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1/8/25

Las primeras huelgas obreras en Entre Ríos

Rubén I. Bourlot

El 4 de agosto de 1862 los obreros del Saladero Santa Cándida, propiedad de Justo José de Urquiza, ubicado al sur de Concepción del Uruguay se declararon en huelga paralizando totalmente la actividad del establecimiento.

El reclamo había comenzado en julio de 1859 cuando los obreros de la sección grasería del saladero abandonaron el trabajo porque no se les pagaban las papeletas. No fue la primera huelga de obreros pero sí el puntapié de un conflicto que escaló y que en 1862 terminó en un paro general de todas las secciones del establecimiento.

Como antecedente de estos movimientos de reclamo obrero en 1854 se registró el paro de los obreros del saladero Gianello, en Gualeguaychú, a partir de la queja de un administrador por la falta de dinero para pagar los salarios. Esta sería la primera huelga colectiva que se produjo en el país por parte de trabajadores que no estaban sindicalizados.

“La razón principal de las huelgas que estudiamos en los saladeros entrerrianos fue la falta de pagos –escribe Rodolfo Leyes-, y estas conllevaron acciones directas en su sentido más original.

La huelga más antigua que registramos para la provincia data de 1854, cuando escribía Ángel Elías a Urquiza solicitando ‘una resolución que calme la alarma general que hay en las familias y mui principalmente en los pobres, que no tienen qué comer, porque el carnicero y todos los que venden comestibles quieren plata o quieren recibir el papel al precio que les acomoda (...) Hoy ha llegado al punto esa situación, pues los jornaleros ya empiezan a no querer recibir papel. Los peones del saladero de Gianello se le amotinaron, y los que yo tengo trabajando en mi casa hoy me han dicho que no quieren papel, porque no se le reciben y si van a comprar algo les dicen que no hay cambio […] (Carta de Ángel Elías a Justo José de Urquiza, Gualeguaychú, 10 de julio, 1854)’”

Este pasaje, rescatado originalmente por Roberto Schmit, constituye el primer registro de una huelga de obreros en la Argentina hasta el momento.

En Santa Cándida

En julio de 1859, los obreros de la grasería del saladero Santa Cándida abandonaron el trabajo porque no se les pagaban las papeletas, lo que generó nuevamente las protestas de los encargados según una carta de Antonio Prego a Vicente Montero del 22 de julio, 1859.

Finalmente, en agosto de 1862, parece haber sucedido la primera huelga total del establecimiento. Hasta este momento teníamos huelgas parciales, de diferentes secciones. Pero en aquel año, el encargado del saladero comunicaba a Urquiza:

“Creo mi deber manifestar a S.E. que la pandilla de vascos, peones, graseros, jaboneros y demás gente empleada en este establecimiento no seguirán su trabajo ordinario si llegara a no pagársele siquiera la mitad de sus sueldos en dos o tres días. Digo esto, seguro como estos de que todos ellos se han convenido unánimemente, especialmente la pandilla. (Carta de Ballestrini a J.J. Urquiza, 4 de agosto, 1862)

 La pandilla de vascos

Urquiza Almadoz explica que los obreros vascos tuvieron un papel gravitante en los movimientos de protesta.

“Es interesante destacar -escribe-, dentro de este conjunto de obreros, las tareas cumplidaspor la ‘pandilla de vascos’, en el proceso de industrialización de la carne y el cuero. (…) Estos obreros –afirma Macchi- generalmente se trasladaban en grupos desde Buenos Aires en la época de la faena.

“En verdad, constituían una organización para el trabajo de carácter gremial, puesto que en la condiciones fijadas para su contratación, no sólo imponían el salario que debía pagárseles, de acuerdo a la función realizada, sino que establecían la determinación exacta del trabajo que cada uno debía cumplir.

“Y hay más todavía. Seguros de su capacidad y del valor de su trabajo, los vascos no trepidaron en llegar a la huelga para reclamar por sus derechos.”

 

Bibliografía consultada

Urquiza Almadoz.O. F. (2002). Historia de Concepción del Uruguay 1783-1890. Comisión Técnica Mixta de Salto Grande. T II Pag 66

Leyes, R. (2014). Destellos de un nuevo sujeto: Los conflictos obreros en los saladeros y la formación de la clase obrera entrerriana (1854-1868). Mundo Agrario, 15(30). Recuperado a partir de http://www.mundoagrario.unlp.edu.ar/article/view/MAv15n30a08

9/2/23

Posicionamientos en pugna, un siglo después de Caseros

 

Repasar las maneras en que se recordó el centenario de la batalla de Caseros, puede servir para advertir cómo se reflejaron las antinomias políticas, pero también para reparar en cierta efervescencia ciudadana, motorizada por instituciones intermedias activas.

