8/3/25

Ángela Santa Cruz, maestra y filósofa

 Rubén I. Bourlot


En 2013 en oportunidad de celebrase del sesquicentenario de la fundación de la ciudad de Colón, el profesor Carlos E. Conte Grand recordaba, en un artículo, a los festejos del Centenario colonense y hacía referencia a los destacados conferencistas que se habían dado cita en la oportunidad. Y entre otras personalidades nombraba a la doctora en Filosofía Ángela Santa Cruz que disertó sobre Colón de mis recuerdos en el salón de la biblioteca Fiat Lux.

Sabido es que Colón fijó como fecha de fundación el 12 de abril de 1863 pero en esa oportunidad la conmemoración se trasladó a la semana del 11 al 20 octubre.

Pero ¿quién era esa por entonces reconocida doctora en filosofía que homenajeaba a su ciudad? La inquietud quedó en el tintero hasta que en ese inmenso volcadero de información que son las redes sociales y la misma telaraña de internet, donde todo se mezcla como en los basurales a cielo abierto, apareció el precioso dato. En ese cirujeo virtual se halló un documento publicado en la página de Facebook del Museo Histórico Regional del Colón con una crónica sobre Ángela Santa Cruz que había sido publicada por la revista Caras y Caretas el 23 de junio de 1934, firmada por Adelia Di Carlo, escritora y periodista feminista.
 

“Gran educadora”

La crónica de la revista dirigida por el entrerriano José S. Álvarez (Fray Mocho) se informa que la ya por entonces “gran educadora” había nacido en Colón, en 1883, que aunque no lo delataba su apellido, descendía de abuelos inmigrantes “suizos-alemanes” que poblaron la colonia San José. El apellido Santa Cruz provenía de su padre de origen uruguayo. Ángela cursó la escuela primaria en Colón y luego continuó sus estudios en la Escuela Normal de Concepción del Uruguay donde se graduó de maestra.

La Escuela Normal tuvo también a la profesora Santa Cruz como invitada especial con motivo de la celebración de su cincuentenario en 1923. Dice una crónica de la época que entre las presencias destacadas en el acontecimiento se encontraban Trinidad y Matilde Moreno, Celia Torrá, María Angélica Balbuena, Elvira N. de Clemona, Ángela Santa Cruz, Amelia Parodi, Elisa Broggi, Odila Uncal, Ana M. Vidal, entre otras pioneras exalumnas. Y Precisamente quién tuvo a su cargo las palabras alusiva en nombre de las exalumnas fue “la distinguida Señorita Ángela Santa Cruz.” En 1932 volvió a la señera institución para rendir homenaje al exdirector Justo V. Balbuena.

Sus primeros pasos como maestra los hizo en Nogoyá y luego pasó a ejercer la dirección de la escuela graduada de Concordia. Pero la provincia le quedaba chica a la promisoria educadora y partió a Buenos Aires. En 1911 fue designada profesora de la Escuela Normal Nº 7. Posteriormente pasó por del Liceo Nacional de Señoritas donde llegó a ocupar la vicedirección.



Su tesis sobre delincuencia precoz

Santa Cruz también cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras rindiendo su tesis doctoral en 1923. En la misma abordó la temática de la Delincuencia Precoz, donde dejó en claro la importancia de "depurar los individuos a través de un ambiente de honradez y trabajo", re-educándolos y re-adaptándolos al medio social. Educación, inclusión, puntales de esta transformación. De esta manera bregaba por no convertir la reclusión en un sistema perverso que agrave la problemática. Estos conceptos, desde el punto de vista psicológico eran revolucionarios para la época.

Al respecto el historiador colonense Alejandro González Pavón sostiene que su tesis doctoral referente a la delincuencia precoz es “un tema que no había sido tratado en profundidad ni siquiera por aquellos especialistas en derecho.

