23/10/25

Las trovas urquicistas de El Montielero

Rubén I. Bourlot

Una necrológica publicada en la primera página del periódico El Tribuno de Paraná el 8 de abril de 1911 da cuenta del fallecimiento de “El Montielero” seudónimo poético de Eduardo Candioti. La crónica informa que “el querido bardo popular, ha muerto anoche a las 10 y media en su vivienda de Villa Sarmiento (de Paraná).”
Hoy muy pocos recordarán a este juglar que cantó las hazañas del general Urquiza en unas décimas que dejó plasmadas en folletos de existencia efímera de los cuales algún ejemplar quedó al resguardo de una biblioteca.
Seguramente que sus versos no formarán parte de ninguna antología de la poesía regional pero constituyen una vívida fuente para la historia de Entre Ríos y en particular del general Urquiza. Es “uno de esos cantores sin metro ni rima –relata la crónica citada-, que en la rusticidad de un lenguaje trasuntan el alma del trovero criollo, de esos que ya no quedan sino en la lejanías apartadas a donde la guitarra tradicional todavía no ha sido reemplazada por el acordeón del inmigrante.”
Se dice que Urquiza solía escuchar los recitados del Montielero en los momentos de reposo que le dejaban las campañas militares y las tareas de gobierno. Y la crónica continúa con un testimonio del propio Candioti que, con cierta nostalgia, rememora: “Si Urquiza no hubiera caído tan pronto no solamente la patria hubiera ganado, sino que yo también, porque hubiera llegado a dónde merecía.”
Otra vocación también había atrapado al Montielero. En su casa de ese antiguo barrio paranaense había instalado una escuelita a la que concurría un puñado de alumnos de los alrededores “ansiosos de aprender de los labios del poeta el A B C y algún poco de Historia de Entre Ríos”.

Papeles amarillos
Hurgando en las bibliotecas, desempolvando papeles sepia, Luis Alberto Salvarezza dio con el folleto en cuestión titulado “Historia del capitán general Don Justo J. de Urquiza, en versos, escrita por un soldado” que incluye una carta a Benjamín Victorica y Luis María Campos, fechada en 1893, a quienes les dedica el trabajo. 
El folleto lleva el pie de imprenta de Tipografía, Litografía y Encuadernación “La Velocidad” fechado en Paraná en 1894. 
Precisamente en el Museo Histórico Martiniano Leguizamón de Paraná se puede consultar uno de esos ejemplares.
En una compilación realizada por Olga Fernández Latour (Cantares Históricos de la tradición argentina, 1960) se menciona al poeta, sin aludir a su seudónimo, y sostiene que “el estudio de la folletería es generalmente ingrato. Literatura que carece del brillo de la ilustración y de la espontaneidad del folklore, resulta más placentero ignorarla que hurgar en sus motivaciones y su destino. Sin embargo la proliferación de esta folletería que tanto alarmaba a Navarro Viola se debía a que ella trataba de llenar el enorme hueco cultural que iban dejando las tradiciones decadentes.”
Y se pregunta “¿Qué resabios, habrán quedado de este movimiento en la tradición oral? ¿Habrá pasado todo aquello como una moda fugaz? ¿Habrá dejado alguna raíz en la cultura del pueblo?”

Una dedicatoria
En la carta dirigida por el Montielero a Victorica y Campos expresa que les dedica “mi muy humilde y sin ningún valor versificación histórica, que en honor a la memoria de la ilustre víctima, Capitán General D. Justo José de Urquiza, acabo de hacer imprimir a fin de que las generaciones de esos valientes soldados, cuyas glorias compartieron con el General Urquiza, conozcan los hechos históricos de sus antepasados; los sacrificios hechos en bien de la Patria; las victorias obtenidas y el alcance que ellas han tenido, bajo la dirección y órdenes de tan ínclito General.
“La reconocida ilustración de ustedes, sabrá darle su mérito, no como poesía, por cuanto nada vale en este sentido, pero sí en el sentido que, el nombre del General Urquiza y sus glorias, no se borren de la memoria de ese soldado rudo pero valiente, de ese pueblo .poco instruido que más que nadie tiene derecho a conocer, conservar, cantar, en malos o buenos versos, los hechos, las glorias de sus antepasados, y aun las adquiridas por ellos mismos. Ellos las cantan con orgullo y las trasmiten de generación en generación; cantando sus glorias retemplan su patriotismo, encarnan en sus hijos el amor a la Patria, y conservan en su memoria el respeto y la veneración a nuestros grandes hombres.”

