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22/6/25

El asesinato del último caudillo entrerriano

 Rubén I. Bourlot

 

El 22 de junio de 1889, al promediar el día, mientras paseaba por la calle Esmeralda de la Capital Federal, tal vez yendo a visitar a su amigo Dámaso Salvatierra, el caudillo entrerriano Ricardo López Jordán cayó asesinado de un balazo de pistola en la cabeza.

El homicidio sorprendió a propios y ajenos. En su sepelio numerosos oradores hicieron uso de la palabra. Osvaldo Magnasco, comentando el trágico episodio, dijo que él era el "fin, casi literario diríamos, sino fuera insolente, de una existencia que llena toda una época provincial y que representa, en la esfera más amplia de la Nación, algo así como el fin de una tradición y de un sistema fatal, pero inherente siempre a los períodos de formación".

El asesino resultó ser Aurelio Casas, hijo de un sargento mayor llamado Zenón Casas, que declaró haber procedido en acto de venganza por atribuir a la víctima la responsabilidad personal del degüello de su padre, en el departamento Colón, durante la revolución de 1873, mientras arreaba unas vacas para venderlas en Buenos Aires. Dice Aníbal S. Vásquez que esta versión de ser exacta no sería lógica, porque pareciera poco probable que “ardiendo Entre Ríos por sus cuatro costados, agitado y convulsionado al punto que la Nación envió tantos soldados como a la guerra del Paraguay, todo un sargento mayor del gobierno, estuviera entregado, ajeno a la hecatombe, a pacíficas transacciones ganaderas.”

La anterior es una interpretación del autor pero lo cierto es que ni bien López Jordán fue amnistiado por el presidente Juárez Célman (estaba exiliado en Montevideo tras ser condenado por sus levantamientos entre 1870 y 1876) Aurelio Casas solicitó al Juez del Crimen “sin pérdida de tiempo se expidan la órdenes para que el asesino de su padre sea reducido a prisión, a fin de que se juzgue y reciba la pena a que es acreedor por los innumerable crímenes que con lujo de exceso cometió”. Sin dudas un pedido extemporáneo y plagado de improperios. Finalmente dice que no pide “el banquillo para López Jordán. Que viva el miserable asesino y ladrón, pero allá, fuera de las fronteras de mi patria (…)”.

Y agrega: “Reitero mi pedido a V.S. Que expida órdenes para ser reducido a prisión, sin más trámites, el asesino de mi padre, el tres veces rebelde, el degollador Ricardo López  Jordán y su digno secuaz, el indio Martín, ejecutor de mi padre (…)” con  lo cual no queda claro a quién acusa del asesinato, si a López Jordán o a Martín.

Como era de presumir el juez no hace lugar al pedido de prisión de un amnistiado por la ley Nº 2.310 promulgada por el presidente de la Nación que anulaba todos los delitos por los cuales fue condenado y declaraba prescriptas las acusaciones de Dolores Costa de Urquiza por el asesinato de su esposo Justo José de Urquiza. Movido por el deseo de venganza Casas terminó pasando a la acción y ejecutando su “sentencia” por mano propia ese 22 de junio con una pistola Lafouchez, de fuego central, de dos cañones y de calibre 12, de la cual salieron los dos tiros.

 

Retorno a la querencia

Tras su regreso al país López Jordán se había radicado en Buenos Aires pero previamente retornó a su provincia para realizar una gira donde recibió el afecto de la población. Llegó a Paraná a principios de 1889 para entrevistarse con el gobernador Clemente Basavilbaso, y posteriormente a Concepción del Uruguay, requerido por familiares, amigos y correligionarios. Viajó en tren el 6 de febrero de 1889 en la línea recientemente inaugurada. Allí fue recibido jubilosamente por una nutrida comitiva, y pronunció el discurso de recepción el Dr. Mariano Martínez, según refiere el periódico Uruguay del 9 de febrero de 1889.

Días después la Comisión Ejecutiva del “Club de Recepción” entregó al general López Jordán tres medallas, una de oro, otra de plata y la última de cobre, que llevan en el reverso el lema: “Las Señoras de la Concepción del Uruguay y al General Don Ricardo López Jordán” y en el anverso la imagen de su busto y el lema: “Al patriotismo, al hombre humanitario, al valor”. En la nota que acompañaba a las medallas se lee: “Al depositar en manos del Señor General esta expresión de aprecio y de justicia, nos cabe la satisfacción de saludarlo con protestas de nuestra consideración y estima.” Firman la misma Mariano Martínez, M. Álvarez, Félix E. Martínez, Benito Pándelos, Isaías A. Olivera, Juan B. Martín, Juan Rallo, Juan Melian, Juan Lasarte, Teófilo Ungarria, Federico Provenza, Gregorio Barrera Vega, Andrés Masramón e Isaías Olivera.

