18/5/12

En la huella de Artigas (1)


Transcribimos la primera entrega de la conferencia pronunciada por Wáshington Reyes Abadie en el Colegio Nacional del Uruguay el 11 de junio de 1983, durante las Primeras Jornadas Humanísticas organizadas por la institución educativa de Concepción del Uruguay en adhesión a los 200 años de la ciudad.

Para un oriental cruzar el río Uruguay para pisar tierra entrerriana es siempre dar un paso adelante en la interioridad de la Patria Grande, no es cruzar la frontera, no es venir como ajeno a casa extraña, es reincorporarme sencillamente al viejo hogar americano, y en esa emocionante condición y situación, qué grande e importante paso de retorno cuando se hace para venir a hablar a hablar en el Colegio del Uruguay, institución que señera en el tiempo sobre el perfil del río Uruguay como un continen­te de luz y cultura para mantener viva la llama permanente de nuestra identidad ameri­cana. Y en esta Concepción del Uruguay, la vieja Villa del Arroyo de la China, llegó primigenia, fundacional la convocatoria de aquel admirable intérprete de las voluntades profundas de los pueblos, de las comarcas del Plata que fue José Artigas , el caudi­llo del milagro, el hombre que alcanza por su profunda vigencia en el hoy y en el futuro inmediato de estas patrias hermanas, el valor estimulante, simbólico y permanente del mito viviente, del mito que convoca, del que compromete la comprensión profundo de nuestra condición; porque en su huella marcharon, los pueblos para erigirse desde la soberanía particular de cada una de las comarcas a construir la gran nación, y ese co­losal y aun no logrado proyecto de esa Patria Grande que la miopía penosa, la ambición alienada y los intereses conjurados de las capatacías oligárquicas de las ciudades puer­to del Plata -Buenos Aires y Montevideo- más el interés del naciente Imperio inglés, impidió. Porque, no vamos a resignarnos lo hombres de este tiempo, naturalmente a ceder la pedana de la historia dejando como término inconcluso la tarea heredada de nuestros fun­dadores, la de dar sí culminación a la empresta emancipadora, en tanto y en cuanto emancipación implica la plenitud del desarrollo de nuestro propio ser histórico - cultural en la dimensión magna de nuestro continente sin los límites artificiales y egoístas de la jurisdicciones impuestas por los intereses antinacionales y antiamericanos que hasta hoy dolorosamente han logrado prevalecer.
Pero, desde el fondo de la historia y cabalgando en el mundo de las sombras los li­bertadores, que no pueden descansar en paz mientras quede un pedazo de tierra ameri­cana sin liberar, nos convocan a proseguir en su huella la obra iniciada entonces. De allí el vivo interés que tiene el venir a Concepción, a la vieja Villa del Arroyo de la China, a recordar, a actualizar, a dar vigencia nueva y renovadora a un acontecimien­to que nuestra desmemoria ha dejado, no digo en el olvido, pero amnésicamente largo rato perdido, y que sería inútil buscar en la letra, y aun en la chica, de los textos en uso fabricados, a menudo, por el subsistema de dominación intelectual que pretende escamotearnos parte de la historia, no toda la historia - imposible- pero la suficien­te parte como para que se haga ininteligible y para que la historia la tengamos que aprender con dolor y sufrimiento, rescatando del olvido las partes esenciales, aque­llos capítulos que pintan el aparente confuso tramite de un proceso que repetimos y repasamos, y reexaminamos y no terminamos de entender bien. Porque mal puede entenderse un pro­ceso vital como el de la historia cuando se le hace ablación de aspectos sustanciales del mismo.
