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3/6/18

Marisa Allende, la dama del radioteatro

Por Rubén Bourlot

María Luisa Casanova fue poeta desde siempre. “Yo escribo poesía desde los 8 años, esa era mi tarea más fiel a mí misma” dice con énfasis, para justificar su paso por el radioteatro a lo largo de 12 años, en una entrevista de 2006.
Ya con el seudónimo de Marisa Allende, en 1955 se inició como guionista de ese exitoso género radial que fue el radioteatro (porque ya no lo es en estos tiempos de la imagen omnipresente). Y su incursión en el melodrama, sin mucho convencimiento, fue más por necesidad que por vocación. “Yo empecé a escribir radioteatro por lo que podíamos llamar una casualidad. Nunca pensé que iba a dedicarme al radioteatro, nunca se me cruzó por la cabeza que iba a escribir radioteatro. Yo había escuchado novelas de una autora muy buena que se llamaba Nené Cascallar, de (Alberto) Migré a quien después conocí en Buenos Aire. Tampoco era fanática del radioteatro”.
Uno de los motivos fue la necesidad de su esposo Roque Galotto que dirigía un elenco de radioteatro en LT11, la radio de Concepción del Uruguay, de contar con guiones adecuados al grupo. “¡En vez de escribir tantos poemas por qué no te ponés a escribir radioteatro! – le planteó -, que hoy tuvimos problemas con la novela. Son muchos personajes y nosotros somos 7 , 8...” 
Su primera obra surgió de esa manera: “Yo nunca había pensado en eso, en escribir. Pero mi esposo tenía una manera muy especial de tocarme el amor propio y me dice: pero claro, cómo vas a escribir radioteatro si no sabés.  Y agarró y se fue a acostar. Y yo me quedé pensando. Si yo escribo poemas, ¿por qué no puedo escribir radioteatro?  Y ahí nació mi primera obra de radioteatro que se llamó “El último concierto”, una obra tenía por característica, nada menos que el concierto Nº 1 de Tchaikovsky y contaba la historia de una pianista y un director de orquesta, y había música clásica por los cuatro costados. Escribí de un tirón el primer capítulo. Terminé a las 5 de la mañana, agarré las hojas, fui a donde dormía mi marido, lo destapé y le dije: tomá aquí está el primer capítulo de mi novela.  Ahí empezó todo, casi como un juego. Yo no me imaginaba  que ese juego iba a durar doce años. Y me iba a mantener encerrada en el escritorio doce años”.

Cuando “La Libertadora”…
Pero a esa justificación se suma otra mucho más prosaica “porque pasó que nosotros éramos profesores los dos y cuando la revolución Libertadora –éramos peronistas -, nos sacaron a los dos y bueno, había que buscar horizontes. Y mi esposo se fue a Buenos Aires a abrirse camino allá, y yo me quedé aquí escribiendo. Yo ya había empezado en LT 11, y hubo un momento que sentí que lo que yo escribía realmente lo necesitábamos, era una entrada importante, porque el radioteatro se pagaba muy bien  y había que seguir adelante”.  
Marisa Allende en 2006
Primero fueron guiones para el radioteatro de las 11 en la emisora local, “ese radioteatro, dentro de las categoría que había en esa época, se llamaba radioteatro blanco, porque era nada de populachera, nada de aventura rara, nada de nada. Era una cosa doméstica, con mucho amor, familia, cosas de la vida normal”, explica para diferenciarlos de los radioteatros efectistas (y más “comerciales”) que luego se representaban en los clubes de barrio. Poco tiempo después sus obras ganaron un espacio en las emisoras de Rosario y finalmente en Buenos Aires donde escribió para las radios más importantes de la época, entre otras Radio Belgrano y la mítica Radio El Mundo. En 1959 obtuvo el Premio Nacional de género para la categoría Radioteatro Unitario.
En Radio Belgrano, el director de radioteatro Julio Durán la contrató para escribir una obra cada dos meses. “Yo hice conocer Concepción  del Uruguay a través del radioteatro. Escribí una obra sobre la inundación que se llamaba “Basura que trajo el río” que era la narración de la inundación, cómo impactó  la inundación, la famosa inundación del 59, sobre la gente humilde y la otra gente que no lo era. Era gente de clase media pero que también el río no respetó. Después  de eso, al tiempo, protagonizada por Alfredo Alcón, escribí otra que se llamaba “Cuatro ladrillos y un sueño”  que era sobre la gente que en la inundación había perdido todo y volvía, quería  volver al lugar donde vivía y no encontraba nada. La novela de Alcón fue por radio El Mundo, en donde  me llamó Amando Discépolo”. 

