26/2/25

La Revista del Paraná reflejaba las voces de los "hombres del Paraná" y de mujeres también

Rubén I. Bourlot 

El 28 de febrero de 1861 aparecía en Paraná, capital aún de la Confederación, La Revista del Paraná, dirigida por Vicente G. Quesada. Una revista excepcional que solía agotar sus ediciones de un tiraje considerable para la época.

Escribe Ofelia Sors que La Revista del Paraná constituyó en aquellos tiempos “un órgano periodístico de jerarquía, esencialmente histórico-literario, cuyo fundador y director fue el destacado hombre de letras Dr. Vicente G. Quesada.

“Apareció esta revista de sesenta páginas, desde el 28 de febrero de 1861, hasta el 30 de setiembre del mismo año. Entre sus colaboradores figuraba lo más selecto de la legión de escritores de esa época: Benjamín Victorica, Joaquín María Ramiro, Cnel. Juan Elías, José Tomás Guido, Fa cundo Zuviría, Benedicto Ruzo, Saturnino M. Laspiur, Juana Manuela Gorriti. Benjamín Villafañe, Damián Hudson, Ángel Elías, Juan María Gutiérrez, José Francisco López, Juan Bautista Alberdi (desde París), Ramón Ferreyra, Baldomero García, Jerónimo Espejo, Barón de Vid Castel y Amadeo Brougnes, y entre los colaboradores del exterior: los chilenos Barros Arana, Juan Ramón Muñoz, Francisco Bilbao, Fernando Urizar Garfias, Manuel Guillermo Carmona y los peruanos Ricardo Palma, J. A. de Lavalle y Francisco Lazo.

“Se debió la impresión de esta excepcional revista, cuyo tiraje alcanzó a mil ejemplares por edición, al no menos conocido librero e impresor Carlos Casavalle. La primera tirada fue de seiscientos números, pero, ante el éxito de la demanda, se hace necesario reimprimir 835 más. Cientos de suscripciones suman entre las de la capital de la Confederación y provincias, además de las de Montevideo, Salto, etc.

“La colección de la Revista del Paraná constaba de ocho entregas mensuales en fascículos, y cada entrega contenía tres secciones: Historia, Literatura y Jurisprudencia. Luego se incorpora una sección más, la de Economía Política. Lamentablemente, tan extraordinaria publicación cesa de aparecer a raíz de los acontecimientos de setiembre de 1861.”

Miguel Ángel Andretto agrega que “por la equilibrada factura de su contenido, constituyó un modelo para otras similares, que aparecerían años más tarde, como la Revista de Buenos Aires y la Revista del Río de la Plata, ejemplos de la proyección cultural de la Argentina hacia otros medios de la época.”

Y agrega el autor de El periodismo en Entre Ríos: “Literatura, que era la sección más rica, con poesías, novelas, cuentos y ensayos, entre los que destaca ‘Güemes, recuerdos de la infancia’ de Juana Manuela Gorriti (1818-1892), inspirada en el período salteño de la lucha por la independencia. Filología, que con ‘Netzahualcoyotl’, en nahuatl, revela la importancia de las lenguas americanas durante el proceso de independencia, cuya proclama se efectuara en español, quichua, aymará y guaraní. Fueron así protagonistas de ese formidable emprendimiento, que significaba la búsqueda de la confraternidad entre las naciones hispanoamericanas.”

"De todas las publicaciones aparecidas, en ese tiempo, ninguna de tanto valor histórico y doctrinal como la Revista del Paraná, que abría la era de los estudios históricos sobre los orígenes y fundación de los pueblos de la República y la descripción física, de las costumbres, las crónicas y memorias de la época colonial, la guerra de la Independencia y las luchas civiles, continuada en tiempo posterior por La Revista de Buenos Aires y La Revista del Río de la Plata etc.", dice por su parte Martiniano Leguizamón.


Los hombres del Paraná

Este conjunto de hombres y alguna mujer también, como fue Juana Manuela Gorriti, que escribieron La Revista del Paraná, constituyeron una verdadera generación del pensamiento nacional latinoamericano.

En el prospecto de la revista Quesada manifestaba: “Creemos que la revista será un medio eficaz para propender a la formación de un círculo literario nacional que se consagre preferentemente al estudio de nuestro país y lo dé a conocer en todos sus aspectos; que preste a la historia, a la literatura y a la legislación americana un atención especial, poniéndonos al corriente del movimiento intelectual de la Repúblicas hispanoamericanas.”

Escribe Jorge Abelardo Ramos que “Los hombres del Paraná fueron aquellos que rodearon a la Confederación Argentina cuando la oligarquía porteña rehusó plegarse a la unidad del país, reteniendo con su avaricia portuaria la Aduana y la Capital. No eran todos provincianos los que apoyaron a Urquiza durante aquella larga separación. Por el contrario, había numerosos porteños y bonaerenses, a quiénes más tarde veríamos unirse a las tendencias nacionales de Avellaneda y de Roca. En el Paraná, ya lo hemos dicho, no sólo se reunieron, los guerreros de la independencia -los Alvarado, Guido, Pedernera, Iriarte, Espejo, Roca-, sino también los intelectuales que habrían de apuntalar a la generación del 80 con su gran prestigio. Los ejemplos son innumerables.: Vicente G. Quesada, que ha evocado esa época en sus "Memorias de un Viejo", Carlos Guido y Spano, Lucio V. Mansilla; Nicolás A. Calvo, Benjamín Victorica, Mariano Fragueiro, y sobre todo, Alberdi. Estará allí, asimismo, un joven llamado José Hernández.”


Casavalle, el librero de la patria

Una mención especial merece el impresor de la revista Carlos Casavalle. Nacido en Montevideo en 1826, a temprana edad se trasladó a Buenos

Aires, donde estudió con los jesuitas, trabajando simultáneamente como

tipógrafo del Diario de la Tarde de Pedro Ponce. Luego se desempeñó en varios periódicos y en 1853 imprimió los primeros libros aparecidos en la década.

En 1860 se trasladó a Paraná donde se desempeñó como impresor oficial del Gobierno de la Confederación Argentina y dirigió el Boletín Oficial que reemplazó a El Nacional Argentino. La labor de Carlos Casavalle en Entre Ríos contribuyó a difundir el pensamiento y las medidas de gobierno del presidente Urquiza. En 1961 se hizo cargo de La Revista del Paraná.


El juicio a Jean Gallay, estafador, aventurero y poeta

Rubén I. Bourlot


Entre el 26 y 27 de febrero comenzaba en Francia el juzgamiento a un curioso personaje que tras su condena tuvo un itinerario similar a Papillón –Henri Charriere- recorriendo las tenebrosas prisiones francesas del Caribe. Charriere fue condenado por un delito que no había cometido y luego escribió su autobiografía que fue llevada al cine. Este otro personaje cometió varias estafas, intentó escapar, lo pillaron y cuando lo retornaron al puerto de Burdeos una multitud lo esperaba aclamándolo: “¡Villa Gallay! ¡Viva el ladrón!”.

Pero cuál es el anclaje con las historias citadinas que narramos semanalmente. El “descubrimiento” de este hecho policial, que tuvo una notable repercusión en su país de origen y luego pasó al olvido, se debe a un hallazgo casual por parte del investigador uruguayense Omar Alberto Gallay que, explorando sus antepasados, se encontró con los hechos cometidos por Jean Gallay, que asume como pariente sin comprobarlo fehacientemente, y tras una pesquisa por los archivos de antiguos periódicos publicados en la red le dio forma de un libro que se editó recientemente en un tiraje limitado, casi para distribuir entre parientes y amigos. Y el título lo dice todo: “Las andanzas de un pariente estafador.”


