23/11/24

“Urquiza debe desaparecer de la escena”

Rubén I. Bourlot

Tres días después de la batallas de Pavón, apenas aplacada la pólvora, Domingo Faustino Sarmiento le dirigió una extensa misiva a Bartolomé Mitre, el virtual triunfador del combate, con duras referencias a Urquiza y la belicosidad ensoberbecida.

La batalla de Pavón, librada en el sur de la provincia de Santa Fe el 17 de septiembre de 1861 sobre la cañada homónima, significó el cierre definitivo del gobierno de la Confederación en Paraná y el retorno de la capital del país a Buenos Aires. Se enfrentaron las fuerzas armadas gubernamentales comandadas por Justo José de Urquiza, durante la presidencia de Santiago Derqui, y las que respondían a la provincia separatista de Buenos Aires conducidas por Mitre. La principal causa del enfrentamiento fue la negativa por parte del gobierno bonaerense de cumplir con lo estipulado en el Pacto de San José de Flores en noviembre de 1859, tras la batalla de Cepeda, que disponía la reincorporación de esa provincia a la Confederación a cambio de una serie de concesiones, entre otras la reforma de la Constitución.

La derrota del gobierno nacional en Pavón no estuvo ajena a las polémicas y acusaciones cruzadas sobre la actitud de Urquiza que firmó prematuramente la rendición.

En este contexto Sarmiento le escribió a Mitre (20 de septiembre de 1861) con recomendaciones y pedidos para avanzar en la atropellada contra las provincias, seguramente para curarse en salud ante una posible rebelión generalizada, y contra el propio Urquiza. Y para ello le pidió la provisión de armamento para operar, ya probándose el saco para asumir la gobernación de San Juan. Mitre en tanto hacía lo propio para asumir la presidencia de facto. La gestión presidencial de Derqui se sostenía en medio del tembladeral.

La carta comenzaba con un “podemos dormir tranquilos” pero le recomendaba que “no se ensoberbezca ante su amigo. No se crea infalible. En política erraba. El general me ha vengado del diplomático. Tenemos patria y porvenir.” Y le reclamaba que tras el triunfo de Pavón no se había resuelto a avanzar hasta Rosario y a la capital de la Confederación. “¡Qué golpe de teatro embarcarse e ir al Paraná! Quién pudiera sugerirle la idea de quemar, ordenadamente, los establecimientos públicos, esos templos impolutos.”


URQUIZA A LA HORCA

Inmediatamente exigía que “no deje cicatrizar la herida de Pavón” y que “Urquiza debe desaparecer de la escena, cueste lo que cueste. Southampton o la horca”, en clara referencia a la ciudad británica donde estaba exiliado Juan Manuel de Rosas.

Redoblaba la apuesta: “No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos.

La obsesión de Sarmiento en contra de los que calificaba despectivamente de “gauchos” o “bárbaros” venía de lejos, de la época de la hegemonía de Rosas y Facundo Quiroga -que lo inspiró para escribir ese extraordinario libro que llamó “Facundo” (1845)-.

En otro párrafo de la misiva consideraba “preciso evitar a todo trance que Entre Ríos no se separe; que no se haga hueso la situación actual.

“Échele veinticuatro batallones de infantería y sublévele a Corrientes.”

Sobre la provincia de Santa Fe le decía: “tengo algo muy grave que proponerle. Desde 1812 este pedazo de territorio sublevado es el azote de Buenos Aires. Sus campañas desoladas por sus vándalos; su comercio destruido por sus contrabandistas que improvisan ciudades para dañarlo. Sus costas están siempre francas para desembarco de los enemigos de Buenos Aires; sus expatriados tienen allí su asilo. Buenos Aires recobra su antiguo dominio y jurisdicción; el Rosario será gobernado por sus jueces de Paz como San Nicolás; su Aduana será sucursal de la de Buenos Aires. El Congreso, para pedirlo, dará garantía de que Buenos Aires no será dañada desde allí en adelante. Puede darse a Córdoba, Santa Fe como frente fluvial y resguardo de sus campos de pastoreo, tomando el Carcarañá por línea divisoria. ¿Quién se quejaría de ello? Bobos pero argentinos.”


REPRIMIR A LAS PROVINCIAS

De inmediato venía el mangazo: “Necesito ir a las provincias. Usted sabe mi doctrina. Los candidatos están hechos de antemano. Un precursor necesita que digan: yo sólo vengo a prepararle el camino.

“(José María) Paz pudo hacer algo. Más puedo hacer yo. Me siento más hombre. Pero déjese de ser mezquino.

(…) Ordene la entrega de las armas que pido en ‘El Nacional’, dinero, cuanto se pueda.”

Y se preguntaba “¿Valgo yo menos que cualquiera de los torpes que mandan un regimiento de caballería? Entiendo esta arma, y usted sabe que tengo valor como cualquiera. ¿Por qué no me da el mando de uno de los regimientos de línea, que ha quedado vacante después de tanta vergüenza?” Se infiere que era una referencia a la actuación de la caballería porteña en Pavón que había sido vapuleada por los pingos de López Jordán, que si no los frenaba Urquiza llegaban a las puertas de Buenos Aires.

Su plan era “ir a Córdoba, ponerme en contacto con Santiago, Tucumán y Salta, sacar a (Anselmo) Rojo de su nulidad, hacerlo encabezar la cruzada de San Juan y acelerar de paso el nombramiento de un presidente de la República y la convocatoria de un Congreso en Buenos Aires, o donde se quiera, para arreglar las cosas definitivamente.”

Decía para movilizarse “(Wenceslao) Paunero le hace falta; aunque la muerte de Modestino Pizarro le constituye gobernador de Córdoba. (José) Posse está en Tucumán. Un ejército de dos mil hombres en el río Cuarto, a las órdenes de Paunero, tendría a raya a moros y cristianos.

“Así se hacen las cosas. Deme los oficiales sanjuaninos y cordobeses, yo llevaré la cruzada a los Andes (…). Deme un regimiento, no me desprecie como soldado. Valgo más que todos esos compadres que me prefiere. Tengo la conciencia de levantar la caballería de su postración; porque la sentí postrada siempre y nunca me hice ilusión. Ud. lo sabe.”

Se consideraba “un hombre de gran valor. En la época grandiosa que atravesamos yo no me quedaré maestro de escuela, pegado a un empleo, ni periodista. Me debo algo más.” Modesto el hombre.

Más aún, con un complejo de inferioridad provinciana, necesitaba “probar que fui más porteño, más hombre de estado que los que hallan tan lógico que yo inspirase movimientos puramente sanjuaninos.”

Y por lo demás “estoy ya viejo y necesito hacer algo. Soy sanjuanino y quiero no estar por siempre proscripto. Puedo en las provincias, y deseo ser el heraldo autorizado en Buenos Aires.”

También se proponía reincorporar Mendoza a San Juan para reconstituir la antigua provincia de Cuyo con capital en su provincia natal. Y luego pasar a Chile para arreglar “la liga americana contra la España que nos va a importunar diez años.”

Si su interlocutor no respondía a sus reclamos “iré a San Juan, a pagar a mi pueblo el tributo de mis pobres servicios.”

Meses después, cuando Mitre asumió la presidencia, lo designaba gobernador provisorio de su provincia natal.

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