20/1/17

La hija del misionero

Por Rubén Bourlot

“Mientras vivimos en Paraná, casi todo el tiempo éramos los únicos norteamericanos”, dice Martha Baskin, hoy residente en Florida (EUA). Vino cuando su padre,  Fay Askew Baskin misionero norteamericano de la congregación Evangélica Bautista, fue destinado a desarrollar el culto en Paraná. Martha testimonia su paso por estas tierras: “Yo nací en Buenos Aires, en el Hospital Británico, pero a los dos años, en enero del 1944, lo trasladaron a mi papá a Paraná y vivimos en el barrio Gazzano, en una calle que aún no tenía nombre (…). En Julio de 1956, repentinamente nos volvimos a los EEUU.  Yo estaba en el segundo año del secundario”. 
 Templo Bautista cinco esquinas en construcción, 
junto a la antigua Terminal
En Paraná la imagen del templo de la Primera Iglesia Evangélica Bautista recibe al viajero que ingresa a la ciudad por calle Almafuerte, junto a la antigua terminal y al monumento al Gaucho. La congregación, radicada en 1920,  es una de las tantas que salpican el territorio entrerriano, producto de las múltiples corrientes inmigratorias. Los distintos grupos arribaron a la provincia trayendo su bagaje de costumbres, tradiciones y creencias religiosas.
El padre de Martha fue quien impulsó la construcción del templo de la iglesia hacia 1955. “Mi papá construyó ese edificio – cuenta- en el 1954-5.  El edificio es típico de cómo se ven las iglesias aquí (en EE. UU.)”.
La infancia de Martha Askew, tal como figura en la documentación escolar de la época,  transcurrió en Gazzano, entonces una remota barriada “alejada del centro” de la capital provincial. Asistió a la escuela Juan Gregorio de Las Heras ubicada sobre avenida Pedro Zanni. “Todavía tengo el libro de lectura donde aparece con la letra de pibita de 8 años, ‘1950, año del libertador, General San Martín’. Un año muy interesante en Paraná con todos los desfiles en honor al libertador, con las visitas de Evita…”
Calificaciones de Martha Askew, segundo grado, 1950. 
Escuela Las Heras de Paraná
Martha recuerda a sus padres, ambos ministros de la iglesia bautista. “Mis padres eran del estado de Alabama en el sur de los Estados Unidos.  Los dos nacieron en el 1914, así que fueron a la universidad el mismo año.  En esos entonces, casi ni sin radio, ni por supuesto televisión, etc. y todos los chiches que tenemos nosotros ahora (…), lo más interesante que había era ir a la iglesia bautista o metodista y oír los cuentos que traían los misioneros que habían ido a la China o a otros países lejanos. Los dos, cuando tenían como 15 años, decidieron que querían ser misioneros. Consecuentemente, cuando se encontraron en la universidad bautista del estado de Alabama, con el propósito de llegar a ser misioneros, decidieron casarse y seguir sus estudios en el seminario de Nueva Orleáns.  Aprendieron francés y querían ir al medio Oriente donde se hablaba francés.  En el 1941 estaban prontos para ir, con los baúles en  el muelle de Nueva York, cuando cerraron el mediterráneo. La asociación que empleaba a mis padres los mandó a la Argentina.  Y, ahí nací yo.”
Martha Baskin
Martha se permite una reflexión acerca de la misión de sus padres: “no estoy de acuerdo con eso de que gente vaya a otro país a decirle cómo deben vivir – dice -, pero mis padres eran producto de su región, de su tiempo y sinceramente creían que lo que debían hacer era convertir a la gente para que crean lo mismo que les habían enseñado a ellos.  Yo, en cambio, entre las dos culturas, las dos religiones – que en ese entonces, no sé ahora, se enseñaba religión católica en la escuela y venía el cura una vez al año a ver si éramos buenos cristianos/católicos – soy un poco de todo.”