París era una fiesta

Jean Gallay era un empleado de un banco parisino en los primeros años del siglo XX, la Belle Époque europea donde París era una fiesta. Un día este burócrata que vivía entre la rutina bancaria y la tranquilidad familiar decidió que afuera había todo un mundo por descubrir, que la noche parisina ofrecía miles de oportunidades pero a cambio de un presupuesto imposible para su modesto sueldo de bancario. La solución estaba al alcance de sus manos. Como empleado de la entidad financiera conocía las cuentas de los ahorristas y ahí estaba su oportunidad. Se las ingenió para obtener transferencias de fondos de los depósitos mediante falsas órdenes que cobraba una amante de confianza y su vida cambió.

Como en El extraño caso del doctor Jekyll y míster Hyde (la novela de R. L. Stevenson) de día era Juan Gallay pero a la noche se convertía en el Barón de Gravald, un excéntrico millonario que recorría los más afamados cabarets de la Ciudad Luz, manejando lujosos automóviles y en la compañía de su amante Valentine Merelli.

A mediados de 1905, luego de acumular un buen capital malhabido, decidió alejarse de Francia. Era consciente que pronto los depositantes descubrirían los vacíos en sus cuentas. Pidió una licencia en el banco y a su esposa justificó su ausencia por razones de trabajo. A la huida la preparó con toda la pompa. Alquiló un lujoso yate aprovisionado con víveres para varios días y numerosos equipajes con vestimenta para él y su acompañante Valentine. Desde el puerto de Le Havre partió por el Atlántico con Buenos Aires como destino.

A poco de la partida la ausencia puso en alerta a su familia y al banco que descubrió las maniobras financieras de Gallay. Rápidamente emitieron una orden de captura que viajó con presteza al otro lado del Atlántico. Cuando los prófugos hicieron una escala en el puerto de Bahía, Brasil, lo esperaba la policía francesa. Ya todos estaban enterados, los diarios Francia y del mundo contaban las correrías del famoso estafador. El semanario argentino Caras y Caretas, en su edición del 30 de septiembre de 1905, informaba sobre la detención de Gallay y su acompañante, “interrumpiendo así una aventura novelesca”.


¡Viva el ladrón!

De vuelta rumbo a Francia los detenidos arribaron al puerto de Burdeos donde lo esperaban centenares de curiosos que aclamaron la hazaña con estentóreos “¡viva Gallay! ¡viva el ladrón!”.

Tras las instrucciones del caso los días 26 y 27 de febrero de 1906 se llevaron a cabo las audiencias acusatorias a Gallay y Merelli. El juicio culminó con la condena de siete años de prisión para el estafador y la absolución de su compañera.

Ahora empezaba otra historia. El derrotero de Jean Gallay por las tenebrosas prisiones francesas. Su destino fue el penal de la Isla del Diablo en la jurisdicción de la Guyana francesa, justamente uno de los lugares donde años después purgaría su pena Papillón. En la cárcel aparentemente no sufrió las peripecias del protagonista de la aclamada película protagonizada por Steve McQueen y Dustin Hoffman. No intentó escapar y pasaba las horas tropicales escribiendo cartas a su amada, otras a pedido de sus compañeros de prisión con lo que se ganaba unos pesos, también con el trabajo de encuadernador que era otra fuente de ingresos, y con la escritura de poesías. Al promediar la condena logró su traslado a Francia para terminar lo que le faltaba de la misma en el penal de Melun.

Cuando salió en libertad se dedicó al oficio de encuadernador ante la improbable posibilidad de que algún banco le ofreciera empleo. De su profusa poética carcelaria se conservan algunos poemas reunidos en “Flores de soledad”. No tuvo la iniciativa de inclinarse por la escritura de sus peripecias que tal vez hubieran prolongado su fama y alcanzado el reconocimiento que tuvo Henri Charriere, con película incluida.

Un diario español (el Heraldo de Madrid de 1905) escribió: “Si dentro de un siglo existiera por casualidad, algún moralista, cuya especie ya es bastante rara en estos tiempos que corren, o corridos de vergüenza, y si diera en tentación leer los periódicos franceses y sudamericanos de estos días, pararía asombrado ante las ovaciones que Bahía, Burdeos y París ha hecho a un falsario y ladrón llamado Gallay (…)”.


Extractado de

  • Gallay; O. A. (2020). Las andanzas de un pariente estafador: una crónica delirante de delincuencia, amor y poesía en la ‘Belle Époque’. Del autor.


23/2/25

La Fórmula Maya-Chaile triunfa en Entre Ríos

Rubén I. Bourlot


En 1946 una nueva era se iniciaba en el país y la provincia. La irrupción del peronismo como movimiento político había barrido como una potente ola el sistema de partidos políticos existentes en el país. Nuevos actores sociales se incorporaban a la política y se reflejaron en las urnas. En Entre Ríos, tras tres décadas de hegemonía del radicalismo en el poder, triunfaba la fórmula del partido Laborista y sus aliados.

En las elecciones celebradas el 24 de febrero de 1946 se imponía la fórmula presidencial compuesta por Juan Domingo Perón y Hortensio Quijano. El Partido Laborista y aliados ganaba en todas las provincias, menos Corrientes donde una coalición conservadora se imponía en el colegio electoral.

En Entre Ríos, una fórmula joven compuesta por Héctor Domingo Maya, nacido en Gualeguaychú, y Luis Ceferino Chaile, de Concepción del Uruguay, también llevó al triunfo al naciente peronismo. Maya tenía 31 años de edad y su compañero de fórmula 37. Ambos prestaron juramento el 22 de mayo de 1946.


Un hombre del forjismo

Maya había nacido en Gualeguaychú en 1913. Estudió en el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay y en la Universidad de Buenos Aires, donde se recibió de abogado a los 21 años. Ingresó muy temprano a la política y formó parte del sector leal a Hipólito Yrigoyen en la fracturada Unión Cívica Radical, y a los 19 años asumió la presidencia del Comité Universitario Radical. Fue uno de los oradores que despidieron los restos de Yrigoyen en 1933. Junto a sus hermanos Carlos y Antonio Guillermo Maya integró el grupo fundacional de la organización radical FORJA, donde militaban también Arturo Jauretche, Homero Manzi y Raúl Scalabrini Ortiz.

En 1946 fue le candidato a gobernador de la provincia por la coalición que llevó al triunfo a Juan Domingo Perón, una alianza del Partido Laborista con la Unión Cívica Radical Junta Renovadora y otros grupos menores. La fórmula Maya-Chaile triunfó con 67.587 votos, el 47% del total. Maya integró la fórmula por la UCR Junta Renovadora en tanto que el profesor Chaile representaba al partido Laborista.

Maya ya había tenido sus primera experiencias en la función pública como Ministro de Gobierno durante la intervención federal de Humberto Sosa Molina (1944).

Su gestión se desarrolló en el ambiente de avance y entusiasmo que le imprimieron las políticas nacionales que tenían al estado como la principal herramienta para impulsar el desarrollo del país con la incorporación protagónica del movimiento obrero. La obra pública y las políticas sociales eran los factores que movilizaban la economía y acompañaban el incipiente desarrollo industrial motorizado por la sustitución de importaciones. Si bien Entre Ríos no participó del desarrollo de una industria intensiva tuvo un fuerte impulso en la producción de origen agropecuario. Uno de los logros del gobierno fue la erradicación de la langosta que asolaba los campos periódicamente. En materia de obra pública se pavimentaron centenares de rutas, se construyeron varios hospitales y los existentes fueron ampliados. El gobierno creó la Junta Autónoma de la Vivienda, antecedente del actual Instituto Autárquico de Planeamiento y Vivienda, a través de la cual se inició la construcción de miles de casas para familias de menores recursos.

El Frigorífico de Villa San José, creado años antes, recibió un renovado impulso para apoyar la producción avícola en tanto se construyó el Mercado Frigorífico y Fábrica de Hielo de Gualeguaychú. Otro de los proyectos con los que soñó el gobernador Maya fue la construcción de la represa de Salto Grande; se iniciaron los primeros estudios para la obra incluidos en el Plan Quinquenal del Gobierno Nacional.

