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20/2/23

El bigote, como signo de pertenencia política

 Por Rubén I. Bourlot


En febrero de 1836 el gobernador de Entre Ríos, Pascual Echagüe, impartió una orden general del día estableciendo que desde el 1º de marzo "usarán bigote todos los señores Jefes y Oficiales de línea que estén en servicio activo de las armas, así como todas las demás clases desde soldado hasta sargento inclusive".

Aunque hoy parezca curioso el tema del bigote era cosa seria, como transgresión grave era portar pelo largo y barba hace unas pocas décadas en nuestro país.

Lo del bigote y la barba venía de lejos y era asunto de estado. Ya desde el nombre “bigote” se originan polémicas, en este caso en el terrero lingüístico. Según Ricardo Soca en La fascinante historia de las palabras, el origen puede remontarse a la España medieval cuando los españoles observaban a los germanos que usaban enormes bigotes y a la vez repetían en sus diálogos ¡bi Got! (¡por Dios!). Así cuando veían a un germano bigotudo le llamaban bigot que luego derivaría en bigote. Sin embargo en un trabajo de 1968, el académico Rafael Lapesa afirmaba que bigote debía su origen al bi Got proferido por unos guardias suizos que participaron en la Reconquista de Granada.

Pero también los españoles eran muy celosos de sus bigotes ya que constituía un distintivo de rango militar. Un bando dictado en Valladolid a mediados del siglo XIX advertía que "habiéndose observado que varios vecinos y habitantes de esa ciudad usan de bigotes y otros distintivos militares sin pertenecer al Ejército ni a la Milicia Nacional, y convencido el ayuntamiento de los perjuicios que pueden originarse de tolerar estos abusos (...), todo el que sin pertenecer al Ejército ni a la Milicia Nacional llevase bigote (...) sea presentado a la Autoridad (...) y le imponga las penas a que se ha hecho acreedor".

 

El bigote federal

En nuestro país, y hay gente que ha estudiado este serio tópico, a partir de la asunción de Juan Manuel de Rosas en el gobierno de la provincia de Buenos Aires, y de hecho en el poder de la Confederación Argentina, el bigote cobró relevancia. En 1831, en medio del enfrentamiento con los unitarios, ordenó que “que todos los milicianos usen bigotes y los conserven mientras dure la guerra contra los pérfidos salvajes unitarios”. Luego el uso del bigote se extendió a la población civil. El bigote, junto con la divisa punzó, era el apéndice imprescindible para no confundirse con los unitarios que con la barba y patillas representaban una U en su rostro.

Urquiza luciendo bigotes

Por ejemplo, un oficio enviado por el juez de paz del Fuerte Azul a Rosas “(...) en nombre de los ciudadanos del partido, solicita se les conceda el uso del bigote (...) para hacerles ver á los rastreros Unitarios, é inmundos Franceses, que los Argentinos Federales, son dignos apreciadores de su Livertad é Independencia, y que han de perecer mil veces al lado de V. E. antes que consentir en la infamia, en la traición y en su deshonra (…)”

Se dice que muchos salían del apuro, cuando los bigotes remoloneaban en crecer, con unos postizos, inclusive otros llegaron a pintárselos con corcho quemado. La omisión del uso del apéndice bigoteril podía ser reprimido por la Mazorca, la temible policía rosista, que tenía la orden de “apalear a todo el que encontrásemos sin chaleco colorado, sin bigote.”

En una investigación Roy Hora -Identidad política, clase y masculinidad: el bigote en argentina, de Rosas a Yrigoyen. CONICET / Universidad Nacional de Quilmes-, dice que “es sabido que los unitarios solían lucir largas patillas y a veces barbas en forma de ‘U’, que dejaban la pera y los pómulos descubiertos” y los federales, para demostrar el compromiso de la república en armas contra el enemigo unitario, se dejaban crecer el bigote.

 

Unos sí, otros no

En la orden del día firmada por el gobernador Echagüe y Evaristo Carriego se disponía que, desde el soldado hasta el oficial de más alto rango, debían portar el bigote distintivo en consonancia con lo impuesto por Rosas. Para agregar una nota de color, en la misma orden, párrafo aparte, se disponía que “el sargento de dragones en Comisión en Nogoyá Basilio Mendieta, sea arrojado del cuerpo a que corresponde por incorregible e indigno de vestir el hábito militar, ya por ser un insubordinado como por su detestable vicio de embriaguez.”

De unos años después hay una singular imagen de Justo José de Urquiza, ya gobernador, luciendo patillas y un grueso bigote y así también aparece a su turno el gobernador Echagüe. En otra pintura de 1948 Urquiza ya no luce el bigote. Cabe aclarar que en todas las imágenes conocidas de Rosas lo muestran con tupidas patillas pero sin bigote.

Roy Hora advierte que en el Río de la Plata “tras la ruptura con España, ningún hombre que pretendiese ocupar un lugar en los círculos sociales más encumbrados o en la elite dirigente exhibía su labio superior o su pera cubiertos de pelo. Como un eco de las costumbres prevalecientes en París, Londres o Madrid, las excepciones a este patrón quedaron circunscriptas a la esfera militar. También en el Plata el bigote fue, ante todo, un distintivo asociado con la fraternidad de las armas.” Y agrega el autor que Manuel Dorrego, Juan Manuel de Rosas y Justo José de Urquiza exhibieron su cara afeitada. Igualmente, Esteban Echeverría, Juan Bautista Alberdi, así como, por regla general, los integrantes de la elite del poder en el medio siglo posterior a la independencia prescindieron del uso del bigote, lo que explica la imagen de Urquiza de 1848.

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