Las visitas de Evita
Dentro de las experiencias que vivió Martha en Paraná recuerda el paso de Eva Perón en una de sus visitas de 1950. “Ella volvía al puerto pero en vez de seguir una ruta directa, había tomado una calle ‘indirecta’.  Nosotros habíamos dejado el auto muy lejos y yo me quejaba de tener que caminar tanto.  Evita pasó a unos 3 metros de mi. ¡Electrificante! Iba despacio, con las manos alzadas, tal como en las fotos que uno ve de ella. Nunca, pero nunca lo voy a olvidar”.
Hoy Martha reside en Estados Unidos; una temporada en Winter Park, Florida, y otra en la casa de las montañas de Carolina del Norte, durante el verano.  “Me encanta la historia, y lo que he vivido – cuenta -.  Aquí, allí, en Paraná, y también en Alemania que nos tocó vivir ahí durante la guerra de Viet am cuando mi marido tuvo que hacer su turno como médico en el ejército de los EEUU.  Todo eso de vivir así me ha dado una cierta de perspectiva de la vida de la cual disfruto mucho. Yo también fui docente. Para no perder el idioma estudié y enseñe como se dice aquí ‘español’ por varios años después de la universidad.  Me encanta enseñar. He perdido mucho del idioma castellano pero recientemente he tratado de volver a leer más en castellano, que me gusta mucho, la historia y la literatura.”

Fuentes: 
Entrevistas vía internet
Fondo Educación, Archivo General de Entre Ríos

13/1/17

El teatro vocacional del grupo Casacuberta

Por Rubén Bourlot

El teatro es un género que nació popular. Tal vez en otros tiempos lo era mucho más cuando no existían tantas alternativas como el cine y la televisión para entretener al público. Después se refugió en los teatros para una audiencia restringida, para los “entendidos” del género. Pero esta circunstancia no fue impedimento para que el gran público, el común de la gente, tuviera opciones para disfrutar del teatro, y de hacer teatro.
El Diario de Paraná, en 1952, informa las actividades del grupo
Así, en Buenos Aires la expresión “!al Colón!” era un invitación para convocar a los artistas para mostrarse en esa sala de público exclusivo, pero ,por otro lado, estaba el circo criollo que deleitaba a otro segmento heterogéneo y masivo con obras del repertorio criollo como el clásico Juan Moreira. El mismo repertorio que luego se trasladó al radioteatro y volvió al escenario popular en las representaciones que se realizaban en los sitios menos pensados.
En nuestra provincia el radioteatro también fue un género muy popular y llevó el teatro a un público no habituado al género. Llegó a los barrios, a los pueblos alejados y al campo donde nunca habían presenciado espectáculos teatrales.
Y algo similar sucedió con el teatro vocacional como el grupo “Casacuberta” de Paraná que difundió la farsa por escenarios no tradicionales.

Cristina Elizalda
La experiencia se llevó a cabo en las décadas de 1950 y 1960 bajo la dirección de Héctor Santángelo. Antes se habían fogueado, hacia 1947, con el Teatro del Arte, donde  Albérico  Seghesso y Carlos Bruno hacían teatro con obras de los clásicos Eugene O’Neill y Henrik  Johan Ibsen, Samuel Beckett, entre otros.
El grupo de teatro vocacional "Casacuberta" nació hacia 1950. Entre sus integrantes se encontraban José Carlos Magistrelli, Albérico Seghesso, Víctor Albornoz, Carlos Bruno, Ester Scetta - que conducía programas en la radio LT14 con el seudónimo de Cristina Elizalde -, Oscar Carniglia, Natalio Hocsman, Beatriz Repetto, Myriam del Castillo, Esmeralda Rolland, Mimí Santángelo, Oscar Villarrodona, Mario Gerbotto, Roque Vera, Omar Díaz, Nina Marqui, Beatriz Taleb, Roberto Díaz Picó, Hernán Pepe Pirro, Hugo Alem, entre otros. 
En una entrevista José Carlos Magistrelli sostiene que "no hubo otro teatro [en Paraná] con la duración y los fundamentos del ‘Casacuberta’ y del ‘Teatro de los Seis’, no ha habido esa consecuencia con respecto al teatro.” (1)
El grupo tuvo su sala propia en calle Carlos Gardel, inaugurada en 1953 con la obra El enfermo imaginario de Molière, muy elogiada por el legendario Luis Arata, que presenció la puesta. "Para los que recién empezábamos, Casacuberta era como un templo, un lugar donde se aprendía mucho, todo el mundo bregaba por lo mismo y nos ayudábamos mutuamente...", acota Albérico Seghesso. (2) 