Con la reforma constitucional de 1949 se crearon dos ministerios clave para las políticas de estado de ese momento: las carteras de Educación y Salud Pública

La cultura fue una de las preocupaciones del gobierno que se expresó a través de la creación de la Dirección de Cultura de la Provincia y el Museo Histórico de Entre Ríos “Martiniano Leguizamón” entre otras medidas. En ese periodo comenzó a publicarse la revista Tellvs que dio a luz numerosos trabajos de carácter literario e histórico a lo largo de 20 números aparecidos entre 1948 y 1950.

Otras instituciones creadas fueron la Caja de Jubilaciones y Pensiones, el Instituto Autárquico Provincial del Seguro y la Dirección Provincial de Aeronáutica.


La reforma impositiva

Una publicación de la revista Qué del 12 de diciembre de 1946 describe los entretelones del reclamo que le hacen al nuevo gobierno por los proyectos de reforma impositiva impulsadas por el ejecutivo para el sector rural. “Los ganaderos entrerrianos han entrevistado, en nutrida delegación, al gobernador de la provincia, Héctor Maya -reseña el artículo de la revista fundada por Rogelio Julio Frigerio y Baltazar V. Jaramillo-, para pedirle que revise los proyectos sobre reforma impositiva enviados por el P. E. a la legislatura. En la caravana ganadera, integrada por 150 personas, estaban (Alberto) Hueyo, ex ministro de Hacienda del general Justo; (José Carlos) Predolini Parera, ex candidato a vicegobernador del Partido Demócrata Nacional; Carlos Mihura, candidato a diputado en la lista de la Unión Cívica Radical.”

“Los proyectos del Poder Ejecutivo que impugnan los ganaderos son tres. El primero cambia la contribución directa rural; el segundo modifica el régimen impositivo de marcas y señales; el tercero aumenta el impuesto y las transacciones de hacienda (…)

El nuevo régimen de contribución directa rural establecía una nueva valuación de los predios rurales, liberaba de impuesto a las propiedades menores de 20 hectáreas, establecía un impuesto anual en escala progresiva, tomando como índice la extensión del terreno y recargaba con un 50 por ciento el impuesto para propietarios ausentes de la provincia.

Héctor Maya terminó su mandato el 22 de mayo de 1950.  Falleció en su ciudad natal en 1985.


El Pilar de la república

 Rubén I. Bourlot


Hace 201 años, el 23 de febrero de 1920, se levantaba una de los pilares sobre los cuales se constituyó el estado argentino. El tratado suscripto por Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires en la capilla del Pilar, tras el triunfo en Cepeda de los caudillos del Litoral sobre Buenos Aires, dio por tierra con el proyecto porteño de imponer la monarquía europea en el Río de la Plata.

Triunfó la república como forma de gobierno y el federalismo como modelo de organización territorial del estado. Triunfaron las lanzas sobre las plumas refinadas que derramaban chorros de tinta para almibarar las bondades de un sistema que venía de Europa, muy oportuno para las ambiciones metropolitanas de la ciudad puerto. Y la ciudad orgullosa tuvo que convertirse en una capital de provincia, una más.

Triunfó la “barbarie” sobre la “civilización”. Triunfaron los pingos atados a las rejas de la pirámide de Mayo, símbolo de la hegemonía portuaria. Más de un siglo después la “barbarie” mojaba sus patas en las fuentes de esa misma plaza.

Hay nombres presentes en esta epopeya: Francisco Ramírez, Estanilao López, el irlandés Pedro Campbell, la soldadesca santafesina y los panzaverdes entrerrianos, la indiada de Corrientes y las Misiones. Pero faltaron. Ese triunfo no fue redondo. Faltó el gran caudillo José Artigas. Faltaron los orientales, los guaraníes de Andresito Guacurarí.


La historia de estos hechos está en construcción. Toda historia es una construcción permanente. La tentación de plantearse qué hubiera pasado si… es muy fuerte. Los hechos sucedieron de esta manera, con los actores que en ese momento tomaron decisiones acertadas o no. ¿Era oportuno firmar un tratado? ¿Fue lo que más se le pudo arrancar al puerto de Buenos Aires obligándola a constituirse en provincia? ¿Hubiera sido más beneficioso para consolidar el triunfo de Cepeda ocupar Buenos Aires y convocar a las provincias para reunirse en un congreso constituyente? Pero entramos en el terreno de las especulaciones.

Hoy, a dos siglos de los acontecimientos, nos queda como tarea rescatar las enseñanzas de ese pasado.


De El Espinillo a Cepeda

Pero al tratado Pilar hay que verlo en contexto. Tenemos que remitirnos a 1815 cuando el 23 de febrero en tierras entrerrianas las fuerzas artiguistas al mando de Eusebio Hereñú hicieron hocicar al ejército que envió el gobierno de Buenos Aires para meter una cuña en la naciente Liga de los Pueblos Libres bajo el protectorado de José Artigas. El triunfo del combate de El Espinillo significó la reafirmación de la vocación independentista de las provincias del Litoral que se ratificó en junio de ese año en el Congreso de Concepción del Uruguay. Recordemos que la independencia se proclamó formalmente en julio de 1816. En ese momento Entre Ríos se erige como provincia autónoma.

Tras ese triunfo inicial de la Liga Federal el gobierno centralista de Buenos Aires intentaría reiteradamente deshacerse de Artigas, Ramírez, López y todos los movimientos que se interpusieran a su proyecto de gobierno centralizado en el Puerto. En 1819 el Congreso que había sesionado originalmente en Tucumán sanciona una constitución de las Provincias Unidas consagrando un régimen de gobierno unitario, y orientada al establecimiento de una monarquía. Fue la gota que colmó el vaso. En ese momento la Liga de los Pueblos Libres estaba en franca decadencia. Además del hostigamiento de los porteños Artigas mantenía una lucha desigual frente a la invasión portuguesa en las Misiones orientales y la provincia Oriental. En enero de 1820, en Tacuarembó, sufrió una rotunda derrota que desarticuló totalmente la resistencia al invasor. Los caudillos de Entre Ríos y Santa Fe tomaron la posta para neutralizar las pretenciones de Buenos Aries y exigirle la ayuda que tantas veces le había reclamado Artigas para enfrentar a los portugueses.

El encuentro entre los fuerzas del Litoral y de Buenos Aries se produjo en Cepeda y el triunfo de los caudillos fue rotundo. “La batalla del minuto” la califica el historiador José Luis Molinari.

Este acontecimiento significó la desaparición del Directorio como forma de gobierno y la constitución de Buenos Aires en provincia. Manuel Sarratea fue nombrado gobernador y de esta manera pudo suscribir el Tratado del Pilar junto a Ramírez y López. Faltó Artigas y esta ausencia dio origen a una comedia de enredos entre los caudillos que ensombrecieron el magnífico triunfo de las montoneras federales.


12/2/25

Liberalismo y banca estatal

Rubén I. Bourlot


En febrero de 1887 se instaló en Paraná la primera sucursal del Banco Hipotecario Nacional de la provincia.

Hoy, cuando está presente el debate acerca del papel del estado y en particular de su intervención en materia financiera, vale rescatar las dos iniciativas para consolidar la presencia del estado en la administración del crédito público y el señorío en la emisión de la moneda nacional. Fue justamente durante la gestión del presidente Julio Argentino Roca, hoy apropiado por ciertos sectores del liberalismo versión siglo XXI, quién impulsó la creación del banco hipotecario estatal y años después hizo lo propio el presidente Carlos Pellegrini con la creación del Banco de la Nación Argentina.

El Banco Hipotecario fue desde sus inicios (1886), el brazo financiero del Estado en materia de viviendas. Luego de algunos intentos por promover la actividad hipotecaria en nuestro país a partir de inversiones privadas, el gobierno insistió con la necesidad de crear una entidad bancaria destinada a la administración de préstamos para la compra de inmuebles. Es así como el proyecto fue sancionado el 14 de septiembre de 1886.

