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27/4/25

Laudato Si: “Hermana nuestra madre tierra”*

 Rubén I. Bourlot

 


San Francisco de Asís le cantaba al hermano sol, a la hermana luna, a la madre tierra. “En ese hermoso cántico – dice el Papa Francisco - nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: « Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba »

Aquí desgranamos algunos párrafos de la encíclica de Francisco dada a conocer en 2015 que nos habla del cuidado de la casa común pero que se explaya sobre los problemas del mundo de hoy, más allá de lo atinente al cuidado del ambiente natural.
Nos habla del hombre contemporáneo cada vez más individualista y ajeno al entorno. Una humanidad que se encierra entre artificios por ella creados e ignora la naturaleza que la rodea.
“Por eso - no dice el Pontífice -, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que « gime y sufre dolores de parto »
 
“Olvidamos que nosotros mismos somos tierra. Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura.” Nos está diciendo que lo que olvidamos es ese vínculo inseparable entre nosotros y nuestra pachamama, como lo entendían en la cosmovisión incaica.
Y desliza un verdadero programa para gobernar las naciones: “Toda pretensión de cuidar y mejorar el mundo supone cambios profundos en « los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad ».  El auténtico desarrollo humano posee un carácter moral y supone el pleno respeto a la persona humana, pero también debe prestar atención al mundo natural y « tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua conexión en un sistema ordenado».”

Un huerto sin cultivar
El modelo franciscano nos interpela: “la pobreza y la austeridad de san Francisco no eran un ascetismo meramente exterior, sino algo más radical: una renuncia a convertir la realidad en mero objeto de uso y de dominio.
“Por eso, él pedía que en el convento siempre se dejara una parte del huerto sin cultivar, para que crecieran las hierbas silvestres, de manera que quienes las admiraran pudieran elevar su pensamiento a Dios, autor de tanta belleza. El mundo es algo más que un problema a resolver, es un misterio gozoso que contemplamos con jubilosa alabanza.”
Cómo no asumir que ya el santo de Asís, hace casi mil años,  pensaba en lo que hoy conocemos como reservas naturales, parques nacionales o los extensos humedales que son tan necesarios para que la vida continúe.

El Papa no niega que haya cambios y que estos sean inherentes a la vida misma, pero “si bien el cambio es parte de la dinámica de los sistemas complejos, la velocidad que las acciones humanas le imponen hoy contrasta con la natural lentitud de la evolución biológica. A esto se suma el problema de que los objetivos de ese cambio veloz y constante no necesariamente se orientan al bien común y a un desarrollo humano, sostenible e integral. El cambio es algo deseable, pero se vuelve preocupante cuando se convierte en deterioro del mundo y de la calidad de vida de gran parte de la humanidad.”
Y los cambios veloces de las últimas décadas están ligadas a los avances tecnológicos y en particular a la cultura digital que a la par de ofrecer soluciones inimaginables hace medio siglo nomás, también significan una deshumanización de las comunidades puesto que, dice Francisco: “la tecnología que, ligada a las finanzas, pretende ser la única solución de los problemas, de hecho suele ser incapaz de ver el misterio de las múltiples relaciones que existen entre las cosas, y por eso a veces resuelve un problema creando otros.

La cultura del descarte
Bien dice el papa argentino, que uno de los grandes problemas actuales ligados también a la problemática ambiental, se relacionan con “la cultura del descarte, que afecta tanto a los seres humanos excluidos como a las cosas que rápidamente se convierten en basura.
“Todavía no se ha logrado adoptar un modelo circular de producción que asegure recursos para todos y para las generaciones futuras, y que supone limitar al máximo el uso de los recursos no renovables, moderar el consumo, maximizar la eficiencia del aprovechamiento, reutilizar y reciclar.”
Es consciente que todas estas problemáticas no tienen la repercusión que se merecen y las soluciones adecuadas porque “muchos de aquellos que tienen más recursos y poder económico o político parecen concentrarse sobre todo en enmascarar los problemas o en ocultar los síntomas, tratando sólo de reducir algunos impactos negativos del cambio climático.

