Por Rubén I. Bourlot
“Se dice que el entrerriano / es algo caminador, / medio fantástico a veces, / pero muy firme varón” según Carlos Santamaría. Y seguro que es así porque ya a finales del siglo XIX a un entrerriano le dedicaron el primer tango que logró trascender los bajofondos arrabaleros de Buenos Aires. El entrerriano está considerado como el primero con partitura impresa. Fue compuesto y publicado como tema instrumental entre 1897 y 1898 por el músico Rosendo Mendizábal bajo el seudónimo de A. Rosendo.
El momento
histórico de la composición de El entrerriano fue dado a conocer por Héctor y
Luis Bates en su obra Las historias del tango: sus autores (1936). Allí los
primos Bates publican el relato de José Guidobono quien en 1934 les enviara una
carta detallando el acontecimiento en el que estuvo presente del siguiente
modo:
“Existía una casa de baile que era conocida por María la Vasca. Allí se bailaba todas y toda la noche, a tres pesos hora por persona. Encontraba en esos bailes a estudiantes, cuidadores y jockeys y en general, gente bien. El pianista oficial era Rosendo y allí fue donde por primera vez se tocó El entrerriano. Era una noche en que varios socios del Z Club habían tomado la sala por varias horas de baile; recuerdo que siendo más o menos las dos a.m., golpearon la puerta. Atendió María la Vasca y regresó diciendo que eran los jockeys Pablo Aguilera, el famoso corredor de Pillito, Rafael Bastiani y otros más cuyos nombres no recuerdo, y nos pedían que les permitiésemos participar del baile. Gustosos accedimos y así se bailó hasta las 6 a.m. Al retirarnos lo saludé a Rosendo, de quien era amigo, y lo felicité por su tango inédito y sin nombre, y me dijo: ‘se lo voy a dedicar a usted, póngale nombre’. Le agradecí pero no acepté, y debo decir la verdad, no lo acepté porque eso me iba a costar por lo menos cien pesos, al tener que retribuir la atención. Pero le sugerí la idea que se lo dedicase a Segovia, un muchacho que paseaba con nosotros, amigo también de Rosendo y admirador; así fue; Segovia aceptó el ofrecimiento de Rosendo. Y se le puso El entrerriano porque Segovia era oriundo de Entre Ríos.”
El estanciero Segovia
Los autores
citados explican en el Z Club era un grupo cerrado de cuarenta jóvenes de clase
alta que organizaba fiestas orgiásticas que incluían música y baile de tango.
Para eso contrataban prostitutas de bajo
nivel y alquilaban casas de baile donde realizaban sus orgías. El Z Club
había sido fundado por el escribano Esteban Benza, a quien Augusto P. Berto
dedicó el tango Don Esteban. José Guidobono era uno de los miembros del club al
igual que Ricardo Segovia al que se refiere el título del tango, un hacendado
oriundo de Entre Ríos, que andaba tirando manteca al techo por la noche de
Buenos Aires y no le resultó oneroso depositarle los cien pesos de propina por
la dedicatoria que figuró en la primera publicación de la partitura: “Al Sr.
Ricardo Segovia”.
En 1911 este
tango pionero llegó a la grabación por la Banda Municipal bajo el sello
Columbia Record, en 1913 fue registrado por el Quinteto Criollo "Tano
Genaro" bajo el sello Atlanta y también ese mismo año por Eduardo Arolas
bajo el sello Odeón. Con posterioridad el tema tuvo varia letras, entre otras
la escrita por Ángel Villoldo: “Sabrán que soy el Entrerriano, / que soy
milonguero y provinciano, / que soy también un poquito compadrito, / y aguanto
el tren de los guapos con taquitos.”
Mendizábal y el tango canyengue
Anselmo Rosendo
Mendizábal tenía poco menos de 20 años al componer el tema que firmó como A.
Rosendo. Había nacido en Buenos Aires el 21 de abril de 1868. Fue un destacado
compositor y pianista de los primeros tiempos del tango. Una biografía consigna
que era de ascendencia africana y de familia con buena posición económica; su
padre, Horacio, había publicado libros con sus versos: Primeros versos y Horas
de meditación. Mendizábal, que recibió en 1875 una herencia considerable por el
fallecimiento de su abuela, estudió música y obtuvo su título de profesor de
piano en un conservatorio que lo colocó en ventaja respecto de otros
ejecutantes.
En sus
inicios el tango era música canyengue, de los arrabales del Buenos Aires de
fines del siglo XIX, que frecuentaba los prostíbulos, las modestas academias y
casas de bailes, y algunos salones más “decentes” como La vieja Eustaquia, La
parda Adelina y La de Laura. En 1897 Mendizábal amenizaba las veladas de la
casita de María Rangolla, María la Vasca. Una vez por mes tocaba para los amigos
del Z Club. Ese día no se permitía la entrada a quienes no formaran parte del
grupo, salvo al comisario del barrio de San Cristóbal, Enrique Otamendi, que
acostumbraba a pasar por allí.
El autor de El
Entrerriano también compuso otro tango denominado La Entrerriana, del que no
hay mayor información, dedicado a Luciano A. Prelat que era un editor de
partituras. Son de su autoría también Somos de línea, Alberto, A la luz de los
faroles, La reina de Saba, El torpedero y Don Enrique, dedicado al comisario
Otamendi, entre muchos otros.
Después de
estar dos años enfermo, casi ciego, postrado en cama con una parálisis, y casi
en la miseria, falleció en Buenos Aires el 30 de junio de 1913.
Para escuchar
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Primera grabación de El Entrerriano está disponible
en https://youtu.be/FS7b5bqR4EA
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La Entrerriana disponible en https://youtu.be/8HmIh7f2Xn8
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