Retazos de un folleto
Ponemos a consideración del lector unos fragmentos de los poemas.
A uno lo titula Memorable pasaje del río Paraná (a nado):

“Es preciso conocer / lo que es el río Paraná, / la anchura y profundidad / que se tiene que vencer.
Es más fácil perecer / que salir de él victorioso, / si hay un hombre valeroso / que a nado quiera pasar / la vida ha de peligrar / en su oleaje borrascoso.
“A este caudaloso río / su bravura le humillaron, / porque a nado lo pasaron / los soldados de Entre Ríos.
“Las divisiones pasaban / llevando cada soldado / el caballo a su costado / y en esta forma nadaban.
“Los jefes de divisiones / también a nado pasaban, / ellos el ejemplo daban
al frente de sus legiones.
“Urquiza quiso hacer ver / que en un momento oportuno / no había obstáculo ninguno
que no pudiera vencer.”

Otro de los poemas lleva por título Marcha y batalla de Caseros:

“Cuando el caudillo entrerriano / el pasaje concluyó, / a Buenos Aires marchó
donde se hallaba el tirano.
“Allí Rosas de antemano / el terreno había elegido / con su ejército reunido
fuerte y bien parapetado / creía el triunfo asegurado / y no creía ser vencido.”
 
Valga esta reseña como recuerdo de uno de los tantos casi anónimos personajes que fueron testigos del devenir histórico comarcano, portador de un apellido que identifica a protagonistas del pasado regional.

Bibliografía principal

Olga Fernández Latour (1960). Cantares Históricos de la tradición argentina, disponible en https://www.letras.edu.ar/BID/bid121_OlgaFernandezLatourdeBotas_Cantares-historicos-de-la-tradicion-argentina.pdf

20/10/25

Elecciones, picardías y agachadas

Rubén I. Bourlot

En estos tiempos de comicios recordamos algunas prácticas y notas de color de las elecciones que se fueron sucediendo desde hace más de dos siglos.
“…Don Joaquín, si triunfa el partido le han prometido a Policarpo darle un puesto importante por los ministerios o por las provincia del interior…” ficcionaba el sainete “Los políticos” de Nemesio Trejo y Antonio Reynoso escrito en 1906.
Nuestro país nació con experiencias electorales puesto que si bien el régimen político de los dominios españoles era monárquico a nivel municipal los vecinos elegían a los miembros de los cabildos mediante el voto, muy acotado por cierto. Ya en épocas revolucionarias los caudillos pusieron en práctica sistemas electivos. José Artigas mandó a votar a los diputados para el Congreso del Arroyo de La China en 1815 y Francisco Ramírez plebiscitó su nombramiento como supremo de la República de Entre Ríos mediante el sufragio.
En la segunda mitad del siglo XIX comenzó la brega por la ampliación del electorado en los comicios que en esos tiempos era un sistema manipulado y con escasa participación. Hipólito Yrigoyen combatió con el abstencionismo para lograr más transparencia y la universalización del voto que se logró en 1912 con la denominada Ley Sáenz Peña.
Mientras tanto las mujeres esperaban que se las habilitaran para ejercer su derecho a elegir y ser elegida que se conquistó en 1947. En 1911 la luchadora por los derechos femeninos Julieta Lanteri, mediante un amparo, logró ser incorporada al padrón electoral argentino. En las elecciones del 26 de noviembre de ese año se convirtió en la primera sudamericana en votar.

