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24/6/25

Las raíces indígenas de Paraná

Rubén I. Bourlot

Migrantes involuntarios, el 15 de julio de 1671 una comunidad de tocagües fue asentada en La Bajada. Eran parte de una encomienda: un sistema laboral español que recompensaba a los conquistadores con el trabajo de determinados grupos de personas no cristianas conquistadas. Esas presencias han nutrido las raíces de Paraná, cuando los brotes apenas conocían la luz.

La antigua Bajada del Paraná surge a partir de la inmigración de vecinos de Santa Fe, tras su traslado a la actual ubicación, que a su vez había sido poblada en su fundación original, a cargo de Juan de Garay, por los denominados “mancebos de la tierra” venidos del Paraguay. Estos mancebos eran fruto de los vínculos originarios entre hombres españoles y mujeres guaraníes. Pero la actual Paraná no solo tiene raíces guaraníticas, sino de otras vertientes de pueblos americanos de la región. 

Escribe Facundo Arce que “para ayudar a los incipientes establecimientos de la comarca paranaense se hizo, en 1662, por el Gobernador del Río de la Plata, Don Alonso de Mercado y Villa Corta, un tratado de paz con tribus cayaguatáes, tocagües y vilos”. 

Posteriormente “el 15 de julio de 1671, el Cabildo de Santa Fe dispuso que los indios tocagües (parcialidad mocoví) de la encomienda del maestre de campo Don Francisco Arias de Saavedra, se asentaran en esta banda del Paraná, en el parage que llaman de la baxada”. Este año 1671 es clave para indagar en los orígenes urbanos de la capital entrerriana que registra su fundación en 1730.


Santa Fe de la Vera Cruz

En 1660, en su nuevo emplazamiento, Santa Fe de la Vera Cruz se transformó en un faro que fue derramando su influencia hacia la costa entrerriana en la zona, que en algunos viejos mapas está señalada como Punta de Piedra o La Calera, luego Bajada de Santa Fe o de la otra banda del Paraná. 

La mudanza de la población de Santa Fe desde Cayastá se produjo a lo largo de los años, entre 1649 y 1660. Este primitivo asentamiento entrerriano, un pequeño pueblito que ya se vislumbra en 1715, se fue conformando probablemente con la peonada que trabajaba en los yacimientos de cal en lo que hoy es Bajada Grande, y con quienes prestaban servicios en el puerto o a los viajeros que cruzaban el río para marchar por los senderos que llevaban hacia Corrientes. 

Pero antes de que los criollos santafesinos se asentaran en este sitio algunos grupos de habitantes de la tierra echaron raíces en las fangosas barrancas paranaenses y se constituyeron en uno de los núcleos fundacionales. No fue un acto deliberado ni voluntario. Como se señala más arriba, los tocagües fueron trasladados a la fuerza como parte de una encomienda y por ende obligados a servir de fuerza laboral de un español. En esa oportunidad el Cabildo de Santa Fe dispuso la elección del “estalaje y sitio” para reducir a los indios tocagües del Valle Calchaquí, de la encomienda del maestre de campo Francisco Arias de Saavedra. Se señala como el más a propósito el “de la otra banda del Río Paraná, cuatro leguas de ésta dicha ciudad, en el paraje que llaman de la bajada”, donde ya estuvieron reducidos. Serían asistidos y se les nombraría encomendero.

¿Cuál fue el motivo de ese traslado? Es cuestión a investigar, pero lo cierto es que en ocasiones se lo hacía para incorporarlos a alguna explotación que aquí pudo haber sido el trabajo en las caleras, y en otras el motivo era el de “pacificarlos”. 

Encontramos documentado que en marzo de 1693 se menciona un poder dado al capitán Gabriel de Aldunate para peticionar al rey. Allí se hace referencia a que estaban “por reducirse a la fe católica indios tocagües y vilos, que se han dado de paz, y piden población, iglesia y cura que los dirija y es preciso socorrer en esta necesidad…”. Y años después, en 1716 el Gobernador le responde al Cabildo acerca de la propuesta formulada por Francisco de Vera, de que antes de hacer la guerra a los charrúas (que resistían en el territorio entrerriano), se convoque a los caciques en la Bajada, expresando que esa es su opinión y que, en ese sentido, se le dieron instrucciones a García de Piedrabuena. Un dato interesante para determinar la existencia de este asentamiento en el lugar con caciques interlocutores reconocidos.


El fuerte de La Bajada

Y es conocido para quienes están adentrados en la historia regional la existencia de una pequeña fortificación antes de la erección de la parroquia en 1730. Así lo corrobora un acto del Cabildo de 1727 que registra lo siguiente: “El Alcalde 1º propone la construcción de un fuerte en el puerto de la Bajada, a raíz de las muertes que causan los payaguáes, y a fin de resguardar las embarcaciones que trafican entre una y otra banda, asegurar los pobladores de dicha zona y mantener el transporte de carne, leña, granos, grasa y sebo que le trae a la ciudad para su mantenimiento. 

Para dicho efecto, se comisiona a los Sargentos Mayores Francisco Javier de Echagüe y Andía y Esteban Marcos de Mendoza, con plenas facultades sobre los Alcaldes de la Hermandad y cabos militares. Se los autoriza a construir dos fuertes más en lugares que fueren necesarios para defender las estancias y chacras, y las carretas que vienen del Paraguay y, además, impedir que las familias abandonen la zona, con obligación de reintegrarlas. Se dispone entregar yerba y tabaco a los trabajadores y solicitar al vecindario herramientas para la obra.”

Esto último nos confirma que la Bajada ya constituye una primitiva villa con un movimiento económico propio, un puerto y lugar de tránsito de carretas hacia el norte, lo que justifica la instalación de la parroquia fundadora en 1730. Pero, ¿qué pasó con el primitivo núcleo de tocagües reducidos en 1761? Un indicio de la persistencia de población indígena nos la da Tomás de Rocamora en su informe sobre la zona de 1782 y otros documentos obrantes en el Archivo General de la Nación que un 16 % de ellos se halla “asentada” en las nacientes villas entrerrianas, entre las que podemos contar a La Bajada. 


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