La institución sufrió los embates de la crisis financiera de 1890 pero salió airosa. En 1915, la cartera de Banco Hipotecario constituía el 19% de las inversiones en créditos reales colocados en el país, mientras que en 1925 ese porcentaje alcanzaba el 37%.

La reforma de la Carta Orgánica de 1919, estableció la posibilidad de otorgar créditos especiales para fomentar la colonización agrícola en lotes de no más de 200 hectáreas. Hacia 1930, el 50% de los inmuebles de la Argentina adquiridos con crédito habían sido financiados por Banco Hipotecario a través de sus cédulas.

La nueva crisis de 1929/1930, por la caída de las bolsas especulativas del mundo y el golpe que derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen, afectó al banco pero para 1934 ya había retomado el sendero de crecimiento y la cotización de las cédulas hipotecarias se mantenían en alta, aún ante el estallido de la Segunda Guerra Europea.

Durante sesenta años la cédula hipotecaria argentina fue el instrumento que canalizó el ahorro los argentinos, tanto de altos ingresos como de sectores populares. A su vez permitió atraer los recursos necesarios para poblar el campo y edificar las cada vez más pobladas ciudades.

En nuestra provincia se formaron numerosas colonias agrícolas a partir de créditos otorgados por el banco. También es cierto que, como lo dijo Bernardino Horne (1937), “en los últimos años se subdividieron muchos campos por empresarios particulares, llamados colonizadores, que hacían su negocio comprando tierras y vendiéndolas con préstamos del Banco Hipotecario, el que de esta manera fomentó abiertamente la especulación”.

A lo largo de su historia, Banco Hipotecario hizo posible que más de 1,8 millones de familias argentinas accedan a su primera vivienda y a configurar la fisonomía de las principales ciudades del país.

El banco fue privatizado en la década de 1990 y hoy su principal accionista es la inmobiliaria IRSA fundada por Eduardo Elsztain.


El Banco de la Nación Argentina en Entre Ríos

Otra de las entidades financieras argentinas de bandera es el hoy denominado Banco Nación que aún resiste los embates de los buitres de las finanzas.

El 20 de enero de 1892 llegó a Entre Ríos el Banco de la Nación Argentina. En esa fecha se instaló la primera sucursal en Paraná, iniciando sus operaciones el 1º de febrero. En el mismo año se llevó a cabo una verdadera siembra de sucursales en Concordia, Gualeguay, Gualeguaychú, Nogoyá, Concepción del Uruguay, Rosario Tala, Colón, Diamante, Victoria, Villaguay y La Paz.

En 1914 inició sus operaciones la sucursal de Chajarí. En 1916 lo hicieron las sucursales de Basavilbaso, Lucas González, Urdinarrain y Ramírez. En 1918 comenzó sus actividades la sucursal de San José de Feliciano, en 1925 la de Federación, en 1926 San Salvador y María Grande.

El Banco de la Nación fue fundado 26 de octubre de 1891 por iniciativa del presidente Carlos Pellegrini, como un medio para resolver los embates de una devastadora crisis económica que afectaba, en especial, al sistema bancario existente en ese momento. La crisis de la deuda externa con el Reino Unido, que aún arrastraba los coletazos del préstamo fraudulento tomado a la banca Baring en 1825, las nuevas deudas en libras y la reducción de las reservas de oro que sustentaban al peso moneda nacional provocaron la crisis que fue una de las causas de la revolución de 1890 y la renuncia del presidente Miguel Juárez Celman.

El Banco Nacional, predecesor del Banco Nación, vendía oro que el público atesoraba. Mientras existieron reservas metálicas, el tipo de cambio pudo sostenerse y, hasta 1889, el Gobierno fue relativamente exitoso en su esfuerzo por mantener el valor del peso papel. Sin embargo, la intervención no fue suficiente: los particulares provocaron corridas en pos de conseguir oro a cambio de sus pesos. El peso terminó devaluándose un 200% y el Banco Nacional, como otros particulares, cerró sus puertas.

Tras asumir la presidencia Pellegrini resolvió crear la Caja de Conversión, entidad emisora de moneda, y el Banco de la Nación de capital enteramente estatal que en pocos años abarcó en su giro a toda la geografía nacional y se convirtió en el mayor banco comercial argentino.

El banco cumplió con un papel preponderante en la asistencia al sector rural, a tal punto que contribuyó a convertir a la Argentina en el “granero del mundo”. Con sucursales desparramadas en todo el territorio nacional llegaba directamente a los productores, y a los pequeños y medianos empresarios, como ningún otro banco privado lo había hecho.


El crédito estatal

La banca estatal argentina se fue constituyendo a lo largo de un proceso que se inició junto con la sanción de la Constitución Nacional en 1853. En ese año la Convención Constituyente sancionó el Estatuto para la Organización del Crédito Público, por iniciativa del ministro de Hacienda Mariano Fragueiro, que creó el Banco Nacional de la Confederación, entidad que no pudo sostenerse en el tiempo. Luego, hasta 1881, el sistema monetario y financiero argentino convivió con una multiplicidad de monedas emitidas por distintos bancos del país y extranjeros.

En 1881 se unificó la moneda, el peso nacional convertible al patrón oro que se mantuvo hasta 1885. Ante esta imposibilidad de sostener la convertibilidad continuaban circulando las que hoy llamaríamos cuasi-monedas, distintas al signo monetario nacional, emitidas por los bancos particulares que en 1887 se oficializaron como “bancos garantidos”.

En 1900 se reabrió la Caja de Conversión con pesos convertibles en oro, suspendida al estallar la Guerra europea en 1914. En 1927 retornó la convertibilidad que finalmente se abandonó en diciembre de 1929.

La crisis del sistema monetario como consecuencia de la coyuntura internacional y del interés británico que incorporar al país a la órbita de la libra impulsó la creación de un banco central tomando como modelo el Banco de Inglaterra. El entonces director del banco británico Otto Niemeyer impulsó su creación que finalmente se sancionó en 1935 con las modificaciones introducidas por el economista Raúl Presbich.

La institución era una entidad mixta con participación estatal y privada –principalmente bancos de origen británico-, que tenía entre sus funciones la exclusividad en la emisión de billetes y monedas y la regulación de la cantidad de crédito y dinero, así como la acumulación de las reservas internacionales, el control del sistema bancario y actuar como agente financiero del Estado. Se dotaba así a la autoridad monetaria de instrumentos para actuar como “prestamista de última instancia” y la adopción de políticas anticíclicas a fin de moderar las fluctuaciones económicas.

Sin embargo, la aplicación de políticas monetarias seguía estando condicionada por las preferencias e intereses de inversiones extranjeras -predominantemente británicas- que querían enviar sus ganancias al exterior y evitar devaluaciones de la moneda nacional.

Durante el peronismo (a partir de 1946) se dispuso la nacionalización del Banco Central y se creó el Sistema Bancario Oficial, cuya estructura la integraban también el Banco de la Nación, el Banco de Crédito Industrial y el Banco Hipotecario.

En 1949 el Banco Central pasó a depender del Ministerio de Finanzas de la Nación profundizando la política de orientación del crédito hacia la producción en actividades de importancia para el desarrollo del país.

9/2/25

Fiesta del Mate: masividad con poco sabor a mate

Rubén I. Bourlot


Pasó la Fiesta Nacional de Mate, un acontecimiento que se inició humildemente por iniciativa de Luis “Pacha” Rodríguez y su centro Solidaridad. Una acción privada que luego hizo suya la municipalidad de Paraná. Hoy es una de las dos fiestas que identifican a la ciudad junto con la Fiesta de disfraces, esta última privada.

La masividad de la convocatoria es un indicio de su vigencia y un incentivo para continuar trabajando para consolidarla y promoverla a nivel regional.

