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1/8/12

Un singular establecimiento con pretensiones socialistas


Por Rubén Bourlot
En las cercanías de la localidad de Hughes, departamento Colón, Entre Ríos, un siglo atrás funcionó un establecimiento agropecuario de singulares características. Aún hoy se encuentran ruinas de lo que fue el sueño socialista de Juan José Durandó (Jean Joseph Durandó).
En 1978, quien escribe visitó los vestigios del establecimiento, enredados entre la maleza, y recogió testimonios de vecinos y descendientes de Durandó que residían en Colón. Entre otros a Eduardo Durandó, de 82 años, hijo de Juan José y quien vivía junto a dos hijas. En Hughes el guía fue Raúl Morel, uno de los propietarios de una tradional panadería del lugar.

El socialismo utópico entre nosotros
Según relata el historiador Héctor Norberto Guionet, “la creación del "falansterio" (de colonia Hughes), fue una experiencia insólita del siglo XIX, una comunidad singular que vivía del trueque. Jean Joseph Durando, fue sin duda su principal protagonista”.
El término “falansterio, viene de falange. Significa edificación para actividades de gente que vive en comunidad. La recreación del falansterio surge de las ideas de François Fourier (1772-1837), socialista utópico francés, uno de los antecesores del socialismo científico, autor entre otras obras de El nuevo mundo industrial y societario”, sostiene Guionet y agrega “era una asociación voluntaria de familias que vivían en comunidad. Nadie los obligaba; el que quería entraba, como en una cooperativa”.
Según lo expresa Guionet, el valesano Jean Joseph Durando había formado un pueblito, una "petite place", con los que lo seguían, llamado también colonia Hugues.  En sus orígenes fue establecimiento Agrícola-Industrial, que después tomó el nombre de su fundador, Durandó.

Las ruinas del falansterio
En 1978, se podían ver los vestigios  de un establecimiento agropecuario fuera de lo   común, creada por un visionario. Aún permanecían en pie las gruesas paredes de ladrillos de varias construcciones. En el interior, existían sótanos de dimensiones considerables a los que se accedía mediante escaleras de madera de muy excelente confección. Lo mismo se podía decir de los techos y sus pisos que se conservaban en buen estado.
Era interesante observar los baños para el personal, individuales y de una construcción que poco difería de las actuales.
Otra construcción de que llamaba la atención era el molino harinero, con paredes construidas con enormes piedras labradas, que funcionaba con un motor a vapor apoyado sobre una enorme piedra. Varios basamentos de este tipo se podían ver en las construcciones aledañas.
Edificio de la escuela en 1978

También  permanecía en buen estado la edificación la escuela primaria que funcionaba en la granja, con su techo a dos aguas y cielorraso de paja.
En los alrededores se erguían ejemplares de de un monte frutal con ejemplares de perales, durazneros, entre otras especies. También había plantaciones de robles, coníferas y  otros.
Un molino abastecía de agua a tanque de hierro remachado, que se distribuía mediante cañerías que aún se podían ver.
Dentro de las habitaciones de lo que fuera la residencia quedabann algunos restos de muebles y un baúl de viaje con una inscripción de despacho desde Francia a “Villa Colón” a nombre de P. Massera.

Un día en la Granja Durandó
Es la madrugada de un nuevo día, allá por los finales del siglo diecinueve. Aún las sombras impiden vislumbrar el paisaje ondulante cubierto por espinillares que años atrás invadían la zona, pero que a esta altura van dando paso a las mieses, día a día más extendidas merced al trabajo de los gringos inmigrantes.
En las chacras el canto de los gallos se oye mezclado con las voces somnolientas de los colonos que se aprestan para iniciar - una vez más - las tareas en las chacras. En uno de esos establecimientos, muy singular, en la colonia fundada por don Luis Hughes, la actividad va tomando el ritmo que no se detendrá hasta el anochecer. En todas las edificaciones resplandecen las lámparas de carburo. Más de un centenar de almas darán la emergía a esa máquina que es el establecimiento de José Durandó. Luego del humeante desayuno, preparado por el cocinero Julio Antonio Jaton, cada hombre y cada mujer partirán rumbo a su lugar de trabajo, donde los encontrarán los primeros albores del amanecer.
Minutos después, la escuela se puebla de voces infantiles, donde los niños observan atentos las explicaciones de la maestra Elena Andreasi. Cerca del molino harinero la gran caldera, una innovación, comienza a inyectar vapor para movilizar la maquinaria de la molienda y del torno, que en manos de Humberto Haudemmand proveerá de los útiles necesarios para el trabajo cotidiano.
Desde el edificio principal, Juan José Durandó imparte órdenes y supervisa las diversas tareas. La actividad continuará a lo largo de toda la jornada hasta que el astro rey de paso a las primeras estrellas. Así todos los días, hasta el domingo, día destinado al reposo y  la meditación. Entonces la banda de música descubrirá sus relucientes bronces dando la nota agradable a la jornada.
Dice Héctor Guionet que “Durandó incluyó en su búsqueda el auxilio religioso a su numerosa comunidad a la que inducía, no a un nihilismo que negara toda creencia, pero sí—consciente de que todo se desarrolla en el interior del hombre —a un nuevo compromiso con la fe en lo que Grand Père proveía mostrando el camino por seguir cada vez que su interlocutor —Monsieur Durandó—lo consultaba concentrándose en sus invocaciones al caer la tarde.
Su palabra era, entonces, la palabra de Dios. Ello así aunque cada vez que anunciaba: ‘Hablé con Mon Père, Notre Père o Le Grand Père’, agregaba que también los demás podían lograr una comunicación directa con Él sin su intermediación”.
Quizás diste en algo o en mucho de la realidad esta reconstrucción imaginaria de una jornada en el establecimiento Agrícola Industrial de Juan José Durandó de colonia Hughes. Pero sí podemos afirmar que por aquella época el trabajo era duro, constante y por cierto consecuente, pues aun lo demuestran los vestigios que perduran. El progreso del establecimiento fue fruto de ese trabajo.

