Rubén I. Bourlot
En
febrero de 1887 se instaló en Paraná la primera sucursal del Banco
Hipotecario Nacional de la provincia.
Hoy,
cuando está presente el debate acerca del papel del estado y en
particular de su intervención en materia financiera, vale rescatar
las dos iniciativas para consolidar la presencia del estado en la
administración del crédito público y el señorío en la emisión
de la moneda nacional. Fue justamente durante la gestión del
presidente Julio Argentino Roca, hoy apropiado por ciertos sectores
del liberalismo versión siglo XXI, quién impulsó la creación del
banco hipotecario estatal y años después hizo lo propio el
presidente Carlos Pellegrini con la creación del Banco de la Nación
Argentina.
El
Banco Hipotecario fue desde sus inicios (1886), el brazo financiero
del Estado en materia de viviendas. Luego de algunos intentos por
promover la actividad hipotecaria en nuestro país a partir de
inversiones privadas, el gobierno insistió con la necesidad de crear
una entidad bancaria destinada a la administración
de préstamos para la
compra de inmuebles. Es así como el proyecto fue sancionado el 14 de
septiembre de 1886.
La
institución sufrió los embates de la crisis financiera de 1890 pero
salió airosa. En 1915, la cartera de Banco Hipotecario constituía
el 19% de las inversiones en créditos reales colocados en el país,
mientras que en 1925 ese porcentaje alcanzaba el 37%.
La
reforma de la Carta Orgánica de 1919, estableció la posibilidad de
otorgar créditos especiales para fomentar la colonización agrícola
en lotes de no más de 200 hectáreas. Hacia 1930, el 50% de los
inmuebles de la Argentina adquiridos con crédito habían sido
financiados por Banco Hipotecario a través de sus cédulas.
La
nueva crisis de 1929/1930, por la caída de las bolsas especulativas
del mundo y el golpe que derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen,
afectó al banco pero para 1934 ya había retomado el sendero de
crecimiento y la cotización de las cédulas hipotecarias se
mantenían en alta, aún ante el estallido de la Segunda Guerra
Europea.
Durante
sesenta años la cédula hipotecaria argentina fue el instrumento que
canalizó el ahorro los argentinos, tanto de altos ingresos como de
sectores populares. A su vez permitió atraer los recursos necesarios
para poblar el campo y edificar las cada vez más pobladas ciudades.
En
nuestra provincia se formaron numerosas colonias agrícolas a partir
de créditos otorgados por el banco. También es cierto que, como lo
dijo Bernardino Horne (1937), “en los últimos años se
subdividieron muchos campos por empresarios particulares, llamados
colonizadores, que hacían su negocio comprando tierras y
vendiéndolas con préstamos del Banco Hipotecario, el que de esta
manera fomentó abiertamente la especulación”.
A
lo largo de su historia, Banco Hipotecario hizo posible que más de
1,8 millones de familias argentinas accedan a su primera vivienda y a
configurar la fisonomía de las principales ciudades del país.
El
banco fue privatizado en la década de 1990 y hoy su principal
accionista es la inmobiliaria IRSA fundada por Eduardo Elsztain.
El
Banco de la Nación Argentina en Entre Ríos
Otra
de las entidades financieras argentinas de bandera es el hoy
denominado Banco Nación que aún resiste los embates de los buitres
de las finanzas.
El
20 de enero de 1892 llegó a Entre Ríos el Banco de la Nación
Argentina. En esa fecha se instaló la primera sucursal en Paraná,
iniciando sus operaciones el 1º de febrero. En el mismo año se
llevó a cabo una verdadera siembra de sucursales en Concordia,
Gualeguay, Gualeguaychú, Nogoyá, Concepción del Uruguay, Rosario
Tala, Colón, Diamante, Victoria, Villaguay y La Paz.
En
1914 inició sus operaciones la sucursal de Chajarí. En 1916 lo
hicieron las sucursales de Basavilbaso, Lucas González, Urdinarrain
y Ramírez. En 1918 comenzó sus actividades la sucursal de San José
de Feliciano, en 1925 la de Federación, en 1926 San Salvador y María
Grande.