La farsa popular
"También salíamos en gira con el teatro - dice Magistrelli-. Con el ‘Casacuberta’ y el ‘Teatro de los Seis’...era impresionante. Salíamos todos los veranos. 
"La farsa era ideal para eso. La farsa francesa en escenario circular, en medio de la plaza, en la calle. En Gualeguay, [según] un informe policial, cuando hicimos la farsa en la plaza, hubo más de 5.000 personas... Era sin micrófonos, había que hablar fuerte y moviéndose permanentemente porque no podíamos estar estáticos, porque hablábamos para todos... 
Anfiteatro Santángelo en el Parque Urquiza de Paraná
rinde homenaje al fundador del grupo Casacuberta
"Eran farsas muy simples, para todo el mundo, eran cosas cotidianas: el marido, la mujer y la suegra. La suegra no quería que la hija trabajara tanto y le mandaba leña al marido para que él hiciera todas las cosas. Y en una de esas que yo paso - hacíamos la farsa de La Tinaja*-, un hombre me agarró de acá de la calza y me dijo 'no le dé pelota a la vieja'. Es decir que el público se involucraba… “ 
Cabe acotar que el nombre de farsa proviene del francés farce (y este, a su vez, del latín farcire), y define a la pieza cómica, por lo general bastante breve, cuyo único objetivo es hacer reír a los espectadores. En la antigüedad, se utilizaba el término para referirse a todo tipo de comedia.
El mencionado vocablo latino farcire significa “rellenar”. En sus orígenes, consistían en breves interludios que se interpretaban antes de los dramas, para rellenar el programa, que con el tiempo se constituyó en un género en sí.
Generalmente una farsa se burla de las creencias populares, poniendo en ridículo aquellas cosas de las mismas que no sean loables y utilizando para ello el imaginativo colectivo. 
Algunos filmes de Charles Chaplin, el Teatro Bufo cubano y el teatro absurdo, son ejemplos de la farsa.

Las giras
El grupo Casacuberta realizó giras por toda la provincia, Santa Fe y llegó a actuar en los teatros "Patagonia" y "Cervantes" de Buenos Aires, donde representaron La casa de los Montoya del dramaturgo nogoyaense Juan Carlos Ghiano.
Refiriéndose al grupo, una publicación de la época opina que "los teatros vocacionales han surgido en todo el mundo como reacción contra los artistas y empresarios que, interesados sólo en el aspecto económico, ofrecen al público obras mediocres, de efecto inmediato que aseguran así una segura recaudación de boletería. Su obra ha sido vastísima y de consecuencias y puede decirse sin exageración que todo el formidable renacimiento del teatro nuevo se debe a los conjuntos vocacionales.” Y acota el artículo que “en los Estados Unidos, las obras de Eugene O’Neill y otros grandes fueron estrenadas por elencos vocacionales que le sirvieron de trampolín para llegar al gran público. (…)
“Paraná cuenta con un interesante conjunto: el Teatro Casacuberta, colocado bajo la advocación del primer gran actor argentino. Su obra de cuatro años le ha dado ya fisonomía propia y bajo la dirección de Héctor Santángelo se ha situado a la cabeza de los conjuntos de ese carácter en la provincia". (3)
Un desmembramiento del grupo "Casacuberta" formó, en la década de 1960 el "Teatro de los Seis", continuando con la misma tradición, integrado por Magistrelli, Seghesso, Hernán Pepe Pirro, Inés Durán, María Luisa Obaid, Luis Maldonado, Sheyla Perduca, Elsa y Mundo Satulovsky.  El teatro funcionaba en el Club de Viajantes con una capacidad de 23 plateas. El grupo se mantuvo hasta 1966 y, según opina Magistrelli, esa experiencia teatral no se reeditó hasta el presente. 

Citas:
 (1) Magistrelli, Juan Carlos (2006, octubre 19). Entrevista, San Benito.
(2) Vallana, Julio Daniel (2006, octubre 2). Casacuberta, un templo del teatro. Uno, Paraná.
(3) La obra del teatro vocacional Casacuberta (1952, mayo 29). El Diario, Paraná.
*  “La farsa de la Tinaja“, farsa anónima francesa del siglo XV.

Bibliografía: Bourlot, Rubén, El radioteatro en Entre Ríos. Testimonios de una pasión popular, Ediciones del Clé, Paraná, 2007.

