Rubén I. Bourlot
En los comienzos del siglo XX eran comunes los espectáculos que brindaban los magos, ilusionistas, predisgitadores, espiritistas y otras yerbas, que en Paraná tenían como escenario el teatro 3 de Febrero.
El arte de la magia viene de muy antiguo y es heredera de las primitivas religiones que las comunidades humanas apelaban para explicar su existencia y la del mundo que las rodeaba. Los magos eran los sabios, poseedores de los conocimientos ocultos y sobrenaturales capaces de explicar lo que la razón no podía comprender. Mucho más acá en el tiempo ese poder se fue devaluando y la magia, el ilusionismo, se transformó en un entretenimiento para los abúlicos monarcas de las cortes europeas.
A fines del siglo XIX el francés Robert-Houdin fue el primero en reversionar la magia en un espectáculo que concitaba la atención de miles de personas. Tras su muerte le sucedió el húngaro Erik Weisz que adoptó el nombre de Harry Houdini (1874 – 1926) -un homenaje a su admirado antecesor- y revolucionó el arte del ilusionismo con sus hazañas de escapismo imposibles.
En nuestro país el arte de lo aparente se popularizó en los teatros y cuando llegó la televisión ingresó a los hogares a través de las pantallas. Uno de los más reconocidos impulsores del ilusionismo televisivo fue Pipo Mancera en su programa Sábados circulares.
También la práctica de la magia llegó hasta los hogares donde había
aficionados que deleitaban a familiares y vecinos con sus pruebas de fantasía.
Habían aprendido en cursos a distancia, virtuales asincrónicos dirían hoy, en
tiempos que no existía internet ni tutoriales de youtobe. Los cursos venían por
entrega a través del correo que llegaba hasta los más lejanos puntos del país.
Los dictaban academias que ofrecían los cursos de Fu Manchú -el mago inglés radicado
en Argentina- y se publicitaban en las revistas de historietas.
Ilusionistas indianos en Paraná
En 1913 una noticia aparecida en el diario La Acción de Paraná anunciaba el 13 de noviembre el debut en el teatro 3 de Febrero del “ilusionista indiano doctor Richards y Mme. Graci Richards cuyos experimentos tanto han llamado la atención en Montevideo, Buenos Aires, Rosario y Santa Fe”. Se prometían cuatro funciones de “una hora de magia blanca moderna y oriental terminando la primera parte con la preciosa ilusión: La Reina del Dado”. Luego se ofrecería una “parte científica dedicada a la culta Paraná. El doctor Richards presentará fenómenos mentales, impresiones personales y experiencias prácticas de ciencia profunda.”
El espectáculo terminaría con “la asombrosa experiencia El tanque de Neptuno.” Y finalmente la información acotaba que los comediantes, modestia aparte, “han sido declarados superiores a todos los artistas del género.”
El origen “indiano” es dudoso y no hay mayores referencias a la nacionalidad del matrimonio de ilusionistas pero encontramos en publicaciones similares de la época que era muy común asignarles ese origen exótico a estos artistas para agregarle valor al espectáculo. Por ejemplo, el diario La Capital de Rosario en 1915 anunciaba la llegada a esa ciudad del faquir Jumal Singh y en la crónica advertía que “todos decían ser originarios de la India pero buceando en sus biografías sus nacionalidades no respondían a tal afirmación. El nombre era una forma de estar más a tono con el personaje.”
En la búsqueda de antecedentes de la pareja Richards -como el arqueólogo que, munido de palita y cepillo, rastrea en el suelo para hallar los restos de antiguas existencias y con la traza de unas pisadas impresas en la piedra o una vértebra petrificada puede reconstruir un dinosaurio- nos abocamos a escudriñar sus ecos en el territorio virtual que es internet y hallamos noticias sobre la actuación de los ilusionistas en diversos países del continente americano.
En los primeros días de noviembre de 1913 el llamado Dr. Richard había realizado funciones en Panamá, la última “dedicada a la colonia de EE. UU.” residente en el país.
Unos años antes, en 1910, lo encontramos en Puerto Rico donde un diario local informaba que “anoche debutó en este teatro el Dr. Richard, ilusionista científico de indiscutible mérito y lo mejor que hemos visto en esta clase de trabajos. Los de telepatía fueron muy celebrados y el tanque de Neptuno muy aplaudido. El Dr. Richard se propone dar varias funciones en este teatro durante la presente semana.”
En 1912 la pareja se encontraba actuando el Río de Janeiro (Brasil) donde presentaban “trabajos de magia blanca y magia oriental, y revelaciones científicas interesantes.”
Años después, en 1914, realizaban una nueva gira por el país actuando en el estado de Río Grande. En 1916 la dupla realizaba “La última tourneé en América” en Río de Janeiro con un programa que incluía “una hora de prestidigitación moderna”, experiencias sobre ciencias ocultas, trabajos mentales, la “asombrosa ilusión Princesa Karnac” que era un espectáculo de levitación y el número “O Cepo (prisión) de Kilán”. Para el día siguiente se anunciaba una matiné infantil. En octubre del mismo año se encontraban realizando funciones en el reconocido teatro Amazonas de Manaos y también en la ciudad de Aracatuba.
Uno de los números más aclamados era el del Tanque de Neptuno, una ilusión que había impuesto nada menos que el gran escapista Harry Houdini unos años antes.
Se trataba de un recipiente cilíndrico gigante que se llenaba con agua con el mago en su interior -los mismos espectadores eran quienes cerraban su tapa con candados-. A los pocos minutos el protagonista escapaba del mismo, apareciendo donde el público menos lo esperaba.
La citada crónica de La Capital informa que también en el espectáculo de Jumal Singh “para agregar limpieza al efecto, el tanque se exhibía en el foyer del teatro durante todo el día, donde podía ser revisado por el público que visitaba la sala.” Y agregaba que “Jumal ha dejado atónito al público; el Tanque de Neptuno bien cerrado con fuertes cadenas y candados no ha sido abierto, y lo que la razón no quiere aceptar por hallarlo incomprensible, es que el indú (sic) salió del encierro sin derramar agua y sin que el público viera la puerta de escape.”
No hay referencias sobre la repercusión del espectáculo en Paraná pero suponemos que habría provocado la misma impresión. Tampoco encontramos detalles del número “La reina del Dado” que para 1920 lo seguían presentando según publica un aviso del diario panameño Estrella de Panamá.
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