Y es que en esta tierra, en este lugar, un 29 de junio de 1815 tuvo lugar el primer congreso libre y auténticamente representativo de la soberanía de los pueblos americanos del Plata con el propósito, nada menos, que de echar los fundamentos del nuevo orden americano que debía nacer. El que en efecto ese mismo 29 de junio de 1815, convocados por quién era proclamado por la egregia Córdoba “Protector de los Pueblos Libres”, se reunían diputados de los pueblos de todas aquellas provincias que ante sí y por sí, sin tutela de nadie se habían declarado libres e independientes, y reconocido también ante sí y por sí, el protectorado del gran caudillo al sólo efecto de ser garante de su mutua seguridad y el efectivo valimiento de su recién adquirida libertad e independencia. No estuvieron todas las provincias del Río de la Plata, no porque no lo quisiera el Protector. Empezamos por decir que este hecho augural que ocurría aquí, en Concepción era factible porque acababa de sufrir un rudo traspié el sistema bonaerense y la pretensión de aquella ciudad – puerto de continuar ejercitando su despótica jurisdicción omnipotente sobre la voluntad de los pueblos interiores. Había sufrido un traspié; dicho traspié es el que protagonizó la caída del director Carlos de Alvear y su sustitución por Ignacio Álvarez Thomas, después del conocido motín de Fontezuela.
Álvarez Thomas nos explicita en un reservada correspondencia a Manuel de Sarratea, por entonces residente en Londres en busca todavía, sin haber superado aún su visión unilateral del proceso americano - Manuel Sarratea es una alta personalidad americana, sus graves errores de mocedades no le pueden se achacadas de una manera implacable atento que en el resto de su importante y fecunda vida habría de servir, desde la embajada de la Confederación Argentina en París, los intereses nacionales de América. De modo que basta y sobra con los largos servicios prestados por esta ilustre hombre que a su muerte en 1847, fue reconocido en la prensa francesa y europea en general como uno de los más representativos hombres del cuerpo, todavía en agraz, diplomático de las patrias nuevas o jóvenes de América Latina -, digo, Don Manuel de Sarratea en este año 15 todavía soñaba en la búsqueda de un rey posible detrás de aquella malhadada gestión que encabezaría don Bernardino, y buscaba un rey posible de las distintas cortes, llegando hasta la fantasía aquella que ustedes recordarán del rapto del pequeño infante Francisco de Paula, el menor de la estirpe de los borbones. Ignacio Álvarez Thomas confiesa luego del golpe de Fontezuela a don Manuel de Sarratea la verdadera razón del golpe y dice que la verdadera razón del golpe “es elegir entre dos males el menor”, porque para don Ignacio era un tremendo mal que se presentaran frente a la orgullosa excapital virreinal las huestes de los pueblos encabezados por el caudillo inmortal, y era mejor detenerlos, y si para detenerlos había que descabezar el sistema urdido en la ciudad capital, pues se descabezaba. Le narra en efecto don Ignacio a Sarratea, en oficio del 10 de octubre de 1815, lo acontecido a partir de Fontezuela, la deposición de Alvear, la emergencia al cargo y la intriga desarrollada para, ahora que se pudo eliminar y detener las caballerías criollas de las grandes vanguardias entrerrianas precisamente, en San Francisco de Areco y retrogradaron hasta Santa Fe – Paraná, La Bajada, en atención a la concordia y al pronunciamiento sincero que creyó el Protector, había hecho el régimen porteño. Una vez que logró esto había ganado tiempo, había que buscar ahora la manera de inhabilitar a don José Artigas y los pueblos libres. Don José de San Martín, en este momento gobernador de Cuyo, es notificado por don José de Artigas de lo que acababa de acontecer e invitando también a la unión. Don José de San Martín prefirió lógicamente, aterrado por la anarquía que esto implicaba, una composición de punto de vista de espera, desgraciadamente, del desarrollo de los acontecimientos, y los pueblos del Cuyo no van a venir a Concepción. Los pueblos del Noroeste, las provincias del Tucumán y de Salta, no estarán tampoco, pero por una razón muy simple: están enfrentando con las armas en las manos a las fuerzas limeñas que amenazan por aquel ángulo penetrar en el corazón de las Provincias Unidas. Y allá se bate el inmortal Güemes, defendiendo con sus gauchos inmortales la amenaza que sufre el contexto de la patria toda. Queda el corazón del Litoral para asumir en representación de los pueblos. 