9/1/17

La experiencia cooperativa de Mondragón (conferencia de Jesús de Larrañaga)

Por  Ricardo César Bazán - Téc. Sup. en Cooperativismo

El que escribe siendo estudiante de cooperativismo tuvo la suerte de asistir a una conferencia que diera Jesús de Larrañaga en la ciudad de Concordia el 22 de noviembre de 1993. A continuación la transcripción de parte de la misma.
“La cooperativa es un instrumento, es un modo organizativo hacia adentro, pero es una manera exacta igual que otra empresa de cara al mercado” 
                                                                                                J.L

El primer contacto que tuve con el destacado cooperativista español Jesús de Larrañaga fue en una reunión que tuvimos un grupo de estudiantes en la cual le pudimos preguntar sobre esta experiencia cooperativa en la cual él fue partícipe y uno de los fundadores de lo que hoy se conoce como Mondragón Corporación Cooperativa (MCC).
Luego de esta reunión informal asistimos al salón de la Facultad de Ciencias de la Administración de Concordia donde habló sobre la experiencia cooperativa llevada a cabo en el país vasco.
Jesús de Larrañaga comenzó diciendo: “Su origen es en el año 1956 formalmente, pero en realidad fue,  como la historia es casi siempre falsa (...) pero aquí también, porque empezó en 1955. Inicialmente, la raíz de todo este planteamiento en el fondo se debe a un sacerdote, que se llama José María Arizmendiarreta, un poco largo no, pero él se llama Arizmendi. El susodicho sacerdote era un hombre que había sido periodista en la época de la guerra civil en el bando republicano, era un hombre que escribía en vasco y en castellano. Entonces éste estuvo condenado a la muerte, porque era periodista pero al final se salvó. No voy a describir los detalles porque son cosas muy finas, la cosa es que en la guerra aprendió varias cosas: una, que hay que mentir en la política, que no hay forma de vivir en la política realmente con la verdad absoluta, porque él que era periodista, tenía que escribir diciendo que los rojos o los republicanos iban a ganar la guerra y era mentira, pero era un elemento de animación para el sector diríamos que estaba perdiendo la guerra y era mentira, pero era un elemento de animación para el sector. Diríamos que estaba perdiendo la guerra. Pero aprendió una cosa más profunda, y es que los que sabían, los que sabían algo, son los que podían escalar los grados de capitán comandante, y los que no sabían, pues no podían hacer nada más que ser tropa directa. Y de allí es que decía que “hay que socializar el saber… para democratizar el poder”, y por lo tanto él vino del seminario de Vitoria de allí a 30 kilómetros, y lo primero que hizo fue promover un planteamiento educativo y de formación profesional, pues con ese slogan él dirigió todos sus esfuerzos en el sentido de crear en la comunidad de Mondragón, que era un pueblo pequeño de 10.000 habitantes, una escuela profesional que sirviera para todos. Porque yo por ejemplo estudié en la escuela de una empresa que estaba cerrada solo para los hijos de los que trabajaban allá, y de allí nace diríamos, una filosofía fundamental en él que era esa, y otra muy clara es que las ideas que no encarnan son ideas vanas, es decir hace falta menos especulación y mas realidad, por lo tanto el que tiene unas creencias, el que tiene una ideología, el que tiene un pensamiento, está bien que lo tenga. Lo bueno es que lo vuelque en  la sociedad, en la comunidad haciendo que el “anteparaíso”, si se puede llamar entre comillas a este mundo, pues se haga aquí, porque el de arriba debe tenerlo todo resuelto, así que vamos a resolverlo los de abajo, porque el de arriba no necesita ningún incienso especial para sentirse cómodo, sin embargo la humanidad es la que tiene los problemas desde que vinimos. Y otro elemento fundamental en él fue un artículo que acabo de publicar, supongo que se publicará, que acabo de escribir sobre él que se llama “Un Paso Mas”.  (…) Nosotros estudiamos. Los que iniciamos este tinglado de las cooperativas una vez que terminamos un nivel elemental de escuela profesional, inmediatamente nos propuso estudiar a distancia una carrera de ingeniería, porque él entendía que para escalar a determinado nivel de gestión empresarial, o se tiene una capacidad profesional o no se tiene, por lo tanto desde ese punto de vista fue un hombre que nos forzó permanentemente a la búsqueda de una elevación de nivel cultural y profesional para poder realmente vehicular.
