Por Rubén Bourlot
Los nuevos contenidos establecidos para la materia Historia que se dictan en los secundarios para adultos en la provincia de Entre Ríos (Argentina) demuestran que en las últimas décadas nada ha pasado por la cabeza de los planificadores del Consejo de Educación. Las transformaciones curriculares de fines de la década del 80, que con sus errores supusieron un avance con respecto a los contenidos y metodologías vigentes, son ignoradas por los nuevos programas que retornan a la tradicional visión eurocéntrica de la Historia. Los tres años en que están compendiados los seis del nuevo secundario recorren la marcha de los acontecimientos históricos desde la antigüedad oriental: Egipto, Palestina, Persia, Etc. y avanzan por las culturas greco-romana, el medio evo europeo y la modernidad, hasta llegar a los tiempos contemporáneos. Todo observado desde algún mangrullo situado en las alturas de los Alpes o los Pirineos. Pareciera que el vetusto Grosso o el Astolfi, donde abrevaron la historia generaciones de argentinos, fueran a reeditarse. ¿Y donde se sitúa la América, nuestra América, en este contexto? Según los diseños curriculares la “visión del hombre y la construcción de la sociedad desde las distintas cosmovisiones históricas” ubican la historia de América como un apéndice, un mero episodio menor de la comedia histórica del denominado “Viejo mundo”. Sólo un agregado marginal. El “poblamiento” de América comienza con la llegada de los europeos. ¿Y antes qué? Estas tierras feraces serían un desierto como lo sostenían en el siglo XIX quienes pretendían apropiarse de las extensiones patagónicas. No se tiene en consideración que en nuestra América nacieron y se desarrollaron magníficas civilizaciones a lo largo 30 ó 40 mil años, y sin la ayuda de Europa. La etapa denominada “colonial” se estudiaría en el marco de “la construcción de los imperios ultramarinos”, según la nueva estructura curricular. Otra visión desde “allá”.
Tampoco se contempla el estudio de la historia local, las microhistorias que conservan la memoria de nuestra aldea y permiten comprender, desde lo inmediato y palpable, el mundo. Por qué no reflexionar acerca de los acontecimientos que a lo largo de dos siglos enriquecen la historia de nuestra Entre Ríos. Por qué dejar de lado a nuestros chanáes y charrúas que con su hidalguía nos podrían enseñar mucho más que los centuriones romanos. Pareciera que nuestros diseñadores curriculares no leen a hombres esclarecidos como José Martí que decía: “La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas. Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas”. Sin dudas la colonización pedagógica sigue calando hondo, y no sería excesivo plantear darnos un baño de Jauretche y Scalabrini Ortiz cada tanto para desaprender las enseñanzas de ultramar.
En los nuevos contenidos poco se habla de indios, pero quienes nos desempeñamos en la tarea concreta de enseñar, haciendo uso de nuestra libertad de cátedra, hablaremos de indios, conscientes que cuarenta siglos nos interpelan. Porque así también lo recomendaba el maestro Simón Rodríguez: “En lugar de pensar en medos, persas, en egipcios, ¡pensemos en los indios!”.
Publicado en El Diario, Paraná, 2/4/2010
Los nuevos contenidos establecidos para la materia Historia que se dictan en los secundarios para adultos en la provincia de Entre Ríos (Argentina) demuestran que en las últimas décadas nada ha pasado por la cabeza de los planificadores del Consejo de Educación. Las transformaciones curriculares de fines de la década del 80, que con sus errores supusieron un avance con respecto a los contenidos y metodologías vigentes, son ignoradas por los nuevos programas que retornan a la tradicional visión eurocéntrica de la Historia. Los tres años en que están compendiados los seis del nuevo secundario recorren la marcha de los acontecimientos históricos desde la antigüedad oriental: Egipto, Palestina, Persia, Etc. y avanzan por las culturas greco-romana, el medio evo europeo y la modernidad, hasta llegar a los tiempos contemporáneos. Todo observado desde algún mangrullo situado en las alturas de los Alpes o los Pirineos. Pareciera que el vetusto Grosso o el Astolfi, donde abrevaron la historia generaciones de argentinos, fueran a reeditarse. ¿Y donde se sitúa la América, nuestra América, en este contexto? Según los diseños curriculares la “visión del hombre y la construcción de la sociedad desde las distintas cosmovisiones históricas” ubican la historia de América como un apéndice, un mero episodio menor de la comedia histórica del denominado “Viejo mundo”. Sólo un agregado marginal. El “poblamiento” de América comienza con la llegada de los europeos. ¿Y antes qué? Estas tierras feraces serían un desierto como lo sostenían en el siglo XIX quienes pretendían apropiarse de las extensiones patagónicas. No se tiene en consideración que en nuestra América nacieron y se desarrollaron magníficas civilizaciones a lo largo 30 ó 40 mil años, y sin la ayuda de Europa. La etapa denominada “colonial” se estudiaría en el marco de “la construcción de los imperios ultramarinos”, según la nueva estructura curricular. Otra visión desde “allá”.
Tampoco se contempla el estudio de la historia local, las microhistorias que conservan la memoria de nuestra aldea y permiten comprender, desde lo inmediato y palpable, el mundo. Por qué no reflexionar acerca de los acontecimientos que a lo largo de dos siglos enriquecen la historia de nuestra Entre Ríos. Por qué dejar de lado a nuestros chanáes y charrúas que con su hidalguía nos podrían enseñar mucho más que los centuriones romanos. Pareciera que nuestros diseñadores curriculares no leen a hombres esclarecidos como José Martí que decía: “La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas. Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas”. Sin dudas la colonización pedagógica sigue calando hondo, y no sería excesivo plantear darnos un baño de Jauretche y Scalabrini Ortiz cada tanto para desaprender las enseñanzas de ultramar.
En los nuevos contenidos poco se habla de indios, pero quienes nos desempeñamos en la tarea concreta de enseñar, haciendo uso de nuestra libertad de cátedra, hablaremos de indios, conscientes que cuarenta siglos nos interpelan. Porque así también lo recomendaba el maestro Simón Rodríguez: “En lugar de pensar en medos, persas, en egipcios, ¡pensemos en los indios!”.
Publicado en El Diario, Paraná, 2/4/2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario