7/9/24

Agricultores y máquinas. La primera cosechadora autopropulsada

 Rubén I. Bourlot

El 8 de setiembre se conmemora el Día del agricultor debido a que se recuerda la fecha de la fundación de la colonia agrícola de Esperanza, Santa Fe, “dividida y amojonada entre setiembre y noviembre de 1855 y poblada a principios de 1856”. Los colonos europeos lograron con su porfía abrir surcos en tierras vírgenes donde señoreaban los montes y las vacas. Este hecho modificó definitivamente la matriz productiva de la pampa argentina.

El 28 de agosto de 1944, por decreto Nº 23.317, el gobierno argentino instituyó el Día del agricultor, considerando que en la provincia de Santa Fe, más precisamente en donde hoy se encuentra Esperanza, se había fundado de la primera colonia agrícola.

La arbitrariedad de la fecha para homenajear a los cultivadores de la tierra no hace honor a la verdad histórica. Los testimonios nos dicen que desde épocas prehispánicas la agricultura era una práctica entre las comunidades que habitaron la región como los chanaes y los laboriosos guaraníes. También hubo agricultura en la época hispanocolonial por parte de los españoles que trajeron el trigo, y en el periodo poscolonial florecieron campos de cultivo cercados de setos vivos o palos a pique para resguardarlo de la hacienda. Pero se cultivaba.

 

La primera colonia

Inclusive se puede poner en tela de juicio que Esperanza sea la primera colonia de agricultores organizada. En Entre Ríos, el 1° de septiembre de 1853 se creó oficialmente la Colonia Agrícola Militar Las Conchas en el departamento Paraná por iniciativa del gobernador Justo José de Urquiza. Manuel Clemente fue el encargado de iniciar el núcleo poblacional, con militares de origen vasco español que habían combatido en la batalla de Caseros. 

La intención de Urquiza era “formar en el rincón de las Conchas una población o Colonia Agrícola Militar de vascos españoles y en este concepto de Vd. lo conveniente para destinarle el lugar aparente en que debe plantearse dicha población. Los primeros que son 15 ó 20 hombres, necesitan bueyes, herramientas y semillas que he dispuesto que Vd. le haga facilitar." (Carta de Urquiza al gobernador delegado Antonio Crespo).

En 1855 se hizo cargo de la colonia el coronel Doroteo Salazar, que en 1956 trajo al lugar ciento cincuenta inmigrantes alemanes y en 1857 un grupo de belgas a quienes se agregaron familias criollas. Poco a poco fueron arribando familias de Alemania, Suiza, Francia e Italia.

En 1858, por el importante desarrollo que adquirió el lugar, el gobierno nacional dispuso que la Colonia Las Conchas se llamara Urquiza en honor a su fundador. El 7 de septiembre de 1860 fue elevada al rango de villa.

 

El músculo y la máquina

La agricultura en los tiempos de la fundación de las primeras colonias se practicaba todo a pulmón, con escasa ayuda tecnológica. La mano de obra humana y la tracción a sangre se complementaban con rudos instrumentos de labranza como arados, palas, azadas y no mucho más. La siembra se realizaba “al voleo” y se segaba con hoces y guadañas para luego trillar con el pisoteo de caballos y finalmente zarandear al viento para separar la paja del grano.

Hacia fines del siglo comenzaron a llegar las primeras maquinarias para segar y trillar, y los motores a vapor para reemplazar a los bueyes y caballos. Todo era importado pero no faltaron los gringos y criollos que aportaron su inventiva para imitar la maquinaria y mejorarlas. Los herreros vecinos de la colonia Esperanza, por ejemplo, fabricaron los primero arados nacionales hacia 1880. Luego le siguieron otros implementos como las segadoras y trilladoras de factura nacional.

Estos ingeniosos hacedores no habían pasado por la universidad, no eran ingenieros y se habían formado a martillazo limpio. Pero su capital más importante era la apertura de mente para innovar. Como lo sostiene John Kenneth Galbraith (el reconocido economista neokeynesiano) en su libro La sociedad opulenta, los grandes innovadores de las revoluciones industriales “eran con mayor frecuencia el resultado de un brillante destello de la inteligencia que el producto de una educación y de un desarrollo de años” y ejemplifica con los casos del inventor de la lanzadera volante, John Kay, el de la máquina de hilar, James Hargreaves, y el de la urdidora mecánica, Richard Arkwright. Los primeros “eran sencillos tejedores con una inclinación por la mecánica. Arkwright había aprendido de joven los oficios de barbero y peluquero y apenas sabía leer y escribir.” Pero sus inventos fueron los responsables de la primera revolución industrial europea.

En el país hacia 1920 los hermanos Juan y Emilio Senor fabricaron la primera cosechadora de cereales argentina en San Vicente (Santa Fe). Eran equipos de arrastre, similares a las importadas, que pronto compitieron con éxito en el mercado. Pero la verdadera innovación vino casi una década después cuando el inmigrante italiano Alfredo Rotania, radicado en Sunchales, logró fabricar una cosechadora autopropulsada en 1929. Con esta innovación se eliminaban los caballos o tractores que “arrastraban” la maquinaria para trillar. La máquina tenía incorporado un motor con la suficiente potencia y las articulaciones para mover la maquinaria que segaba y trillaba y a su vez lograba el desplazamiento autónomo. Fue la primera cosechadora autopropulsada del mundo que se fabricó en serie.

Un poeta exiliado en el olvido

 Rubén I. Bourlot

 

Si hoy nombramos a José María Fernández Unsain, para el común de la gente es una una persona desconocida. O tal vez el nombre de un sitio público, una calle tal vez y con mucha suerte. Para unos pocos es el nombre de un poeta entrerriano que escribió sonetos de ambiente campesino y el tiempo lo lleva al exilio en México y en el olvido.

Nace en 1918, en Paraná y pronto despierta su vena poética. Muy prematuro, en 1935 publica Cristal de juventud. Colabora en distintos periódicos de su ciudad natal. En un reportaje dice: “Mi padre tenía una biblioteca de 10 mil volúmenes a los cuales me acerqué desde muy pequeño. A los tres años aprendí a leer [...], a los 12 años escribí mi primer poema, un romancillo”.  En 1935 da a la luz, con premura,  su libro Cristal de juventud. De esa época es un sentido homenaje poético al arroyo Antoñico, que atraviesa como un cuchillo su ciudad natal: “Los gurises crecían chapaleando / su agüita triste / como si el gris fuera de agua para siempre…”  

Hacia 1942 la Universidad del Litoral le edita Esto es el campo y después se va a las luces de la gran ciudad, a Buenos Aires donde colabora en diversos medios y ejerce el periodismo escrito y radial. Gana premios varios por su producción literaria que lo hacen reconocido en el país y Latinoamérica.

“Montado en pelo estoy sobre la tierra / - potro de sol y sombra coscojera – (… ) / el campo es cierto como un árbol, creo, / y por los aires cálidos y fríos / mis soledades y luz arreo”, publica en Sonetos.