"Otra idea que él mantuvo siempre fue el de la coherencia entre creencia y vida, por lo tanto el que se sentía cristiano, católico - pues vamos, y tampoco era tan fanático de la actividad religiosa -, yo creo que tenía una concepción de vida muy abierta, por lo tanto no le preocupaba, y entonces nos exigía a nosotros que estábamos en militancias católicas, como la juventud acción católica, la J.O.A que era la juventud obrera etcétera, nos exigía ser coherentes en la vida y renunciar a nuestra propia acumulación que podíamos haberlo hecho tratando de hacer una empresa mas comunitaria. Pero no fue así desde el principio, porque al principio se intentó cambiar lo que se llama la ley de sociedades anónimas, pretendiendo que le dieran entrada al trabajador como tal trabajo, le dieran asientos en los consejos de administración y como no podía ser menos fracasó, porque el santo santón del sistema capitalista está en el consejo de administración y en el poder en función del capital, por lo tanto nosotros ingenuos de nosotros pues pretendíamos modificar, más o menos manipular ,porque este hombre que era enormemente tenaz.
Instalaciones de Mondragón Corporación Cooperativa.
"Y entonces aquí empieza un poco la odisea que empezamos, y el intento de transformación de la sociedad anónima. Como era imposible, pues él escribió incluso los estatutos de la única opción posible de que el trabajo tuviera control de la empresa, y era hacer la sociedad cooperativa. Era la única la que admitía diríamos la propiedad total, reduciendo al capital a una función instrumental, y consecuentemente esa fue digamos el origen, casi por carambola, no tanto por intención, pero había en el trasfondo un planteamiento, que era que el trabajo tuviera naturalmente el control de los medios de producción y el control de la empresa, lo cual era una especie de pequeña herejía en aquel entonces. Pero aparte de eso hay otra clave, esa es una de las claves, la clave está en este hombre, en su capacidad de visión estratégica, en su enorme tenacidad, en su permanente impulso y sentido constituyente de la vida, por lo tanto tenía una cierta reserva con los juristas, pues los juristas consagran el pasado, y los creadores buscan el futuro, y él era muy creador que buscaba el futuro, no consagra, por eso despreciaba un poco la publicidad y a la abogacía, y trataba de agradar diríamos por los hechos, un estado diríamos jurídico insuficiente.
"Y ocurre la segunda clave, es que al montar la primera cooperativa de tipo industrial se tiene éxito, es decir, lo importante en la vida es que al final lo que es una realidad económica social triunfe en el escenario social, sino se puede quedar en una cofradía (…). Consecuentemente tuvo un éxito porque éramos un grupo humano, no yo, yo era el más bohemio del grupo, sino los otros eran más profesionales y se pudo triunfar rápidamente, porque incorporamos lo que se llama la innovación , que fue lanzar dos productos de una estufa a petróleo, de petróleo, que funcionaba con una mecha y no olía. Era la copia de un producto inglés, y una cocina a gas tipo panorámico con el cristal. Y así nació la cooperativa que se llamaba ULGOR, de los cuales es un acróstico con el nombre de una serie de apellidos de las cuales la L es mía que es Larrañaga. En fin, no voy a repetir esto, ahora todo se llama grupo FAGOR, porque la marca comercial siempre ha sido FAGOR no ULGOR, porque ocurre, es eso tiene una pronunciación más dura. (*)
"Otra clave es esa, que era un grupo, un equipo humano, profesionalmente capacitado, que ya había experimentado, porque estudiamos y trabajamos conjuntamente , y tuvimos  éxito en la primera cooperativa, la tercera clave sería un paso más, que era, que una vez de haber hecho una unidad, en Arizmendiarreta veía una unidad endogámica, es decir, que se mira hacia adentro y se cierra, o se abre, en cuyo caso hay que darle lo que se llama una superestructura de grupo, porque la unidad solitaria en general carece de voluntad política para proyectarse en términos más amplios y elevar diríamos una capacidad que se podía haber quedado en nada, en una cosa pequeña a un proyecto mas en movimiento, mas de potenciación.”
Como la charla fue muy extensa a continuación transcribo algunos pasajes que resultan datos o conceptos interesantes: “(...) de hecho había que decir que esta experiencia se inició en Vitoria que está a unos 30 kilómetros de Mondragón, una pequeña ciudad, pero naturalmente en eso Arizmendiarreta (…) vio que objetivamente los elementos  de apoyo infraestructurales estaban en Mondragón y por eso trajimos la empresa que iniciamos en Vitoria a Mondragón, y es donde se incuba definitivamente el proceso (...).”
“Mondragón pues tiene que aspirar a ser una multinacional cooperativa, no tiene otra salida necesariamente, por eso le hemos denominado Mondragón Corporación Cooperativa”.
 (*) ULGOR : Taller que crean en Octubre de 1955, cada socio aporto 50.000 pesetas para poner en marcha esta empresa en la que serian trabajadores y propietarios al mismo tiempo. El nombre de ULGOR se formó combinando la primera letra de los apellidos de sus cinco fundadores: Luis Usatore, Jesús Larrañaga, Alfonso Gorroñogoitía, José Ormaechea y Javier oRtubay.


