Rubén I. Bourlot
El
28 de junio de 1839 el vicario de la Inmaculada Concepción del Uruguay
registraba la sepultura de María Delfina, la que fuera compañera del caudillo
Francisco Ramírez, la que estuvo hasta el último instante de su vida aquel 10
de julio de 1821. En el escueto documento plasmado en el libro de defunciones
se lee textualmente: “sepulté con entierro rezado el cadáver de Ma. Delfina
(hay un espacio vacío en el lugar del presunto apellido), Portuguesa soltera,
no recibió sacramento alguno (…).” Resulta extraño que con tan prolongada
residencia en la ciudad, el sacerdote de la Inmaculada Concepción ignorara el
apellido de la mujer.
La Delfina, como es popularmente conocida fue una de las tantas mujeres
mito de la historia, que de tanto mentarla se transformó en invisible. Su
existencia está registrada en pequeños retazos por los documentos que duermen
en los archivos y más abundantemente por las tradiciones y leyendas. Cómo se
llamaba realmente, de dónde vino, qué papel jugó en los entreveros de
caudillos, cuál fue su verdadero vínculo con Ramírez y qué fue de su vida durante
los dieciocho años posteriores hasta que el vicario de la Inmaculada Concepción
Agustín de los Santos registrara la sepultura son interrogantes sin respuestas.
No se conoce con certeza su apellido y para algunos autores, como Leandro Ruiz
Moreno, María sería su nombre y Delfina el apellido, en tanto Fernández Saldaña
le adjudica el apellido Menchaca sin mayores pruebas.
Sobre
su procedencia tampoco hay certezas, ya que algunos la mencionan como porteña y
en el citado documento se le adjudica nacionalidad portuguesa. De ahí que se
tejieran varias leyendas: entre otras que habría arribado a Concepción del
Uruguay hacia 1818 ó 1819 desde el sur de Río Grande (hoy Brasil), entonces
zona de diputa entre los orientales y el imperio portugués asentado en sus
dominios americanos. Desde esa zona fronteriza habría venido acompañando a las
tropas artiguistas, tal vez prisionera. Algunos relatos la ubican en un
campamento artiguista de Paysandú, o tal vez en Purificación, y otros en las
cercanías de Concepción de Uruguay, junto a una familia de apellido Souza.
También se menciona a un abuelo como su protector en el exilio.
Eran tiempos de desolación en la región. Paysandú y Concepción del
Uruguay saqueadas por los portugueses Francisco Xavier Curado y Bento
Manuel Riveiro, en su intento por anexar a la Banda Oriental (provincia
Cisplatina) a sus dominios.
La querida del Caudillo
Hay
quien sostiene, solo en base a rumores incomprobables, que esta muchacha habría
sido tomada por la familia de Ramírez, Tadea Jordán y Lorenzo López, como
doméstica. De alguna manera la Delfina se involucró en la vida de Ramírez.
También de fuentes tradicionales la asocian no solo sentimentalmente con
Ramírez sino que se alistó como un miembro de su tropa con uniforme de dragona
y el grado de “coronela”.
Entre los escasos documentos que la registran están los oficios
intercambiados durante la campaña de Ramírez que culminaría en el triunfo de
Cepeda el 1 de febrero de 1820.
A fines de 1819 Manuel de Urdinarrain le escribe a Ramírez desde Santa Fe
para informarle sobre la reparación de armamentos donde hace mención a Delfina:
“El S.r don José Miguel Carrera entregará para Doña Delfina un poco de yesca
que es toda la que se ha encontrado en el Pueblo, a quien se servirá a
avisarle.”
También en noviembre de 1819 Idelfonso García desde Coronda le escribe a Francisco Ramírez:
“(…)
después de saludar a V.S. con el más yntimo Alfto. le participo el sentimiento
que todos hemos tenido por el corto tiempo que ha permanecido en esta mi Señora
Doña Delfina y mas habiéndola obsequiado tan cortamente pero creo habrá
reconocido nuestro buen afecto para servirla, yo he sentido, no poder acompañarla
asta ese destino, pero he dado esta comisión al Amigo Taborda que es lo mismo
(…)”
Lo
que se desprende de estas comunicaciones es la estrecha relación que había
entre Delfina y Ramírez. La memoria popular la considera compañera, amante o
pareja del caudillo que a su vez se encontraría comprometido con Norberta
Calvento, joven de una reconocida familia uruguayense. La misma tradición
sostiene que al morir Norberta, en 1880, fue amortajada con el vestido de novia
que tenía preparado para su matrimonio con el caudillo.
La última campaña
Durante
el ascenso de Ramírez, que se invistió como Supremo Entrerriano de la original
República de Entre Ríos, no hay pistas de la presencia de Delfina. Recién a
mediados de 1821 se la menciona acompañando al Supremo en su última campaña que
terminó con su muerte en Arroyo Seco, Córdoba, cuando, según la leyenda,
intentaba alejarla de las garras del enemigo.
El memorioso cronista santafesino Manuel Diez de Andino la señala en sus apuntes cuando relata el derrotero de los hombres de Ramírez en su retorno a Entre Ríos. Así anota el 28 de julio que por una “carta verídica” proveniente de Córdoba se sabe que “el capitán Anacleto Medina, oriental, con la Delfina, mujer que tenía consigo Ramírez, - por cuya causa, murió dicho Ramírez-, la hizo escapar; se supone han tirado al Chaco (…)”. El 29 cuenta que “se dice que Anacleto, la Delfina y cuarenta más orientales han recaído al pueblo de San Javier, aunque la indiada está prevenida de atacarlos por este gobierno. No obstante, un cacique de los montaraces, lo patrocinó.”
El 2 de agosto nuevamente da noticias de la Delfina: “(…) se dice que
por regalo de Anacleto a los indios, pasó al Paraná, y la Delfina.”
Cuando asumió el gobierno de la provincia Lucio N. Mansilla, a fines de
1821, parece interesarse obsesivamente por la Delfina. En varias comunicaciones
con el comandante de Concepción del Uruguay Pedro Barrenchea y su secretario
Juan Florencio Perea se intercambian noticias sobre “el asunto de la Delf... ya
es algo complicado, pues Puent... está tan asegurado y perdido por ella…” Este
Puent… podría ser el comandante Cayetano Puentes, segundo de Barrenenchea en la
Comandancia. En otra comunicación de fines de 1822 Perea le informa sobre
“aquella bonita muchacha que vimos con la Benancia está hoy en mi poder y la
creo muy digna de un gobernador del Entre Ríos”.
De ahí en más María Delfina entró en un cono de sombra. Sus restos
fueron sepultados en el cementerio viejo, que en 1805 se levantó por indicación
del obispo Benito de Lué y Riega en su gira episcopal por la provincia. Hoy el
sitio está dentro de barrio de La Concepción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario