7/6/25

El asesinato del carrero Gaillard y voces que se apagan

 Rubén I. Bourlot

 

En enero de 1907 el asesinato del carrero Julio Modesto Gaillard despertó del letargo conservador a la provincia y tuvo repercusiones en los principales periódicos del país. El impacto de la noticia no lo produjo el crimen del obrero sino la destrucción de la preciosa carga que trasportaba, peligrosa para los poderes de la época. Se trataba de la flamante imprenta de Antonio R. Ciapuscio, que procuraba reflotar del diario El Pueblo en Villaguay, clausurado un par de años antes.

Las crónicas de la época ponen el acento en el ataque a la libertad de expresión teñido de crimen político, dejando en muy segundo plano la muerte del humilde carrero que transportaba la maquinaria. Hoy, un monolito a unos doce kilómetros al norte de la ruta N° 130 que une Villaguay con Villa Elisa, a orillas del arroyo Santa Rosa, es el silencioso recuerdo de Gaillard. En Villaguay, en tanto, una de las calles principales lleva el nombre del Jefe de Policía Juan Severino Hermelo, sospechado de la autoría intelectual del hecho.

La voz de El Pueblo

La historia comienza a principios de un enero caluroso y seco de 1907. Enterados de la liberación del periodista Ciapuscio, que había cumplido prisión de Concepción del Uruguay por una causa por calumnias,  y su intención de volver a Villaguay con una imprenta, Hermelo y el comisario Justino Velázquez, comienzan a poner en marcha un ardid para evitar que El Pueblo volviera a alzar su voz crítica ante los abusos del poder.

Ciapuscio explora alternativas para trasportar la imprenta recientemente adquirida en Colón. Por esa época los medios de transporte no eran muchos. El ferrocarril no tenía un ramal directo entre esta ciudad y Villaguay. Sí existían caminos de tierra surcados por vehículos de tracción a sangre. En Colón no consigue carro disponible. La buena cosecha de ese año y el auge de la construcción los mantenía a todos ocupados. Pero conoce un carrero oriundo de la colonia San José radicado en Villaguay, Julio Modesto Gaillard, residente en Villaguay.

 

El viaje

Ni bien acuerdan el viaje, el 9 de enero el carrero carga la imprenta y parte hacia Villaguay. Eran tiempos de sequía y mangas de langostas. El periódico local, El Entre Ríos, informa que “en la planta urbana como en la zona de quintas se ha procedido al enterramiento del contenido de un increíble número de bolsas de langosta.”

Bajo el sol veraniego el carro avanzaba con su pesada carga, tirado por los cuatro caballos, y los candeleros de refuerzo. Cada tanto el conductor azuzaba con el rebenque a un tordillo remolón para que tire parejo. Para matar el tiempo silbaba un valsecito muy popular en ese momento.

A mitad de camino se hizo noche y Gaillard se detuvo para comer y descansar. A la mañana reinició el viaje ni bien despuntó el sol. Quizás si todo andaba bien llegaría a Villaguay al anochecer. Los caballos apuraban la marcha. Ahora el camino transcurría entre campos marchitos poblados de vacas y ovejas. Como a las diez, se detuvo en el almacén de ramos generales de Miguel Dabuet para cambiar de caballos.

 

La conspiración

En Villaguay el Jefe de Policía Juan Severino Hermelo y sus secuaces hilvanaban hipótesis. Ante la presunción de que el carrero vendría por el camino General entre Colón y Villaguay, con paso obligado por La Capilla (hoy Ingeniero Miguel Sajaroff) donde señoreaba Félix Santa Cruz, comisario del Distrito Bergara, los conspiradores destacaron a Doroteo Vera, tipógrafo y director del diario El Departamento - propiedad de Hermelo – en la casa del policía con el presunto mandato de interceptar y apropiarse de la imprenta. Para su tarea de inteligencia utilizaron el telégrafo. Intercambiaron mensajes que informaban acerca del traslado de unos caballos desde Villaguay a Colón y viceversa, una clave para encubrir el verdadero sentido de los recados. El jueves 10 de enero, desde temprano, efectivos de la policía de La Capilla se mantenían apostados en el tramo de camino denominado “callejón de Medarda” muy cerca del paso sobre el arroyo Santa Rosa.

A media tarde del 11 arribó el carrero y su carga a las inmediaciones de La Capilla. Antes de ingresar a la localidad fue interceptado por la policía que lo obliga a retornar a Colón con la excusa de un embargo sobre la imprenta que trasporta. Una partida policial que se hacen cargo del carro con su carga, en tanto otro soldado custodia a Gaillard montado en un caballo con las manos atadas.

Al llegar a la cañada Las Achiras, tributaria del arroyo Santa Rosa, empujaron el carro, junto a los caballos, hasta precipitarlo al cauce de la cañada, no sin antes proceder a desmantelar la imprenta y empastelar  las cajas que contienen los tipos.

Hecho esto, prosiguieron su marcha en compañía de un azorado Gaillard hasta un campo y allí lo bajaron del caballo y lo apuñalaron en el tórax con su propio cuchillo. Seguidamente, sin vacilar, procedieron a su degüello.

Lo que siguió fue una comedia de enredos. Descubierto el hecho se inició un tortuoso proceso judicial, seguido al detalle por los diarios de la época, y terminó con la condena de algunos de los autores materiales y encubridores, pero no se llegó a ninguna sentencia contra el poderoso jefe político de Villaguay Juan Severino Hermelo, a quién se acusaba de ser el autor intelectual del crimen.

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