12/10/16

Los entrerrianos vinimos de todos lados (y los americanos también)

Pa’ los que andan hablando de indios en lengua de Castilla, recuerden que los entrerrianos vinimos de todos lados.
Vinimos de las profundidades amazónicas, del Paraguay buscando la tierra sin mal. De los costeros sambaquís.
Y esa es nuestra identidad.
Vinimos de la Pampa llana y desnuda. Vinimos de todos lados. De la España caballeresca en barcos de vela. De la señorial Asunción, de las misiones guaraníticas.
Vinimos encadenados en naves negreras trayendo el retumbo de los tamboriles.
Y esa es nuestra identidad.
Los entrerrianos comemos la mandioca y el locro de maíz, y la empanada que nos vino de los árabes a través de España. Comemos el asado al rescoldo, de las vacas que nos trajo Hernandarias. 
Y esa es nuestra identidad.
Los entrerrianos tomamos el mate guaraníticos y nuestros criollos usan la bombacha que nos vino de Crimea. 
Y esa es nuestra identidad.
Los entrerrianos vinimos de todos lados. En barcos de vapor de Suiza y de Saboya, del Piamonte y de Rusia, de Siria y del Líbano, y de otros tantos rumbos. 
Y esa es nuestra identidad.
Los entrerrianos venimos y nos vamos. Muchos emigramos llevando nuestro canto de pájaros y chamarritas que nos vino de las Canarias. Acompañamos el canto con la guitarra bien criolla que nos vino de la Europa.
Y esa es nuestra identidad.
Los entrerrianos arrastramos las erres y decimos gurí y mboreyé. Y lo decimos en lengua de Castilla.
Los entrerrianos sembramos cruces de un dios que nos vino allende el mar. 
Y esa es nuestra identidad.
Pa’ los que andan hablando de indios en lengua de Castilla, como escribió el poeta “se dice que el entrerriano / es algo caminador”, en esa misma lengua nos hacemos entender tras las Cordillera, y en los llanos venezolanos. Nos hacemos entender en México y en la Cuba de los sones. Los entrerrianos podemos charlar de bueyes perdidos en Bolivia y en el Perú. Y si nos apuran, bien que nos defendemos en los morros del Brasil.
Los entrerrianos vinimos y vamos a todos lados, y no renegamos de nuestra identidad.

5/10/16

De Roballos mejor no hablar

Por Rubén Bourlot

Si uno pregunta a Paraná qué colectivo hay que tomar para ir a la zona del Túnel, seguramente le indicarán: “tomate el uno que pasa por el Roballos”. No advertirán que desde 2010 la institución de salud que existe en el lugar ya no lleva el nombre del prestigioso médico. 
La política de los nombres de los lugares es una práctica milenaria, en particular cuando se trata de cambiar o eliminar una designación para modificar las connotaciones de sitio. Pero los nombres los ponen y adoptan los pueblos, no los funcionarios. Esa es la lógica de la toponimia. Y aunque les digan que de Roballos no se habla, la gente no se calla.
La institución a la que nos referimos es la hoy conocida como Hospital Escuela de Salud Mental, situada en la zona de El Brete, en la capital provincial. Sus orígenes se hunden en las primeras décadas del siglo XX cuando se crea un servicio especial para tratar a personas con patologías mentales. Hasta ese momento el lugar que se merecían esas personas era algún calabozo en una comisaría. 
Antonio Roballos
En 1927 se crea en el ámbito municipal el Refugio de Alineados que en 1944 fue transferido a la provincia. Posteriormente, a principio de la década de 1950, este servicio tomó la forma de un hospital y pasó denominarse Neuropsiquiátrico “Dr. Antonio L. Roballos”. La historia de la institución se corona en 1963 con la inauguración del actual edificio.
Mucha agua pasó debajo de los puentes. Distintos criterios fueron aplicándose para el tratamiento de las patologías mentales. Notable es lo que se avanzó en este terreno, y parte de lo construido en la provincia se le debe al vapuleado Roballos. 
Volvamos a 2010. Un escueto decreto justifica, muy raquíticamente el cambio de denominación de la institución, que se transforma en Hospital Escuela de Salud Mental, sin el aditamento del nombre del reconocido profesional. “Se fundamenta - sostienen los considerandos – a que durante décadas se ha denominado Neuropsiquiátrico “Dr. Antonio Roballos”, lo que estaba ligado a una concepción médica hegemónica, especialmente centrada en la neuropsiquiatría que entendía los problemas mentales como campo específico de la ciencia médica, a lo que cabe adunar que “Roballos” como se lo denomina vulgarmente, se asocia con lo manicomial, con las prácticas que pensaban a los hospitales como lugares de asilo permanente, circunstancia esta que se halla internalizada por la comunidad de nuestra provincia, en su subjetividad y eso contribuye a la etigmatización que sufren los pacientes.” 
Un verdadero pase mágico para solucionar la cuestión del estigma sobre nuestros locos. Pero que coloca un gravoso estigma sobre la figura Antonio Roballos y de su hijo, ambos no suficientemente valorados.

