Rubén I. Bourlot
Con el decreto de enrolamiento del 28 de enero de 1895 y la posterior convocatoria de los ciudadanos solteros de 17 a 30 años para cumplir con el servicio militar obligatorio, se hacía necesaria la disponibilidad de predios adecuados para el alojamiento y la instrucción militar de los conscriptos. En Paraná se gestionó la adquisición de un campo que reuniera las condiciones de topografía, amplitud y ubicación para los citados fines. Ese es el origen de la instalación de los cuarteles del Ejército en la zona denominada El Paracao.
A fines del siglo XIX durante el segundo gobierno de Julio Argentina Roca (1898-1904), y ante la posibilidad de un conflicto armado con Chile por la cuestión de los límites, decretó el enrolamiento obligatorio de los varones para organizar una Guardia Nacional y la posterior convocatoria de los enrolados solteros de 17 a 30 años. Pero es con la asunción del general Pablo Ricchieri como Ministro de Guerra en 1900 cuando se organiza definitivamente el Servicio Militar Obligatorio través de la Ley que lleva su nombre, aprobada por el Congreso el 11 de diciembre de 1901, y la organización profesional de Ejército Argentino, con la incorporación de armamento moderno, el establecimiento del Colegio Militar de la Nación y de la Escuela Superior de Guerra.
Con ese objetivo se adquirieron la mayor parte de las bases militares del Ejército, más alejadas del centro de las ciudades que las anteriores. El motivo de esos cambios era, entre otros, evitar que un ejército con los cuarteles dentro de Buenos Aires, capitalizada definitivamente en el primer gobierno de Roca (1880-1886), fuera instrumento para revoluciones militares. Entre los terrenos adquiridos por Riccheri se cuentan Campo de Mayo, al norte de Buenos Aires; Campo General Belgrano, en Salta; Campo General Paz, en Córdoba; Campo Los Andes, en Mendoza, y Paracao, en Entre Ríos.
El nombre del campo deriva del arroyo que se comunica con el río Paraná por intermedio del riacho Los Galpones, y es el límite que divide los departamentos Paraná y Diamante. El historiador César B. Pérez Colman dice que el nombre es de origen charrúa y a la etimología la atribuye a la denominación de un loro, común en las costas del Paraná. El topónimo aparece recién en el siglo XIX, en la Carta Geográfica de la Provincia de Entre Ríos (1840), indicando el arroyo, del que seguramente derivó el nombre para el paraje homónimo. Otra etimología sostiene que los chaná-timbú llamaron a la zona “paracao”, que en guaraní significa “el mar que da la vuelta”.
La estación Paracao
En sintonía con la instalación de los cuarteles se hizo necesario el emplazamiento de una estación ferroviaria por lo que el 19 de marzo de 1898, el administrador de los ferrocarriles de Entre Ríos se presentó al superior gobierno, adjuntándole un proyecto para la construcción de una estación o parada en el paraje denominado “Paracao”, en el campo de igual nombre, donde se proyectaba la localización de la División del Litoral del Ejército, y solicitando que se haga donación de parte del terreno que había adquirido la provincia.
Con la debida autorización se construyeron en dos vías muertas, un edificio estación y un galpón depósito para servir al campamento militar, en el kilómetro 14, actualmente en jurisdicción de Oro Verde, donde se encuentran preservados los cimientos de dicha instalación.
La palabra “colimba”, según una definición popular, derivaría de las primeras sílabas de las palabras “corra, limpie y barra”, en alusión a que eran las principales ocupaciones de los soldados: correr, limpiar y barrer, durante el día. Pero muy lejos estaba de esta función el enrolamiento que estableció Ricchieri. Este servicio, que era un impuesto no pecuniario establecido por el estado, fue funcional a los objetivos trazados en aquel entonces para difundir la idea de ciudadanía y de igualdad ante la ley puesto que todos los habitantes varones debían estar disponibles sin importar su posición social o poder económico. A su vez, las listas y libretas de enrolamiento fueron rápidamente utilizadas como documentos de identidad, tanto para identificación de las personas, como para la confección de padrones electorales que sustituyeron a las amañadas listas de votantes confeccionadas en los juzgados de paz y comisarías. De esta manera, fue un paso previo a la futura sanción de la Ley Sáenz Peña en el camino a la transparencia del sufragio y la representatividad de los gobiernos surgidos de los mismos.
Una crónica de la revista Caras y Caretas de 1902 sostenía que “hoy el soldado se viste, se calza, se arma. Vive en buenos cuarteles, come en mesa, duerme en cama, recibe visitas y escribe a su familia, aprende a leer si no lo sabe, es atendido por médicos si está enfermo, es conducido [a su destino] en ferrocarriles o en vapores, oye música y ve funciones de teatro”.
- Peiró, C. (1 de agosto de 2021). “Cien años atrás: cuando todos los argentinos eran soldados, pero ‘cada uno a su hora y no por toda la vida’”, disponible en https://www.infobae.com/sociedad/2021/08/01/cien-anos-atras-cuando-todos-los-argentinos-eran-soldados-pero-cada-uno-a-su-hora-y-no-por-toda-la-vida/
No hay comentarios:
Publicar un comentario