Se interesa por la política y adscribe a las corrientes nacionalistas. Integra y dirige el diario Tribuna de esa orientación junto a personalidades como Luis Soler Cañas, Joaquín Linares, Lautaro Durañona y Vedia, Gilberto Gomes Ferrán, Jorge Massetti y Fermín Chávez. En 1945, los profundos cambios que se acercan lo encuentran en la vereda aluvional de los invisibles, los descamisados. Se suma al movimiento que encabeza Juan Domingo Perón e integra una lista electoral como candidato a diputado. Luego cumple diversas funciones como director del Teatro Nacional Cervantes, presidente de la Comisión de Cultura, director general de la Secretaría de Cultura y secretario de Eva Perón a quién dedica su poema Canción elemental, editado por la peña Eva Perón. Ya lejos de su patria, en México escribe el poema Eva del sur: “Te recuerdo en el grito y en la premisa / muriendo suavemente por los ajenos. / Qué modo de quererte, malos y buenos, / qué modo de calarte por la sonrisa.”

También produce guiones cinematográficos con particular maestría que lo lleva al éxito de taquilla con La muerte se está poniendo vieja, premiada como la mejor obra de 1948. Entre las numerosas obras que escribe se cuentan los de Una viuda casi alegre (1950), Alfonsina (1957), sobre la vida de la poetisa Alfonsina Storni y La sombra de Safo (1957).

Fermín Chávez recuerda la experiencia con el denominado Teatro Obrero de la CGT. “Es una experiencia que se inicia en 1949, con la dirección de César Jaimes y Fernández Unsain. El elenco estaba formado por obreros y por gente que provenía del teatro vocacional, de los teatros de barrio. Con el Teatro Obrero de la CGT recorrimos muchas provincias, Corrientes, Tucumán, San Juan. Se presentaban obras de corte político, escritas especialmente.” En 1955 estrena Dos basuras, dirigida por Esteban Serrador y con Amelia Vences en la cabeza del elenco.

El golpe de estado de 1955 que derroca el gobierno de Perón lo impacta profundamente y años después, en 1958 parte al exilio mexicano y casi al olvido para los entrerrianos.

Y desde allá escribe “A los que murieron para que la patria”: “Míralos cómo caen / cómo tienen partidas las espaldas / y ardientes agujeros en la nuca / y los huesos quebrados como ramas. / (…) Ya están muertos, los pobres. / Ya no sufren, ni esperan, ni ríen, ni nada. / Ya no podrán usar la tardecita / para querer a las muchachas, / ya no podrán besar, ni morirse de a poco / ni preferir la Patria.”

Su producción en tierras de los aztecas es incalculable. Escribe guiones de películas - 243 consigna una estadística -, dirige y produce incansablemente. Tiene una intensa actividad gremial en defensa de los derechos de los escritores y autores. Su dinamismo es reconocido por el gobierno mexicano y otras instituciones. Entre 1980 y 1984, Fernández Unsain encabeza el Consejo Mundial de Autores de Radio y Televisión. Además, preside en dos oportunidades del Consejo Panamericano de Sociedades de Autores y Compositores.

Durante todo el tiempo se pronuncia por defender el derecho de autor que tienen los escritores, así como por un pago digno para ellos.

Y es en esas tierras que adopta como suya donde lo encuentra la muerte el 18 de junio de 1997.

 (Publicado originalmente en la revista Orillas, Entre Ríos, 2013) 

Fuentes:

José María Fernández Unsain, Cristal de juventud, Paraná, 1935;

José María Fernández Unsain, Este es el campo, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 1942;

José María Fernández Unsain, Canción elemental, Peña Eva Perón, Bs. As. 1949

José María Fernández Unsain, Amor huído, Antología, Editorial de Entre Ríos, Paraná, 1995, con prólogo de Fermín Chávez.

Marcelo Leites, Antología José María Fernández Unsaín, en http://www.autoresdeconcordia.com.ar.

 http://escritores.cinemexicano.unam.mx/biografias/F/FERNANDEZ_unsain_jose_maria/biografia.html

25/8/24

La bandera de entre Ríos y los orígenes de la bandera artiguista

Rubén I. Bourlot

 

El 19 de junio se conmemora el día de la bandera de Entre Ríos que recuerda el nacimiento del caudillo rioplatense José Artigas el 19 de junio de 1764, creador de la enseña de la Liga de los Pueblos Libres que hoy identifica a nuestra provincia. La fecha se impuso mediante ley Nº 10.220 sancionada el 18 de junio de 2013.

La bandera tricolor era utilizada en Entre Ríos durante el siglo XX sin estar oficializada hasta que por un decreto del 5 de marzo 1987 se la declara como la bandera distintiva de Entre Ríos. Posteriormente, en 1989, la ley Nº 8.343 la convierte en bandera ceremonial obligatoria en los actos, ceremonias y desfiles patrióticos, junto a la bandera argentina.

La enseña fue la que mandó a confeccionar José Artigas en 1815 -en ese momento Protector de la Liga de los Pueblos Libres- y enarboló en el cuartel de Arerunguá el 13 enero de ese año. La misma debía ser similar a la de la Provincias Unidas creada por Belgrano con el aditamento de una banda roja que representaba el federalismo. En Entre Ríos fue adoptada en 1815 y en fechas similares se impuso en Corrientes, Santa Fe, Córdoba y Misiones. Luego se instituyó como uno de los símbolos de la República de Entre Ríos, cuando Francisco Ramírez rompió relaciones con Artigas.

En 1822, tras la muerte de Ramírez y la disolución de la República de  Entre Ríos, el gobernador Lucio N. Mansilla anuló su uso y la sustituyó por la bandera argentina.

 

La otra bandera

El motivo por el cual se adoptó en 1987 la bandera de la Liga Federal deja un resquicio para la polémica puesto que la provincia tuvo una bandera establecida por ley en 1833, durante la gobernación de Pascual Echagüe. La norma establecía que “La bandera azul y blanca que hasta hoy ha cubierto la Provincia no se usará en adelante en las fortalezas, puertos ni buques de su dependencia ni menos en su ejército.” Este párrafo está referido a la bandera de argentina que había impuesto el gobernador Lucio N. Mansilla en 1822.

“En adelante solo se usará de un pabellón tricolor con tres fajas horizontales, debiendo ser blanca la del centro, azul y colorada las de los lados, poniéndose en la parte superior la azul hasta la mitad de la bandera y el mismo escudo en el centro”, reza el decreto de Echagüe luego ratificado por ley.

El pabellón flameó durante las sucesivas gobernaciones de Echagüe y Justo José de Urquiza, y marchó triunfal presidiendo los ejércitos entrerrianos en la batalla de Caseros, en 1852. En 1860, cuando Entre Ríos recuperó su autonomía, tras haber permanecido como territorio federalizado para oficiar de sede del gobierno nacional entre 1854 y 1860, no registra el uso de una bandera provincial. Sí en 1870, cuando el caudillo Ricardo López Jordán se levanta en armas para oponerse a la intervención del gobierno nacional, vuelve a enarbolarse la bandera entrerriana.

 

La bandera artiguista

Otro debate aún no saldado acerca de la bandera que Artigas nos legó gira alrededor de sus orígenes, los colores y diseño. En publicaciones históricas se muestra la bandera izada por Artigas con un diseño de cinco franjas horizontales, las tres similares a la rioplatense (luego argentina) diseñada por Manuel Belgrano, con el agregado de dos franjas horizontales rojas en medio de las azules. Esta información surge de una comunicación de Artigas donde anuncia la jura de esa bandera: "...blanca en medio, azul en los extremos y en medio de éstos, unos listones colorados, signo de la distinción de nuestra grandeza, de nuestra decisión por la República y de la sangre derramada para sostener nuestra Libertad e Independencia."

Pero no hay constancia que haya flameado una bandera de esas características. Sí es cierto que en las provincias la forma de la enseña no fue unificada y que flamearon en Santa Fe, Córdoba, Corrientes y Entre Ríos fueron diversas pero siempre respetando los tres colores.

