Por Rubén Bourlot
(Publicado originalmente en la revista Orillas)
El folclore, nuestra
música nativa, no suele gozar de los favores de los medios de difusión masiva
orientado a los jóvenes, salvo casos que a fuerza de la fusión con otros
géneros y muchas concesiones estéticas logran la difusión masiva.
Hubo un tiempo que el
folclore fue multitudinario y gozó de los favores de los medios, de las
productoras y del público joven. La década del ’60 fue una explosión de
renovación en el arte y la cultura en general. Desde el norte argentino, como
una lava, bajaba el sonido de bombos y guitarras para hacerse un lugar en las
grandes urbes, junto a la naciente “nueva ola”, la beatlemanía y el emergente
rock nacional. La juventud se prendía con el folclore, empuñaba guitarras y el
clásico “Zamba de mi esperanza” estaba en boca de todos. Nacía Cosquín como una
catedral del canto nativo. Luego la maquinaria comercial tomó otros rumbos.
Poco a poco el canto autóctono se fue arrinconando y desapareciendo de las
grandes vidrieras. Hoy, con las excepciones que mencionamos más arriba, nuestra
música está como apichonada. El retumbo de cumbias de dudoso buen gusto,
reggatones altisonantes y latinos “internacionales” varios, satura el aire.
Pero siempre quedan hendijas por donde jóvenes con rebeldía y audacia hacen rebrotar
la música desde nuestras raíces.
“Siempre me pregunto
por qué canto yo”, dice Victoria del Rosario Dobler, y agrega: “Me gusta
cantarle a los niños, y llamarlos para que canten. Cantar a los niños es como
plantar semillitas. Plantar semillitas de amor, de hermandad. Porque eso es la
música: es amor, es liberación del alma, es lucha”, afirma.
Victoria transcurrió
sus diecisiete años en San Benito, es pequeña localidad acollarada a la capital
provincial. Y desde siempre sintió que la música, y en particular el folclore,
fue su vocación. “Amo la música desde que tengo pañales. No fui influenciada
por nadie. En mi familia no había músicos, salvo mi padrino que tenía una
guitarra y cantaba algo. Mi abuelo que era panadero escuchaba todas las noches
la radio y escuchaba folclore”. A los diez años, porque sus padres no podían
comprarle una guitarra, “agarraba una escoba y me subía a un tablón y me ponía
a cantar. A veces me subía a un árbol que
me gustaba mucho y ahí cantaba, hasta que mi mamá se dio cuenta que eso del
canto venía en serio”.
“Yo no elegí ir a
boliches donde generalmente va la juventud - afirma. Yo elegí estar como mi
guitarra, y cantar. La música es muy importante porque es como ser predicadores
de la vida. Es como un sacerdocio, porque hay que dedicarle tiempo y amor.
Estás trabajando con el alma todo el tiempo. Es sembrar amor para que la gente
se enamore con las canciones”.
Victoria lleva su
guitarra como una extremidad más de su cuerpo. Canta a los niños en las
escuelas, y se abre caminos en peñas y en algunos escenarios mayores de la
zona, “y donde me convoquen”. Interpreta
a los clásicos del folclore del litoral: Puente Pexoa, El Jornalero, Puentecito
de la Picada, muchos rasguidos dobles, todo el repertorio de Jorge Méndez. Es
una convencida que hay que empezar por lo nuestro, por lo más cercano, por lo
que nos identifica para poder apreciar lo
que viene de afuera. “Quiero
partir de conocer quién soy acá en Entre Ríos. Me gusta cantar cosas del
litoral, de artistas que ya no están y que han dejado un gran legado con letras
que tienen sentido. Es lindo escuchar canciones
que trasmiten valores y respuestas para el otro, porque es una manera
bonita que te lleguen las cosas más claras. Cuando una escucha una canción
aprende. Ese es mi objetivo y mi convicción: aprender. Canto temas folclóricos
de toda la Argentina, pero en estos momentos me he planteado conocer a nuestros
artistas, poetas, escritores del litoral”. Grandes definiciones de una incipiente
artista.
También escribe letras
con una perspectiva femenina. “Quiero escribir canciones femeninas, desde la
perspectiva de la mujer. En vez de ‘te acordás mi chinita’ me gusta decir ‘te
acordás mi cambacito”. Y opina que le gustaría que “en la escuela, en las
clases de música se escuchara más de nuestra música para que sepamos de dónde
venimos. Porque si no estamos perdidos. Si viene alguien de otro lado y nos
dice: ¿sos argentina, sos entrerriana?, y te van a decir ¿qué escuchás? ¿qué
comés? Y entonces se pierde el vínculo con ese hermano que quiere aprender de
lo nuestro si no se quién soy. Hay que partir de conocer lo nuestro, qué
significa ser entrerriano, para luego conocer a nuestro país. Porque así se
valora más lo del otro”.
Opina sobre los nuevos
intérpretes de nuestra música que a veces fusionan géneros para congraciarse
con la preferencia del público más joven. “Me gusta el artista que actúa por
convicción propia y no por cosas comerciales. No estoy en contra de la fusión de
la música, de esos nuevos valores que surgen, pero sí que canten cosas que nos
dejen algo valioso”.
Hoy Victoria está ocupada
en seleccionar los temas de su primer disco en donde interpreta letras propias
y otras de artistas reconocidos, mientras se foguea con los consagrados en
espacios como el Anfiteatro Santángelo de Paraná, la Fiesta de los Reyes Magos,
en Festival de la Juventud de Urdinarrain y más recientemente en la Noche de
los Nuestros que se desarrolla en el teatro 3 de Febrero de Paraná.
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