Rubén I. Bourlot
El 23 de enero es el Día internacional del chorizo. Se trata de una fecha
originada en España y no hay otra más acorde con nuestro hemisferio que
coincida con el invierno, la época más apta para las carneadas. Nadie inventó
aún el día argentino del chorizo casero, esa delicia tradicional que se elabora
principalmente en las zonas rurales. Sí en la localidad de Ataliva, Santa Fe,
se lleva a cabo la Fiesta del chorizo artesanal, pero también en los meses de
verano. Entre Ríos tuvo un intento de organizar su propio Festival del Chorizo
Casero en un club del Este de Paraná sin demasiada repercusión y continuidad.
El chorizo casero elaborado con carne de cerdo y vaca viene de una
antigua tradición europea que se remonta a la Edad Media cuando no existían
heladeras ni frigoríficos para conservar carnes. Así, con sal y especias
lograban madurarla y conservarla largo tiempo. A nuestras tierras aparentemente
llegó con la colonización española que trajo su tradición choriceras. Pero en
la provincia la costumbre de elaborar las conservas invernales se arraigó con
la inmigración europea de mediados del siglo XIX.
La fiesta de la carneada
Cuando aprietan los fríos invernales es el momento de la carneada casera,
más que nada una fiesta que convoca al vecindario puesto que, como las antiguas
mingas incaicas, el trabajo exige el aporte de toda la familia y de los vecinos
que de manera rotativa se van ayudando. Lo habitual es la faena un cerdo criado
en la propia casa que se aprovecha en su totalidad, además de la carne y el
tocino para los chorizos. Al cerdo se le agrega carne de un vacuno y las
correspondientes especias según las fórmulas tradicionales que incluyen
pimienta, nuez moscada, sal, sal nitro (nitrato de potasio) como conservante y
fijador del color, y algún otro aditivo según los secretos atesorados por cada
comunidad.
La carneada empieza con la faena de los animales, en el caso del cerdo se
recolecta la sangre para la elaboración de morcillas, el pelado del mismo tras
mojar su piel con agua hirviendo, el desposte y el minucioso deshuesado de la
carne para luego pasarla por la picadora. A la carne se le agrega tocino que
puede ser molido o en trozos. Luego, en un recipiente con forma de batea de
madera, se colocan las carnes de cerdo y vacuno, el tocino junto con el adobo (las
especias) y a meter mano para mezclar todo. Ese amasijo queda estacionada toda
una noche y al día siguiente se vuelve a mezclar, tarea para valientes que se
atreven a manipular la carne casi congelada. Luego viene la etapa del embutido que
se hace anexando un suplemento a la máquina picadora que introduce la mezcla en
la tripa. Los chorizos con la tradicional forma de rosca, atados con hilos en
sus extremos, se cuelgan de un tirante en una habitación fresca y seca para su
correcta maduración. Muchas viviendas contaban en tiempos pasados con un sótano
para adecuar los productos de carneadas, quesos y otros, a una temperatura más
constante.
Del cerdo también salen otros subproductos de manera que su
aprovechamiento es integral, además de las nombradas morcillas. En algunos
casos las patas se separan para elaborar el jamón, y buena parte de las vísceras, el hígado, los
riñones y diversas partes de la cabeza del cerdo (como la lengua), y el cuero
se cocinan para elaborar codeguines, morcillas blancas y queso de chancho. El
lomo salado y los huesos con los restos de carne conservados con sal y la grasa
derretida también son subproductos que pueden sacar de apuro al momento de
preparar la comida diaria.
Pero también la carneado es una fiesta. En general se reserva el
costillar del cerdo y las achuras que van a parar al asador, junto con los
primeros chorizos frescos, para la cena o el almuerzo al finalizar la jornada,
y la vejiga que se limpia e infla como una pelota improvisada para diversión de
los gurises.
Chorizos reales
El origen del día del chorizo no tiene una única respuesta. Se sabe que
es una tradición española que se remonta a los tiempos medievales. El 23 de
enero es un día que coincide con la época invernal en el hemisferio norte y
para la España la celebración de San Ildefonso de Toledo. En este caso es una
fecha poco simpática para los no cristianos ya que su origen coincidiría con la
época de los Reyes Católicos cuando se perseguía a los musulmanes y judíos
falsos conversos. Así es como para la fiesta de San Ildefonso era costumbre el
consumo de carne de cerdo lo cual dejaba en evidencia a los que aún conservaban
el tabú de no consumirla, es decir judíos y musulmanes.
Otra versión sostiene que la conmemoración se originó en la localidad de
Puertollano durante el breve reinado de Alfonso XII de Castilla. Se cuenta que
el citado rey, viniendo con sus tropas a cazar, pasó por Puertollano y los
parroquianos alborozados con la presencia de un monarca lo obsequiaron con las
mejores ofrendas: chorizos caseros. Al rey le encantó el bocadillo y por ese motivo los
puertollaneros recuerdan el 23 de enero como un día festivo.
Es así que una crónica actual acerca de esta celebración dice que el “Día del
Chorizo, una de las fiestas más castizas de Puertollano, ha sido celebrado por
todo lo alto con el tradicional reparto de 1.300 bocadillos y la
correspondiente limonada a las puertas del mercado municipal.”
Sería interesante que alguna localidad entrerriana hiciera suya una
fiesta del chorizo casero para reivindicar y conservar esa tradición.
Publicada en El Diario de Paraná el 27/1/2023