Acerca de los colores, no caben dudas acerca del blanco y rojo, pero sí sobre el polémico “azul celeste”. Belgrano cuando la creó en 1812 dice que “mandela hacer blanca y celeste”, como la escarapela que había aprobado el triunvirato, “de dos colores blanco y azul celeste”. En tanto Artigas dispone que la bandera de la Liga Federal fuera la creada por Belgrano, a esa altura oficializada, pero con sus dos franjas azules en vez del celeste, con el agregado de rojo “de la sangre derramada” para diferenciarse de la enseña que usaban las autoridades de Buenos Aires.

Acerca de la franja roja también existe polémica ya que para el historiador uruguayo Alberto Umpiérrez de la bandera que enarboló originalmente le Protector en Arerunguá en enero de 1815 (“blanca en medio, azul en los extremos y en medio de éstos, unos listones colorados”) no existe ningún ejemplar, en tanto la franja colorada cruzada es el diseño de José María de Roo que se enarboló en Montevideo el 26 de marzo de 1815, es la que hoy flamea en Entre Ríos.

Según Umpiérrez la banda diagonal roja que fue naturalmente inspirada en la “la Cruz de Borgoña (dos listones colorados cruzados)” que lucía la bandera del Regimiento de Patricios de Buenos Aires, surgido en 1806 para enfrentar a los invasores ingleses. En la resistencia a los colonialistas participó el blandengue Artigas. Es la enseña que preside las tropas del propio Protector en la Batalla de Las Piedras, el primer gran triunfo rioplatense frente a los realistas el 11 de mayo de 1811, cuando aún no había sido creada una bandera distinta. Ese sería el origen del rojo “signo de la distinción de nuestra grandeza” referido por Artigas cuando ordena a las provincias de la Liga el uso de la bandera federal. “Hay una corriente tradicional de historiadores que quiere asociar la tricolor de Artigas con la bandera francesa –agrega Umpiérrez-, pero en esta interpretación se omite el significado de los colores de la bandera francesa: el blanco representa la monarquía borbónica y la combinación de rojo y azul representa a la ciudad de París, porque son los colores del escudo de París.”


21/8/24

Carlos Mastronardi a través de las cartas

 Rubén I. Bourlot

 

El 5 de junio de 1976 murió en Buenos Aires Carlos Mastronardi, el consagrado autor de Luz de Provincia. Había nacido en Gualeguay, el 7 de octubre de 1901. Cursó sus estudios secundarios en Concepción del Uruguay, ciudad entrerriana honrada por la sombra de Urquiza, y fue interno de la noble Fraternidad.  Más o menos a sus veinte años se fue a Buenos Aires, con intención de estudiar abogacía.  Allí fue parte de del grupo “Martín Fierro”, esto es, la vanguardia literaria que, a mediados de los años veinte, se reunía alrededor de la revista de ese nombre.  Muchos años después sus personajes, ya ilustres, poblarían las páginas vívidas de Memorias de un provinciano: entre otros, el inclasificable  Macedonio Fernández, Roberto Arlt, Jacobo Fijman, Néstor Ibarra y el joven Jorge Luis Borges.

Tiempo después de publicarse su primer libro de poemas, Tierra amanecida (1926), la muerte del padre determina el regreso de Mastronardi a Gualeguay, experiencia caracterizada en las Memorias como “un período oscuro, un tiempo sin esperanza ni salida” que dura ocho años. Al cabo de ellos, Mastronardi volvió a Buenos Aires donde publicó su tercer libro: Conocimiento de la noche (1937) donde incluye su poema más celebrado: Luz de provincia.  El resto de su literatura cabe en unos pocos títulos.  Dos de ensayos: Valéry o la infinitud del método (1955) y Formas de la realidad nacional (1961); uno más de poesía: Siete poemas (1963) y las Memorias de un provinciano (1967).  

Es interesante rescatar no solo la obra literaria del gualeyo, también la frescura de sus textos epistolares donde se explaya en la intimidad con sus amigos. 

La vida a través de las cartas

Las cartas constituyen una fuente interesantísima para auscultar las mentalidades de una época y descubrir algunas “verdades” que muchas veces no se expresan en otros documentos públicos. Cartas de personalidades, políticos, artistas, empresarios, cartas familiares. Hasta no hace mucho tiempo la comunicación entre personas se hacía mediante las cartas, hasta que fueron reemplazadas por el territorio de lo virtual. Primero, los correos electrónicos y hoy los breves y efímeros mensajes de las redes sociales, celulares y otros artefactos. La comunicación perdió ese encanto del relato escrito con tiempo para ser leído con tiempo. Todo es instantáneo y efímero. No sé qué incidencia tendrán ahora las cartas y si aún se siguen enviando por correo electrónico cartas que luego se guardan en algún rincón del ciberespacio. Lo casi cierto es que cada vez se escribe más breve, más desprolijo y no se guardan los escritos. Es la era de lo descartable. ¿Estaremos yendo a una nueva cultura ágrafa como en los tiempos primordiales? Es la gran pregunta.

Me consta que hasta no hace mucho las cartas aún circulaban, y tengo a mano un libro con olor a tinta fresca en donde Luis Alberto Salvarezza descorre el velo del pintor gualeyo Derlis Maddoni a través de su correspondencia. Cartas que muerden los primeros años del siglo XXI.

 

Mastronardi y Panizza

También Salvarezza rescata el intercambio epistolar entre Mastronardi y el otro gran poeta de nuestro terruño: Delio Panizza.

En una de sus misivas de 1953 hay referencias a Jorge Enrique Martí, el poeta de Liebig, y el también poeta Alfredo Maxit.

“Recibí sus amables letras del 6 del corriente, las que me apresuro en contestar, pues me encuentro ‘con un pie en el estribo’.

“El Dr. Hourcade, que mucho lo aprecia a Ud., apoya con decidido entusiasmo el proyecto de erigir un busto recordatorio de Doña Anita (María Ana Bugni, la almacenera donde se proveían los alumnos del Colegio del Uruguay internos en La Fraternidad). Así me lo dice en una carta reciente. Por mi parte, y en la medida de mis fuerzas, estoy con Uds.

 “Me propongo visitar al excelente amigo (Alfredo) Maxit en su domicilio de esta Capital. Por falta de tiempo, no he podido hacerlo hasta ahora. Me apena el estado de salud de este óptimo camarada. Pero sospecho que sus males, además de físicos, son morales. Aunque estoy sobresaturado de proyectos y tareas, trataré de verlo lo antes que me sea posible.

“Tengo planeado un viaje al Brasil, donde se me brinda la oportunidad de dictar algunas conferencias, amén de otros trabajos relacionados con mi vocación. La atracción del mar, y la sospecha de que allí la atmósfera es más ‘respirable’, no son incentivos que puedan subestimarse. En consecuencia, ignoro si para Mayo estaré en esta Capital. Me gustaría ‘alcanzarlo’ a Ud. para tener el gusto de oír su anunciada conferencia. Si no consigo el arduo…pasaporte, me verá Ud. en el salón de actos de Avellaneda.

“Precisamente en función de mi posible viaje es que solicitaba la devolución de mi conferencia, cuyo texto quedó en casa de Maxit. Es posible que (Jorge Enrique) Martí no pueda localizarla, pero nada se pierde con formularle la pregunta. Siempre causa pena perder un trabajo –desinteresadamente leído ante los jóvenes- en el que se puso empeño y fervor.