Publicado en El Diario de Paraná el 3 de febrero de 2023.
El artículo en el siguiente vínculo: 

15/2/16

La cuna de Urquiza

Por Rubén Bourlot y Omar Gallay

Todos los pueblos exhiben con orgullo el hecho de ser la cuna de personalidades destacadas. Así Yapeyú se anuncia como la patria chica del libertador San Martín, la colombiana Aracataca, se presenta como el lugar de nacimiento de García Márquez; San Juan muestra los vestigios de los primero pasos de Sarmiento; Caracas atesora la casa donde nació Simón Bolívar, y así podríamos seguir.
En Entre Ríos, una de las figuras más reconocidas de su historia, el general Justo José de Urquiza, que llegó a ser presidente de la Confederación Argentina, no tiene una ciudad o pueblo que refugie su memoria natal. No se trata de Concepción del Uruguay donde descansan sus restos mortales. El sitio donde se escuchó su primer llanto es un lugar no precisado del interior del departamento Uruguay, en el casco de una antigua estancia que perteneció a su padre, José o Josef de Urquiza.
Monolito sobre la Autovía José Artigas
Una investigación inédita nos acerca ciertas certezas sobre el sitio.
“De acuerdo a la mayoría de los historiadores, el Gral. Justo José de Urquiza nació en la Estancia San José, ubicada en El Talar del Arroyo Largo (hoy Urquiza) el 18 de octubre de 1801.
“Fue bautizado el 21 de octubre por el capellán fray Juan Claramonte, quien estaba a cargo del oratorio mandado construir en la estancia por su padre.
“En verdad este templo fue proyectado por Dn. Pedro Duval, anterior propietario, y del cual Dn. Josef  de Urquiza fuera administrador.
 “En oportunidad de la visita pastoral que hiciera al lugar el Obispo Benito Lué y Riega el 24 de mayo de 1804, recibió los oleos bautismales.”


Entre el Talar y los Corrales
El antiguo casco de la estancia San José desapareció con el tiempo, pero aún se conservan algunos indicios en la zona que comprende los límites de las colonias Las Achiras y Quinto Ensanche de Mayo. “A unos quinientos metros al sur del actual casco de la Estancia Villa Teresa, cruzando el arroyo Las Achiras, que a los pocos metros confluye en el arroyo Urquiza, junto con su similar El Cordobés que corre desde el norte, se encontraban unos corrales de un metro de alto hechos con piedras (areniscas) abundantes en la zona1, muy cercanos al antiguo oratorio, la casa familiar y de la población (personal de la estancia) que Dn. Josef hiciera edificar.
“Existen dos versiones sobre el lugar preciso donde el Organizador de la Nación dio sus primeros berridos. La tradición histórica lo ubica el en el paraje denominado ‘El Talar’ que comprendería una zona que otrora habría estado dominada por estos árboles, al oeste del actual puente sobre el arroyo Urquiza en la Autovía General Artigas (ex Ruta 14).
“La otra referencia, menos conocida pero con fuerte arraigo en la tradición lugareña, determina como lugar de nacimiento la casa paterna que se situaba en cercanías de los ‘corrales de piedra’.
“Refrenda esta última presunción, los recuerdos de la hermana del General, Dña. Flora del Carmen de Urquiza de Soler, que residiendo en Buenos Aires al momento de la inauguración de un monumento recordatorio a la vera de la ruta 14, en 1937, dice en un pasaje de la misiva que envió en adhesión al acto:
‘Mi intención al escribirle es relatarles un hecho que acudiendo a mi memoria, despierta dudas sobre si el Gral. Urquiza nació en el llamado “Talar” o en  “Los Corrales”. Era más o menos alrededor de 1860 y yo, niña aún, volvía de con mi padre de un viaje a la Colonia San José por él fundada. Habíamos concurrido a una fiesta de aniversario, habíamos estado en la casa de Peyret, habíamos visitado las granjas y recibidos grandes agasajos. Volvíamos a la ciudad del Uruguay en la volanta usual en esos años y al pasar por Los Corrales, hoy Villa Teresa, y donde existe de pie un antiguo corral de piedra, mi padre, señalándome la casa, me dijo, más o menos: ‘Ves, hija, ahí he nacido yo’. Esta referencia de mi propio padre, que recuerdo muy bien, me ha hecho dudar siempre sobre el sitio que la tradición a señalado como lugar de su nacimiento, “El Talar”, y he querido ponerla en su conocimiento, no para menguar el calor del homenaje, sino para aportar un antecedente que pueda abrir un camino nuevo a las investigaciones históricas del hecho’.
Casco de la estancia Villa Teresa
“En el mismo sentido, Dn. Marcelo Tito Sáenz Valiente, nieto del General Urquiza y que viviera hasta su muerte en Villa Teresa -propiedad heredada de su madre Teresa de Urquiza de Sáez Valiente, la cual la hubo comprado oportunamente a su hermano Cipriano de Urquiza quien la recibiera en sucesión-, explicaba a los visitantes que la casa de Dn. Josef se encontraba al sur de los corrales de piedra y que allí había sido el lugar de nacimiento de su abuelo. Por consiguiente, renegaba del emplazamiento que oportunamente se había hecho de un monumento recordatorio en la ruta 14, el cual llamaba a una falsa interpretación al rezar en su inscripción ‘sitio del nacimiento’”.