Los bromosódicos
Años después un curioso personaje, Enrique Badessich, irrumpió en las elecciones del 2 de abril de 1922 como candidato a diputado provincial en Córdoba por el Partido Bromosódico. Llevó adelante una extensa campaña, con alrededor de 300 discursos, en los que prometía el amor libre, la separación de la Iglesia y el estado, la supresión del Ejército por antisocial y anacrónico, el acortamiento de los hábitos sacerdotales para, con la tela economizada, hacer ropa para los chicos pobres, la eliminación de las esquinas para evitar los choques, la implantación de la República cordobesa con representantes confidenciales ante los países de Europa y América, Argentina incluida.
Daba sus discursos en improvisados escenarios en toda la ciudad de Córdoba, ataviado con un traje de papel y un enorme sombrero. Sorpresivamente logró los votos necesarios para acceder a la cámara favorecido por la abstención de la Unión Cívica Radical. Finalmente no pudo asumir porque la mayoría conservadora rechazó su elección, argumentando que era una persona notoriamente incapacitada para ejercer como legislador.
Luego vendría el fraude electoral “patriótico” practicado por el régimen conservador que sucedió al golpe de estado de 1930. Este ciclo se cerró, tras el golpe de 1943, con los comicios que llevaron al poder a Juan Domingo Perón. En 1955 un nuevo golpe dio por tierra con la apertura democrática que se prolongó hasta 1973.
En el interregno de 1958 a 1966 se llevaron a cabo procesos electorales enrarecidos por la proscripción del peronismo y las permanentes amenazas de golpes de estado.

Campaña macartista
En Entre Ríos, la apertura electoral de 1958 se llevó a cabo con el peronismo proscripto. La fuerza con mayores expectativas de triunfo en la provincia y el país era el radicalismo, que en esta oportunidad iba dividido en la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP) y al Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI). Nosotros hoy sabemos que la UCRI triunfó e impuso como presidente a Arturo Frondizi, y en la provincia a Raúl Uranga, y que por una acuerdo el peronismo había volcado sus votos al frondizismo.
La campaña electoral, para los comicios del 23 de febrero del citado año, se calentó no sólo por los soles de enero sino por el clima político ya que la campaña había adquirido una particular virulencia discursiva entre el radicalismo del pueblo y los intransigentes, con pases de factura y macarteadas notables. Eso que llamamos un macartismo a la entrerriana, en particular contra los seguidores de Frondizi, es una analogía a las persecuciones que en Estados Unidos, entre 1950 y 1956, el senador Joseph McCarthy había promovido en contra de políticos, artistas y empresarios a los que denunciaba, sin mayores pruebas, de “comunistas” y posibles aliados a la antigua Unión Soviética.
En la campaña electoral se distribuían volantes anónimos que acusaban de comunistas a los candidatos de la UCRI. Uno de esos panfletos dirigidos a los “agricultores de la colonia” advertía que “un serio peligro amenaza a esta colonia que fue fruto de vuestro esfuerzo; particularmente está en peligro el lote en que cada uno de Uds. tiene asentada su casa y su familia”.
El texto del volante denunciaba que “la Unión Cívica Radical Intransigente y su candidato Frondizi apoyado por el partido comunista, si llega al gobierno pondrá en ejecución su plan agrario de enfiteusis que significa que todas las tierras pasarán a ser de propiedad del Estado, igual que en Rusia, y los productores rurales simples arrendatarios expuestos a que los caudillos políticos los desalojen en cualquier momento.” Finalizaba recomendando “votar en contra de Frondizi y de Uranga.”
A pesar de esta campaña de acusaciones, similar a la llevada a cabo contra la candidatura de Perón en 1946, el radicalismo intransigente triunfó en la elección nacional y provincial.
El retorno a la democracia plena se produjo en 1973 pero se prolongó solo tres años, hasta la asonada del 24 de 1976 que derrocó al gobierno constitucional.

