Un cuentito que circulaba
entre inmigrantes piamonteses de las colonias de los departamento Uruguay y
Colón.
Dicen que un día llegaron a un pueblo de los valles alpinos unos gitanos
que vendían “juicio”. Se cruzaron con dos paisanos y, haciendo galas de
habilidad comercial, los envolvieron con argumentos sobre las bondades de tener
un “juicio”. Convencidos los hombres se compraron uno. El “juicio” venía adentro
de una cajita primorosamente decorada y, según los vendedores, tenía poderes
mágicos. Cuando se fueron los gitanos uno de los paisanos, ansioso por ver de
qué se trataba, abrió la cajita y al instante escapó algo como un grillo que se
esfumó por el respiradero de un sótano. Desesperados los hombres, sin pensarlo
dos veces, buscaron picos y palas para abrir un boquete en la pared. El ruido
alertó al dueño de la casa que alarmado los increpó. “¡Que hacen!”, les gritó.
“Es que perdimos el juicio”, intentó explicar uno de los hombres. “¡Ya veo que
perdieron el juicio, pero no por eso me van a derrumbar la casa!”