Sin finales felices 
También se animó a transgredir los estereotipos consagrados del género, como que los radioteatros tenían que tener un final feliz. Marisa Allende se atrevió a escribir historias con final trágico a pesar de los reparos de Julio Durán: “Marisa, las novelas tienen que terminar bien, porque  son para las señoras gordas que tejen a la tarde o al mediodía o que están cocinando y tiene la radio al lado…” Ante ese argumento “le digo a Durán: pero la vida no siempre termina bien y los escritores, o los que nos llamamos escritores pintamos la vida. A mí me viene un argumento y no siempre termina bien porque yo reflejo una parte de la vida, ¿por qué no me deja probar?”. Y probó con una obra que se llamó “Sueño de una amor prestado” que tuvo como primer actor a Roberto Escalada y cuya protagonista moría al final. 
Escena de la versión fotonovela de su obra
“Cuatro ladrillos y un sueño”.
Otra transgresión fue escribir sobre temas tabúes para la época. En una oportunidad de presentó a Discépolo una novela llamada “Hogares sin hijos”. “Y me acuerdo que tuvimos una conversación sobre esa novela – cuenta Marisa - . Porque me dijo: Hogares sin hijos, a cuánta gente puede lastimar con este tema.  Y le digo: sí, pero tal vez esa misma novela que usted dice que puede lastimar a algunos, puede producir una reacción en otra gente que esté proyectando un hogar sin hijos y se den cuenta que ahí no está la felicidad, Don Armando. Tiene razón – le respondió Discépolo -, y se fue. Esa novela tiene un capítulo anterior. Mi marido llevó esa novela a una agencia muy importante de Buenos Aires: Linda S. A. Y la dejó para que la leyeran y el director de la agencia le dijo: no, escuchemé señor, esta novela no es para radioteatro, está demasiado bien escrita, dígale a su señora que baje... Pero yo no le toqué un pelo a la novela y se dio por radio El Mundo”.
Por Radio Excelsior la contrataron para realizar un ciclo que se denominaba “El radioteatro de Marisa Allende” que iba a las 11 de la noche con la compañía que encabezaba su esposo con el seudónimo de Mario Ferrer.  
La mayoría de sus obras, además de reflejar una realidad concreta vinculada a su ciudad, tenían un contenido social. Además de las ya mencionadas sobre la inundación, escribió “El andamio y las brasas”, que se dio por LT11 y luego en Buenos Aires, que cuenta la historia de un albañil que estaba trabajando en la construcción de un edificio de departamentos (“el primer edificio de departamentos de Concepción del Uruguay, el edificio Guini”) y se reprochaba a sí mismo que él no había podido ser capaz de terminar su propia casa. Esa contradicción entre su oficio de albañil para otros y su falta de una casa adecuada para su familia “Mis novelas no tenían cualquier argumento. No era la chica pobre con el chico rico o al revés. Si no que eran problemas, todas presentaban un problema. Por ejemplo hubo una novela que se llamaba – era la época que empezaba a ser como una peste el divorcio –  “Un amor que se humilla” y era la historia de una mujer que hace todo lo que puede hacer y acepta todas la humillaciones de su marido para no destruir su hogar. Era casi contraposición con lo que estaba en boga. 

Un final trágico
Una obra suya también se vio involucrada en una tragedia real. Eso sucedió con “Allí va Caín”.  “Esa novela nació cuando yo había llevado una tarde a mis hijos al circo y había unos trapecistas muy buenos. Vi serie de situaciones con las cuales podía escribir algo. Y cuando salimos de la función mis hijos descubrimos que había un pequeño zoológico. A  los chicos les encantó. Había un león que de la jaula le salía una parte de la cola y a mi hija no se le ocurrió otra cosa que agarrarle la cola y tirársela. Entonces, el león largó un rugido que se debe haber escuchado a la distancia. Yo corrí para sacarlo. Y en eso se acerca un extra del circo y me dice: quédese tranquila señora, el león es muy viejo y la jaula es muy segura. Ahí terminamos riéndonos y él se quedó conmigo conversando y como yo tenía esa idea de hacer una obra de ambiente circense, empecé a hacerle preguntas sobre la vida sobre como estaban, sobre qué hacía, sobre cómo se preparaban. Estuvimos como una hora. 
Marisa Allende en un homenaje
“Así nació “Allí va Caín”. La novela fue representada por Radio Belgrano. 
“Estaba por el capítulo 17 cuando  leo en el diario, en la tapa, “Ttragedia en un circo”, y era ese muchacho con el cual yo había hablado en el circo, se había caído del trapecio y se había matado. Yo a, pesar de los años transcurridos no puedo definir cómo fue el sentimiento que tuve en ese momento,  porque en la novela que yo había escrito, el trapecista moría al final, era una de las novelas que terminaban mal. Y me invadió una sensación de culpa, como si yo me hubiera adelantado. Y esa novela fue un éxito muy grande.
Tiempo después mi esposo, para el ciclo El radioteatro de Marisa Allende, eligió “Allí va Caín”. Yo le dije, si hay 30 obras para elegir por qué tenés que elegir esta. Y él me dijo: porque el personaje protagónico de esa obra es uno de los mejores personajes que vos has escrito. Y esa obra, a pesar de que se daba a las once de la noche, mis chicos de 6, 4 y 2 años tenían permiso para escucharla porque actuaba papá. La escuchaban en la pieza de la abuela, en la cama grande. Cuando esa obra terminó, aparecieron los tres en fila y la mayor me encaró y me dijo: “¡por qué lo mataste a papito!” 

Fuente: Entrevista C. del Uruguay, septiembre 2 de 2006.

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