“Durante la década de 1910 y los primeros años de la década de 1920, en Argentina – según su estudio – se presentaba un alto porcentaje de niños y adolescentes que tomaban la decisión (voluntaria o involuntaria) de comenzar a delinquir por las calles de distintos puntos del país; motivados éstos por diferentes factores. Y ahí está lo rico de este estudio. La Dra. Santa Cruz analiza las estadísticas de las cárceles, correccionales y hogares de transito de esta población etaria a los efectos de poder comparar años, causas, edades, tipo de delincuencia, entre otros temas de análisis. Pero todo esto, siempre enfocado desde dos aspectos: desde el contexto interno de los sujetos (intrafamiliar) y desde el contexto externo a ellos (el ámbito que los rodea)…”

 En paralelo las inquietudes de Santa Cruz desbordaron los límites de las aulas y se desempeñó en la presidencia de la Biblioteca Infantil Sarmiento, actuó en la Liga Nacional de Educación, en la Asociación Nacional del Profesorado, en la Liga Pro Alfabetismo de Adultos y fue fundadora de la Sociedad Protectora Escolar de Nogoyá. Tampoco olvidó su suelo nativo ya que en la crónica de 1934 se la menciona como delegada de la Sociedad de Beneficencia ante la Confederación Nacional de Beneficencia y el Consejo Nacional de Mujeres de la República Argentina. También presidió la Comisión Continental de las Asociaciones Cristianas Femeninas de América del Sur. Testimonios orales la ubican también en las luchas por el voto femenino junto a Alicia Moreau de Justo y otras feministas de la época.

Falleció el 5 de marzo de 1973 y sus restos descansan en el panteón familiar del cementerio de Colón. Una calle de su ciudad natal la homenajea llevando su nombre.





7/3/25

Ángela Artigas, la huella artiguista en Entre Ríos

Rubén I. Bourlot  

Indudablemente oriental, José Artigas ha dejado se huella en Entre Ríos. Sin duda los vientos de la política y la historia esparcieron su descendencia por distintas localidades de esta provincia. Lo que comparten todos es la vida modesta, muchas veces directamente pobre.

El 19 de junio de 1764 nacía en Montevideo el caudillo de los Pueblos Libres, José Artigas. Tras su fulgurante paso por la escena rioplatense, en 1820 se internó en la selva paraguaya, en un exilio interior que ni la muerte logró liberar. Pero dejó la herencia de su ideario y su descendencia perdurable hasta hoy.

En Entre Ríos su influencia es indiscutible, su presencia personal y la de sus familiares. En nuestra provincia surgieron los primeros artiguistas, entre ellos la espada principal de la región como lo fue Francisco Ramírez. Y en Entre Ríos se convocó el magno Congreso del Arroyo de La China, se libró la batalla fundacional en El Espinillo, se asentó parte de su familia y legó para los entrerrianos la bandera tricolor.

Su última esposa Melchora Cuenca vivió sus últimos años en Concordia. En Concepción de Uruguay residió Manuel Artigas, hijo del caudillo, donde también nacieron sus tres hijos. Otro hijo, Santiago prestó servicios para el general Urquiza. Casado con Ana Vallejo Monzón, estuvo a cargo de una de las estancias del Estado, que llamó Santa Ana en honor a su esposa, y es el origen de la actual localidad del mismo nombre ubicada a la vera del lago de Salto Grande.

Bien entrado el siglo XX en Concepción del Uruguay residió Ángela Artigas Peyrallo de Amado, nieta de Artigas.  Nacida en Porongos, República Oriental del Uruguay, el 2 de octubre de 1836, hija de Roberto Artigas y de Francisca Peyrallo y nieta de José Artigas y María Matilda Borda. Contrajo matrimonio con Amado, con quien tuvo dos hijos: Vicenta Amado y José Amado Artigas. Otra hermana, Matilde Artigas, se había radicado en Concordia.

Ángela, testimonio vivo

Ángela vivía en un simple rancho de ladrillo montado en barro con paredes pintadas a la cal, con piso también de ladrillos, techo de zinc con tejuelas como figura en el acta catastral de 1944 de la municipalidad local, ubicada en la esquina suroeste de Bulevar Yrigoyen y Congreso de Tucumán.

En 1918 la recordada  revista Caras y Caretas publicó una entrevista a Ángela, realizada por su corresponsal Dr. Augusto Vaccari.

“El coche paró delante de una casita humilde –relata el cronista-, rodeada por un jardincito algo descuidado en la calle Congreso de Tucumán. La casita no lleva número.

Nos recibió una morochita algo bizca, rebosante de salud, atareada en sujetar a un chico más vivo que el diablo.

–¿A quién buscan?

–¿Vive siempre acá doña Ángela?…

–¿Abuelita? Sí, señor… Por qué, ¿desea hablarla?