“Estoy plenamente de acuerdo con Ud.: debemos seguir luchando los pocos que quedamos en las trincheras. Aquí, o fuera de aquí, mi empeño será el mismo.

“Su amable carta hace referencia a la última novela de Beracochea (Roberto Beracochea, escritor nacido en Gualeguay). Sólo he leído la primera parte. Entiendo que es preciso hacer un distingo. Aunque no advierto mucha ‘garra’ y los personajes aparecen un tanto borrosos y desdibujados, alienta en sus páginas un noble anhelo de libertad. En consecuencia, cabría decir que los méritos del libro son más éticos que estéticos: en lo moral, sobresaliente; en lo intelectual, sólo medianejo.”

Cartas con César Tiempo

También mantuvo un fructífero intercambio de correspondencia, durante su “exilio” en Gualeguay (“La frustrada vuelta al hogar” señala Claudia Rosa en su iniciática “Poética e ideología en Carlos Mastronardi”), con César Tiempo (escritor nacido Israel Zeitlin). En una de esas cartas, fechada el 20 de enero de 1930, Mastronardi comenta la salida de “Los siete locos”, la paradigmática novela de Roberto Arlt.

“(…) acabo de leer la novela desconcertante de Arlt. Me parece un libro asombroso. Es casi insolente la abundancia de vida que hay en sus páginas. Me parece ‘el libro del año’. Me digo un encamotado de ese libro. En Arlt eso que los críticos del 905 llamaban garra. Nunca lo adiviné tan poderoso al amigo Arlt. ‘Los 7 locos’ tiene esa contextura maciza, homogénea, contundente, que solo se admira en Balzac y en algunos rusos de primera magnitud. El sabor policial de un secuestro allí relatado, y lo contradictorio de algunos caracteres, no disminuyen los méritos de esta obra (…)”

Y para finalizar este breve repaso por el territorio íntimo de Mastronardi, el principio de su laureada Luz de provincia: Un fresco abrazo de agua la nombra para siempre; / su costas están solas y engendran el verano; / Quien mira es influido por un destino suave/ cuando el aire anda en flores y el cielo es delicado

 

 Bibliografía a consultar

- Rosa de Greca, Claudia, (1985). Poética e ideología en Carlos Mastronardi (premio Fray Mocho), Editorial de Entre Ríos, Paraná.

- https://genoma.cfi.org.ar/Enciclopedia/Evento?eventoId=8836

Parodi, R. A., (1979). En Enciclopedia de Entre Ríos, T VI: Literatura, Arozena, Paraná.

Más temas sobre nuestra región en la revista digital Ramos Generales, disponible en http://lasolapaentrerriana.blogspot.com/

20/8/24

Tabossi fundador de la capital de los camioneros

 Rubén I. Bourlot

 

El 4 de agosto de 2004 la Cámara de Diputados de la Provincia designó a Tabossi, población del departamento Paraná, como “Capital de los camioneros”, título honorífico que la homenajea debido a que una de las principales actividades de la localidad es el trasporte de cargas. Se estima que existe un camión cada 17 habitantes. Anualmente, en noviembre, se lleva a cabo la fiesta del camionero.

Tabossi es actualmente un municipio que nació a partir de la localización de una estación ferroviaria en la primera década del siglo XX. Integra el ramal de Crespo a Hasenkamp. Oficialmente la localidad se originó el 29 de julio de 1908 cuando se aprobó el trazado urbano.

Pero, ¿a qué se debe el nombre de Tabossi? Siempre es de interés que los habitantes de una localidad conozcan el origen de su denominación porque ello contribuye a construir su identidad. Muchas veces la niebla del tiempo va desdibujando los trazos originales y pocos aciertan explicar el porqué del topónimo, como suponemos sucede con esta localidad entrerriana.

Lo que se sabe es que los terrenos donde se dibujó el plano del futuro centro urbano pertenecían a un reconocido emprendedor y político que tuvo actuación en zona, propietario de varias estancias, llamado Enrique Tabossi. Se dice, y se menciona en varias historias, que Tabossi donó la fracción de su propiedad para el asentamiento del pueblo. En realidad lo que hizo fue solicitar al gobierno provincial la autorización para la urbanización según la legislación vigente lo que le permitía el loteo y venta con la obligación de donar los terrenos que correspondían a trazado de calles y edificios públicos. Apelamos a lo que dejó testimoniado en su investigación Ariel Villanueva -autor del libro Historia de Tabossi. Memoria de un pueblo que se resiste al olvido-: “Se dice que Tabossi donó los terrenos. Sí, los donó pero era una exigencia legal para aprobar un pueblo. Fue una inversión.” Y agrega que “según algunas versiones, Tabossi estaba vinculado con el gobierno provincial y por eso supo de la oportunidad de comprar esos terrenos.”

 

Tabossi, la política y la estancia

Entique Tabossi había nacido en la provincia de Buenos Aires y estaba afincado en Paraná. Mantuvo una activa participación en la política, además de administrar sus propiedades distribuidas en la provincia, en los departamentos Paraná y Gualeguaychú. En una estancia de su propiedad, en este último departamento, se levantó el pueblo de Villa Elenora, más conocido como Irazusta, ubicado alrededor de la estación ferroviaria del mismo nombre. También en terrenos adquiridos a Tabossi por Carlos Antonio Brugo se fundó el puerto y pueblo Brugo.

Una biografía panegírica publicada en 1910, por diario El Entre Ríos de Paraná -tomada a su vez de la original publicada en el periódico El Trabajo de Pueblo Brugo- con motivo de su candidatura a diputado nos aporta un panorama acerca de la personalidad de Tabossi. Dice el periódico que “no ha cursado estudios universitarios, ni los claustros le otorgaron título académico; pero su clarísima inteligencia se ha desenvuelto en la vida pública (…)”. Se inició en la vida política en 1888, en el Partido Autonomista Nacional, fue elector de gobernador y presidente de la Nación en varias oportunidades y diputado provincial en 1905. “Versado por inclinación en asuntos financieros, los establecimientos bancarios de nuestra ciudad siempre lo contaron y lo cuentan entre sus mejores consejeros”. Dos veces fue candidato a la presidencia municipal de Paraná sin lograr ser elegido. Impulsó del mejoramiento de los caminos rurales en Colonia Antelo y en los distritos María Grande y Tala. “Fundó la estación que lleva su nombre sobre la línea Crespo a Hasenkamp –dice el citado diario-, en pleno monte, la que solo en un año y dos meses de persistente actividad de su fundador, ha adquirido los contornos de un alegre pueblo dotado de escuelas y de sus principales autoridades de campaña”. Tanto esmero le valió que “los vecinos de esa estación, en unión con la empresa del Ferro Carril ha exteriorizado sus sentimientos al señor Tabossi regalándole una placa de oro (…)”. Según Ariel Villanueva Tabossi tuvo poco contacto con la localidad, nunca vivió en ella.

Estuvo vinculado a los estudios para el trazado de un nuevo ramal ferroviario que partiría desde Paraná hasta Villa Urquiza, las colonias San Juan, Rivadavia y Antelo. Dice el informe que “personalmente practicó estudios con el señor ingeniero Burnard de la Compañía Ferrocarriles de Entre Ríos, teniendo a su cargo la parte financiera.”