Los homenajes a Urquiza
En 1901, con motivo del centenario del nacimiento del Organizador, entre el 17 y el 20 de octubre se llevaron a cabo diversos actos de homenaje en Concepción del Uruguay, el Palacio San José, en la capital provincial y en el sitio probable de su nacimiento.
Los festejos en el sitio del nacimiento, Caras y Caretas 1901
“El acto central se realizó en arroyo Urquiza, en la ya derruida casa que perteneciera a los padres del General.
“Treinta carruajes y tilburis (2) partieron con ese destino bien temprano a la mañana. De igual manera lo hicieron jinetes y carretones que condujeron a señoritas, caballeros y niños.
“A pesar que las maestras estaban sufriendo una demora de seis meses en percibir sus sueldos, también se adhirieron al acontecimiento, dado que junto a sus alumnos de escuelas y colegios dedicaron y descubrieron la placa alusiva, la que fue acompañada por un ‘lacónico discurso’ por parte del alumno Parodié, de la Escuela Mixta.
“Se sirvió un almuerzo del cual participaron unos 300 comensales, entre autoridades y público en general.
“A las 5 de la tarde estuvo de regreso en Concepción del Uruguay la caravana integrada por  treinta y un carruajes y cincuenta jinetes.”

1 Una de estas construcciones se conservó originalmente hasta la década de 1970, en que fue destruida por estar formando parte de un importante banco de piedra arenisca, el cual fue explotado para la extracción del material para la construcción de caminos, más precisamente de la cercana Ruta Nacional Nº 14.
2 Carro de dos ruedas y dos asientos, con capota, tirado por un solo caballo.
  
Fuentes:
- Diario La Juventud – 27/octubre/1901
- Revista Caras y Caretas, Bs. As., 1901

19/7/12

Urquiza, el látigo y la espada

Por Rubén Bourlot


Figura controvertida y contradictoria la de este estanciero y político llamado Justo José de Urquiza. Una mixtura entre señor feudal criollo y burgués incipiente.
A lo largo de cuatro décadas fue dueño de la política y de las haciendas de los entrerrianos. Hombre implacable cuando había que serlo y cuando no también, tanto con la espada combatiendo a los enemigos como con el látigo para obtener obediencia. Dejó una marca imborrable en las instituciones de la provincia y en el país y también una numerosa descendencia. Alguna fama se hizo de galante que lo mostró muy temprano entreverado con las féminas de la familia López Jordán y después con cuanta damita orejana o no que se le cruzara en el camino.
En 1827, ya diputado y presidiendo la cámara, mostró sus uñas de político con un proyecto de ley para erigir una pirámide en homenaje al caudillo Francisco Ramírez. Después se encumbró en la carrera militar y su prestigio fue creciendo en tiempos de la confederación rosista. En 1841 alcanzó la máxima magistratura de la provincia y como buen federal saturó de rojo (rojo punzó) la provincia. Sólo el cielo permaneció celeste porque no se podía teñir. Llegó a prohibirse la introducción de “géneros teñidos o pintados con los colores verde o celeste” (por considerarlos unitarios).
A la par de su prestigio crecieron sus propiedades: estancias y tropa. Pero también cultivó otras pasiones como la de fomentar la educación. Mucho antes que Sarmiento impulsó la enseñanza primaria, secundaria y superior que se cristalizó en su principal creación: el Colegio del Uruguay.
Siempre estuvo rodado de hombres de prestigio, notables emigrados europeos,  que lo mostró como una especie de déspota ilustrado, refugiado entre los muros de palacios europeos, rodeado de pinturas y esculturas, aves y árboles exóticos.
Cuando creyó que a Rosas se le había agotado su media hora, resolvió sacarse ese molesto contrapeso y se catapultó a la cresta de la ola. Encabezó la organización del país, que ahora sí debía funcionar bajo el imperio de la ley. “Entro a mandar obedeciendo”, proclamó. Y debió probar la misma medicina que tuvo en vilo al Ilustre Restaurador. La intriga de los unitarios del puerto de Buenos Aires, ambiciosos exclusivistas que  no toleraban estar bajo el poder de un provinciano. Sin poder ni ganas de insistir en la unidad nacional desde el interior, en Pavón entregó el bastón a Mitre y se volvió a su provincia para gobernarla y emprender sus proyectos particulares. Incapaz de reconocer los límites entre lo público y lo privado.
En su incipiente papel de burgués proyectó un moderno saladero para manufacturar sus reses y una avanzada fábrica de paños que no llegó inaugurar, entre otras empresas.
Pero su espada y su látigo habían generado un sinnúmero de odios. Demasiados. El filo que tanto blandió contra sus enemigos se dio vuelta y cobró su vida de una sola estocada. 
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