Hombres, mujeres y oficios
EI alma mater de todo ello fue don Juan José Durando, nacido en Turín (Italia) el 7 de marzo de I842, hijo de Constantino Durandó y María Luisa Coquoz. Se nacionalizó Suizo, casándose en Vevey (Suiza) con Ema E. Pittex, oriunda del Cantón de Vallais, nacida el 28 de marzo del 1862. Según Héctor Guionet, había nacido en Evionnaz, cantón del Valais, Suiza.
 Durando llegó a estas tierras el 18 de diciembre de 1874 y realizó varios viajes a Europa para traer inmigrantes y materiales para su singular establecimiento. Sin duda la prédica entusiasmaba a los europeos que se embarcaban en la búsqueda de una nueva quimera. En diciembre de 1888 traslada de Europa a su familia.
Eduardo Durandó, hijo de Juan José
En 1894 vuelve de Europa con Pedro Massera  que tendría un papel fundamental en el desenvolvimiento del establecimiento. Nacido en 1847 en Cicogna (Italia), hijo de Juan Massera y Teresa Reggazzini. Se casó con Carolina Crivelli en 1870. Este empresario de obras, tal su título, asociado a Durandó fue responsable de la organización y construcción de las edificaciones de la granja.
En la documentación donde figuran los datos personales de cada uno de los habitantes del establecimiento resulta muy ilustrativo observar los oficios de muchos de ellos. En su mayoría son agricultores. Además podemos individualizar nombres como Enrique Corbaz, jardinero, Juan Ducret, sastre, Augusto Hegglin, tornero, Humberto Haudemmand, carpintero, Julio Antonio Jaton, un exquisito cocinero, José Raynaud zapatero y Francisco Juan Massera (hijo de Pedro) que figura como dibujante pero que luego de separarse del establecimiento continúa sus estudios, y es responsable de la construcción de la costanera colonense.
Cabe acotar que Francisco Massera es el padre del almirante Emilio Eduardo Massera. En 1807 ingresa a la granja Juan Bautista Andreasi, italiano, nacido en 1883, de profesión tenedor de libros.
En junio de 1903 también hace su ingreso Elena Andreasi, maestra jardinera de Concepción del Uruguay, que desempeña tareas docentes hasta 1916 cuando se retira "por su propia voluntad" como reza en los apuntes citados.
EI establecimiento también contaba con un prestigioso grupo musical. Una banda que actuaba no sólo dentro del mismo sino también en localidades vecinas como San José, Colón y en oportunidad de inaugurarse la capilla San Luis Gonzaga de Hughes.
Indudablemente la evolución de la granja tuvo un momento de gran auge, para luego ir declinando su actividad que la llevó a su desaparición. Si bien no tenemos precisiones al respecto, sabemos que luego del fallecimiento de Durandó el 3 de octubre de 1916, el establecimiento continuó en manos de su administrador Antonio Ramat.
La institución fue decayendo teniendo que soportar el asedio que se imprimía desde afuera por diversos motivos y también por la disconformidad de los miembros del grupo por el rigor impuesto. Tal vez la intolerancia religiosa y política fueron definitorias, como lo insinúa Guionet cuando se refiere a los conflictos entre Durandó y el cura de la iglesia de Hughes: “Contrariado el abate de Hugues  lo visitó para tratar de disuadirlo de continuar considerándose con el poder de comunicarse con Notre Père y transmitiendo a las personas la voluntad divina sobre cómo resolver sus cuestiones domésticas. No logró convencerlo y esto enojó aún más al cura católico. Se quejó entonces al párroco de Colón y al obispo de Paraná. Lo acusó de que el casi centenar de personas que vivían en el establecimiento trabajaban los días de guardar, que había chicos sin bautizar y que no siempre recibían enseñanza religiosa.
“La autoridad católica consideraba el Falansterio de Durando de ‘espiritista’. La Iglesia lo combatía y había logrado la deserción del Establecimiento de numerosas familias”. Luego de disuelta la institución muchos de sus antiguos integrantes dispersos volvían a reunirse los 12 de enero para festejarla llegada del año.
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