En los comicios de 1910 para la renovación del ejecutivo y legislativo. Para la gobernación se presentó la única fórmula conformada por Prócoro Crespo y Emilio Marchini del partido Autonomista Nacional, luego llamado Unión Provincial, y Tabossi fue elegido diputado. En la nación accedió a la presidencia Roque Sáenz Peña que iniciará una reforma electoral fundamental que lleva su nombre. En el orden provincial también el gobernador Crespo impulsó una reforma electoral pero debió sortear la fuerte resistencia de sus propios partidarios en la Legislatura. El proyecto del ejecutivo ingresó a la legislatura donde el sector mayoritario se manifestó renuente a implementar el voto obligatorio y lo rechazó con 12 votos en contra por sobre los 10 positivos dentro de los cuales encontraba el de Tabossi. Un año deberá pasar hasta que Entre Ríos se sume a los vientos de cambio que soplaban a nivel nacional consagrando el voto secreto y obligatorio.

16/8/24

San Martín patriota latinoamericano más acá del bronce

 Rubén I. Bourlot


San Martín es una figura multifacética que podemos abordar desde diversos puntos de vista y no limitarnos a destacar su papel como militar o el edulcorado de padre que escribía máximas para Merceditas. Tenemos que bajar a San Martín de los monumentos, derretir los bronces para que cobre vida. Hacerlo humano como nosotros para que su ejemplo nos sirva, para que también nosotros nos convenzamos que somos capaces de realizar semejante empresa como la que llevó adelante un simple general nacido en lo que es hoy la provincia de Corrientes, en Yapeyú.

 

Los homenajes

Un año después del fallecimiento del general San Martín, el 17 de agosto de 1850 en Boulogne sur Mer (Francia), el gobernador de Entre Ríos, Justo José de Urquiza firmó un decreto, fechado en el Palacio San José el 16 de julio de 1851, mandando levantar una columna en honor del Libertador en el centro de la plaza principal de la capital de la provincia.

Esta sería la primera iniciativa para homenajear al gran patriota de América muerto en el exilio europeo.

El decreto disponía que a su pie se “inscribirán los nombres de todas las victorias con que afianzó la independencia de la Patria.”

Según algunas fuentes se cita que Chile fue el primer país donde surgió la idea de levantar una estatua o monumento al general San Martín, lo que en realidad se hizo inaugurándosela el 5 de abril de 1863.

La erección del monumento en Paraná, que estaba bajo la responsabilidad del Ministro General José Miguel Galán, no prosperó. No se conoce que haya pasado del papel a la convocatoria para su diseño ni al inicio de la obra. Es probable que los acontecimientos vinculados a la guerra contra el gobierno de Rosas y los posteriores sucesos de la organización nacional hayan diluido la idea.

Años después, el 28 de septiembre de 1857, el senador general Tomás Guido presentó un proyecto al Congreso de la Confederación con asiento en Paraná para levantarle un monumento "de formas colosales" en San Lorenzo, sitio de la primera y única batalla que libró San Martín en el actual territorio argentino.

Fracasados estos intentos, el 13 de julio de 1862 en la plaza San Martín de Buenos Aires se levantó el primer monumento que rinde homenaje al Libertador, una escultura ecuestre del francés Louis Joseph Daumas, idéntica a la que el mismo escultor emplazaría en Santiago de Chile un año después. En realidad Daumas ya había realizado en 1860 la escultura chilena, que recién se instaló en 1863, cuando el gobierno argentino le encargó una idéntica.

Cuando empezaron a sonar los fastos del centenario de la Revolución de Mayo (1910) el gobierno de la provincia hizo levantar el monumento ecuestre de San Martín, acompañado por el granadero, que se encuentra en la plaza 1 de Mayo, cuya estatua es copia de la obra de Daumas. No se hace mención al decreto suscripto por Urquiza en 1851 que precisamente mandaba levantar la columna en el centro de esa plaza.

El tiempo fue pasando y llegó centenario de la muerte de San Martín en 1950. Es en esa oportunidad que en el Parque Urquiza se colocó y bendijo la piedra fundamental de la columna “para dar cumplimiento al Decreto de Urquiza del 16 de julio de 1851” que a su vez se había ratificado por un decreto de fecha 8 de agosto, del entonces gobernador Ramón Albariño.

Finalmente la obra se inauguró el 1 de mayo de 1951, en coincidencia con el centenario de Pronunciamiento de Urquiza.

Militar y gobernante

San Martín, además de un patriota ejemplar -estratega extraordinario- fue también un hombre de gobierno en dos oportunidades. En su estadía en Cuyo fue nombrado gobernador de esa provincia que comprendía Mendoza, San Luis y San Juan. Desde este cargo preparó el Ejército de Los Andes para concretar la extraordinaria campaña a través de la Codillera y llevar las banderas de la independencia a Chile y el Perú. También en este último país fue nombrado Protector y estuvo a su cargo los primeros pasos de su organización autónoma.

Tuvo un destacado papel político para promover la declaración de la independencia en el Congreso de Tucumán de 1816. A través del diputado Tomás Godoy Cruz insistió para que se decidieran a dar el paso definitivo de la emancipación.

“¿Hasta cuándo esperamos nuestra independencia? ¿No le parece a usted una cosa bien ridícula acuñar moneda, tener el pabellón y cocarda nacional y por ultimo hacer la guerra al soberano de quien dependemos? (…) Los enemigos, y con mucha razón, nos tratan de insurgentes, pues nos declaramos vasallos.

“(…) Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas. Veamos claro, mi amigo: si no se hace, el Congreso es nulo en todas sus partes, porque reasumiendo éste la soberanía, es una usurpación que se hace al que se cree verdadero, es decir, a Fernandito.”

Cuenta Remigio Guido Spano (hijo del general Tomás Guido) que en Mendoza, si bien eran muchos los que se unían libremente al ejército, otros eran incorporados a la fuerza:

Indigentes, gauchos mal habidos, negros, zambos, mulatos y muchos alegres borrachines que daban vueltas por los almacenes y pulperías.

Se organizaban las partidas de granaderos que iban a incorporar a los futuros guerreros de la Patria. Iban a los almacenes, a los prostibularios, a los galpones de conchabo y demás yerbas y quien estaba al mando debía convencerlos primero por las buenas...y luego como se pudiera.

 

Promotor de industrias

En Mendoza promovió una verdadera industrialización para proveerse de todo lo necesario para equipar a los ejércitos.

Así designó jefe del Parque de Artillería en el campamento de El Plumerillo al cura Fray Luis Beltrán para montar una industria metalúrgica destinada a la fabricación de fusiles y cañones.

También se hizo cargo de la fabricación de zapatos y monturas. Diseñó equipos para transportar la artillería a través de las montañas. Todo se fabricó en el lugar. Trabajaban unos 700 operarios.

Además, como gobernador, reactivó comercio local de vino, aguardiente, fruta seca y harina; amplió las áreas cultivables con la apertura de canales de riego, le dio un impulso a la minería y a los artesanos locales. En el tema social, armó dispensarios, en los que se aplicaba la vacuna antivariólica e instrumentó medidas de prevención contra la rabia.

Y de ahí, con la independencia declarada, partió a desafiar al Ande para liberar a los americanos del Sur. Porque no liberó a tres países. Liberó los territorios de la América del Sur que él pretendía que se unieran en una gran confederación como lo habían soñado Simón Bolívar y José Artigas.