La alta temperatura, incluso al aire libre y a la vera del Paraná, no fueron obstáculos para la convocatoria. La gente se la aguantó estoicamente. Es espectáculo valió el esfuerzo. Tanto los artistas contratados como los que surgieron de los pre mate ofrecieron un espectáculo de calidad. Salvo algunas inconvenientes de personas que descompensaron las jornadas transcurrieron sin ningún incidente. Reinó la armonía y el espíritu de fiesta.

Ahora vienen los detalles donde hay que seguir machacando (machacando sobre el mismo clavo como solía decir nuestro poeta Jorge Enrique Martí).

En primer lugar, en los aspectos organizativos, lo que se señaló con insistencia en distintos medios fue el cambio de orientación del escenario que en la últimas ediciones apuntaba a las barrancas, de espaldas al río. No conocemos el motivo real pero con esa disposición parte del público “barranquero” tenía que conformarse con una visión sesgada o prácticamente conformarse con escuchar sin ver a los artistas. El amontonamiento sobre el sector de barrancas desde donde se podía observar el escenario sumada la alta temperatura nos muestra el desacierto de esa medida. A esto se agrega que el escenario apuntaba a un sector que a pocos metros se encontraba obstruido por arboledas y construcciones que impedía se ubicara en ese sector salvo quiénes pagaban la ubicación preferencial y un pequeño sector gratuito.

A estas cuestiones organizativas señalemos la “invisibilidad” de los puestos de hidratación tan importantes en una convocatoria masiva. Se insistía en que se debía consultar mediante un código QR el plano para localizar los puestos de hidratación cuando la señal de internet (no solo wifi) era inexistente. Se podían haber colocado carteles o banderas para señalarlos. Lo mismo para localizar los baños químicos situados más allá de la plaza De las Provincias.

Resulta llamativo que con medio siglo de vigencia no se haya provechado la experiencia acumulada para una mejor organización.

Otro tópico fue la grilla artística que significó una importante inversión. En primer lugar debemos señalar que la Fiesta de Mate se caracterizó como un encuentro que promovía el folklore en un sentido amplio como lo es el mate. Y el folklore estuvo muy acotado tanto en las principales figuras contratadas, salvo Luciano Pereira, como los ganadores del pre mate. Capítulo aparte son los grupos de baile folklórico que no pudieron lucirse en un escenario tan lejano a la visión de la mayoría del público. El objeto de un festival gratuito, promovido por el estado, no debe ser juntar mucha gente sino promover la cultura nacional rescatando sus raíces. Para eso deben ser las política culturales.

Por otra parte la presencia de artistas locales y regionales estuvo limitada a los seleccionados del pre mate. El resto de los contratados, los más onerosos, eran de fuera de Entre Ríos. La oportunidad de invertir los dineros públicos, del contribuyente de la ciudad, para promover a nuestros artistas, que lo tenemos en abundancia y de excelente calidad, se perdió.

3/2/25

En el Centenario de la batalla de Caseros

Rubén I. Bourlot


Con un despliegue de actos se conmemoró en la provincia el centenario de la batalla de Caseros que el 3 de febrero de 1852 enfrentó a los ejércitos aliados al mando de gobernador entrerriano Justo José de Urquiza y las fuerzas del gobernador bonaerense Juan Manuel de Rosas. Recordamos que desde el 1 de mayo de 1851 Rosas ya no era el encargado de las relaciones exteriores de la provincia tras el decreto suscrito por Urquiza que lo relevaba de esas funciones, conocido como el Pronunciamiento. Este hecho marcó el final de la hegemonía rosista y abrió el camino para la convocatoria a la convención constituyente de 1853.

El mismo 3 de febrero de 1852, desde el campo de batalla de Caseros, Urquiza se dirigía al gobernador delegado Antonio Crespo para informarle del triunfo:

“Querido amigo: Después de un reñido y acalorado combate entre las fuerzas del Ejército aliado y los esclavos del Tirano Juan M. de Rosas han obtenido aquellas una victoria espléndida, y soy dueño en estos momentos de todo el campo de batalla. Todo el ejército del Tirano ha sido derrotado, y las legiones libertadoras marchan ya sin obstáculos a la capital de Buenos Aires. ¡Eterno loor a los valientes que me han acompañado en esta jornada gloriosa! ¡Salud y parabienes a todos los amigos de la libertad!”


Los combates del centenario

Cien años después, en las ediciones de enero y febrero de EL DIARIO se difundían las actividades programadas en todo el país, y en particular en Entre Ríos, para conmemorar el 3 de febrero, organizadas por distintas instituciones. El diario ponía el acento en la escasa adhesión a la conmemoración de los gobiernos nacional y provincial, inclusive de las universidades que “están calladas (…) y las autoridades escolares en todo el país no ha expresado su opinión acerca de la fiesta centenaria.”

La Junta Argentina “Justo José de Urquiza” de Concepción del Uruguay había emitido un duro comunicado en donde hacía público los obstáculos que había puesto el gobierno de la provincia para las demostraciones públicas e invitaba a la población a embanderar los edificios públicos. Firmaban el mismo Lucrecia Campos Urquiza, Emerio E. Tenreyro Anaya, Delio Panizza, Ernesto E. Maxit, Lorenzo E. Gaggino, Juan Hugo Eyhartz y Pedro E. Etcheverry, entre otros.

En tanto la Asociación Mariano Moreno de Paraná llevó a cabo un acto en el monumento a Urquiza junto al Círculo de Exalumnos del Colegio del Uruguay. También hubo una concentración de maestros provinciales al pie del mismo. El Ateneo de EL DIARIO organizó un acto en su sede que cerró con un discurso a cargo de Jorge Ferreira Bertozzi.

El Club Social por su parte procedió al descubrimiento de un óleo de Urquiza, obra del pintor Alejandro Márquez, con la presencia de Leandro Ruiz Moreno que pronunció una conferencia denominada “Breve semblanza-destrucción de cargos”. Los miembros del Centro de Estudiantes de Derecho de la Universidad Nacional del Litoral estuvieron presentes en las conmemoraciones los días 2 y 3 de febrero con una marcha en “peregrinación patriótica” al Palacio San José y a Concepción del Uruguay para participar de los actos organizados por la Junta Argentina “Justo José de Urquiza”. Y en un comunicado acotaban que la movilización tenía también como objetivo la “resistencia a la reivindicación del rosismo y a la repatriación de los restos del tirano”.


Rosas y Perón

Como se observa, el lenguaje confrontativo utilizado por Urquiza al informar el resultado de la batalla, y que era natural para ese momento, se mantenía vigente un siglo después. Los ecos de la artillería de Caseros seguían resonando.

Las disputas por las celebraciones tenían un fuerte contenido político partidario que ya se habían expresado con motivo de la reforma constitucional de 1949. Así un autor escribe que “en febrero de 1952, al celebrar el centenario de la Batalla de Caseros –una efemérides extendida por todo el antiperonismo para sostener la velada comparación entre Rosas y Perón–, el radicalismo porteño, en su vertiente aliada a la Unión Democrática, afirmaba: ‘A los cien años de Caseros, el estado de guerra imperante impide la existencia de la prensa, del Congreso y se perfila en la sanción reciente de una Constitución estadual corporativa –la de la nueva provincia de Chaco– su proyección a la vida política argentina’” (Pablo Pizzorno, Sobre antiperonismo y radicalización política: la oposición al estado de guerra interno (1951-1955).

El contrapunto entre los organizadores de los actos y el gobierno de la provincia se observa en las comunicaciones intercambiadas. En este caso la Junta “Justo José de Urquiza” dio a conocer un comunicado que cuestionaba la autorización dada por las autoridades que encuadraba los actos “en el horario establecido para los que realice la subcomisión departamental”, es decir los oficiales organizados por el gobierno. El acto central de la provincia se llevó a cabo en Diamante y Punta Gorda, sitio emblemático que señala en pasaje del Ejército Grande rumbo a Caseros. En este último sitio se descubrió una placa conmemorativa. En Paraná el acto oficial se realizó en el teatro 3 de Febrero con la actuación de la Orquesta Sinfónica.