La saga de los Roballos 
Antonio Luis Roballos nació en Buenos Aires, en 1882, se recibió de médico a los 23 años, y en 1906 se casó con la entrerriana Sara Albariño, hermana del ex gobernador Ramón Albariño (1950-1952). Por ese motivo se radicó en la capital provincial donde desplegó una notable labor profesional. 
En apretada síntesis, durante los 16 años que convivió con nosotros, participó de la organización del Hospital San Martín, fundó la primera Escuela de Enfermeros y el Cuerpo Médico Escolar. En 1911 dirigió el Laboratorio Bacteriológico y en 1912 el Laboratorio de Análisis Clínicos del Hospital San Martín. Entre 1914 y 1818 fue nombrado para dirigir el Departamento de Salubridad Pública e Higiene, equivalente a un ministerio de salud. En 1921 fundó el Comité Paraná de la Cruz Roja. Fue durante su gestión que dispuso modificaciones sustanciales para el tratamiento de los pacientes psiquiátricos, destinando un espacio específico para esas patologías.
Al año siguiente se trasladó a Córdoba para dirigir el Sanatorio Nacional de Tuberculosos. Murió muy joven, a los 53 años y dejó además una larga lista de publicaciones reunidas entre libros, ponencias y colaboraciones. 
Del matrimonio Roballos – Albariño nació Rodolfo Alberto (hoy residente en Buenos Aires), quien llegó a desempeñarse como Secretario General de la Gobernación de Ramón Albariño. Años después tuvo una breve gestión como Ministro de Bienestar Social de la presidencia de Isabel Perón, tras la caída de López Rega. 
Durante la gobernación de Albariño es precisamente cuando se rinde el merecido homenaje al médico Antonio Roballos. En 1950 se impone su nombre a la flamante Clínica Médica Escolar de la provincia. Por esa misma época, aunque no hay precisiones, se nombró al hospital neuropsiquiátrico como Antonio L. Roballos.
El Hospital Roballos antes del cambio de nombre
En la década de 1960, a partir de 1967, con los trabajos del doctor Luis César Guedes Arroyo, el hospital se transforma en una Comunidad Terapéutica modelo y puntapié inicial de los cambios en el enfoque de la psiquiatría que se proyecta hasta nuestros días. Un centro de salud que comienza a derrumbar las fronteras entre el adentro y el afuera.
Pero un buen día, alguien resolvió que no eran suficientes los esfuerzos de investigadores y profesionales para cambiar la supuesta imagen negativa del “Roballos” y concluyeron que el problema era el nombre. La solución tan buscada estaba al alcance de una oficina burocrática que en una veintena de renglones borró para siempre el estigma manicomial de la institución.

Bibliografía y fuentes
- Sors, Ofelia: “Paraná- Dos siglos y cuarto de su evolución urbana- 1730  –1955- Paraná 1981.
- Decreto 4901/2010 Ministerio de Salud
- Memorias de Rodolfo Alberto Roballos, 2009.
- Testimonios de Mario Chiesa
- http://antonioluisroballos.blogspot.com.ar/

Para publicar en este blog enviar los artículos a bourlotruben@gmail.com. Son requisitos que traten sobre la temática de este espacio, con una extensión no mayor a 2500 caracteres y agregar los datos del autor. Se puede adjuntar una imagen en formato jpg.
---------------------------------------------------------------