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11/4/13

El chasqui milagrero

Por Rubén Bourlot
Por los pagos de Feliciano, un templete rodeado de flores, velas, cartas, de mensajes implorando y otros agradeciendo. La esperanza de un milagro mueve multitudes que se acercan a este rincón del norte entrerriano. Le van a pedir a esa alma que un día se fue a trotar a otros pagos.
El Lázaro Blanco es un mito arraigado en Entre Ríos, casi el equivalente al Gauchito Gil, a la Difunta Correa, pero sin traspasar las fronteras de la provincia. Recuerda la figura de un hombre bueno, trabajador y valiente. Casi un héroe. Un chasqui que no se amilana ante el peligro por cumplir con su deber. Su trayecto habitual es entre La Paz y Feliciano, llevando y trayendo mensajes y algunas pequeñas encomiendas, las que puede cargar en la maleta al lomo de su caballo. No lo para ni el frío del invierno, ni los soles del verano, ni lluvias y tormentas.
Un día de esos que el cielo amenaza se aventura a marchar hasta La Paz para buscar los sueldos del personal policial. Es por 1886 y bien temprano se prepara. Busca el gateado porque el tordillo no es adecuado para días tormentosos. Dicen el que color blanco atrae los rayos. Sale con la lluvia encima, comienza a desandar caminos hasta que, tras unos 15 kilómetros, la tormenta arrecia y busca refugio debajo de un frondoso algarrobo. Es el error fatal. Un rayo fulminante terminan con la vida del jinete y su caballo.
Tres días pasan hasta que el comisario Demetrio Verón halla el cuerpo y ordena su sepultura en el viejo cementerio de Feliciano. Un valiente anónimo, como tantos, que sólo recordarían su pareja Isabel López y sus cuatro hijos. 
Pero la historia no queda así. El destino quiso que Lázaro permaneciera en la memoria del pueblo. Años después de ocurrido este hecho, una gran sequía azota la región norte de Entre Ríos. Un productor rural de la zona llamado Ciriaco Benítez, ve con preocupación cómo pierde toda su cosecha y su hacienda por la seca. Durante una siesta debajo un árbol, Benítez tiene un sueño: sueña que un joven a quien no conoce se le presenta, le dice que confíe en él y su cosecha será salvada; y le indica el lugar donde debe visitarlo.
Benítez va al lugar indicado en su sueño, y descubre allí una cruz de madera recordando la muerte de Lázaro Blanco en ese lugar. 
Al día siguiente cae una fuerte lluvia que salva la cosecha y los animales. La noticia recorre todo el pueblo, y se multiplican los pedidos de ayuda que según las peticiones, son atendidas prestamente. Hacia comienzos del siglo XX, se construye un pequeño templo en el lugar donde estaba la cruz de madera, sobre el viejo camino a La Paz. Allí la gente se acerca para dejar placas de agradecimiento por los favores recibidos y se amonta una colección de objetos y ofrendas, desde vestidos de novia a zapatos y camisetas de fútbol, velas, flores, cuchillos y sombreros.
Cada año, en septiembre, se lleva a cabo en Feliciano la fiesta del Lázaro Blanco con una peregrinación y bailantas chamameceras.
Linares Cardozo le dedica un chamamé galopeado que lleva el nombre de “Lázaro Blanco”.
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