Hace 40 años
Las instituciones democráticas se recuperaron en 1983 con una inédita continuidad hasta la actualidad. En los pasos iniciales de esos históricos comicios de octubre fueron bien distintos a los actuales. Aún permanecían los partidos políticos que emergieron a fines del siglo XIX y el XX. El peronismo con su vocación frentista, el Movimiento de Integración y Desarrollo y el partido Intransigente herederos de la UCRI, el partido Socialista, la izquierda nacional (Frente de Izquierda Popular), la Democracia Cristiana y la Unión de Centro Democrático que concentraba a los sectores del liberalismo. Pero fue la Unión Cívica Radical con su sigla propia la que resultó triunfante y llevó a la presidencia a Raúl Alfonsín.
Para la promoción de los candidatos no existían los medios tecnológicos actuales, no había celulares, ni internet y mucho menos las redes sociales. La PC era un novedoso artefacto que mostraba aburridos textos y números sobre un fondo negro. La política aún conservaba su candor casi vocacional. Las campañas electorales eran totalmente artesanales donde la militancia desplegaba su ingenio para aprovechar los pocos recursos que tenían para difundir la propaganda.
Eran tiempos a cal y engrudo. La tarea tal vez más sacrificada era la publicidad en la vía pública: el pegado de afiches con engrudo (harina y agua) y las pintadas de los muros con cal coloreada con ferrite. Las ferreterías agradecidas. También los pasacalles de plastillera se pintaban artesanalmente en los locales partidarios.

Cuando abolieron "la inmemorial y bárbara costumbre del juego de Carnaval"

 Rubén I. Bourlot


Con fecha 21 de octubre de 1848 el gobernador Urquiza dicta un decreto que deja "abolido para siempre (…) el Carnaval de los tres días antes del Miércoles de Cenizas". También prohibía los festejos celebratorios de la "la gloriosa convención de paz celebrada entre la Confederación Argentina y la Francia" (Arana - Makau de 1840). En substitución de este último carnaval se dispuso ayudar anualmente a los deudos necesitados de las personas que hubieran perecido en el sostén de la Santa Federación. Los infractores a lo ordenado serían castigados con la pena “arbitraria, según la gravedad de la falta.”
En los considerandos del decreto se invocan los graves inconvenientes que originaba "la inmemorial y bárbara costumbre del juego de Carnaval que no menos perjudica a la salud de los que imprudentemente se entregan a sus excesos, que a la moral y a la cultura que tan imperiosamente demanda la Religión del Estado y el actual siglo de luces".

Carnem levare
El juego del carnaval hunde sus raíces en el fondo de la historia. La celebración es importada de Europa y sus orígenes son difusos. La etimología nos dice que carnaval deriva de “carnem levare”, lo que significa “quitar la carne”, nombrado así en épocas medievales cuando el cristianismo cooptó la fiesta pagana y la ubicó en los últimos días antes de la Cuaresma cuando para los cristianos comienza el periodo de ayuno y abstinencia. Para otros el nombre deriva de “carrus navalis” (carros navales) por los barcos de madera decorados que se utilizaban en las fiestas en honor a la diosa Isis (de origen egipcio) entre los romanos.

Candombes y carnavalitos
Al arribo de la colonización española, y custodiado por cruces y espadas, llega el carnaval con todo su esplendor, se mimetiza y se transforma en una de las fiestas más populares de América donde “El prohombre y el gusano / Bailan y se dan la mano / Sin importarles la facha. / Juntos los encuentra el sol / A la sombra de un farol / Empapados en alcohol” como canta Joan Manuel Serrat.
El carnaval se mimetiza en el noroeste argentino con las tradiciones incaicas, y en todos los rumbos americanos se amestiza con las culturas africanas. Surgen las murgas, los candombes y los carnavalitos. Y en nuestras tierras prende en todas las ciudades y pueblos. Los memoriosos recuerdan los corsos pueblerinos con desfiles de comparsas y mascaritas, los sulkis y carros decorados que desfilan en la calle principal mientras el público arroja serpentinas, papel picado y agua perfumada. Tiempos vinieron cuando los gobiernos de facto temerosos, como Urquiza, que la expansión popular derivara en una “bárbara costumbre” exigen a quienes quisieran asistir disfrazado que se arrimen a la comisaría para gestionar el permiso. En 1866 la Jefatura Política de Gualeguay disponía que “todas las personas que deseen vestir trajes de disfraz o llevar careta únicamente tendrán que sacar un permiso de la Policía.”