20/7/24

A Bayo se le escapó el caudillo pero atrapó al inglés

 @Rubén I. Bourlot


La última rebelión de Ricardo López Jordán en Entre Ríos (1876) fue un nuevo fracaso que terminó con el apresamiento y condena de su líder. Tras el intento de escapar por Corrientes fue tomado prisionero en Goya y derivado a Paraná para su juzgamiento. Ante la ostensible parcialidad que demostró el juez a cargo del proceso se lo derivó engrillado a Rosario el 5 de enero de 1878 donde terminó condenado y preso en la Aduana local.

En agosto de 1879 el famoso preso estaba bajo el cuidado del entonces Jefe Político del Departamento Rosario Servando Florencio Bayo y se le escapó la tortuga. Efectivamente, el 12 de ese mes López Jordán no estaba más en su prisión. En el informe que elevó Bayo al Ministro de Guerra y Mariana, Julio Argentino Roca, dice que “resulta como comprobado el hecho que el prófugo se evadió de su prisión, mediante la cooperación de su misma esposa, a la que se le había concedido permiso para que lo acompañase y curase de ciertas dolencias de que se quejaba y éste, vistiendo el traje de la misma, aprovechó para fugarse, engañando de esta manera al centinela que estaba en la puerta de la prisión (…).

“(…) También, arrojan vehementes sospechas que su fuga una vez en la calle, haya sido protegida por un individuo llamado Pedro Romero (a) ‘El Indio’, pues éste fue oficial del mismo López Jordán y desapareció de la localidad, casi al mismo tiempo que el preso.”

López Jordán terminó exiliado en Montevideo de donde retornó en 1891 amnistiado por el presidente Miguel Juárez Celman. En 1889 fue asesinado en las calles de Buenos Aires donde residía.

 

“No he robado, ni dejado robar”

Por nuestros pagos tal vez no sea muy nombrado Servando Bayo, en ese momento un funcionario menor de Santa Fe, en tanto sí es más conocido, para los que profundizaron un poco la historia nacional, el episodio protagonizado por Manuel Quintana, futuro presidente, entonces senador nacional pero además asesor legal sucursal Rosario del Banco de Londres, que ante un conflicto de la entidad financiera con el gobierno de Santa Fe pidió al gobierno inglés que una cañonera bombardease Rosario.

Bayo fue una notable personalidad santafesina que sin dudas trasciende los límites provincianos y es clave en el devenir histórico del país.  Fue gobernador de su provincia entre 1874 y 1878 en coincidencia con la presidencia de Nicolás Avellaneda. Al término de su mandato asumió el cargo de Inspector General de Armas de la provincia y luego Jefe Político de Rosario.

Había nacido en Rosario, cursó la carrera militar, intervino en la batalla de Cepeda (1859) integrando las fuerzas de la Confederación Argentina con el rango de capitán, siendo ayudante del coronel Nicolás Martínez Fontes, quien cayera gravemente herido. Frente a este hecho, Bayo arriesgó su vida para auxiliar a su jefe, ayudándolo a subir al caballo y salvándolo de una muerte segura. Tiempo después, Justo José de Urquiza premiaría ese acto de arrojo.

Su gobernación, sin dudas progresista, estuvo plagada de conflictos. El primero de ellos fue el levantamiento armado de Bartolomé Mitre que intentó un golpe de estado contra el recién electo presidente Avellaneda. Bayo puso al servicio de las instituciones constitucionales su cuerpo de "Gendarmes Rosarinos", armados de las modernas Rémington. Una vez en la presidencia Avellaneda dispuso resarcir económicamente los gastos de aquellas provincias que habían cooperado para sofocar a los mitristas. Cuando pasó por los gastos de Santa Fe encontró que la provincia más adicta en la contienda fuera la que menos reclamaba. Bayo se expresó en forma brusca: "es que no he robado, ni he dejado robar a nadie, Señor presidente".

Eran públicas las reglas de transparencia y austeridad de la gestión de Bayo a partir de los más altos círculos gubernamentales, castigando severamente todo intento de malversación de bienes comunes.

Durante su gobernación fue creada la inspección general de Escuelas, base para el actual Ministerio de Educación provincial, y se aprobó la ley que hizo obligatoria la educación primaria para todos los niños. También gestionó la creación del Colegio Nacional de Rosario inaugurado el 28 de febrero de 1875.

Pese a la crisis económica que sacudía al país por ese entonces, Bayo logró incrementar la renta pública, levantar una Casa de Justicia y la torre del Cabildo de Santa Fe.

 

Bombardeen Rosario

Pero el hecho que marcó a fuego su gestión fue el conflicto con el Banco de Londres y Río de la Plata al intentar llevar adelante una política económica y financiera soberana en tiempos del reinado de la libra esterlina. En 1874 se creó el Banco Provincial de Santa Fe, proyectado por el gobernador saliente Simón de Iriondo, con el objetivo de favorecer el acceso al crédito a los sectores productivos, con capacidad para emitir moneda. El capital de la entidad se constituyó con aportes de la provincia, de particulares y con un empréstito gestionado en Inglaterra por 300.000 libras.

En 1876 la sucursal Rosario del Banco de Londres y Río de la Plata, gestionado por Norberto de la Riestra, realizaba todo tipo de maniobras para monopolizar la emisión de moneda y, con manejos especulativos, provocó corridas financieras para debilitar al banco de la provincia.

Antes de la creación de la entidad financiera estatal el banco de origen inglés había logrado ser el único que operaba en la provincia de Santa Fe y, además de los servicios financieros, con la facultad para emitir moneda, con lo cual ejercía una notable influencia en la economía nacional. La sucursal rosarina del Banco de Londres se había constituido con la cartera del Banco Mauá y compañía, fundado en Rosario en 1857 como agente financiero de la Confederación que recibía los depósitos oficiales, que en 1867 le había trasferido su patrimonio.

Frente a las maniobras del banco inglés Bayo tomó intervención inmediata encarcelando e iniciándole una causa al gerente Luis Behn, se incautó de los depósitos de oro y ordenó la liquidación de la entidad.

La reacción de los banqueros extranjeros no se hizo esperar. El primer día de junio de 1876, el encargado de negocios británico Federico Saint John ordenó a la cañonera Beacon situarse en Rosario “en resguardo de la propiedad británica” mientras entrevistaba el mismo día al ministro de relaciones exteriores Bernardo de Irigoyen. Por su parte el abogado de la entidad y senador Manuel Quintana había viajado al Londres para solicitar que si el gobierno de Santa Fe no cedía en su actitud aplicaran la fuerza con el bombardeo de Rosario.

Ante esta situación el canciller de Irigoyen hizo valer sus dotes de negociador y con firmeza negó cualquier intervención diplomática del gobierno inglés con el argumento de que el Banco de Londres "era una sociedad anónima, es una persona jurídica existiendo únicamente para un fin determinado. Las personas jurídicas deben exclusivamente su existencia a la ley del país que la autoriza y por consiguiente no son ni nacionales ni extranjeras (…) no tienen derecho a la protección diplomática". Esta tesis sentó una importante jurisprudencia para preservar los intereses soberanos del país.

Finalmente los ánimos se calmaron y la institución inglesa cedió ante la posición argentina.


Publicado originalmente en El Diario de Paraná, enero de 2024

13/7/24

Paraná, ciudad de retazos

 Rubén I. Bourlot


La capital de Entre Ríos, que fue también capital de la Confederación durante casi una década (1854-1861), es la ciudad retaceada. Por un lado, por motivos no muy bien fundamentados, se suele decir que es “la ciudad no fundada” y se conmemora como “día de la ciudad” el 25 de junio relacionado con la constitución del primer cabildo en 1813.