En tanto en la localidad de Cayastacito un grupo identificado como “elementos rosistas” inauguraron un busto de Rosas con la presencia del comisionado municipal, “gauchos y damas disfrazados de ‘restauradores’”, representantes de la Junta pro repatriación de los restos de Rosas y del Instituto de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas”. En la placa respectiva se inscribió: “El Movimiento rosista de Santa Fe al ilustre restaurador de las leyes D. Juan Manuel de Rosas - 1852_1952. Cien años de la Batalla de Caseros - Febrero 3 de 1952".

En ese año Delio Panizza publicó el opúsculo Victoria (en el centenario de la batalla de Caseros, triunfo definitivo de don Justo José de Urquiza sobre el tirano Juan Manuel de Rosas): 1852-3 de febrero-1952 y Leandro Ruiz Moreno Centenario del Pronunciamiento y de Monte Caseros.

19/1/25

Guido y Spano, combatiente con la pluma y la espada

Rubén I. Bourlot


Carlos Guido y Spano anduvo por Entre Ríos en épocas de la Confederación. Recordado como escritor fue mucho más que eso aunque su poesía quedó resumida en la memoria popular con su “Nenia”: “Llora, llora urutaú / en las ramas del yatay, / ya no existe el Paraguay / donde nací como tú. / Llora, llora urutaú.” Era hijo de uno de los protagonistas de los procesos históricos del siglo XIX, el general Tomás Guido que actuó junto con San Martín, Rosas y Urquiza.

Cuando falleció, el 25 de julio de 1918, el país era muy otro del que lo tuvo combatiendo entre verso y verso. Las luchas por las reivindicaciones federales, por la organización nacional; por la integración territorial y la capitalización de Buenos Aires, eran parte del pasado. Los versos que rememoraban la penosa guerra contra el Paraguay se habían convertido en una oda para recitar en los salones literarios, vaciados de contenido. Los combates por el voto habían logrado sus primeros triunfos con el yrigoyenismo ganando el poder.

Sus exequias fueron imponentes, según las crónicas de la época. Una multitud acompañó al patriarca; era el homenaje de Buenos Aires a su poeta cantor, a quien se había ufanado de ser porteño y “argentino hasta la muerte”. La Prensa y La Nación publicaron sentidas notas necrológicas; este último dedicó una página entera de duelo, con el retrato de Guido viviente, y otra con “la cabeza yacente del poeta” en el ataúd. La última imagen era la de un anciano de aspecto venerable, enmarcado el rostro por barba y cabellos blancos. Era la suya, una cabeza de profeta, a lo Leonardo da Vinci; poderosa y espiritual.

La revista Caras y Caretas reprodujo en la tapa de la edición del 3 de agosto de 1918 una foto que muestra su estampa señorial. En la crónica interior ponía en relieve que “más de una vez tomó la espada para defender las causas que consideró justas, con un espíritu de libertad y de americanismo que fue una de sus bellas características (…). Pero, además y principalmente, fue nuestro poeta, el poeta argentino por antonomasia.”

Para esos tiempos el poeta había cubierto con un manto piadoso al político combativo de la generación del ‘80 que en su bagaje cargaba con las luchas contra la guerra del Paraguay, esa que, entre otros, motorizó Bartolomé Mitre fundador del diario que escribía esa necrológica laudatoria en el momento de su muerte.

Había nacido en Buenos Aires el 19 de enero de 1827, hijo de Tomás Guido, guerrero de la Independencia, y de María del Pilar Spano y Ceballos, pero muy joven, en 1840, se radicó en Río de Janeiro llamado por su padre, que ocupaba en ese país el cargo de ministro plenipotenciario de la Confederación. Allí aprendió el portugués, y más tarde escribió poemas en ese idioma. Era un brasileño más, en esencia un latinoamericano. Pocos años después, para ayudar a un hermano, partió hacia Francia. Era 1848. Tiempos revolucionarios en la ciudad luz. Intervino en las refriegas callejeras fundacionales de la Tercera república que encumbraron a Napoleón III en la presidencia bajo el lema "¡Abajo los ricos!".

A su regreso en el Brasil también se vio involucrado en la política local. Se afilió a un Club de Letras y tradujo al portugués la novela “Rafael” de Alphonse Lamartine. Su actividad política opositora le costó el destierro. Después de protestar y de escribir en publicaciones opositoras al gobierno imperial, se retiró nuevamente a Europa.


REGRESO AL HOGAR

Cuando la Confederación Argentina se aprestaba a encauzar su organización definitiva el agitador político y poeta en ciernes retornó a Buenos Aires donde había nacido, luego de la batalla de Caseros. Con motivo de la fallida revolución del coronel Hilario Lagos que se levantó en contra del gobierno separatista de Buenos Aires en 1852, fue nombrado ayudante del general Ángel Pacheco.

Cuando general Justo José de Urquiza asumió la presidencia, hombre de olfato para rodearse de talentos, lo llamó para colaborar con su gobierno constitucional. En 1855 ocupó una banca en el Senado de la Confederación electo por San Juan y en 1857 fue elegido vicepresidente del cuerpo. Ya con el grado de Brigadier General acompañó, en 1859, a Urquiza al Paraguay interviniendo exitosamente en las gestiones pacíficas entre ese país y Estados Unidos, enfrentados por haber este último enviado una escuadra naval con el objetivo de desembarcar en Asunción.

El presidente Santiago Derqui (1860-1862) lo nombró subsecretario del departamento de Relaciones Exteriores. En 1861, tras la batalla de Pavón renunció al cargo y se radicó en Montevideo.

En simultáneo con su actividad política colaboró en la histórica Revista del Paraná que editaba en la capital de la Confederación Vicente G. Quesada. En el número inicial publicó una de sus más celebradas piezas: “Al pasar”, especie de idilio impregnado de tierna nostalgia que tiene por escenario un lugar rústico del norte de Francia.


OTRA VEZ LA GUERRA

De vuelta en Buenos Aires se volcó a la poesía, pero los sucesos políticos reclamaron nuevamente su presencia. En 1864 con motivo del ataque a la oriental Paysandú por parte del Brasil, con la colaboración del gobierno de Bartolomé Mitre, partió hacia Concepción del Uruguay con el propósito de plegarse a los defensores de la ciudad sitiada.

A esa altura ya se había encendido la llama de la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay donde el país que lo había visto crecer era parte. Pero este hombre que hablaba fluido portugués se posicionó en la otra vereda, junto a los paraguayos que hacía varios siglos habían sido fundadores del criollismo rioplantense. Al respecto Jorge Abelardo Ramos (Del patriciado a la oligarquía) escribió que “su ensayo ´La guerra y la alianza’ es una pieza eximia de nuestra literatura polémica (…) Aquel ensayo, y sus numerosos artículos escritos en una prosa clásica, fueron dirigidos contra la guerra del Paraguay.”

Guido y Spano escribió en el ensayo citado sobre “la singularidad monstruosa de un tratado de alianza (la suscripta con el Brasil para combatir al Paraguay), según la cual la misma parte perjudicada (Argentina) por la separación incondicional de una de sus más ricas provincias (Paraguay), constituida hoy en Estado soberano, se obliga a combatirle en unión y provecho de la propia nación que apadrinó su independencia (Brasil), fiel a su sistema de fomentar la división de la República.”

Su labor no cesó en los gobiernos sucesivos. En 1871 tomó parte activa en la Comisión Popular de lucha contra la fiebre amarilla. En 1872, el ministro Nicolás Avellaneda lo nombró secretario del recién fundado Departamento Nacional de Agricultura. Formó en la Guardia Nacional para aplastar la rebelión de Mitre en 1874 contra la candidatura de Avellaneda. Al término de la misma fue nombrado director del Archivo General de la Provincia, a la vez que ejercía la presidencia de la Sociedad Protectora de Animales.

