Corría 1976. Fin del
secundario. Un año agitado. En el internado de la Escuela Agrotécnica de Colón –
“La escuela granja”, como la conocían en la zona -, alguien desvelado encendió
la spika en la madrugada del 24 de marzo y resonó desafiante el “comunicado Nº
1”. Inquietud, temor, la policía y la gendarmería que revisaban los roperos de
los internos para buscar indicios de algo subversivo. La lectura con fruición
de las cartas que los alumnos recibían de sus familiares, la incautación de
alguna revista del PC que casi nadie había leído.
Corría 1976. Martínez
de Hoz, desde la Sociedad Rural, se catapultaba al Ministerio de Economía para “achicar
el estado y agrandar la nación”.
Corría 1976.
Terminaban los seis años del secundario, seis largos años, que en perspectiva era
solo un instante. El último día de clases. Faltaba aún el acto de colación.
Con un equipaje mínimo
me dispuse a volver a mi lugar de residencia, en Las Achiras, una localidad a
unos 15 kilómetros de Colón. Caminos de ripio y tierra.
Con un grupo de
compañeros, como lo hacíamos habitualmente los fines de semana, caminamos hasta
el acceso a la ciudad para “hacer dedo” y de esa manera ahorrarnos el
colectivo. A poco de esperar una camioneta se detuvo y nos subimos a la caja. A
mitad del camino, el vehículo iba a Concepción del Uruguay, pedí que me bajaran
en el acceso a San Cipriano. En el lugar quedé esperando que alguien ingresara
para continuar mi camino a casa.
Encuentro con mi padre al llegar al Almacén Fusey |
Pasaron unos minutos,
se detuvo un Renault Gordini y subí. Un hombre de bigotitos conducía. “¿Hasta
dónde vas?”, me pregunta. “Voy a Las Achiras”. “Justamente voy al almacén Fusey”,
me dice. Sigue la charla, interroga, indaga. “¿Vos sos el que manda las notas a
la revista”?, me pregunta.
Desde hacía un par de
años yo había comenzado a enviar colaboraciones para una publicación que se
editaba en Concepción del Uruguay, el periódico Información Agraria que
circulaba por ciudades y pueblos de los departamentos Uruguay y Colón. Y sorpresivamente,
para mí, esos escritos iniciáticos se publicaban en lugares privilegiados.
El conductor del
Gordini no era otro que el propietario del periódico, José María Almeyra.
La charla discurrió
por distintos asuntos vinculados a la actualidad del país, el periodismo, las
vocaciones de un recientemente egresado agrónomo especializado en avicultura, y
etc. Hasta que vino la propuesta. “Ando necesitando a alguien que me ayude con
la publicación, que haga entrevistas y escriba notas, si te animás…”
La respuesta fue un
puede ser, tras lo cual vino la invitación para visitar la redacción de la “editorial”
que también editaba un periódico para la ciudad: Sucesos. Llegamos al Almacén
Fusey y nos despedimos.
Un par de meses después
ya estaba recorriendo en moto pueblos y colonias de la zona para buscar todo lo
que pudiera ser publicable. Lo que pudiera despertar interés de los lectores.
Previo curso rápido de fotografía para documentar gráficamente los testimonios
con la Kodak Retina, y también de dactilografía. Las primeras notas eran
manuscritas.
Casualidad o
causalidad. Las dos cosas tal vez.
1 comentario:
Hermoso testimonio Sr. Ruben Bourlot. Yo me recibi en la Escuela Granja tambien, es mas, lo tengo en Facebook. Muy emotiva historia, sin dudas eso sello su vida y dejo un recuerdo importante. Abrazo grande. Ariel, de Colon, Entre Rios.
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