–Eso es… Le dice que está Barral…

Apareció en esto una viejita sonriente, bondadosa, fuerte todavía, que nos hizo entrar y nos ofreció sillas debajo de un corredorcito al lado de la cocina.

–Van a disculpar… Casa de pobres…

–Está bien, señora, está bien… ¿Así que usted es nieta de Artigas?

–Sí, señor… somos dos hermanas que vivimos todavía, nietas de Artigas: yo Ángela Artigas de Amado y Matilde Artigas de Corrales que vive en La Unión, República Oriental… Yo tuve un hijo, José, que fue empleado de policía aquí, en Uruguay, y se murió ahogado por salvar a un chico que se había caído al agua… El gobierno me pasa una pensión de 30 pesos mensuales y con eso me arreglo para vivir…

–¿Qué edad tiene, señora?

–He nacido el 2 de octubre de 1835… Voy a cumplir 83… He sabido por los diarios que el gobierno uruguayo me acordó una pensión; pero hasta la fecha no he visto nada y ya van unos meses que tendría que recibir mi dinero… A mi edad no es el caso de esperar con paciencia…”

La pensión a la que se refiere le fue concedida el 15 de julio de 1918 por el Senado y la Cámara de Representantes de la República Oriental del Uruguay. El Artículo Primero del decreto establece: “Otórgase por gracia especial a doña Ángela Artigas de Amado, nieta del general José Gervasio Artigas, una pensión alimenticia e inembargable de setecientos pesos anuales”.

El 16 de mayo 1922 falleció y sus restos fueron sepultados en el cementerio de Concepción del Uruguay, en cuyo epitafio se puede leer: “Familia a Ángela Artigas de Amado”.

Y siguiendo la pista de los Artigas, hallamos que su hija Vicenta Amado y Artigas se casó con Diego Burgos radicado en el paraje Puente Gualeguaychú, en el departamento Colón, según surge del acta donde se registra el bautismo de una hija de nombre Ángela en 1886. Francisco Horacio Francou a su vez nos informa, en su libro El faro de la cuchilla, que uno de los primeros pobladores de la colonia Villa Elisa, fundada por Héctor de Elía, es Diego Burgos, alcalde vitalicio de Puente Gualeguaychú desde 1885 “casado con Vicenta Amado y Artigas, bisnieta del prócer uruguayo José Artigas…” También nos anoticia que el matrimonio, además de la nombrada Ángela, tuvo otros quince hijos.

Bibliografía

– Caras y caretas, (16 de noviembre de 1918), Buenos Aires,  N° 1.050. Disponible en la Hemeroteca digital de la biblioteca Nacional de España. http://www.bne.es/es/Catalogos/HemerotecaDigital/

– Francou, F. H., (1942). El faro de la cuchilla, el autor, Bs. As.

– Miloslavich de Álvarez, María del Carmen, (1988). Hace un largo fondo de años. Genealogía Uruguayense, Concepción del Uruguay.

– Civetta, María Virginia, “Breve Historia y Guía del Cementerio de Concepción del Uruguay”, Municipalidad de Concepción del Uruguay, sin fecha.

5/3/25

Santiago Derqui, el presidente del olvido

Rubén I. Bourlot


El 5 de marzo de 1860 asumía el mandato el segundo presidente constitucional argentino Santiago Derqui aún en las sede de Paraná. No llegó a goberanar dos años ya que el 5 de noviembre pero de 1861 renunciaba a la presidencia luego de la polémica derrota del ejército nacional a manos de las fuerzas de la provincia rebelde de Buenos Aires. 

Los dieciocho meses que gobernó el país, ahora denominado República Argentina luego de la reforma constitucional de 1860, y con la reincorporación de Buenos Aires, no le alcanzaron para salir del oscurantismo de la historia. Fue el último estertor del intento por estructurar el país dentro de los términos del federalismo.

Santiago Derqui había nacido en Córdoba a principios del siglo XIX, donde cursó todos sus estudios. Se graduó de abogado y también ejerció el periodismo. En 1835 asumió el gobierno provisorio de la provincia, tras el derrocamiento de José Vicente Reinafé acusado de haber participado del asesinato de Facundo Quiroga. Duró poco. El nuevo gobernador electo lo envió a Buenos Aires prisionero por sugerencia de Juan Manuel de Rosas.

