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2/6/18

Qué universidad queremos; qué educación queremos

Por Rubén Bourlot

El debate universitario, al cumplirse el centenario de la reforma de 1918, que arrojó luz sobre el vasto territorio de nuestra América, está al rojo vivo. Improvisados funcionarios que salen a opinar con brutal sinceridad sobre un tema que aparentemente conocen poco, o simplemente no les importa, salvo para trasmitir los intereses espurios – ajenos al papel que debe cumplir nuestra universidad -.  
La universidad argentina que fue el faro para la educación en el continente de la esperanza, adonde concurrían los jóvenes para recibir una formación de calidad y prestigio, que a mediados de siglo se hizo gratuita y obrera – de ese riñón nació la hoy aún prestigiosa Universidad Tecnológica Nacional -. Esa universidad apaleada en los ’60 que no obstante se recuperó y siguió su rumbo. 
La universidad argentina que garantizaba la gratuidad, aunque difícil de alcanzar porque no sólo se hace accesible con simplemente abrir las puertas. Que con el tiempo se fue expandiendo y acercando los jóvenes del todo el país. Primero la UTN con sus unidades regionales, luego las universidades en cada provincia. En Entre Ríos, una larga marcha culminó en 1973 con la creación de la UNER que terminó con la sangría de entrerrianos que emigraban para estudiar el La Plata, Rosario, Buenos Aires…
Al comienzo del nuevo siglo, una nueva creación, la Universidad Autónoma de Entre Ríos, comenzaba a penetrar todos los intersticios de una comunidad ávida de conocimiento. Y en el país comenzaron a pulular las universidades. Pero no solamente las universidades públicas y gratuitas que permiten a los sectores más humildes acceder al elemental derecho a aprender, sino las privadas que por doquier surgieron para captar a sectores con mayor poder adquisitivo.
Sin dudas, no todas son flores. Junto a estos avances cualitativos, los nuevos tiempos, las tecnologías innovadoras, las crisis económicas, pusieron a prueba la capacidad de adaptación de la dirigencia universitaria y del campo de la educación en su totalidad. Décadas de ensayos, de idas y vueltas. Ensayos y muchos errores. La centenaria Ley 1420 aún vigente en la década del ’80 era el símbolo de esa incapacidad de ponerse al día.

La escuela neoliberal
El Congreso Pedagógico convocado en 1986-87 fue la última oportunidad de recuperar y actualizar el sistema educativo. No pudo ser. El avance neoliberal de los ’90 consagró un cambio de poco aliento que dio por tierra con todas las buenas intenciones. La Ley Federal de Educación, pomposo nombre, destruyó el sistema, lo puso en crisis sin alternativas, y una década después debió ser sustituida. 
La enseñanza secundaria, media o como se le llame, pasó a ser el cuello de botella del sistema. A la universidad, a los estudios superiores, se llega con serias falencias que le achacan a la formación del secundario. Pero no hay que olvidar que el nivel primario acusa profundos desajustes que se van trasladando de un nivel a otro.
En los últimos años mucho se habla de inclusión, caballito de batalla de políticos de todo pelo. Muchos fueron los intentos con suerte diversa. Es auspicioso, en el caso de nuestra provincia que se haya sembrado de escuelas secundarias en todo el territorio, en los pueblos más remotos. Auspicioso es que se haya dejado de lado el monstruoso ensayo de la escuela intermedia + polimodal (en el caso de Entre Ríos) con una dispersión de modalidades. Auspiciosos son los sistemas de becas para facilitar el acceso a la educación, como es el caso del Instituto Becario de Entre Ríos y otros. Pero sabemos que el crecimiento de la pobreza, la profundización de la misma, el hambre recurrente no es el mejor clima para incluir. Con la panza vacía el cerebro no funciona. También el plato de comida es parte del currículum.

Los que sobran
Hoy varios de los avances están en el ojo de la tormenta. Para muchos de los que deciden en materia educativa, o al menos trasmiten las intenciones de otros, sobran escuelas, sobran universidades, sobran como la canción chilena (“Nos dijeron cuando chicos / Jueguen a estudiar / Los hombres son hermanos y juntos deben trabajar / Oías los consejos / Los ojos en el profesor / Había tanto sol / Sobre las cabezas / Y no fue tan verdad, porque esos juegos al final / Terminaron para otros con laureles y futuro / Y dejaron a mis amigos pateando piedras”, dice la canción del grupo Los Prisioneros). Sobran estudiantes también. 
Y sobran años de estudio. Hoy el secreto son las carreras cortas, de salida rápida, con créditos académicos que flexibilicen el sistema y permitan un inmediato acceso al mundo del trabajo. Muy tentador por cierto (y repetimos como la canción de Arbolito “Sobran políticos, sobran políticos / Faltan maestros sin antifaz / Faltan espacios para crear / Faltan canciones, falta cobrar / Falta conciencia, falta estallar…”).
Una investigadora costarricense trazaba un panorama desalentador ya a mediados de la década del ’90: 
“Baste un análisis de las publicaciones del Banco Mundial para comprender que existe un claro interés por la homogeneización educativa, mediante sistemas de control a través de la evaluación. La publicación de La enseñanza superior: Las lecciones derivadas de la experiencia (Banco Mundial, 1995) señala la crisis de las instituciones de educación superior en el nivel mundial evidenciada en una serie de problemas y limitaciones. El informe mencionado indica que esta crisis tuvo efectos graves, especialmente para los países en desarrollo, en donde las limitaciones presupuestarias y el aumento en la demanda se tradujo en hacinamiento, deterioro de la infraestructura, falta de recursos y disminución de la calidad de la enseñanza y las actividades de investigación. Ante esta situación, el Banco Mundial propone cuatro enfoques básicos para la educación superior que tienen que ver con: Una mayor diferenciación entre instituciones de educación superior, incentivos para que las instituciones públicas diversifiquen sus fuentes de financiamiento, la redefinición del papel del Estado en la educación superior, y la introducción de políticas que busquen el logro de los objetivos de calidad y equidad…”1
Y sobran incumbencias de títulos. Hoy nos enteramos que el Ministerio de Educación de la Nación resolvió modificar las incumbencias exclusivas de los títulos. Qué se estaría buscando con este cambio. Desde diversos ámbitos se sugiere que la intención es trasladar las incumbencias a posgrados que son pagos en las universidades públicas, o directamente cursados en el sistema privado. Muy acorde a lo que propone el Banco Mundial de propiciar la búsqueda de nuevas fuentes de financiamiento. 
Y dice la ya citada Vargas Porras: “De esta forma, en los albores del siglo XXI el sentido de la educación se vuelca hacia una perspectiva productivista que coloca al empleo como punto central del fin educativo y en la década de los años 90 vemos la consolidación del pensamiento global de la educación que se basa en la libre competencia y la libre empresa, desde la perspectiva neoliberal. Este aspecto ha entrado en contradicción con la función social de la educación en general y de la educación superior en particular, en donde se busca la preparación de profesionales para las transnacionales, mediante empleos puntuales y específicos que desestiman aquellos aspectos que no contribuyan a la dinámica laboral del quehacer transnacional.”
Hoy el Plan Maestro, que no se nombra mucho pero está ahí agazapado, el Plan Educar 2050, las fundaciones que actúan entre bambalinas y muchos desde los ámbitos académicos trabajan sigilosamente para construir la universidad de los próximos años. Una universidad exclusiva, excluyente, para pocos.

1 Alicia Vargas Porras, Educación, vol. 26, núm. 2, 2002, pp. 245-254 Universidad de Costa Rica http://www.redalyc.org/pdf/440/44026223.pdf)

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