Por el otro lado es la ciudad que aún no ha escrito su historia completa como la tienen otras ciudades y pueblos entrerrianos. Solo cuenta retazos como la historia de Blas Pérez Colman (Paraná 1810-1860) y los dos tomos de Ofelia Sors (Paraná: dos siglos y cuarto de su evolución urbana, 1730-1955 y Paraná después del túnel subfluvial: 1960-1990), trabajos meritorios pero parciales. Actualmente se encuentra en marcha un proyecto de editar una historia para publicar con motivo de los 200 años de su elevación a ciudad (1826). Por otro lado hay un grupo que trabaja sobre la creación de la Parroquia.

Pero la verdadera fecha fundacional es el 23 de octubre de 1730 que durante mucho tiempo era reconocida como el origen de Paraná hasta que en estos últimos tiempos fue pasando al olvido y sustituida por el 25 de junio.

El caserío de lo que a principios del siglo XVIII se denominaba “Bajada del Paraná” o “La Capilla” en 1730 mereció ser sede de una parroquia. El asentamiento surgió a partir del traslado de Santa Fe desde su antigua localización en Cayastá a la actual que impulsó la radicación de pobladores en la “otra banda” del Paraná para dedicarse a las actividades mineras, ganaderas y vinculadas al desarrollo de un puerto favorecido por la topografía de la zona. También los viajeros que se dirigían a Corrientes y Asunción solían atravesar el Paraná para retomar la senda terrestre en La Bajada aprovechando por las mejores condiciones de transitabilidad de la ribera oriental del Paraná respecto de la costa santafesina. Así lo certifica la cartografía de la época que nos informa sobre las carreras de postas y correos que se fueron estableciendo desde la Bajada hacia Corrientes y las Misiones.

Con el tiempo el núcleo urbano fue creciendo en espejo al de Santa Fe de la Vera Cruz, hasta que en 1730, con fecha 23 de octubre, el Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires tomó la decisión de erigir la Parroquia del Pago de la otra Banda del Paraná haciendo lugar a lo solicitado por el gobernador Bruno Mauricio de Zabala. Este hecho se debe considerar como el acto fundacional de la actual capital de Entre Ríos aún dentro de la jurisdicción del Cabildo de Santa Fe.

Como argumentos incontrastables para reivindicar el origen de Paraná en 1730 tomamos los criterios que adoptaron otras localidades de la región.

En el caso de la ciudad de San Antonio de Areco, provincia de Buenos Aires, toma al 23 de octubre como su fecha fundacional en coincidencia con la creación de su parroquia. Se trata del mismo acuerdo que erigió la parroquia de Paraná. Con el crecimiento de la población -aproximadamente veinticinco propietarios (que incluía a mujeres e indios) y encabezados por José Ruiz de Arellano- el Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires, declaró a San Antonio de Areco como una de las primeras siete “Parroquias de campaña”, firmándose el documento el 23 de octubre de 1730, fecha que se considera la partida de nacimiento del pueblo (Actis, 1944).

También la ciudad de Nogoyá conmemora su fundación el 16 de julio que está relacionada con la erección de la capilla del Carmen por parte del cura Fernando Andrés Quiroga y Taboada en 1782 (Segura, 1972).

Por todo lo expuesto no caben dudas que Paraná es el primer núcleo urbano de Entre Ríos, próximo a cumplir los tres siglos, tiene sus orígenes fundacionales en la creación de la parroquia el 23 de octubre de 1730.

También, para quienes argumentan que Paraná nace a partir de su emancipación del cabildo de Santa Fe, tenemos el ejemplo de Coronda que también estaba comprendida dentro del ejido de la ciudad fundada por Garay que fija su origen en 1664.

Según información histórica Coronda nace en torno a la fundación de Santa Fe. Cuando Juan de Garay salió desde Asunción rumbo a esta parte para fundar un puerto cercano a Buenos Aires. Al mismo tiempo parte desde Córdoba de Tucumán (actual Córdoba) Jerónimo Luis de Cabrera. Ambos tenían la misma intensión y la casualidad hizo que se encontraran en Coronda, dando comienzo a la propia historia del lugar.

El 28 de marzo de 1664, Melchor Martínez obtiene la posesión de las tierras pobladas, al sur del arroyo Matadero (actual Coronda), las que ya se encontraban habitadas por diversos pobladores y cuyo núcleo se va acrecentando, constituyendo así el asentamiento definitivo y tomando su nombre de los aborígenes del lugar.

Si bien no tiene fecha fundacional se toma como tal la de la posesión de la tierra por parte de Melchor Martínez, celebrándose entonces cada 28 de marzo.

Lo mismo sucede con San José del Rincón que toma como fecha fundacional el 7 de diciembre de 1580, cuando vecinos de Santa Fe la Vieja decidieron asentarse en los márgenes del arroyo Ubajay y río Colastiné por entonces terrenos de propiedad Antón Martín.


7/7/24

La historia vista desde nosotros

 Rubén I. Bourlot

 

En 2002 el Congreso de la Nación aprobó la Ley N° 25.566 que estableció el día 1° de julio como el Día del Historiador. La conmemoración hace referencia a esa fecha de 1812 cuando el gobierno del Primer Triunvirato firmó un decreto por el cual ordenaba que se escribiera una “historia filosófica de nuestra feliz revolución para perpetuar la memora de los héroes y las virtudes de los hijos de América del Sud…” 

La conmemoración nos da pie para abordar algunas convenciones que se aplican al discurso histórico a modo de verdades reveladas que resisten el paso del tiempo y atraviesan las culturas.

Son las consecuencias de la colonización cultural que aplica acríticamente modelos concebidos para interpretar la historia de Europa, resabio de la modernidad europea, como es la división de los tiempos históricos que intenta organizarlos en periodos a partir de un momento que se consigna como en inicio de la Historia que para los europeos, permeados por el positivismo del siglo XIX, coincide con la invención de la escritura. Aún hoy ese aserto se repite en libros y manuales que se utilizan en las cátedras.

Según esa interpretación, el punto inicial de la historia se fija hace unos 6.000 años en la Mesopotamia asiática con el hallazgo de algunas tablillas con escritura cuneiforme. ¿Y lo anterior? Eso sería prehistoria. ¿Y si hubo escritura anteriormente? Entonces tendríamos que correr los tiempos históricos.

La periodización eurocéntrica parte de un criterio muy acotado a la visión de algunos historiadores, con serias limitaciones para rastrear la historia de la humanidad y concebir que tal vez haya escrituras muy anteriores. Pero, además, ¿por qué limitar a la escritura la historicidad de una comunidad? ¿Acaso el hecho de carecer de escritura le quita la entidad de cultura histórica? “La historia es el estudio del hombre en el tiempo”, sostenía Marc Bloch. El hombre, como género humano, desde el momento que aparece como ser racional, que transforma el entorno natural para satisfacer sus necesidades, construye cultura y por lo tanto es un ser histórico.

 

LA PREHISTORIA PARA LOS DINOSAURIOS

Si hace unos 10.000 años, o más, grupos trashumantes trotaban por las costas del Uruguay cazando y pescando con jabalinas y arpones, ya había historia en Entre Ríos. Entonces dejemos la prehistoria para los tiempos de los dinosaurios. Escribió Víctor Badano al respecto: “La cultura es inherente a la condición humana. No es posible concebir al hombre sin cultura, pues cuando ya aparece sobre la superficie de la tierra posee capacidad creadora”.

