que el sitio de la sepultura fue un cementerio que hubo en la ruinas de una antiguo convento de los mercedarios -actualmente se encuentra la sede de EMAÚS-, y otra orientada al cementerio que poseían los padres dominicos. Tal dispersión de la información no cuenta con el respaldo de ninguna documentación oficial.
Entre 1998 y 1999 se llevó a cabo una investigación, auspiciado por el gobierno provincial y el Consejo Federal de Inversiones, para recopilar información y profundizar la búsqueda del sitio donde se sepultó su cabeza. Lamentablemente importantes fuentes documentales no fueron halladas, entre ellas los libros contables que llevaban los padres mercedarios, cuando el convento jesuita estuvo bajo su administración.
Para salvar el vacío de documentación escrita, se recopilaron testimonios orales basados en tradiciones populares y la versión de un descendiente del protomédico Manuel Rodríguez. De acuerdo al relato de esta persona, la cabeza de Ramírez permaneció expuesta en un pica, en medio de la plaza principal de Santa Fe, hasta que Rodríguez le recomendó al gobernador López la necesidad de darle sepultura. Así fue que durante una noche de 1821, el propio protomédico Rodríguez y un sacerdote, que sería el mercedario encargado del convento, la quitaron de su sitio y la sepultaron en “la parte de atrás del altar de la iglesia de la Merced” -hoy Nuestra Señora de los Milagros-. La información de este suceso cobró carácter de secreto de familia que fue trasmitido al hijo primogénito de Manuel Rodríguez, con la recomendación de que fuera comunicado por aquel a su primer hijo varón. Quién brindó el secreto al equipo de investigación es una persona mayor, soltero y sin hijos a quien dejarle este dato tan largamente atesorado.
El cúmulo de noticias trasmitidas oralmente, cotejadas con las informaciones brindadas por los historiadores y cronistas de la época muestran coincidencias interesantes. El historiador santafecino Ramón S. Lassaga dice que fue la cabeza de Ramírez fue enterrada en “la iglesia Merced”, en tanto el cronista Urbano de Iriondo nos informa que la sepultura se llevó a cabo en el cementerio de “la iglesia de la Merced”, diferenciándolo del cementerio de la “Merced vieja”, al cual alude en otra parte de sus escritos cuando se refiere al antiguo cementerio que hubo en las cercanías de la sede de EMAÚS. La historiadora entrerriana Beatriz Bosch asegura que fue sepultada “en el fondo del templo de los padres mercedarios”. En esta línea de investigación se analizó la evolución de la construcción de las edificaciones y la posibilidad de existencia de tumbas o criptas en el sitio señalado. También se tuvieron en cuenta testimonios de mediados del siglo XIX que mencionan la búsqueda de presuntos “tesoros” ocultos debajo del altar o del piso de la sacristía del templo, y los trascendidos sobre túneles o construcciones similares que atravesarían el subsuelo. Con el objeto de corroborar estas versiones se practicó un estudio mediante prospección geoeléctrica que determinó la existencia de indicios de huecos en el subsuelo del patio adyacente de la iglesia, debajo del piso del presbiterio y de la sacristía. El interrogante que se pretendió responder es si habría sido posible sepultar los restos de Ramírez en un sitio previamente acondicionado y secreto que impida cualquier intento de rescate o profanación.
Queda para la posteridad continuar la búsqueda de nuevos aportes documentales y la posibilidad de practicar una excavación para determinar la existencia de los restos, y procurar su traslado la ciudad que vio nacer y forjar uno de los caudillos más influyentes de los albores de la historia patria.
