Con gran satisfacción a partir de agosto de 2010 una tradicional avenida de Paraná, Entre Ríos, retoma su denominación histórica y plena de significado: Alameda de la Federación. La arteria parte de la actual plaza Alvear y la une con el sector que se denomina del Puerto Viejo.
La historia comienza en 1836 cuando el gobernador de Entre Ríos, Pascual Echagüe ordenó la formación de una plaza en un terreno que perteneció a don Juan Garrigó, donde existía un molino de trigo, por lo cual el sitio se conocía con el nombre de "El Molino". La plaza se denominó Echagüe y la avenida que comunicaba con el antiguo puerto fue nombrada “Alameda de la Federación”. El decreto disponía que los sitios baldíos frente a la Alameda se donaran a quienes se comprometieran a edificarlos. La avenida fue delineada por el ingeniero Juan Bautista André.
La crónica de la inauguración de las obras consignan: “Leídos los bandos por el pregonero y fijado el último de ellos en el centro del lugar elegido para la plaza, se procedió a demarcar la calle mediante el instrumento visual fijado en el punto donde debía arrancar la misma con dirección a los 49 grados, doce minutos noroeste y a la bandera encarnada que se divisa entre la arboleda. De inmediato se inició la tarea de desmonte (la primera en caer fue una higuera) hasta dejar el trazado abierto, con la amplitud de 24 varas establecidas por la ley… Todo lo que fue dispuesto y ejecutado en el día claro y sereno a la vista de una numerosa concurrencia”
El 25 de abril fue inaugurada y nombrado para cuidarla Miguel Artigue, con obligación de mantener el “orden, el cuidado de la arboleda, su riego diario”. Cada aguatero debía “echar cuatro baldes de agua diario a los árboles”. El decreto indicaba que todos los domingos de 4 a 6 se “tocaría música en la mencionada calle”.
La historia continuó con periodos de abandonos y otros de esplendor. En 1877 se dispuso el empedrado y se la engalanó con 300 plantas entre eucaliptos, acacias y aromos. Tenía 18 bancos de hierro y madera. Contaba con canteros centrales. En 1880 se licitó la colocación de faroles a querosene.
En 1890 se terminó el adoquinado, primero de la ciudad y en 1891 se cambió el alumbrado por farolas a gas. En 1900 se colocaron luminarias eléctricas, todo un avance para la época.
Hacia 1890, en fecha no precisada, por un proyecto que se dice presentado por un “grupo de estudiantes”, se resolvió quitar el nombre que tenías connotaciones demasiado “federales” para trocarlo por el muy unitario “Rivadavia”, una verdadera afrenta para los entrerrianos.
Casi un siglo después, en 1975 le fue restituido el nombre original y en 1976, el gobierno de facto anuló la medida, volviendo a la denominación Rivadavia.