También interesa conocer los nombres de las señoras que “costearon las medallas” para comprender un poco más del espíritu de una época: Clementina de Canderbert, Rosa C. de López,

María de Tahier, María de Chabananau Levri, Cándida N. de Painceryra, Petrona N. de López, Teodora L. de Salvatierra, Dolores C. de Céspedes, Dolores C. de Ruiz Moreno, Petrona P. de Panelo, Carmen P. de Gilbert, Rafaela Calventos, Manuela Calventos, María Calventos, Domitila Calventos, Luisa S. de Casanova, Ana de González, Francisca G. de Doca, Isabel G. de Martínez, Virginia C. de Misson, Alfonsina N. de Calvo, Indalecia C. de Sagastume, Francisca de Echayde, María de Reys, Eustaquia G. de Díaz. La documentación citada se encuentra en el archivo del Museo Histórico “Martiniano Leguizamón” de Paraná.

 

Traslado de los restos de López Jordán

El 21 de junio de 1989 el gobierno de Entre Ríos, en un operativo de reivindicación histórica, dispuso el traslado de los restos López Jordán desde el cementerio de La Recoleta a Paraná, depositados provisoriamente en el panteón de la familia Pérez Colman. También se declaró 1989 como el “Año Jordaniano” en recordación del centenario de su asesinato.

El 21 de noviembre de 1994, los restos fueron nuevamente reubicados en un mausoleo erigido en la plaza Enrique Carbó, obra de Néstor Medrano donde se encuentran actualmente. “Durante el acto (…) – describe una crónica periodística - efectivos del Ejército, la Fuerza Aérea, Prefectura naval Argentina, Gendarmería Nacional, Policía Federal y Policía de Entre Ríos depositaron la urna (cubierta con la bandera nacional) con los restos del general Ricardo López Jordán en el interior del monumento especialmente erigido (...)”.

10/8/17

Tadea, mujer de mucha monta*

Por Rubén Bourlot

Tadea era una mujer de tomar las riendas. Madre y abuela de caudillos. Se dice que venía de una familia de alcurnia. Descendiente de inmigrantes malteses, había nacido en Buenos Aires. Su padre era un tal Antonio Jordán y Vértiz, hijo de Gonzalo Jordán y de Juana Tadea Magdalena Vértiz y Salcedo, hermana del virrey del Río de la Plata, Juan José Vértiz y Salcedo.
Tadea Jordán y su familia en el censo levantado en 1820
Tadea Jordán se casó con el comerciante paraguayo Juan Gregorio Ramírez. De su descendencia abundante el más notable fue José Francisco, al que después llamaron el Supremo.
El esposo era descendiente del Juan Ramírez de Velazco, Marqués de Salinas, gobernador del Tucumán y fundador de La Rioja, asegura Martiniano Leguizamón. Esos antecedentes le valieron para que el rey de España le conceda una suerte de estancia en el Partido del Tala, al norte del Arroyo de la China. Bien es sabido que por estos campos trotaban los bravos charrúas y guaraníes pero no los tenían amojonados y menos con papeles. Así que todo lo que no estaba cercado era propiedad “real” y disponible para regalar graciosamente.
Por esas vueltas del destino el paraguayo y la porteña se conocieron, y se casaron. Tuvieron tres hijos y ella enviudó en 1786.
Sola, con sus hijos pequeños, tuvo que montar el picazo y hacerse cargo del campo, lidiar con la peonada y organizar yerras, tropeadas y faenas. Y esto es tan cierto como que en el censo de 1820, mandado a levantar por Ramírez, Tadea figura con diez esclavos a su cargo.
En 1789 se vuelve a casar con Lorenzo López, inmigrante sevillano, herrero y comerciante. Tuvieron nueve hijos, y uno de ellos también heredó su espíritu levantisco, el conocido caudillo Ricardo López Jordán, padre a su vez del último rebelde del mismo nombre. En total Tadea procreó trece hijos, sumándole uno “natural” entre los dos matrimonios.
Lorenzo López levanta una vivienda donde actualmente se encuentra la Escuela Técnica “Ana Urquiza de Victorica”, que lleva precisamente el nombre de una de las nietas de Tadea.
Plano de la tierras de Ricardo López Jordán, hijo de Tadea
Producida la revolución de Mayo de 1810, los hermanos Francisco y Ricardo se plegaron a los revolucionarios. Doña Tadea no debió estar ajena a la preocupación de sus hijos y por alguna correspondencia se sabe que siempre estaba atenta para auxiliarlos con provisiones y mantenerlos informados.
En una carta a Ramírez de 1820 acusa recibo de “paños de mano y los mazos de tabaco que me mandaste…” y le ofrece el auxilio de “yo y tus hermanas (…) para lo que nos gustes mandar” y que su hijo Ricardo “me mandó el tercio de yerba”.
Para esa fecha ya había enviudado de su segundo esposo.

