Por Rubén I. Bourlot
Urquiza Almadoz fue uno de los docentes de la notable pléyade de educadores de los cursos del Profesorado de la Escuela Normal Mariano Moreno de Concepción del Uruguay. Su presencia en los pasillos del histórico edificio no pasaba inadvertida, con su bigotito discreto y ese gesto de apariencia adusta que se transformaba de pronto en una sonrisa cómplice. En el aula su discurso dejaba en claro todas sus convicciones, su sapiencia y su disposición para la polémica amable. No escapaba a los temas controvertidos y siempre tenía un argumento a mano para rebatir. Cuando se originaba un debate que no se agotaba dentro de los rígidos tiempos de la hora cátedra, retornaba en la próxima clase cargado de libros y apuntes para concluir con el tema. Mabel Huck, una de sus alumnas del profesorado, lo recuerda de “caminar pausado, siempre con su maletín cargado con apuntes, bien documentado. Sus clases eran enriquecedoras y las discusiones las abordaba con suma paciencia y escuchando a su interlocutor. Nada lo sacaba de su eje”.
Fue también profesor del por entonces Colegio Nacional del Uruguay “Justo José de Urquiza”, en el que impartía las cátedras de Literatura e Historia. Fue el iniciador del Archivo Histórico del Colegio que actualmente lleva su nombre: "Prof. Oscar Urquiza Almandoz”. Dos universidades lo tuvieron como docente, la de Concepción del Uruguay (UCU) y la Tecnológica Nacional.
Cargaba con un apellido potente para la historia entrerriana, hijo de María Raimunda Almandoz y de Fernando Urquiza, era descendiente de Cipriano de Urquiza, el hermano del Organizador. Pero también en los pasillos, por lo bajo, se referían a él como el “Chancho”, apodo surgido de algún círculo familiar o de sus alumnos siempre proclives a “bautizar” a los docentes, inspirado seguramente en la fisonomía de su rostro.
Profesor de Historia y Literatura, había nacido el 2 de febrero de 1932 y falleció a los 87 años el 12 de junio de 2019 en su ciudad. En ese lapso dio todo lo que pudo. Insistió con uno de los temas que fueron su obsesión: la cuestión de la capitalidad de Concepción del Uruguay. Primero aparecido en publicaciones periódicas, finalmente lo publicó en forma de libro como La cuestión capital en la provincia de Entre Ríos en 1999. Antes había dado a luz la monumental Historia de Concepción del Uruguay, en tres tomos, publicada en 1983 con motivo del bicentenario de la ciudad. En 1968 la Academia Nacional de la Historia lo había incorporado como miembro correspondiente. Integró además las Juntas de Historia Eclesiástica Argentina y de Estudios Históricos de Entre Ríos, entre otras instituciones.
También publicó La cultura de Buenos Aires a través de su prensa periódica, en la ya mítica editorial Eudeba; El teatro de Buenos Aires en la época de la emancipación, Historia Económica y Social de Entre Ríos, Los Directores de Estado de 1816, Historia de la Libertad de prensa en Entre Ríos y los jurados populares de imprenta y Hechos, personajes y costumbres de nuestro pasado además de numerosos artículos en diarios, y especialmente en publicaciones de instituciones educativas, como la recordada revista Ser, del profesorado de la Escuela Normal.
Soraya Flores, que fue su alumna en el secundario y en el profesorado de Historia recuerda “su prestigio y su presencia, sus lecturas en voz alta, como cuando en 5º año leímos Tabaré, jamás lo olvidaré y, por supuesto, fue mi ejemplo a seguir como modelo docente ya que, por aquella época difícil (yo egresé en el 79), cuando a los estudiantes secundarios los trataban a la distancia, siempre fue cordial y accesible.”
Al cumplir la ciudad de Concepción del Uruguay los doscientos años Urquiza estuvo en la organización del Primer Congreso Nacional de Historia de los Pueblos de Entre Ríos, que se llevó a cabo en septiembre de 1983 y del que participaron prestigiosos académicos de todo el país, entre otros el presidente de la Academia Nacional de la Historia, Enrique M. Barba. En la oportunidad se presentó el primer tomo de su Historia de Concepción del Uruguay en la Biblioteca del Colegio. Recuerda Soraya Flores que fue una de las “mecanógrafas de comisión y tuve oportunidad de conocer a Leoncio Gianello, Enrique Barba y otros cuyos nombres ya no recuerdo, sin embargo, quedó en mi retina la perfecta organización de todo lo que se llevó a cabo en aquellos días, con recitales de tango, cenas y almuerzos, excursiones a Santa Cándida y San Pedro, en donde el dueño de esta última estancia, Horacio Roca, recibió a los congresales con un almuerzo campestre.”Agrega Flores que el Congreso “permitió a los que por entonces cursábamos el último año del Profesorado de Historia, participar en diferentes actividades, ya sea como integrantes de las mesas de inscripción o secretarios (mecanógrafos) de actas de cada comisión, o acompañando a los académicos en sus recorridas por nuestra ciudad.”
Otro de sus alumnos, Luis Ángel Cerrudo, rememora: “Excelente persona, dedicado y fino docente, investigador metódico. Nosotros pudimos disfrutar en sus clases del profesorado a inicios de la década del 80. Clases brillantes donde desplegaba su minucioso conocimiento de nuestra historia local, regional y nacional. Clases donde se permitía el debate y la escucha a quienes con respeto intentábamos cuestionar algunas interpretaciones de nuestro pasado. Un hombre generoso y cordial.”
Guillermo Bevacqua, lo recuerda “más allá de sus títulos, era alguien que admirábamos y nos había distinguido con su amistad; lo hacemos con un sentimiento hondo y porqué no, dulce, si para nosotros era, simplemente, el profe Urquiza, el hincha de Independiente de Avellaneda y de nuestro Gimnasia, un apasionado pelotaris y alguien que siendo un intelectual, supo situarse siempre a la altura de quienes compartían con él un juego de naipes o un asado.”
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