En 1839 colaboró con el gobernador federal de Corrientes Pedro Ferré, enfrentado a Rosas. Tuvo su primer contacto con Entre Ríos en 1842 cuando el unitario Carlos María Paz, en una chirinada, tomó el gobierno de la provincia y lo nombró colaborador. En 1846 gestionó el Tratado de Alcaraz entre el gobernador entrerriano Justo José de Urquiza y el correntino Joaquín Madariaga.

En 1853 fue convencional constituyente y cuando Justo José de Urquiza asumió la presidencia lo incorporó al gobierno como ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública y luego de Interior.


Presidente constitucional

Al terminar el mandato constitucional de Urquiza, fue elegido presidente del país que había logrado su unificación tras la batalla de Cepeda y la reforma constitucional a gusto de Buenos Aires. Lo acompañaba como vicepresidente Juan Esteban Pedernera. En apariencia contaba con los auspicios de Urquiza para sobrellevar los desmanes del gobierno de Buenos Aires encabezado por Bartolomé Mitre. Pero no fue así. Su postura en defensa de las plenas potestades del gobierno federal frente a la provincia rebelde desembocó en la batalla de Pavón. Urquiza, sin demasiadas convicciones, se hizo cargo del parte de las fuerzas de la Confederación. El resultado del enfrentamiento es conocido. Buenos Aires se quedó con un triunfo dudoso ante la capitulación de Urquiza cuando aún la caballería dirigida por López Jordán batía con éxito al enemigo. Debido a esa actitud el presidente Derqui ascendió a general a este último.

La suerte estaba echada. Alea iacta est como habría dicho Julio César al cruzar el Rubicón. Aquí el que lo cruzó fue Mitre que envió fuerzas militares para derrocar a los gobiernos provinciales. El 5 de noviembre Derqui le dejó una carta al vicepresidente Pedernera anunciándole su renuncia que no formalizó. “He llegado a convencerme –le decía- de que mi presencia al frente de la Administración Nacional se toma como un obstáculo para el arreglo de la actual situación de la República, tan dañosa ya al honor y a los intereses de ella. He resuelto, pues, separarme de ella”.

Se embarcó hacia el Uruguay en el buque inglés Ardent. Días después Pedernera declaraba disuelto el gobierno de la Confederación y Mitre asumía de facto.

De su paso en la presidencia queda el sillón presidencial existente en el Museo del Bicentenario que ostenta el escudo de la Confederación Argentina. Con el tiempo se lo recordó en algunas estampillas, en los ya derogados billetes de diez australes y en una rara hoja de afeitar marca “Presidente Derqui”.


Rumbo al olvido

En el Uruguay vivió prácticamente exiliado y humildemente hasta 1863 cuando regresó a Corrientes donde vivían su mujer Modesta Cossio y Lagraña y sus hijas Josefina, Modesta y Dolores. No vivió tranquilo acá tampoco. El gobernador de la provincia lo notificó que debía ser juzgado por un viejo conflicto con el obispo de Córdoba cuando era diputado en esa provincia y volvió a refugiarse en Montevideo hasta que se resignó a pedir ayuda a Rufino Elizalde, en ese momento ministro de Mitre, para regresar a Corrientes. “Derqui está viviendo en la fonda, de limosna, y ya son muchos meses sin tener con qué pagar –le escribió Elizalde al presidente Mitre-. Dadas las cosas y los antecedentes de usted para con él, esto no puede ser, no es decoroso. Estamos predicando concordia, pero no la hacemos. Urquiza es más responsable que Derqui. La miseria en que éste vive prueba que si fue desordenado no hubo sin embargo fraude en su Administración de que se aprovechase.”

Ya en la provincia litoraleña asistió a los preparativos de la guerra de la Triple alianza contra el Paraguay. Las tropas de Francisco Solano López, que invadieron la provincia en 1865, lo tomaron prisionero por algún tiempo y le destruyeron la chacra donde vivía. Luego de la evacuación de los paraguayos lo acusaron de colaborar con el enemigo y volvió a la cárcel. La pobreza lo persiguió hasta el final.

El 5 de septiembre de 1867 moría pobre y olvidado. Como nadie se hacía cargo del funeral sus restos permanecieron varios días insepultos hasta que una moción popular logró que se le enterrase en el cementerio de Corrientes. Actualmente sus restos descansan en la Parroquia La Santísima Cruz de los Milagros, en Corrientes capital.