Rebelde y en prisión
Y sucedió que para 1821 Francisco, el Supremo Entrerriano, encontró la muerte en Río Seco, en los confines de Córdoba, perseguido por santafesinos y cordobeses. Y para reemplazarlo rápidamente es nombrado Ricardo López Jordán. Mala idea. El santafesino Estanislao López, que había colgado la cabeza de Ramírez al frente del Cabildo, lo proscribió y puso en su reemplazo, ya como gobernador, a Lucio Mansilla. Justo Mansilla, al que Ramírez y muchos entrerrianos sospechaban de haber traicionado la causa.
Pero los entrerrianos no se acobardaron. Desde Paysandú un grupo de partidarios del Supremo, entre los que se encontraban Gregorio Piris, Felipillo Rodríguez y seguramente la brava Tadea, en diciembre de 1821 intentaron desplazar al gobernador intruso. No lo lograron pero la semilla quedó latente.
Frente de la Escuela “Ana Urquiza de Victorica”, donde
estaba la residencia de los López Jordán
Meses después, López Jordán, Piris, Eusebio Hereñú, Juan Antonio Berdún, Anacleto Medina, Vera, los Calvento del Uruguay y la propia Tadea se complotaron para intentar nuevamente restablecer la autonomía provincial.
El conato se inició en el Arroyo de la China el 29 de mayo de 1822 pero fue sofocado rápidamente.
Los revolucionarios actuaron en las costas del Uruguay, siendo rechazados el 29 en su intentona de tomar a Concepción del Uruguay, y vencidos y dispersados dos días después en el Paso del Molino por el capitán Francisco Portes. Hereñú, a su vez, fracasó en su propósito de tomar a Gualeguaychú y debió retirarse, con la mayoría de los participantes, a la Banda Oriental. EI coronel Piris, que debía operar en el interior de la provincia, fue muerto de un balazo en las cercanías de Paraná, el  1° de junio. Mansilla, para demostrarles a los vecinos de Paraná lo que les podía pasar a los rebeldes,  ordenó el traslado del cuerpo a la plaza, donde se erigió un rústico patíbulo, con las mismas maderas que hace unos días habían formado parte de la tribuna para presenciar los festejos de la Revolución de Mayo, para colgar el cuerpo inerte del caudillo.
A Tadea no le fue mucho mejor. A esta mujer que ya pisaba los 60, el comandante militar de Uruguay, coronel Pedro Barrenechea, ordena ponerla en prisión y con esta medida los insurgentes pierden su agente de enlace y sería uno de los motivos del fracaso de la intentona.
No se sabe mucho más de esta valerosa mujer. Sólo que en 1827 fallece en su Concepción del Uruguay y sus restos sepultados con honres dentro de la iglesia.
  
Bibliografìa María del Carmen Miloslavich de Álvarez, Hace un largo fondo de años, C. del Uruguay, 1988.
*Publicado originalmente en la revista Orillas.