El tesoro del agua
Más que los yacimientos de oro, de diamantes, riquezas suntuarias que mueven millones, el tesoro más preciado y útil para la vida humana es el agua potable. Nos dice Francisco que “un problema particularmente serio es el de la calidad del agua disponible para los pobres, que provoca muchas muertes todos los días. Entre los pobres son frecuentes enfermedades relacionadas con el agua, incluidas las causadas por microorganismos y por sustancias químicas. La diarrea y el cólera, que se relacionan con servicios higiénicos y provisión de agua inadecuados, son un factor significativo de sufrimiento y de mortalidad infantil.
Y avanza en su reflexión sobre una cuestión que hoy está más que vigente en los modelos económicos mercantilistas que se apropian de los bienes naturales, los que nadie fabricó, para explotarlos abusivamente. La tierra, el primer recurso natural privatizado a partir de la instauración del derecho a la propiedad, el subsuelo, los recursos pesqueros, los bosques, los espacios aéreos y hoy el agua (tal vez mañana el aire). “Mientras se deteriora constantemente la calidad del agua disponible – dice -, en algunos lugares avanza la tendencia a privatizar este recurso escaso, convertido en mercancía que se regula por las leyes del mercado. En realidad, el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos.
Producto de la explotación de la naturaleza y de la tecnología genética para mejorar las especies vegetales y animales, cada vez la biodiversidad es más acotada. “Cada año desaparecen miles de especies vegetales y animales que ya no podremos conocer, que nuestros hijos ya no podrán ver, perdidas para siempre. La inmensa mayoría se extinguen por razones que tienen que ver con alguna acción humana.
“Posiblemente nos inquieta saber de la extinción de un mamífero o de un ave, por su mayor visibilidad. Pero para el buen funcionamiento de los ecosistemas también son necesarios los hongos, las algas, los gusanos, los insectos, los reptiles y la innumerable variedad de microorganismos.
No es ajeno a la lucha cotidiana que observamos en nuestros países para evitar el abuso en el uso de plaguicidas, insecticidas y fungicidas que afectan seriamente al propio ser humano, al ambiente y contaminan los recursos naturales con substancias ajenas al ecosistema. “Muchos pájaros e insectos que desaparecen a causa de los agrotóxicos creados por la tecnología son útiles a la misma agricultura, y su desaparición deberá ser sustituida con otra intervención tecnológica, que posiblemente traerá nuevos efectos nocivos.
“Mencionemos, por ejemplo, esos pulmones del planeta repletos de biodiversidad que son la Amazonia y la cuenca fluvial del Congo, o los grandes acuíferos y los glaciares. No se ignora la importancia de esos lugares para la totalidad del planeta y para el futuro de la humanidad. Los ecosistemas de las selvas tropicales tienen una biodiversidad con una enorme complejidad, casi imposible de reconocer integralmente, pero cuando esas selvas son quemadas o arrasadas para desarrollar cultivos, en pocos años se pierden innumerables especies, cuando no se convierten en áridos desiertos.”

La ecología de las multinacionales
No ignora Francisco que no siempre las entidades que promueven la defensa de los recursos naturales son bienintencionados. Sabemos que muchas organizaciones no gubernamentales reciben jugosos subsidios de empresas interesadas en apropiarse de los recursos de manera sutil, y otras que responden a intereses vinculados a una moderna versión de la división internacional del trabajo, que pretenden mantener a países periféricos como productores de materias primas y consumidores de manufacturas que se producen en las naciones industrializadas. Escribe el Papa que “un delicado equilibrio se impone a la hora de hablar sobre estos lugares, porque tampoco se pueden ignorar los enormes intereses económicos internacionales que, bajo el pretexto de cuidarlos, pueden atentar contra las soberanías nacionales.
“Existen « propuestas de internacionalización de la Amazonia, que sólo sirven a los intereses económicos de las corporaciones transnacionales »”, cita el texto aprobado por la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento de Aparecida (29 junio 2007).

Barrios cerrados y patrimonio cultural
La preocupación de Francisco también se desliza hacia la problemática de las aglomeraciones urbanas cada vez más caóticas y superpobladas. Como consecuencia quienes poseen mayores recursos económicos tienden a apropiarse de los espacios más adecuados para construir sus viviendas, e incluso hacerlo en barrios cerrados, separados del resto de la comunidad.
“En algunos lugares, rurales y urbanos, la privatización de los espacios ha hecho que el acceso de los ciudadanos a zonas de particular belleza se vuelva difícil. En otros, se crean urbanizaciones «ecológicas» sólo al servicio de unos pocos, donde se procura evitar que otros entren a molestar una tranquilidad artificial.
Finalmente acotamos esta interesante reflexión sobre el patrimonio cultural material e inmaterial que debiera ser preocupación central de los gobiernos. “Junto con el patrimonio natural – dice Francisco -, hay un patrimonio histórico, artístico y cultural, igualmente amenazado. Es parte de la identidad común de un lugar y una base para construir una ciudad habitable. No se trata de destruir y de crear nuevas ciudades supuestamente más ecológicas, donde no siempre se vuelve deseable vivir. Hace falta incorporar la historia, la cultura y la arquitectura de un lugar, manteniendo su identidad original. Por eso, la ecología también supone el cuidado de las riquezas culturales de la humanidad en su sentido más amplio. De manera más directa, reclama prestar atención a las culturas locales a la hora de analizar cuestiones relacionadas con el medio ambiente, poniendo en diálogo el lenguaje científico-técnico con el lenguaje popular.”
Estos algunos párrafos glosados de este riquísimo documento que merece ser difundido, estudiado y aplicado.

 *Publicado originalmente en la revista Ramos Generales. N° 4. 2020

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