La educación de la mujer en tiempos de Urquiza

Rubén I. Bourlot

 

En 1850 Urquiza impulsa con hechos concretos la educación de las mujeres con la creación de la escuela de niñas "San Justo y Pastor" en Paraná.

El gobernador Urquiza, siguiendo su programa educacional que incluía la creación de colegios secundarios de estudios preparatorios en Paraná y Concepción del Uruguay y una escuela normal de maestros, funda un establecimiento que se denomina Colegio Entrerriano de los Santos Mártires Justo y Pastor destinado a la educación de niñas en Paraná. El 17 de noviembre de 1850 aprueba el reglamento provisorio que debía regular el funcionamiento de la institución.

Según el reglamento las materias de enseñanza son: lectura, escritura, doctrina cristiana, reglas de urbanidad, aritmética, costura y toda clase de bordados en oro y seda, y como clases accesorias: gramática castellana, dibujo, francés, piano y canto.

Pueden ingresar a la institución niñas entre los cinco y catorce años. Las hijas de padres pudientes abonan dos pesos mensuales de arancel, pero los útiles se dan gratis, con excepción de bastidores y telas para bordados de las niñas pagas. Las alumnas pueden ser internas o externas; las primeras pagan una pensión, exceptuando las de escasos recursos a quienes se las costea el Estado. Los trabajos realizados por las niñas pagas se destinan a beneficio de sus familias y los de las niñas pobres a beneficio del Colegio pudiendo adjudicarse a las niñas en calidad de premios. Las clases se dictan en dos secciones en dos turnos: de 8 a 10 de la mañana y de 3 a 6 de la tarde. Los sábados por la mañana se dictan clases de urbanidad y de religión y por la tarde se examina una de las clases, con asistencia de todo el Colegio.

A fines de 1851 concurren 25 alumnas externas y cinco internas. Para julio de 1852 ya son 64 las niñas que concurren, lo que demuestra el éxito de la iniciativa.

“La educación de las mujeres, librada hasta entonces al seno de las familias o a escuelas privadas, constituyó otra de las preocupaciones de Urquiza – dice Antonio Salvadores. La consideración de la mujer como sujeto capaz de promover el mejoramiento de las costumbres, determinó que la enseñanza primaria se hiciese extensiva a las niñas, sin otra variante que el agregado de labores propias del sexo. Era una consecuencia del concepto de la escuela, considerada centro de formación ciudadana, que con la revolución de 1810 se había extendido en el país.”

No hay dudas que estas medidas significaron un notable avance para incorporar a la mujer a la vida pública a través de la educación. No puede ponerse en tela de juicio que se agreguen “de labores propias del sexo” como dice Salvadores, cuando en pleno siglo XXI se siguen vendiendo, y hay un mercado para ello, juguetes “para nenas y para varones”.

El pensamiento de Urquiza sobre la educación de la mujer está expresado en la circular dirigida a los comandantes militares, el 13 de noviembre de 1850, incitándolos a secundar la obra del gobierno. “Poderosa y constante es la influencia de la mujer en el corazón de los hombres -dice-; como lo es la de éstos en la prosperidad de los pueblos”, y agrega: “Convencido el Gobierno Entre Riano de esta noble verdad, ha tomado todas las medidas conducentes al loable fin de generalizar en el bello sexo una sólida instrucción, basada en generosos sentimientos de honor, de honestidad y beneficencia que produzcan más tarde el desarrollo de las buenas costumbres privadas y públicas” (1).

A fines de 1851 había 25 alumnas externas y cinco internas en el citado colegio. Para julio de 1852 eran 64 las niñas que concurrían, lo que demuestra el éxito de la iniciativa.

La institución fue puesta a cargo de Vicenta Rabelo de Espiñeira y Rosalía Rabelo, contratadas en Buenos Aires. En 1852 fueron reemplazadas por Agueda Flores y Gertrudes Flores. En 1854 está al frente Eustaquia L. de Fish y al año siguiente asume Estraurófila Guevara de Paulsen.

(1) Recopilación de Leyes y Decretos de Entre Ríos, t. VI.

(2) Salvadores, Antonino, Historia de la instrucción pública de Entre Ríos, Museo Histórico de Entre Ríos “Martiniano Leguizamón”, Paraná, 1966

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