8/9/14

El Chumbiao, un montonero de historieta

Por Rubén Bourlot
Publicado originalmente en la revista Orillas

En la segunda mitad del siglo XIX un singular personaje atraviesa las lomadas entrerrianas montado en su potro agitando el grito de ¡viva López Jordán! Son los últimos escarceos de la guerra montonera contra la prepotencia porteña. Lanzas y trabucos se enfrentan heroicos contra las armas mortíferas de repetición y el auxilio del telégrafo.
Fotografía de El Chumbiao por la casa
Franco – inglesa de Gualeguay
Tras la muerte del general Justo José de Urquiza, el 11 de abril de 1870, la Legislatura de la provincia nombra para sustituirlo como gobernador a Ricardo López Jordán. El gobierno nacional, encabezado por Domingo Faustino Sarmiento, ofuscado ante esta medida, responde con la intervención armada. López Jordán se prepara para resistir en defensa de la autonomía provincial y en la zona de Paraná lo apoya con sus paisanos montoneros El Chumbiao, apodo que llevaba el capitán Gerónimo Romero, oriundo de Gualeguay.
Una canción popular retrata la situación:
“Qué importe que ellos traigan/ el prusiano Remington,/ si nosotros con la lanza/ iremos hasta el cañón”… “A las armas, compañeros/ nos llama otra vez Jordán./ No más comer ese pan/ amargo del extranjero”.
El historiador Fermín Chávez es quien rescata esta figura legendaria, como el Calandria protagonista de la obra teatral de Martiniano Leguizamón. Chávez relata un suceso que lo pinta de cuerpo entero. “El 20 de mayo de 1870 a la cinco de la madrugada, el conocido gaucho El Chumbaio (Gerónimo Romero) y 300 hombres dan un golpe de audacia en Paraná, despertando a los gritos a la infantería nacional dormida en la plaza, y retirándose sin tomarla”. Más allá de la importancia de la acción, el hecho demostraba a las tropas nacionales que la intervención no sería un paseo militar. Chávez documenta este episodio con una carta que el ex cónsul del Brasil en Paraná le escribe al entonces ministro de Guerra y Marina argentino, Juan A. Gelly y Obes. En esa misiva le expresa que “hoy a las cinco a seis de la mañana hemos pasado un mal rato; más vergüenza que por el peligro – 300 a 400 gauchos se ha entrado a esta plaza principal donde había como 400 infantes durmiendo al extremo que los centinelas los sintieron cuando se los llevaban por delante pero a los primeros tiros huyeron. Esto ha sido debido a la completa nulidad de las autoridades militares, pues la tropa ni las armas tenía cargadas, en fin una vergüenza…”
Dibujo de El Chumbiao por Juan Arancio
Pero también tenemos la versión del propia Chumbiao que el 20 de mayo le escribe un informe a López Jordán sobre su actuación:
“(…) En cumplimiento de la orden recibida de S. E., me marché para el pueblo de Paraná con 200 hombres, y a las 5 y media de la mañana estuve en la plaza principal dando vivas en la puerta de la Jefatura de Policía a nombre de nuestra Patria y de V. E.; y habiendo contestado el Oficial de Guardia, gritando vivas y tocando dianas, sentí unos tiros y descargas que la hacía el señor Ermeregildo Albariño, que pasaba dando vivas en la esquina de la plaza (casa del General Urquiza) una guardia que allí había, después de haber contestado las vivas.
“Luego después les hicieron fuego a las demás partidas que había por distintos puntos y no pareciéndome propia la pelea dentro del pueblo para no ofender a la población ordené la retirada a los oficiales que encabezaban dichas comisiones a las orilla del pueblo donde yo me retiré, parando a ver si salían los traidores enemigos para combatirlos. (…)”
Después de esperar a los porteños unas horas, se convencieron que no iban a salir a combatir a campo abierto y resolvieron retirarse.
El Chumbiao acompañó a López Jordán durante toda su primera campaña de resistencia a la intervención federal. En junio del mismo año las montoneras de El Chumbiao toman Nogoyá. La última actuación del capitán Romero se registra en la batalla de Ñaembé, Corrientes, ocurrida el 26 de enero de 1871, donde los jordanitas derrotados ponen fin a la rebelión.

De historieta

Tira publicada en el diario Clarín
Después del último entrevero la historia de este soldado matrero se pierde y comienza la leyenda. Y en esta leyenda se inspira nuestro historiador Fermín Chávez para reconstruir su vida legendaria en formato de historieta, plasmada en el dibujo por el santafesino Juan Arancio, conocido por generaciones de lectores de las revistas de la editorial Columba (El Tony, Dartagnan, Fantasía, entre otras). La historieta se publicó como tira diaria en el diario Clarín entre 1967 y 1971. El primer episodio cuenta que “en la Mesopotamia, a comienzos de 1871 un gaucho vencido en batalla y en desbando… huye hacia el sur tratando de salvar el pellejo. Se llama Gerónimo Romero, mas le dicen el Chumbiao”.

Fuentes:

Clarín Revista, Buenos Aires, 15 de enero de 1867
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