Cosa de negros
Ángel Harman en su libro “Los rostros invisibles de nuestra historia” nombra a las comparsas de negros en Concepción del Uruguay décadas atrás, una de ellas denominada “La Africana”, acompañada de buena música, que ejecutaba números de baile y cantos típicos y a Felipe Oroño – un criado del coronel Pedro Melitón González- que presidía la misma.
Otra de las comparsas que en forma regular se presentaba a los corsos uruguayenses era “Los Changadores”, vestidos sus integrantes con trajes de color blanco y celeste y portando un hermoso estandarte en el que se exhibían las numerosas medallas obtenidas como premio.
“Además de una buena orquesta – escribe Harman-, contaba con el mejor escobero, el negro Antúnez, hábil en bailes y candombes. Su agilidad de gato montés, que le permitía hacer toda clase de contorsiones.
“Otro descendiente de africanos que se destacaba como escobero en las comparsas, era el negro Cirilo (…)”

Victoria del carnaval
En la segunda mitad del siglo XIX poco a poco se fue restituyendo la fiesta del carnaval y cayó en el olvido el decreto proscriptivo. Una crónica de Ezequiel Rubattino Faccendini en su página digital “Old Victoria” informa que con influencia de la inmigración europea llegada a Victoria, principalmente italianos, “se comienzan a formar comparsas y se incorporan instrumentos como mandolinas, flautas, guitarras, violines, clarinetes, acordeones y bandoneones; las fiestas toman un tinte familiar y se incorporan las temáticas de índole gauchesca en la celebración.
“En la ciudad de Victoria el primer registro documentado de la celebración del carnaval es un reglamento del club de Artes y Oficios; que data del año 1868, donde se promueve la creación del conjunto de una asociación musical “Los Pobres Iniciadores” con el fin de la diversión carnavalesca y su propaganda, además de la Filantropía y la Unión (…).
“Esta asociación fue durante 18 años (hasta 1886), la principal expresión en el festejo de los carnavales (…).
“En 1875 Feliciano Aguirre, español y poeta radicado en Victoria, escribió la letra y el coro de la música para la sociedad de los Pobres Iniciadores: Salid hermosas / Flores lozanas / Y a las ventanas / Presto acudid / Veréis “Los Pobres Iniciadores” / Cantando amores; / Salid, Salid.”

Imágenes
Decreto prohibiendo el carnaval
Carro decorado de los carnavales de Victoria (gentileza: Ezequiel Rubattino Faccendini)

7/10/25

Paraná, ciudad de tres siglos fundada en 1730

 Rubén I. Bourlot

 

Atendiendo gestiones del gobernador de Buenos Aires, Bruno Mauricio de Zavala, el 23 de octubre de 1730 el Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires erigió la Parroquia del Pago de la Otra Banda del Paraná bajo la advocación de la Virgen del Rosario, en consideración al número de pobladores asentados en el lugar "por cuyo motivo no se ha hecho nómina de 'sus poblaciones ni tomado razón de sus feligreses, y de que éstos se hallan faltos de pasto espiritual y de la debida asistencia de los curas". Esta fecha debe ser considerada como la fundación de Paraná.

Según se relata en la página oficial de la Municipalidad paranaense “a comienzos del siglo XVI, los habitantes de Santa Fe se fueron estableciendo en esta orilla del río, pues encontraban más seguridad para sus bienes y familias. Es por ello que Paraná no registra una fundación como era costumbre de los colonizadores españoles: se formó por decisión de esta gente.” Y es por eso mismo que el 25 de junio de cada año se conmemora el “día de la ciudad” en coincidencia con la constitución del primer cabildo, en 1813.

Pero esa difundida versión sobre la falta de fundación de Paraná es un error que le retacea a la ciudad un siglo de vida. La capital entrerriana en 2030 estará cumpliendo los tres siglos de existencia y es el núcleo urbano más antiguo de Entre Ríos.

