Rubén I. Bourlot
En el discurso del primer aniversario de gestión el presidente Milei evaluó que “el aumento de demanda de energía que implica la Inteligencia Artificial va a generar en el mundo entero un resurgimiento de la energía nuclear después de décadas de declive, y nosotros no nos vamos a quedar atrás.” Tras lo cual anunció que “vamos a diseñar un Plan Nuclear Argentino que contemple la construcción de nuevos reactores, así como la investigación de las tecnologías emergentes de reactores pequeños o modulares, manteniendo los máximos estándares de seguridad y eficiencia”.
Estos anuncios, que más se parecen a discursos de campaña, tienen su contraparte en el desfinanciamiento que viene sufriendo en la presente gestión un proyecto como en anunciado y que lleva años de construcción. Se trata del pequeño reactor nuclear argentino CAREM que se destaca como una de las pocas que se encuentra efectivamente en marcha, posicionando al país entre los principales desarrolladores y -en consecuencia- como uno de los líderes mundiales de esta clase de tecnología, fundamental para la transición energética y para neutralizar el cambio climático.
El país, desde fines de la década del 40 estuvo a la vanguardia en materia de energía nuclear y avanzó a los tropezones, más allá de los cambios de gobiernos y los boicots internacionales.
En 1949 llegaba al país el científico austríaco Ronald Richter para instalar en la isla Huemul, en el lago Nahuel Huapi, un laboratorio para experimentar la fusión nuclear como alternativa a la fusión que es lo que hasta hoy se utiliza para producir energía atómica.
El proyecto en sí no resultó y todo tipo de versiones se tejieron alrededor del científico. No obstante este intento fue el puntapié inicial para la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).
Corresponde acotar que la fusión nuclear continúa experimentándose en el mundo -no fue solo una locura de Ritcher- y se produce a partir del hidrógeno que es un elemento muy abundante y prácticamente inagotable. El resultado de la reacción es un gas noble, el helio, que no es radiactivo. La fisión utiliza uranio.
Computación cuántica
También la referencia a la inteligencia artificial y a los reiterados elogios a Elon Musk se dan de bruces con el desfinanciamiento del CONICET, las universidades y otros organismos científicos.
Como muestra podemos destacar el retaceo al apoyo de otro de los
proyectos que podría poner al país a la vanguardia en el mundo como
es la denominada computación cuántica. Seguro que los dilettantes
que pululan por redes sociales no deben tener la menor idea de lo que
es, incluido el primer mandatario.
Veamos. La física cuántica puede ser empleada para reemplazar al actual sistema binario que se utiliza en la informática y revolucionar los sistemas. Sería una revolución mucho más importante que la IA (inteligencia artificial). A partir de la conexión entre la física cuántica y la lógica matemática, se pueden desarrollar lenguajes de programación robustos y verificables que no tengan errores y permitan maximizar el rendimiento de esta herramienta. A diferencia de las computadoras clásicas, las cuánticas permiten resolver problemas de forma mucho más veloz y tendrán impacto en diferentes áreas como medicina, defensa, telecomunicaciones e inteligencia artificial, entre otras.
El país contaba con un equipo de investigación en la temática encabezado por el licenciado Alejandro Díaz-Caro, oriundo de Paraná (Entre Ríos) docente de la Universidad Nacional de Quilmes e investigador del Conicet, uno de los científicos que había regresado al país en 2014 a través del programa “Raíces”, tras realizar un doctorado en la Universidad de Grenoble, Francia y luego de algunos años más de investigación y docencia en ese país.
En junio de 2024, desde la Universidad de Quilmes se puso al frente de una investigación internacional dedicada a la computación cuántica. El financiamiento lo aportaba la Unión Europea y, además de Díaz-Caro como coordinador, el equipo contaba con investigadores de la UNQ, de la UBA, de la Universidad de la República (Uruguay), universidades italianas y Casas de Altos Estudios y una empresa francesa.
Pero rápidamente el proyecto fue abortado. En septiembre de este años Díaz-Caro resolvió retornar a Francia para seguir con sus proyectos en un ámbito más amigable para los desarrollos científicos. “Después de 10 años tengo que destruir todo, irme, desarmar”, declaró. Y agregó: “La situación de este año es que se cortó absolutamente todo. Se cortaron cooperaciones internacionales y somos muchos los que nos estamos yendo. Las universidades se están vaciando. Si vos le retirás todo tipo de apoyo a la ciencia, no hay forma de hacer ciencia… el mayor daño que se hace es a Argentina”
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