20/10/25

Cuando abolieron "la inmemorial y bárbara costumbre del juego de Carnaval"

 Rubén I. Bourlot


Con fecha 21 de octubre de 1848 el gobernador Urquiza dicta un decreto que deja "abolido para siempre (…) el Carnaval de los tres días antes del Miércoles de Cenizas". También prohibía los festejos celebratorios de la "la gloriosa convención de paz celebrada entre la Confederación Argentina y la Francia" (Arana - Makau de 1840). En substitución de este último carnaval se dispuso ayudar anualmente a los deudos necesitados de las personas que hubieran perecido en el sostén de la Santa Federación. Los infractores a lo ordenado serían castigados con la pena “arbitraria, según la gravedad de la falta.”
En los considerandos del decreto se invocan los graves inconvenientes que originaba "la inmemorial y bárbara costumbre del juego de Carnaval que no menos perjudica a la salud de los que imprudentemente se entregan a sus excesos, que a la moral y a la cultura que tan imperiosamente demanda la Religión del Estado y el actual siglo de luces".

Carnem levare
El juego del carnaval hunde sus raíces en el fondo de la historia. La celebración es importada de Europa y sus orígenes son difusos. La etimología nos dice que carnaval deriva de “carnem levare”, lo que significa “quitar la carne”, nombrado así en épocas medievales cuando el cristianismo cooptó la fiesta pagana y la ubicó en los últimos días antes de la Cuaresma cuando para los cristianos comienza el periodo de ayuno y abstinencia. Para otros el nombre deriva de “carrus navalis” (carros navales) por los barcos de madera decorados que se utilizaban en las fiestas en honor a la diosa Isis (de origen egipcio) entre los romanos.

Candombes y carnavalitos
Al arribo de la colonización española, y custodiado por cruces y espadas, llega el carnaval con todo su esplendor, se mimetiza y se transforma en una de las fiestas más populares de América donde “El prohombre y el gusano / Bailan y se dan la mano / Sin importarles la facha. / Juntos los encuentra el sol / A la sombra de un farol / Empapados en alcohol” como canta Joan Manuel Serrat.
El carnaval se mimetiza en el noroeste argentino con las tradiciones incaicas, y en todos los rumbos americanos se amestiza con las culturas africanas. Surgen las murgas, los candombes y los carnavalitos. Y en nuestras tierras prende en todas las ciudades y pueblos. Los memoriosos recuerdan los corsos pueblerinos con desfiles de comparsas y mascaritas, los sulkis y carros decorados que desfilan en la calle principal mientras el público arroja serpentinas, papel picado y agua perfumada. Tiempos vinieron cuando los gobiernos de facto temerosos, como Urquiza, que la expansión popular derivara en una “bárbara costumbre” exigen a quienes quisieran asistir disfrazado que se arrimen a la comisaría para gestionar el permiso. En 1866 la Jefatura Política de Gualeguay disponía que “todas las personas que deseen vestir trajes de disfraz o llevar careta únicamente tendrán que sacar un permiso de la Policía.”

Cosa de negros
Ángel Harman en su libro “Los rostros invisibles de nuestra historia” nombra a las comparsas de negros en Concepción del Uruguay décadas atrás, una de ellas denominada “La Africana”, acompañada de buena música, que ejecutaba números de baile y cantos típicos y a Felipe Oroño – un criado del coronel Pedro Melitón González- que presidía la misma.
Otra de las comparsas que en forma regular se presentaba a los corsos uruguayenses era “Los Changadores”, vestidos sus integrantes con trajes de color blanco y celeste y portando un hermoso estandarte en el que se exhibían las numerosas medallas obtenidas como premio.
“Además de una buena orquesta – escribe Harman-, contaba con el mejor escobero, el negro Antúnez, hábil en bailes y candombes. Su agilidad de gato montés, que le permitía hacer toda clase de contorsiones.
“Otro descendiente de africanos que se destacaba como escobero en las comparsas, era el negro Cirilo (…)”

Victoria del carnaval
En la segunda mitad del siglo XIX poco a poco se fue restituyendo la fiesta del carnaval y cayó en el olvido el decreto proscriptivo. Una crónica de Ezequiel Rubattino Faccendini en su página digital “Old Victoria” informa que con influencia de la inmigración europea llegada a Victoria, principalmente italianos, “se comienzan a formar comparsas y se incorporan instrumentos como mandolinas, flautas, guitarras, violines, clarinetes, acordeones y bandoneones; las fiestas toman un tinte familiar y se incorporan las temáticas de índole gauchesca en la celebración.
“En la ciudad de Victoria el primer registro documentado de la celebración del carnaval es un reglamento del club de Artes y Oficios; que data del año 1868, donde se promueve la creación del conjunto de una asociación musical “Los Pobres Iniciadores” con el fin de la diversión carnavalesca y su propaganda, además de la Filantropía y la Unión (…).
“Esta asociación fue durante 18 años (hasta 1886), la principal expresión en el festejo de los carnavales (…).
“En 1875 Feliciano Aguirre, español y poeta radicado en Victoria, escribió la letra y el coro de la música para la sociedad de los Pobres Iniciadores: Salid hermosas / Flores lozanas / Y a las ventanas / Presto acudid / Veréis “Los Pobres Iniciadores” / Cantando amores; / Salid, Salid.”

Imágenes
Decreto prohibiendo el carnaval
Carro decorado de los carnavales de Victoria (gentileza: Ezequiel Rubattino Faccendini)

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