Fuente: Grabación realizada por el Ingeniero Sergio Godoy, Ciudad de Concordia, 22 de Noviembre de 1993.

7/1/17

La escuela lancasteriana de Concepción del Uruguay

Por Rubén Bourlot

En Concepción del Uruguay habría funcionado la primera escuela lancasteriana de Latinoamérica, en 1816. Y el potencial es porque sólo hay indicios, casi una sospecha de su existencia. El dato lo proporciona Antonino Salvadores en su libro Historia de la Instrucción Pública de Entre Ríos a partir de una noticia publicada por el periódico El Censor de Buenos Aires[1]. Escribe Salvadores: “Curiosa es la noticia, que recoge un periódico de Buenos Aires, según la cual la primera escuela lancasteriana que funcionó en Sudamérica fue creada en 1816 en Concepción del Uruguay por el emigrado chileno Solano García, con protección del comandante Berdúm. Como el sistema lancasteriano comenzó a conocerse en Buenos Aires en 1816, por artículos publicados en La Caceta y El Censor, (…) este sistema de instrucción inglés” se habría implementado primeramente en Entre Ríos.[2] También lo sostiene Urquiza Almandoz: “conviene recordar que el sistema de Lancaster ya era conocido en Concepción del Uruguay, puesto que en 1817 – dos años antes que Diego Thompson la introdujera en Buenos Aires – el sacerdote chileno Solano García había instalado una escuela de ese tipo (…) [3]
Las escuelas lancasterianas utilizaban técnica pedagógica por la cual los alumnos más avanzados enseñan a sus compañeros, con el objeto de suplir la carencia de maestros. Un solo maestro puede tener a su cargo 200 alumnos o más. Los alumnos son divididos en pequeños grupos de 10; cada grupo recibe la instrucción de un monitor o instructor, que es un niño de más edad, y más capacidad, previamente preparado por el director de la escuela. El nombre deriva del religioso cuáquero inglés Joseph Lancaster que diseñó el sistema fines del siglo XVIII. Para Simón Rodríguez, el filósofo y educador venezolano que fuera maestro de Bolívar, “la enseñanza mutua es un disparate. Lancaster la inventó para hacer aprender la Biblia de memoria. Los discípulos van a la escuela a aprender, no a enseñar, ni a ayudar a enseñar. Dar gritos y hacer ringorrangos no es aprender a leer ni a escribir. Mandar recitar de memoria lo que no se entiende, es hacer papagayos, para que por vida sean charlatanes” y en otro pasaje asevera que “establecer, en las capitales, las ‘escuelas de vapor’ inventadas por Lancaster, a imitación de las ‘sopas a la Rumfort” establecidas en los hospicios[4]. Con pocos maestros y algunos principios vagos, se instruyen los muchachos a millares, casi de balde, salen sabiendo mucho, así como algunas marmitas de Papin y algunos huesos, engordan millares de pobres sin comer carne (…)[5]
Naipes impresos por Solano García,
fundador de la escuela
En el Río de la Plata el sistema es difundido por Diego Thompson y el sacerdote Dámaso Larrañaga lo considera muy adecuado para implementarlo ante la carencia de maestros. Recordemos que Larrañaga es un sacerdote que adhiere originalmente a la causa de Artigas. No es extraño entonces que el sistema arribara a Concepción del Uruguay durante la influencia artiguista. El propio comandante de la ciudad, José Antonio Berdún, es uno de los más destacados jefes del Protector de los Pueblos Libres. 
Y para ello tenemos que referirnos al promotor de la escuela, el cura franciscano Fray Solano García. Vino del otro lado de la cordillera, de Chile, posiblemente siguiendo en el exilio a José Miguel Carrera, y en Entre Ríos adhiere a la causa de Artigas y tiempo después se hará cargo de la parroquia de Concepción del Uruguay y luego de la de Paysandú. Pero lo más curioso de esta personaje es su trabajo de imprentero en Concepción que publicó los famosos “naipes artiguistas”, similares  a las cartas españolas, impresas a partir de bloques de madera y pintadas a mano con el agregado de consignas como “El oriental no sufre tiranos. Libertad y unión” o “Con la constancia y fatigas libertó su patria Artigas”.
Con estos pocos datos podemos aseverar que, al menos por un tiempo, funciona este establecimiento pionero en el corazón de la Liga Federal. A partir de unas vértebras podemos armar un dinosaurio.