Al arribar Julio Argentino Roca al gobierno lo nombró vocal en el Consejo Nacional de Educación, donde se desempeño desde 1881 hasta 1894 cuando el gobierno le otorgó la jubilación.

La historia lo ubica como uno de los protagonistas de la Generación del ’80 junto a Olegario V. Andrade, José Hernández, Lucio V. Mansilla, Eduardo Wilde, entre otros. Pero su vida política y literaria atravesó varias generaciones desde la conocida como “Los hombres del Paraná” que, como vimos, se expresaron en la Revista del Paraná, y la del 900 junto a Manuel Ugarte, Leopoldo Lugones, Alfredo Palacios y muchos otros.

9/1/25

Los caminos rurales de la producción, una problemática aún sin solución

Rubén I. Bourlot


Entre Ríos es una provincia difícil para el trazado de caminos. Su geografía surcada por infinidad de ríos y arroyos, el relieve de lomadas y los suelos pesados son obstáculos para el desarrollo de la red vial. Señala Maximiliano Camarda (2022) que “el relieve de la provincia es llano y surcado por una extensa red hidrográfica. Esta llanura es alterada por suaves ondulaciones o lomadas que se denominan ‘cuchillas’ —ya que su origen no es geológico-rocoso como en las cercanías de la República Oriental del Uruguay, sino de elevaciones fosilizadas—. Fueron dos las problemáticas del transporte en el territorio: las conexiones con el resto del territorio nacional, así como el gran número de arroyos y ríos internos.”

El 5 de octubre fue instituido como Día del camino por el primer Congreso Panamericano de Carreteras se realizó en Buenos Aires, en 1925. El objetivo de esta conmemoración es promover la educación vial para concientizar sobre el uso del espacio público, las vías de circulación y el respeto por las normas de convivencia vial. 

 

CAMINOS Y POSTAS

En tiempos de carretas y cabalgaduras los caminos eran simples huellas trazadas de solo pasar, de abrirse picadas a machetazos en el monte espinal. Senderos que serpenteaban buscando los vados o rodeando las nacientes de los arroyos. De tanto en tanto alguien instalaba una balsa precaria y se hacía unos reales con el cobro del servicio. Eran caminos que unían postas a donde se arribaba para descansar, tomar algún alimento y cambiar de caballos. Las redes de postas fueron los medios de comunicación hasta avanzada la segunda mitad del siglo XIX. Los carros, carretas, diligencias no necesitaban más infraestructura para atravesar la provincia llevando personas y mercaderías. El transporte más moderno y eficaz de esos tiempos era el fluvial por los ríos navegables. Luego, a partir del último cuarto del siglo XIX, llegó el modernísimo ferrocarril.

En los últimos años del siglo XIX comenzaron a construirse puentes y mejorarse los caminos. Dice Camarda que “en 1884, se contabilizaron los puentes en Entre Ríos en los distintos departamentos, eran 28, de variada importancia, distribuidos en gran parte del territorio, en particular en la zona sur, los cuales se encontraban en mal estado.

“A partir de la evaluación de los puentes, el 8 de abril de 1884, se sancionó con fuerza de Ley, la realización de estudios sobre las trazas de caminos y puentes. A partir del año siguiente, se comenzó con el estudio señalado y con la construcción de puentes en forma sistemática por el territorio.”


CAMINOS ABOVEDADOS Y PUENTES

En las primeras décadas del siglo XX el trasporte automotor irrumpió para reemplazar a la tracción animal pero necesitaba de otro tipo de infraestructura. No era posible circular por esas huellas precarias y atravesar los arroyos por los vados con esos heroicos Ford T y similares.

Un papel fundamental en la mejoras de la vialidad la cumplieron las Comisiones Departamentales para las obras públicas creadas en 1898, que “eran destinatarias de los fondos recaudados por la provincia para la realización de puentes y caminos. Este proceso va a comenzar a cambiar con la asunción del radicalismo, en 1914, pero recién hacia fines de esa década las agencias estatales van a lograr diagramar y ejecutar las obras públicas.”(Camarda)

En 1912 se proyectaron los primeros caminos mejorados (en este caso entre La Paz y Feliciano). Según se explicita en una memoria de gobierno “dicho camino se hará con calzada abovedada de diez metros de ancho y treinta centímetros de espesor, con cuneta de desagüe donde fuere necesario, todo perfectamente pisonado por máquinas especiales.”

El sistema de abovedar los caminos de suelo natural permitía el escurrimiento del agua de lluvia y garantizaba el rápido secado de la calzada.

Durante el gobierno de Miguel Laurencena (1814-1818) se inició un amplio plan para construir puentes de hierro que se continuó en la gestión de Celestino Marcó. En el periodo fueron construidos los puentes denominados Patricio, Las Guachas, Ceibas Grandes, Los Cerros, Barrenechea, Estación Galarza, Estación Mansilla, Estación San Julián, Camino Albardón, Antonio Tomás, Espinillo, Ramblones, Carazú, Paso Duarte y el complementario La Picada, en un total de 15. Y se construyeron las calzadas bajo nivel sobre los arroyos Nogoyá y Doll.

Las Comisiones Departamentales de Puentes y Caminos llevaron a cabo una tarea muy importante que se concretó en la construcción y reparación de 130 puentes y alcantarillas puentes de madera dura; 70 fajinas; instalación de 466 alcantarillas de madera dura, 12 de cemento armado y 19 de fierro fundido y construcción de 9 calzadas de piedra.

La próspera situación económica le permitió al gobierno de Celestino Marcó la realización de un plan orgánico de obras públicas, aprobado por decreto del 20 de enero de 1919, y que comprende fundamentalmente, la construcción de caminos y comisarías de campaña, en todos los departamentos de la provincia. La ejecución de ese plan representó para 1922, la construcción de un total de 64 obras; entre otras el importante del puente La Picada, sobre el arroyo de Las Conchas en el departamento Paraná. A este puentecito que le cantó Jorge Méndez y años después fue destruido durante un conflicto militar (1962).

Hubo en este periodo un cambio en la estrategia con la supresión de las subcomisiones de caminos y su reemplazo por cuadrillas permanentes bajo la dirección general del Departamento de Obra Pública y la supervisión de las Comisiones Departamentales. Con equipos camineros adquiridos en 1925, se abovedaron un total de 67 kilómetros de caminos.

La gobernación de Eduardo Laurencena, continuó la política caminera: Filiberto Reula describe en su “Historia de Entre Ríos” que “los criterios fundamentales establecidos son: preferencia por los caminos de acceso a los centros de embarque y de consumo y de éstos a los centros mediterráneos de producción, sin servicios de ferrocarril; construcción por etapas, iniciando los trabajos por pequeñas obras de mejoramiento, como drenajes y desagües, continuando con el endurecimiento paulatino de las calzadas, hasta alcanzar los tipos firmes, más o menos definitivos; el tipo de calzada debe adaptarse, en cada uno de sus trazos a las características locales; recursos especiales, ordinarios o extraordinarios, sancionados por ley y acrecentamiento de la confianza pública respecto de la eficiencia de la acción a desarrollar y a la inversión de los recursos, que como consecuencia, debe facilitar e intensificar la cooperación particular. Y con tales normas, se realiza la obra de abovedamiento de la red caminera de la Provincia, empezando por los dos caminos troncales de Paraná a Uruguay y de Gualeguay a Concordia y siguiendo con los que les siguen en importancia, mediante los equipos camineros de construcción y conservación, a cargo de Vialidad en su gran mayoría y a cargo de Consorcios vecinales de caminos y mediante contratos con particulares.”

Durante los cuatro años de su gobierno se concretaron 3.500 kilómetros de caminos abovedados, 120 puentes y obras menores y 510 alcantarillas, con el empleo de 50 equipos camineros y con 80 Consorcios vecinales en actividad.