4/5/12

Con la presencia de Norberto Galasso, se presentó Mariano Fragueiro y la Constitución Económica de 1853


En el Día de Entre Ríos en la 38º Feria del Libro fue presentado el miércoles el libro Mariano Fragueiro y la Constitución Económica de 1853, de Rubén Bourlot, en un acto donde participó el historiador Norberto Galasso, el autor y autoridades provinciales. Galasso definió a Fragueiro como "uno de los malditos acallados por la historia oficial" y consideró a la actividad como "una doble reivindicación, porque un autor puede presentar su trabajo y por la labor de la Editorial de Entre Ríos, que permite rescatar figuras olvidadas".
Fragueiro fue ministro de Hacienda de Justo José de Urquiza y es uno de los hombres que se mencionan en el libro Los Malditos, autoría de Galasso, que se refiere a figuras silenciadas por el relato oficial de la historia.
"Se avanza en la medida en que lo permiten las circunstancias. Aunque aún hay materias pendientes, Argentina continúa el rescate de sus figuras y avanza así en la recuperación de su soberanía. Actos y libros como éste ayudan en ese proceso", valoró Galasso, que al término de la actividad recibió el llamado telefónico del gobernador Sergio Urribarri, quien le transmitió su saludo y su agradecimiento por acompañar el Día de Entre Ríos en la Feria Internacional del Libro.
"Existe un correlato entre lo planteado por un patriota como Mariano Fragueiro en la época de la Confederación y los hechos actuales", sostuvo Galasso. Luego, mencionó la nacionalización de YPF, la lucha con las corporaciones mediáticas y el proteccionismo Estatal a la industria nacional a través de gravámenes a las exportaciones. Finalmente, subrayó "la importancia de que estas figuras audaces y de un pensamiento lúcido que quedaron aisladas, sean conocidas por la juventud".
El ministro de Cultura y Comunicación, Pedro Báez, agradeció también la participación de Galasso, a quien definió como "un bronce del pensamiento nacional”. Luego, anticipó una nueva impronta del trabajo de la Editorial Entre Ríos, "en busca de dar espacio a autores que dan visibilidad a figuras como Fragueiro".
"Es necesario dar la batalla cultural para avanzar en todo lo que falta. Todavía en muchas aulas y medios de comunicación hay personas que defienden intereses que no son los de la patria. No por nada crecimos sin leer a autores como Jauretche, Hernández Arregui o Scalabrini Ortiz, que fueron silenciados por las empresas de producción cultural. Hoy podemos reivindicar a patriotas como Fragueiro, un silenciado por la historia oficial construida por el mitrismo y un maldito de la historia argentina, porque existe un proceso de recuperación de nuestra autoestima como argentinos. Hay un desplazamiento del neoliberalismo para poner en el centro de la escena la reconstrucción de nuestra soberanía, del pensamiento y la conciencia nacional”, expresó Báez, quien también recordó el 30º aniversario del hundimiento del crucero General Belgrano e instó a "volver a las islas Malvinas en base al derecho que nos asiste, en paz y con justicia”.
Bourlot, a su turno, agradeció a la Editorial de Entre Ríos por el apoyo para publicar su trabajo y también a Galasso por sumarse a la presentación. También explicó que en la obra de Fragueiro se delineaban ideas relacionadas a la defensa de los recursos naturales, a la repatriación de la deuda y los ferrocarriles, al desarrollo de las manufacturas nacionales y al proteccionismo mediante el control aduanero de las exportaciones. "Se sostenía además que el Estado debía tener su propio banco y emitir su propia moneda. Fue un experimento notable y original y por eso el sistema se encargó de quitarle a Fragueiro su papel de economista y estadista. Estas ideas están vigentes y se pusieron en práctica en algunos momentos de la historia: durante los dos primeros gobierno de Perón y ahora se están recuperando”, señaló Bourlot.
La actividad se llevó a cabo en la sala María Esther de Miguel del pabellón Rojo de la Feria y contó con la presencia también del secretario de Cultura, Roberto Romani, del titular de la Editorial Entre Ríos, José María Blanco; y de la directora de la Casa de Entre Ríos, Carolina Galliard.
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