[1] El Censor, Bs. As. 9/4/1817, Pág. 105.
[2] [2] Salvadores, Antonino, Historia de la Instrucción Pública de Entre Ríos, "Museo Histórico de Entre Ríos Martiniano Leguizamón", 1966. Pág. 18/19
[3] Urquiza Almandoz, Oscar F, Historia de Concepción del Uruguay, Entre Ríos: Comisión Técnica Mixta de Salto Grande, 2002
[4] La sopa Rumfort era un sancocho inventado por el conde del mismo nombre para alimentar masivamente a ejércitos y obreros. 
[5] Rodríguez, Simón, Obras completas, Caracas, Universidad Simón Bolívar, 1975, T. II, Pág. 25 y ss.

1/1/17

La Barraca Americana

Por Rubén Bourlot

“La primera casa mayorista importadora en los ramos de artículos para la construcción recibidos directamente de Estados Unidos, perteneció a la firma Hufnagel y Plottier, instalada a instancias del general Urquiza”, escribe Urquiza Almadoz en su Historia de Concepción del Uruguay. Con sucursales en varias ciudades de ambas costas del río Uruguay, la firma que giraba bajo el nombre de Barraca Americana fue un símbolo distintivo del comercio de la región y un lugar de cita obligatoria para quienes tenían que proveerse de las más diversas mercaderías.
Edificio de la sucursal C. del Uruguay
Urquiza Almandoz transcribe una evocación de Mariano López que recordaba “con cuánta curiosidad acudió el pueblo, en romería interminable, al llamado ahora puerto viejo, al arribar los embarques iniciales de dos veleros norteamericanos, el Alfredo y el Dudley, novedad que subió a lo extraordinario con la llegada del tercer buque, mucho más grande y cuyo nombre era Don Justo, en homenaje al prócer…”. Transcurrían los primeros años del siglo XX.



Una ficha de clientes
El profesor Mario Ramírez, cuando cursaba el profesorado en Concepción del Uruguay en la década del 80 se enteró, como buen historiador sabueso, que “se estaban por rematar judicialmente las propiedades de la constructora Ivoskevich, la entonces dueña de la Barraca Americana. Un compañero era amigo del que vigilaba los lotes que estaban listos para el remate; un día entre charla y charla se enteró que había un fichero lleno de fichas... Paso siguiente hablamos con el rematador y nos dijo que teníamos que comprar el mueble; cosa imposible para nosotros en ese momento. Pero a la vez sentíamos de corazón que ese material iba a ir a parar a la basura (dependiendo de quién lo compraba). Así que iniciamos trámites ante el Juzgado que entendía en la quiebra, para solicitar la entrega de las fichas solamente, solicitud que fue aprobada a los pocos días.
“En total rescatamos 2861 fichas, algunas más completas que otras”.
Eran las fichas de clientes de la firma a través de su casi centenaria historia, una valiosa cantera de información que tal vez tenían el destino trágico de una fogata.
El origen de la firma se remonta a la segunda mitad del siglo XIX, aún en vida de Urquiza que mantenía vínculos comerciales con A. B. Morton & Sons de Baltimore (EE. UU.).  Fallecido el gobernador entrerriano, y como consecuencia de la intervención de la provincia y la rebelión jordanista, quedó varado un cargamento de mercadería sobre un buque al mando del capitán John G. Hufnagel. Pensando qué hacer tomó contacto con el belga Eugenio Plottier, radicado en Paysandú y éste le aconsejó vender la mercadería en la plaza de la ciudad cervecera, según se relata en un trabajo del nombrado Ramírez, Portela y Martínez.

