Por Rubén Bourlot
Publicado originalmente en la revista Orillas
Paraná tuvo
en varias oportunidades la visita de Jorge Luis Borges, en un aparente retorno a sus antiguas raíces. Por la venas
del autor del Aleph corría sangre tagüé mezclada con torrentes de estirpe anglosajona. Su abuelo,
el coronel Francisco Borges anduvo por Entre Ríos en la época de las rebeliones
jordanistas y aquí se casó con Frances Ann Haslam y de esa unión nació su padre, en 1874, Jorge Guillermo
Borges. De ente último es la novela El Caudillo, que transcurre en el ambiente de las guerras
civiles provinciales.
Es por ello
que en la frondosa literatura borgeana se cuelan personajes entrerrianos,
sables, cuchillos y tacuaras. De sus primeras escrituras, de su etapa
irigoyenista y prologuista de Jauretche, son sus relatos amigables con esos paisanos
que frecuentó su padre, que luego abandonó con el paso del tiempo, prefiriendo
los compadritos orilleros de Buenos Aires. Por otra parte, la amistad de Borges
con los entrerrianos Evaristo Carriego (Carrieguito) y Carlos Mastronardi es
bien conocida.
En los años
50
En la década
de 1950, apabullado por las turbas peronistas, por la irrupción de personajes
orilleros de carne y hueso, nuestro escritor laureado arriba a Paraná en una
visita más o menos clandestina. Cuenta Iris Estela Longo que Beatriz Boch
“evoca una casi ignorada visita de Jorge Luis Borges a Paraná en tiempos
difíciles (1952, época peronista), para dictar una conferencia, que contó con
un público discreto en cuanto al número, pero no distante. Lo fue a buscar al
Plaza Hotel, y mientras caminaban por calle San Martín, D. Jorge Luis le confió
que nunca había imaginado que alguna vez saldría a pronunciar conferencias
(confesión que años más tarde comentarían varios de sus biógrafos). Finalizada
la conferencia, muy pocos se animaron a cenar con él en el modesto restaurante
de la Sociedad Italiana, frente a la Plaza Alvear. Eran cuatro o cinco
-puntualiza-; entre ellos el ex gobernador Raúl Uranga. Al otro día, alternó
con Juan L. Ortiz y Julio H. Meirama, quien lo condujo en su automóvil hasta la
estación del ferrocarril, desde donde viajaría hasta Gualeguay. A Beatriz Bosch
se le iluminan los ojos cuando rememora que le llevó a la estación un ejemplar
de la primera edición de Historia Universal de la Infamia, para que se lo
autografiara. Ninguno de los cuatro contaba con una lapicera para el caso. ‘No
sé de dónde Borges sacó un cabito de lapicera (tal vez se lo daría Meirama) y
grabó fuertemente los caracteres: ‘A.B.B. con la amistad del antiguo
entrerriano J.L. Borges, 1952’ (lo de “entrerriano”, dice, era por el recuerdo
de su padre, nacido en Paraná en 1874)”.
En los años
60
Firma
de Borges sobre la pared de un local de Paraná
|
Una década
después, el 29 de julio de 1963, El Diario de Paraná publica una foto del autor
de Libro de arena para ilustrar una breve nota donde informa sobre su “visita a
la redacción después de pronunciar la magnífica conferencia en el Colegio de
Escribanos y bajo el patrocinio de la Asociación Mariano Moreno”. No abundan
testimonios periodísticos sobre la repercusión que tuvo el acontecimiento. De
esta visita sí quedó estampada su firma en el local donde Élida Guzmán editaba
la revista Orquídeas, ubicado sobre calle Laprida casi San Martín.
Más ecos
periodísticos tuvo su visita de 1969 cuando el laureado y sempiterno candidato
al premio Nobel fue convocado en el marco de un ciclo organizado por una
conocida compañía fabricante de máquinas de escribir. Borges habló sobre el
tema “El tiempo y los libros” en el auditorio del Instituto del Seguro.
Previamente
a la disertación mantuvo una entrevista con periodistas de El Diario. Entre
otras consideraciones, manifestó que “cuando escribo pienso fundamentalmente en
mis amigos, aunque naturalmente me place, obviamente, que el público en general
pueda acoger con satisfacción y agrado mis obras”. En otro segmento de su
diálogo periodístico consideró que “el escritor no debe mostrar preocupación
alguna por ser contemporáneo, porque ya lo es por naturaleza. Recuerdo a
propósito, que cuando yo era joven quería ser moderno, porque creía
descubiertos el pasado y el porvenir. Estoy seguro que perdía así toda
autenticidad. Ahora escribo, en cambio, con libertad y comodidad; me abandono a
la práctica fácil del oficio (…)”. Más adelante sostiene que “la influencia de
Groussac y Alfonso Reyes y la frecuentación de la literatura inglesa (…) me han
ayudado a simplificar la elaboración de mis conceptos. Antes, creo que por ser
un mal lector de los clásicos españoles y de la obra de Leopoldo Lugones, me
incliné a un barroquismo que luego presentí que usaba en mis primeras páginas
para evitar, quizás, que se descubriera mi propia simpleza (…)”
El diario
aporta datos sobre las actividades del escritor en ese momento: profesor de
Literatura Inglesa desde 1955 y actualmente a cargo de un seminario de poesía
anglosajona en la Asociación Argentina de Cultura Inglesa.
Al final de
la entrevista, el cronista agrega que el diálogo termina “no porque se agote el
tema, ni porque Borges lo pida. Sólo es la hora del almuerzo. ‘Y comer es una
necesidad natural que debemos cumplir. Como escribir – dice Borges -, sin que
nadie nos lo imponga y sin motivaciones especiales”
Cuenta
Adolfo Golz, presente en la
conferencia, un acontecimiento curioso:
dice que al momento de comenzar la alocución el micrófono se “empacó” y no hubo
manera de arreglarlo por lo que el escritor la emprendió a viva voz, pero la
mala acústica del lugar que se sumó a la deficiente dicción del disertante
convirtieron la charla en ininteligible. No obstante los concurrentes a la
salida, en los corrillos, comentaban: “qué bueno, qué interesante conferencia…”
Acompaña la
nota de El Diario una foto que muestra a Borges departiendo con el cronista de
El Diario, Carlos Lerena y el presentador Marcos Rosemberg.
Años
después, nos informa Roberto Romani en su libro Hermanos de Patria y Cielo, el
ya veterano escritor arribó a Gualeguay con motivo del traslado de los restos
de su amigo Carlos Mastronardi. Corría 1982 y se cumplía seis años de la muerte
del autor de Luz de provincia, era junio y el cementerio gualeyo temblaba con
la brisa fría que lo atravesaba. Y ahí estaban firmes para brindarle el
merecido homenaje Borges, Héctor Izaguirre, Juan José Manauta, Roberto
Beracochea, Juan María Gianello y Armando Freyre, entre otros.
Fuentes:
Testimonio
de Adolfo Golz, Paraná.
El Diario,
Paraná: 29-07-1963 y 15-08-1969
Romani,
Roberto, Hermanos de patria y cielo, Ed. Del Clé, Nogoyá, 1013.
Longo, Iris Estela, La herencia entrerriana en Borges, en
Espéculo, revista digital, Nº 35, marzo – junio, 2007
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