En nuestra América el proceso fundacional, en este caso por parte de las autoridades españolas, obedeció a la necesidad de ocupar el territorio, aunque no siempre se llevó a cabo según el modelo planificado por las autoridades civiles. También la Iglesia católica fue fundadora de pueblos en ese proceso, como sucedió en los dominios de las misiones jesuíticas y en el caso que relatamos aquí. Sobre este tópico, Rodolfo Puiggrós sostiene que las órdenes religiosas “fueron los más metódicos, racionales y perseverantes agentes del tipo de colonización hispana”.

 

La ocupación de los mancebos paraguayos

Acotemos que en el actual territorio entrerriano los asentamientos previos a la ocupación hispanocriolla no constituyeron centros urbanizados como sí se pueden observar en el imperio incaico o en el antiguo México de mayas y aztecas.

Los primeros pobladores no indígenas al oriente del Paraná fueron los descendientes de mancebos de la tierra de Asunción que fundaron la ciudad de Santa Fe en el siglo XVI. Tras su reubicación al sitio actual, unos kilómetros al sur de la antigua Cayastá, se da inicio a la ocupación de zona que llaman “la otra Banda del Paraná” o “la Baxada” con algunas ventajas naturales para el desembarco y también para facilitar el enlace hacia el norte: “Allí también tomaban tierra firme los viajeros que iban a Corrientes y al Paraguay”, dice el historiador Pérez Colman y lo certifica la cartografía de la época que nos informa sobre una línea de postas que parte desde la Bajada hacia Corrientes por la ribera oriental del Paraná. Otro factor que impulsa el desarrollo del lugar es la presencia de yacimientos de piedra caliza utilizada para la construcción y para el curtido de cueros, una actividad derivada de la abundante presencia de ganado vacuno.

En las primeras décadas del 1700 el sitio de la Bajada, que también en los mapas figura como La Capilla, Punta de Piedra y La Calera, ya contaba con un modesto caserío trepado sobre las barrancas, alrededor de un pequeño puerto.

 

La fundación eclesiástica

Y llegamos a 1730 cuando el Cabildo Eclesiástico resuelve la erección de una parroquia, no un simple oratorio -que según los testimonios ya existía- sino una entidad con jurisdicción sobre un territorio a cargo de un párroco. Esta disposición “constituye el primer acto gubernativo de las autoridades españolas para la organización del territorio que más tarde formaría el cuerpo político denominado provincia de Entre Ríos”, expresa Pérez Colman. Y agrega: “En aquel entonces, la parroquia no era una simple institución de orden puramente eclesiástico, ya que a las parroquias también les competían funciones a la vez religiosas, políticas y administrativas, y el cura se constituía en un mandatario público con competencias civiles y administrativas otorgadas por las leyes”. 

Meses después sería designado párroco Francisco Arias de Montiel quien es el que por primera vez nombra a La Bajada como Paraná en 1732. En 1733 el Cabildo de Santa Fe nombra Alcalde de la Hermandad a Santiago Hereñú y se convierte en la primera autoridad civil.

El ya citado Zabala, que ejercía el vicepatronato, ejecutó lo resuelto por el Cabildo, y ambos documentos -el del Cabildo y el de Zabala- pueden considerarse, como sostiene Pérez Colman, el inicio de la vida organizada del pueblo paranaense y sus alrededores. Es por ello que nos atrevemos a sostener que, a falta de otro acto administrativo, éste fue el acto fundacional de la actual capital de la provincia.


Bibliografía principal

Arce, Facundo, (1963), “Aspectos de la evolución económica de Paraná”, en Boletín del Centro Comercial e Industrial. Paraná, número extra: Homenaje a la Independencia argentina y al Día del Comercio.

Puiggrós, Rodolfo, (1930) “De la colonia a la revolución”, Ed. Sudamericana, Bs. As, 1986.

Pérez Colman, César Luis, “La Parroquia y la Ciudad de Paraná en su segundo centenario. 1730-1930”, Paraná, Talleres Gráficos La Acción.


Imágenes

Publicación de El Diario,Paraná, 5 de septiembre de 1930.

El Paraná que se va. La Revista, Paraná,1912.

La Baxada de Paraná, 1730-1731

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