Los primeros pasos
De esa feria callejera pasaron a asociarse Hufnagel y Plottier para fundar la Barraca Americana de Paysandú a fines de 1870. Con el éxito obtenido cruzaron el río y abrieron una sucursal en Concordia en 1892. 
Instalaciones portuarias en Paysandú en una postal
Unos años después, con la construcción del nuevo puerto de Concepción del Uruguay, la firma instala depósitos que culminan en 1909, y el 19 de septiembre de 1910 con la autorización final del Ministerio de Hacienda de la Nación, queda inaugurada formalmente la sucursal. En este edificio emblemático “predomina la arquitectura de estilo inglés; con gruesa mampostería, ladrillos de máquina importados de buena calidad y las estructuras de entrepisos con perfilería metálica de gran porte”. La firma comenzó sus actividades comerciando maderas como el pino y combustibles como el kerosene. “Los rubros autorizados fueron: ferretería, carpintería, construcción, derivados del petróleo y químicos”. 
Con el tiempo la operatoria se fue diversificando y las instalaciones incorporaron nuevas infraestructuras. En la sucursal de Uruguay contaban con vías de ferrocarril internas, de tipo “Decauville” que se empalmaban con el Ferrocarril Urquiza. Contaban con aserraderos, talleres diversos y una usina de generación eléctrica.
En 1916, Ford Motor Co. le otorgó la categoría de agente oficial a la Barraca Americana para lo cual construyeron un salón exposición para los vehículos de la marca.

Conflictos laborales 
No todo fue tan pacífico para la firma. La irrupción de la gran guerra europea en 1914 produjo algún tembladeral, entre otros la suspensión de la importación de automóviles. No obstante supieron capear el temporal y continuar con la firma a flote. 
Edificio Sucursal Concordia – Hoy Centro cívico
También tuvieron que enfrentar los reclamos sociales de sus trabajadores hacia 1916 y que se fueron incrementando los años subsiguientes, en plena efervescencia de los reclamos obreros en el país. Fueron tiempos de trabajosas negociaciones que concluyeron en buenos términos.
Finalizada la guerra, la firma retomó su relación de la fábrica Ford y presentó en 1919 los novedosos tractores Fordson. Sucesivamente se abrieron agencias y representaciones en distintas localidades de la provincia y de la Mesopotamia.

La radio de la barraca
En 1923 los empresarios presentaron una verdadera innovación tecnológica. Los autores citados nos informan que “durante una presentación de los tractores Fordson, llevada a cabo en los campos del señor Leopoldo Cabral, localidad de Caseros, para publicitar y entretener a los presentes se instaló un aparato radiotelefónico, que emitió una conferencia y un concierto de la Radio Sud Americana de Buenos Aires. La emisora fue instalada sobre un automóvil en 30 minutos.” 
Asimismo “en la Agencia Ford de la Barraca Americana, se había instalado un equipo radiotelefónico, que transmitía diariamente los últimos acontecimientos ocurridos en la metrópoli y donde se escuchaban las noticias que llegaban telegráficamente antes de su aparición en los principales periódicos. La empresa no solamente comercializaba los aparatos terminados, sino que también garantizaba a través de su servicio de reparaciones y repuestos los productos que representaban”.
Una verdadera novedad ya que en la provincia la primera emisora radial con trasmisiones formales se registran en Paraná hacia 1927.
Una parte muy importante del giro comercial de la firma estaba vinculado con los productores rurales, a los que proveía de insumos y maquinarias, y les adquiría la producción. 
Para 1972 la firma era una sombra de sus antiguas glorias y comenzaba a vender sus propiedades. Persistieron algunas sucursales en el Uruguay administradas por los descendientes de los fundadores.

Bibliografía:
- Mario Rubén Ramírez, Flavia Elizabeth Portela y Roberto Eduardo Martínez, Luces de ayer... Sombras de hoy... La sucursal de Concepción del Uruguay de la Barraca Americana, su instalación y clientela en las colonias Judías, presentado en Terceras Jornadas de Historia Económica, Asociación Uruguaya de Historia Económica (AUDHE), Montevideo, 9 al 11 de julio de 2003.
- Urquiza Almadoz, Oscar F., Historia de Concepción del Uruguay, T. III.
- Testimonios de Mario Rubén Ramírez.