Para Friedrich Behn (Prehistoria e historia primitiva): "La ciencia de los principios de la cultura es una disciplina histórica. Cuando una concepción humanista mal entendida y el interés por las manifestaciones del Sur clásico y del Oriente impedía toda investigación científica de los restos del pasado en el suelo de cada país, la prehistoria fue cultivada principalmente por las disciplinas naturalistas (geólogos, antropólogos) y se presentaba muchas veces con el ropaje de una ciencia natural. Pero la concepción moderna le ha señalado su lugar adecuado en el marco de la Historia. El fin de la ciencia prehistórica es convertir la prehistoria en historia."

Apelamos a otro pensador nuestro, Rodolfo Kusch (América Profunda) -porque no necesitamos que nos lo diga Erick Hobsbawm-: “Separar la prehistoria de la historia es hacer positivismo o sea entroncar con el pensamiento de una burguesía espléndida. La prehistoria para el burgués francés medio es una tierra de nadie en la que se dan los utensilios. Como nada sabía de sus dueños, tenía la impresión de que se trataba de un ámbito en el cual la ciencia exploraba una humanidad integrada por hijos naturales. Por eso ella no fue incorporada a la historia, ya que ésta es, en cambio, la que relata los hechos promovidos por los creadores del mundo moderno. Napoleón merece estar en la historia porque se le conoce la familia, y no sólo la de sus padres carnales sino también la de los padres espirituales: la Revolución Francesa, Julio César, etc.

“Y es que los historiadores europeos, sólo ven como historia lo ocurrido en un solo vector en los últimos cuatrocientos años europeos o sea todo aquello que favoreció a la cultura dinámica y urbana. El resto ya va contaminado de prehistoria, excepto Grecia, que sirve, por cierto, de mito para la ciudad moderna. Una forma más profunda de ver la historia sería dividirla en cambio entre la gran historia, que palpita detrás de los primeros utensilios hasta ahora y que dura lo que dura la especie, y que simplemente está ahí, y la pequeña historia que relata sólo el acontecer puramente humano ocurrido en los últimos cuatrocientos años europeos, y es la de los que quieren ser alguien. La gran historia supone la simple sobrevivencia de la especie. La pequeña, en cambio, surge de la complicación adquirida por el hombre detrás del utensilio grande, que es, ante todo, la ciudad y que data de las primeras ciudades griegas hasta ahora, claro está salteando la ‘oscura’ edad media.”

Y por acá nomás observamos esa discriminación ente “históricos” y “prehistóricos” en los museos. Los testimonios materiales de las comunidades “históricas” se atesoran en el Museo Histórico Martiniano Leguizamón, por ejemplo, y los de las “prehistóricas” en el Museo de Ciencias Naturales Antonio Serrano mezclados con esqueletos de gliptodontes, macrauquenias y troncos petrificados, como si fueran partes del paisaje natural.

 

ANTIGUO Y EUROPEO, PRIMERO

En la escuela entrerriana los diseños curriculares de Historia (historia enseñada) estructuran los contenidos desde lo más antiguo y lejano, para el primer año, copiando el clásico modelo hegeliano eurocéntrico que concibe la historia como la marcha desde Oriente a Occidente en donde América recién emerge con la llegada de los europeos, cuyo estudio está contemplado en el segundo año. El tercer año está dedicado a los siglos XVIII y XIX (Diseño curricular, 2010, tomo I). En el ciclo superior se contempla el estudio del siglo XX. El mismo criterio cronológico, desde lo más antiguo a lo reciente, está contemplado para el ciclo superior de la educación primaria (cuarto a sexto años - Lineamientos Curriculares para la Educación Primaria, 2011).

Enrique Dussel (Europa, modernidad y eurocentrismo, en La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales) pone en tensión esa perspectiva hegeliana de una Europa moderna, occidental que explica la marcha de la historia desde Asia, llega a Europa y “descubre” América hace solo cinco siglos. Pero desde nuestro punto de vista tanto Europa como América son Oriente; ambas historias se construyeron a partir de las migraciones de pueblos asiáticos. Y en lo que nos interesa a los americanos, nuestra historia comenzó con las migraciones desde el verdadero “occidente” para nosotros.  Porque el occidente (occidere: donde declina el sol) para los americanos es Asia y Oceanía, desde donde vinieron los primeros pueblos que descubrieron el continente.

Quienes construyeron los diseños para la enseñanza no se atrevieron a navegar contra la corriente y proponer una visión americocéntrica que contemple la marcha de las civilizaciones desde Asia y Oceanía en el poblamiento del territorio americano varios siglos antes de la llegada de los europeos.

Por todo lo expuesto es menester repensar la historia, desnaturalizar los preconceptos, dar vuelta los órdenes preestablecidos, girar los mapas, introducir la perspectiva nacional iberoamericana en todos los contenidos del aprendizaje y dejar de actuar como el antiguo esclavo que pensaba que esa era su naturaleza, que su condición estaba impresa en su ADN y debía procurar realizarse dentro de los límites de su condición. Al menos al esclavo eso le servía para comer y abrigarse porque al amo le era útil saludable y le costaba dinero sustituirlo.

 

Más sobre el tema

Badano, Víctor, El arte de los ribereños plásticos paranaenses, Memorias del Museo de Entre Ríos, N° 34, Paraná, 1957. 

5/7/24

Claudia Rosa, in memoriam

 Rubén I. Bourlot


El 5 de julio de 2018 nos dejó Claudia Rosa. Rara avis esta Rosa, como una rosa negra. Una rosa que se marchitó demasiado pronto pero dejó su sutil perfume entre quienes la conocieron.

Como un colibrí siempre se la veía inquieta, inasible, imparable entre recortes y libros. Siempre en la búsqueda de las palabras bien escritas, hurgando los rincones de la literatura regional, esa que con vocación universal tiene que “remarla” para subirse a los escaparates de la fama metropolitana.

Claudia siempre recorriendo territorios en sus búsquedas. En la UNER, La UADER y de pronto, en un veloz vuelo en Alemania, o en París, o en su última morada: la Universidad del Nordeste.

Desde su casi iniciático Poética e ideología en Carlos Martronardi, se alza con el premio Fray Mocho, máximo galardón entrerriano de las letras.

Siempre fiel a un anclaje regional de la literatura, en su último trabajo publicado por el parisino Cuadernos Lírico, dice: “El mal que aqueja a la literatura argentina no es la extensión sino la apropiación de la cultura de la pampa húmeda, que alcanza la forma de lo nacional por sobre las producciones literarias de otras regiones del país. Un hiperprovincialismo expandido con pretensiones cosmopolitas. Y en estas constelaciones creadas a las sombras terribles del siglo XIX, que no terminamos nunca de invocar, aparece como contrapartida la impronta litoraleña que todos nosotros estamos empujados a evocar.” (Alfredo Veiravé y sus paisajes laterales). Así fue y así debe seguir siendo en alguna galaxia. Con el empuje para llevar nuestra voces a

 

Claudia Rosa fue profesora de las cátedras “Semiótica” y “Procesos Culturales Argentinos y Latinoamericanos” en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre Ríos, docente de posgrado, investigadora. Además, fue docente en la Universidad Autónoma de Entre Ríos y en la Universidad Nacional del Nordeste, en Corrientes y rectora del Instituto ETER Paraná.  Se destacó en la crítica literaria y en colaboraciones fundamentales en las publicaciones de Amaro Villanueva y Arnado Calveyra, entre otras obras de la Editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos. Falleció en Corrientes el 5 de julio de 2018.

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