Los restos del caudillo entrerriano continuaron un tortuoso camino hasta un destino aún hoy incierto. El cuerpo presuntamente fue abandonado en el mismo campo de batalla, cerca de San Francisco del Río Seco, al norte de Córdoba. La cabeza, en tanto, fue tomada como trofeo de guerra y ofrecida al vencedor, el gobernador santafecino Estanislao López, que la envió a la capital de su provincia para que fuera exhibida en un lugar público, dentro de una jaula. Existe constancia de que el suegro de López, el protomédico Manuel Rodríguez, le practicó un tratamiento para preservarla y así poder presentarla en público. Hasta aquí lo consignado por la documentación oficial disponible. Por la información periodística de la época sabemos que estuvo expuesta en una de las arcadas del Cabildo, ante la imposibilidad de hacerlo en el frente de la iglesia matriz debido a la oposición de las autoridades eclesiásticas. Finalmente el cráneo tuvo un destino aún no develado totalmente. Por información de los cronistas de la época tenemos noticias que por iniciativa del gobernador López, ante recomendaciones de representantes de la Iglesia -tal vez con intervención del influyente padre José Amenábar-, se dispuso su cristiana sepultura en un cementerio de la ciudad. A este respecto las versiones son disímiles. Hay quienes sostienen que fue sepultada en el cementerio de la Iglesia de la Merced - por esa época el templo que actualmente se denomina Nuestra Señora de los Milagros, perteneciente a la Compañía de Jesús-, otros aseveran que fue en el interior del mismo templo -costumbre muy arraigada hasta entrado el siglo XIX-. También existe la versión que sostiene que el sitio de la sepultura fue un cementerio que hubo en la ruinas de una antiguo convento de los mercedarios -actualmente se encuentra la sede de EMAÚS-, y otra orientada al cementerio que poseían los padres dominicos. Tal dispersión de la información no cuenta con el respaldo de ninguna documentación oficial.
Entre 1998 y 1999 se llevó a cabo una investigación, auspiciado por el gobierno provincial y el Consejo Federal de Inversiones, para recopilar información y profundizar la búsqueda del sitio donde se sepultó su cabeza. Lamentablemente importantes fuentes documentales no fueron halladas, entre ellas los libros contables que llevaban los padres mercedarios, cuando el convento jesuita estuvo bajo su administración.
Para salvar el vacío de documentación escrita, se recopilaron testimonios orales basados en tradiciones populares y la versión de un descendiente del protomédico Manuel Rodríguez. De acuerdo al relato de esta persona, la cabeza de Ramírez permaneció expuesta en un pica, en medio de la plaza principal de Santa Fe, hasta que Rodríguez le recomendó al gobernador López la necesidad de darle sepultura. Así fue que durante una noche de 1821, el propio protomédico Rodríguez y un sacerdote, que sería el mercedario encargado del convento, la quitaron de su sitio y la sepultaron en “la parte de atrás del altar de la iglesia de la Merced” -hoy Nuestra Señora de los Milagros-. La información de este suceso cobró carácter de secreto de familia que fue trasmitido al hijo primogénito de Manuel Rodríguez, con la recomendación de que fuera comunicado por aquel a su primer hijo varón. Quién brindó el secreto al equipo de investigación es una persona mayor, soltero y sin hijos a quien dejarle este dato tan largamente atesorado.
El cúmulo de noticias trasmitidas oralmente, cotejadas con las informaciones brindadas por los historiadores y cronistas de la época muestran coincidencias interesantes. El historiador santafecino Ramón S. Lassaga dice que fue la cabeza de Ramírez fue enterrada en “la iglesia Merced”, en tanto el cronista Urbano de Iriondo nos informa que la sepultura se llevó a cabo en el cementerio de “la iglesia de la Merced”, diferenciándolo del cementerio de la “Merced vieja”, al cual alude en otra parte de sus escritos cuando se refiere al antiguo cementerio que hubo en las cercanías de la sede de EMAÚS. La historiadora entrerriana Beatriz Bosch asegura que fue sepultada “en el fondo del templo de los padres mercedarios”. En esta línea de investigación se analizó la evolución de la construcción de las edificaciones y la posibilidad de existencia de tumbas o criptas en el sitio señalado. También se tuvieron en cuenta testimonios de mediados del siglo XIX que mencionan la búsqueda de presuntos “tesoros” ocultos debajo del altar o del piso de la sacristía del templo, y los trascendidos sobre túneles o construcciones similares que atravesarían el subsuelo. Con el objeto de corroborar estas versiones se practicó un estudio mediante prospección geoeléctrica que determinó la existencia de indicios de huecos en el subsuelo del patio adyacente de la iglesia, debajo del piso del presbiterio y de la sacristía. El interrogante que se pretendió responder es si habría sido posible sepultar los restos de Ramírez en un sitio previamente acondicionado y secreto que impida cualquier intento de rescate o profanación.
Queda para la posteridad continuar la búsqueda de nuevos aportes documentales y la posibilidad de practicar una excavación para determinar la existencia de los restos, y procurar su traslado la ciudad que vio nacer y forjar uno de los caudillos más influyentes de los albores de la historia patria.
Muy interesante esta pagina de nuestra joven historia, en un periodo por cierto muy cruento. Gracias
ResponderEliminarMuchas gracias Cleber!!!
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