Rubén I. Bourlot
El 24 de julio de 1916 fallecía en Buenos Aires el
“distinguido profesor Ernesto A. Bavio” informaba el diario paranaense El Entre
Ríos. Había sido un activo educador y uno de los artífices de la
institucionalización de la educación entrerriana además de un enérgico
polemista que mantuvo fuertes cruces con Manuel Antequeda.
El periódico citado dice en la necrológica que “el
magisterio argentino está de luto con la desaparición de uno de sus más activos
miembros, que durante diez lustros se dio por entero al desempeño de su misión
altruista, ya en la cátedra, ya en otros cargos que se le confiaron,
escribiendo al mismo tiempo varias obras de texto.”
A partir de la reforma constitucional de 1883 y durante
la gobernación de Eduardo Racedo (1883-1887) se jerarquizó el sistema educativo
con la creación del Consejo General de Educación que tuvo a Bavio como su primer presidente (a partir de
1887 hasta 1896) que batalló por
establecer la educación pública, laica y obligatoria en consonacia la ley
nacional 1.420. Creó también el Boletín de Educación, importante instrumento
para la capacitación docente.
Las polémicas
de Bavio
A partir de la recorrida de Bavio inspeccionando las
escuelas de las colonias de la provincia,en 1908, produjo un duro informe que
molestó a Antequeda y originó un intercambio poco amable entre ambos
funcionarios.
Dice Bavio que en las escuelas de las “aldeas rusas
situadas en el departamento Diamante (…) experimenté una penosa decepción al
ver que en esas ‘colonias’ todo está como hace catorce años, en materia de
instrucción pública.
“En las escuelas de las aldeas ruso-alemanas la
enseñanza que se trasmite es en su letra y en su espíritu exclusivamente
extrajera.
“No se habla en ella una sola palabraen idioma
castellano, siendo así que en este ramo debe ocupar el lugar más importante del
programa.”
Se refiere Bavio a los libros de lectura que “debe ser
el elemento más eficiente de nacionalización y patriotismo, está impreso en
alemán y los temas en él tratado son por completo extraños a nuestro país.”
Luego agrega que “si el lenguaje, si la lectura y la
escritura es dada en idioma extranjero es claro que lo propio sucede con la
geografía, aritmética y demás ramos.”
Advierte el inspector que en las aulas hay mapas de
Alemania y ninguno de la Argentina. “Nada nos recordaba allí que estuviéramos
en escuelas argentinas: parecía aquél un pedazo de territorio conquistado.”
Luego pasa a detallar las observaciones en las escuelas
judías que “es todavía peor, pues los colonos son más cerrados y excluyentes:
allí toda la enseñanza trasmitida en las escuelas, absolutamente toda, es en
hebreo y no hay más libro que la Biblia.
“Las colonias judías pertenecen a una gran compañía con
asiento en el extranjero, propietaria de la tierra y de ‘sus judíos’,
representada por una administración local que monopoliza los servicios, hasta
el de la educación, pues ella es la que organiza las escuelas, que designa el
personal y lo que es increíble, las hace subvencionar por el gobierno de la
Provincia (…)”.
La respuesta
de Antequeda
La respuesta del director de escuelas de Entre Ríos no
se hizo esperar. Cabe advertir que la constitución nacional dispone que es
facultad y responsablidad de las provincias la educación primaria.
“Los señores inspectores nacionales parecen ignorar -escribe
Antequeda en un publicación bajo el título Breve exposición de las escuelas
ruso-alemanas e israelitas- que en la República Argentina pueden funcionar
escuelas en que se enseñe cualquier lengua del mundo y cualquiera religión, dando
enseñanza en griego, inglés, alemán, caldeo, hebreo, esperanto, etc. (…)”, ironiza.
Abona Antequeda en su informe que “en pocos años, sin
clausurar escuelas extrajeras particulares, sin leyes ni reglamentos
prohibitivos y sin recurrir a otros medios, que sostener buenas escuelas;
lenta, pero seguramente, la escuela pública argentina fue desalojando a la
similar extranjera: simple cumplimiento de una ley económica por la cual la
moneda sana desaloja a la mala moneda.
“(…) las escuelas públicas de la Provincia y de la
Nación son frecuentadas por millares de niños de descendientes de aquellos
italianos, franceses y suizos que se negaban a hablar castellano en el año 1870
(…)”
Finalmente argumenta que “los referidos funcionarios
han visto todo el peligro en las escuelas de las colonias israelitas y rusas; y
aún cuando nos bastarían cuatro renglones de estadística para reducir las
briosas declaracionesde los patrióticos Inspectores, a lo que son en realidad,
simples ditirambos, creo deber extenderme por cuanto, sin saberlo ellos
siquiera, han provocado una cuestión del mayor interés y de tanta gravedad, que
a tener conciencia de ella tal vez hubiesen observado mayor prudencia.”
La polémica tuvo su repercusión en la prensa que
finalmente influyó en la reforma constitucional de 1908 que resolvió explicitar
que la educación común debía ser de carácter esencialmente nacional. Además
restituyó el Consejo General de Educación que había sido anulado en la reforma
de 1903. La nueva conformación colegiada del gobierno de la educación, aún bajo
la presidencia de Antequeda, dispuso hacer cumplir a las escuelas israelitas y
rusas (alemanes del Volga) la enseñanza primaria obligatoria en lengua
castellana, la conformación de una biblioteca infantil de autores argentinios,
la colocación de cuadros de personalidades históricas nacionales y la
obligación de izar la bandera argentina los domingos y días festivos.
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