El
Banco de la Nación fue fundado 26 de octubre de 1891 por iniciativa
del presidente Carlos Pellegrini, como un medio para resolver los
embates de una devastadora crisis económica que afectaba, en
especial, al sistema bancario existente en ese momento. La crisis de
la deuda externa con el Reino Unido, que aún arrastraba los
coletazos del préstamo fraudulento tomado a la banca Baring en 1825,
las nuevas deudas en libras y la reducción de las reservas de oro
que sustentaban al peso moneda nacional provocaron la crisis que fue
una de las causas de la revolución de 1890 y la renuncia del
presidente Miguel Juárez Celman.
El
Banco Nacional, predecesor del Banco Nación, vendía oro que el
público atesoraba. Mientras existieron reservas metálicas, el tipo
de cambio pudo sostenerse y, hasta 1889, el Gobierno fue
relativamente exitoso en su esfuerzo por mantener el valor del peso
papel. Sin embargo, la intervención no fue suficiente: los
particulares provocaron corridas en pos de conseguir oro a cambio de
sus pesos. El peso terminó devaluándose un 200% y el Banco
Nacional, como otros particulares, cerró sus puertas.
Tras
asumir la presidencia Pellegrini resolvió crear la Caja de
Conversión, entidad emisora de moneda, y el Banco de la Nación de
capital enteramente estatal que en pocos años abarcó en su giro a
toda la geografía nacional y se convirtió en el mayor banco
comercial argentino.
El
banco cumplió con un papel preponderante en la asistencia al sector
rural, a tal punto que contribuyó a convertir a la Argentina en el
“granero del mundo”. Con sucursales desparramadas en todo el
territorio nacional llegaba directamente a los productores, y a los
pequeños y medianos empresarios, como ningún otro banco privado lo
había hecho.
El
crédito estatal
La
banca estatal argentina se fue constituyendo a lo largo de un proceso
que se inició junto con la sanción de la Constitución Nacional en
1853. En ese año la Convención Constituyente sancionó el Estatuto
para la Organización del Crédito Público, por iniciativa del
ministro de Hacienda Mariano Fragueiro, que creó el Banco Nacional
de la Confederación, entidad que no pudo sostenerse en el tiempo.
Luego, hasta 1881, el sistema monetario y financiero argentino
convivió con una multiplicidad de monedas emitidas por distintos
bancos del país y extranjeros.
En
1881 se unificó la moneda, el peso nacional convertible al patrón
oro que se mantuvo hasta 1885. Ante esta imposibilidad de sostener la
convertibilidad continuaban circulando las que hoy llamaríamos
cuasi-monedas, distintas al signo monetario nacional, emitidas por
los bancos particulares que en 1887 se oficializaron como “bancos
garantidos”.
En
1900 se reabrió la Caja de Conversión con pesos convertibles en
oro, suspendida al estallar la Guerra europea en 1914. En 1927
retornó la convertibilidad que finalmente se abandonó en diciembre
de 1929.
La
crisis del sistema monetario como consecuencia de la coyuntura
internacional y del interés británico que incorporar al país a la
órbita de la libra impulsó la creación de un banco central tomando
como modelo el Banco de Inglaterra. El entonces director del banco
británico Otto Niemeyer impulsó su creación que finalmente se
sancionó en 1935 con las modificaciones introducidas por el
economista Raúl Presbich.
La
institución era una entidad mixta con participación estatal y
privada –principalmente bancos de origen británico-, que tenía
entre sus funciones la exclusividad en la emisión de billetes y
monedas y la regulación de la cantidad de crédito y dinero, así
como la acumulación de las reservas internacionales, el control del
sistema bancario y actuar como agente financiero del Estado. Se
dotaba así a la autoridad monetaria de instrumentos para actuar como
“prestamista de última instancia” y la adopción de políticas
anticíclicas a fin de moderar las fluctuaciones económicas.
Sin
embargo, la aplicación de políticas monetarias seguía estando
condicionada por las preferencias e intereses de inversiones
extranjeras -predominantemente británicas- que querían enviar sus
ganancias al exterior y evitar devaluaciones de la moneda nacional.
Durante
el peronismo (a partir de 1946) se dispuso la nacionalización del
Banco Central y se creó el Sistema Bancario Oficial, cuya estructura
la integraban también el Banco de la Nación, el Banco de Crédito
Industrial y el Banco Hipotecario.
En
1949 el Banco Central pasó a depender del Ministerio de Finanzas de
la Nación profundizando la política de orientación del crédito
hacia la producción en actividades de importancia para el desarrollo
del país.