CONSTRUCCIÓN DE CAMINOS PAVIMENTADOS

En 1933, durante la gestión de Luis Etchevehere, la Dirección Nacional de Vialidad se hizo cargo de la red caminera troncal, por lo cual la provincia pudo ampliar su acción en el resto de las rutas provinciales. Pero el gran problema era todas las mejoras realizadas sobre suelos naturales no eran suficientes. La comercialización de la producción entrerriana tropezaba con el grave inconveniente de la red caminera de la provincia cuya transitabilidad estaba sometida al azar de las condiciones meteorológicas.

El 1934, la Provincia se acogió a los beneficios de la ayuda federal instituidos por la ley nacional 11.658 de 1932 que implicó aportes de fondos para la mejora vial y la Provincia pudo contar con los primeros caminos pavimentados, construidos por vialidad nacional. Pero los avances no fueron muy significativos puesto que una década después Héctor Maya, en su primer discurso como gobernador de la provincia (1946), sostuvo que en la provincia solo había tan solo 30 km de caminos pavimentados.


Referencia

Camard, M. (2022). Infraestructura vial, puentes y caminos en Entre Ríos (Argentina), 1893-1922.

15/12/24

Cuando la Libertad actuó en la cárcel de Paraná

Rubén I. Bourlot

A fines de diciembre de 1933 se anunciaba la inauguración de la enfermería de la cárcel pública de Paraná. El acto se llevaría a cabo el año nuevo de 1934 y “con este motivo se ofrecerá a los recluidos un festival con participación de varios artistas” en donde participaría nada menos que la ya consagrada Libertad Lamarque.

La información publicada en EL DIARIO agregaba que la enfermería contaba con equipamiento moderno para satisfacer las necesidades del penal. También la Sociedad de Beneficencia había donado quince colchas.

En la inauguración, la mañana del primero de enero, se presentarían la pareja de cantos y bailes americanos Dupont-Pelegri, el cómico Della Valle y el dúo “futurista” Splendid. A la tarde, como broche de oro, se presentaba el recital de Libertad Lamarque.

En la edición del 3 de enero EL DIARIO publicaba la crónica del festival acompañada por registros gráficos de la actuación de Lamarque. En la misma se insertaba el texto de una carta enviada por los reclusos que describe las “escenas hilarantes y amenas que nos ofrecieron los artistas que nos visitaron por la mañana, nos ha hecho vivir momentos de felicidad verdadera en nuestra monótona y sombría existencia, cuyo recuerdo perdurará por mucho tiempo.

La mejor sorpresa -agregan- se nos tenía deparada para la tarde cuando hizo su entrada en el penal la calandria criolla que con su habitual amabilidad acogió las ovaciones jubilosas y departió con nosotros afablemente”, refiriéndose a Libertad Lamarque.

También los propios reclusos fueron protagonistas sobre las tablas con el discurso de José Sauer, un recitado de parte de Luis Di Pangracio y una canción interpretada por el penado Víctor Marín acompañado por la guitarra de José Catalán.

También José Sauer le escribió a Lamarque un soneto: “Bienvenida seas, Libertad. Es tanta / tu gentileza como es la canora / algarabía agreste que atesora / tu suave, dulce y musical garganta.”

Hoy no conocemos que se lleven a cabo actividades de este carácter en las unidades penales de la provincia, más allá de las laborales y educativas destinadas a la reinserción social.

La presencia de Libertad Lamarque en el ámbito carcelario parece algo curioso pero no resultaba extraño a su trayectoria como veremos.

Ya había estado en territorio entrerriano en varias oportunidades. Por ejemplo en Colón donde actuó en el teatro Centenario en 1932. Luego se presentó, el 20 diciembre de 1933, en Concepción del Uruguay. Su actuación fue en el salón del Cine Teatro Texier. El 21 actuó nuevamente en dos funciones, vermouth y noche. Luego continuó su gira por la ciudad de Gualeguaychú según relata el historiador Andrés Rousseaux.


Libertad en las cárceles

Su labor en el ámbito artístico fue muy precoz. Había nacido el 24 de noviembre de 1908 en Rosario y su primera experiencia fue la participación a los siete años actuando en una obra de teatro de beneficencia ¡en la cárcel de su ciudad natal! El detalle es que su propio padre estaba preso en el lugar condenado por su militancia en el anarquismo.

Al notar su potencial, la familia decidió trasladarse a Buenos Aires con una carta de recomendación para el dueño del Teatro El Nacional, Pascual Carcavallo. Francisco Canaro fue quien la descubrió y unió a su orquesta, grabando temas como Mocosita, El ciruja, Langosta y Pato. Así fue como en 1926 consiguió un papel en el sainete La muchacha de Montmartre, cantando junto a Olinda Bazán y Antonia Volpe. A los dos meses debutaría en Radio Prieto y la discográfica Víctor la contrataría a 150 pesos por disco, grabando uno por mes.

En 1926, en el marco de una gira, actuó nuevamente en la cárcel de Rosario junto a Pedro Maffia y Osvaldo Pugliese para acompañar a Ernesto Ponzio, el autor del tango Don Juan, que estaba allí alojado por haber asesinado a un hombre en 1924.

En el tiempo que visitó Paraná, ya era consagrada y calificada como “la reina del tango”. En 1929 había participado de El conventillo de la paloma, de Alberto Vaccarezza, un gran éxito. Luego de dos años y más de mil representaciones, decidió renunciar para continuar su carrera como cantante.

En 1930 debutó como actriz en un filme mudo, Adiós, Argentina, de Mario Parpagnoli, mientras que en 1933 intervino en la primera película sonora argentina, ¡Tango!, junto a Tita Merello. Con su actuación en El alma del bandoneón (1935) se consagró definitivamente como actriz melodramática.


Vida de contrastes

Su vida privada estuvo plagada de contrastes. A los sinsabores por las persecuciones políticas a su padre se sumó un precoz y tormentoso matrimonio a los 18 años con Emilio Romero, tuvo una hija y tras episodios de maltrato intentó divorciarse que recién logró tras doce años de litigios. En 1935, en Santiago de Chile, tuvo un intento de suicidio.

En medio de la disputa por la tenencia de la hija una información consigna que Romero la raptó -tenía siete años- y se la llevó al Uruguay. Pero Libertad no se resignó y logró recuperarla del mismo modo. El diario El Orden de Santa Fe (12 de julio de 1935) publicó la noticia de este episodio con el título “Libertad Lamarque raptó de una escuela de Montevideo a una hija de siete años” que luego la condujo a Buenos Aires en avión. Menciona que el amigo que la ayudó fue el cantor Alberto Gómez.

Luego contrajo matrimonio con el pianista Alfredo Malerba, autor de Besos brujos y Madreselva, clásicos en el repertorio de la artista.

Otro de los episodios que debió enfrentar Lamarque fue su distanciamiento con la otra actriz en ascenso en la época que luego escalaría a la cumbre de la política nacional: Eva Perón. El desarrollo de los acontecimientos llevó a la actriz a irse del país para continuar su exitosa carrera en México proyectándola a toda América Latina y España.

Existen distintas versiones sobre el enfrentamiento con la que luego sería la esposa de Juan Domingo Perón. Ambas se habrían conocido en la filmación de la película La cabalgata del circo (1945), dirigida por Mario Soficci.

Según Fermín Chávez, en su libro Eva Perón en la historia, en el curso de la filmación tuvo lugar un incidente con Eva Duarte cuando “Libertad le había propinado una cachetada, lo que habría dado lugar a una enemistad indeleble. No es verdad; el propio Soffici se encargó de desinflar el globo en una entrevista periodística. Ocurrió que, un día, Evita llegó unos cuantos minutos tarde a la filmación y Libertad Lamarque, que era una profesional muy exigente y a la vez muy cumplidora en los horarios, le recriminó su atraso (…)”. Días después la propia Lamarque se retrasó a lo que Eva hizo lo propio posteriormente en una competencia que solo finalizó cuando intervino el propio Soffici. De ese incidente quedaron heridas que nunca se saldaron.


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