Rubén I. Bourlot
El 5 de junio de 1976 murió en Buenos
Aires Carlos Mastronardi, el consagrado autor de Luz de Provincia. Había nacido
en Gualeguay, el 7 de octubre de 1901. Cursó sus estudios secundarios en Concepción
del Uruguay, ciudad entrerriana honrada por la sombra de Urquiza, y fue interno
de la noble Fraternidad. Más o menos a
sus veinte años se fue a Buenos Aires, con intención de estudiar abogacía. Allí fue parte de del grupo “Martín Fierro”,
esto es, la vanguardia literaria que, a mediados de los años veinte, se reunía
alrededor de la revista de ese nombre.
Muchos años después sus personajes, ya ilustres, poblarían las páginas
vívidas de Memorias de un provinciano: entre otros, el inclasificable Macedonio Fernández, Roberto Arlt, Jacobo
Fijman, Néstor Ibarra y el joven Jorge Luis Borges.
Tiempo después de publicarse su primer
libro de poemas, Tierra amanecida (1926), la muerte del padre determina el
regreso de Mastronardi a Gualeguay, experiencia caracterizada en las Memorias
como “un período oscuro, un tiempo sin esperanza ni salida” que dura ocho años.
Al cabo de ellos, Mastronardi volvió a Buenos Aires donde publicó su tercer
libro: Conocimiento de la noche (1937) donde incluye su poema más celebrado:
Luz de provincia. El resto de su
literatura cabe en unos pocos títulos.
Dos de ensayos: Valéry o la infinitud del método (1955) y Formas de la
realidad nacional (1961); uno más de poesía: Siete poemas (1963) y las Memorias
de un provinciano (1967).
Es interesante rescatar no solo la obra
literaria del gualeyo, también la frescura de sus textos epistolares donde se
explaya en la intimidad con sus amigos.
La
vida a través de las cartas
Las cartas constituyen una fuente
interesantísima para auscultar las mentalidades de una época y descubrir
algunas “verdades” que muchas veces no se expresan en otros documentos
públicos. Cartas de personalidades, políticos, artistas, empresarios, cartas
familiares. Hasta no hace mucho tiempo la comunicación entre personas se hacía
mediante las cartas, hasta que fueron reemplazadas por el territorio de lo
virtual. Primero, los correos electrónicos y hoy los breves y efímeros mensajes
de las redes sociales, celulares y otros artefactos. La comunicación perdió ese
encanto del relato escrito con tiempo para ser leído con tiempo. Todo es
instantáneo y efímero. No sé qué incidencia tendrán ahora las cartas y si aún
se siguen enviando por correo electrónico cartas que luego se guardan en algún
rincón del ciberespacio. Lo casi cierto es que cada vez se escribe más breve,
más desprolijo y no se guardan los escritos. Es la era de lo descartable.
¿Estaremos yendo a una nueva cultura ágrafa como en los tiempos primordiales?
Es la gran pregunta.
Me consta que hasta no hace mucho las
cartas aún circulaban, y tengo a mano un libro con olor a tinta fresca en donde
Luis Alberto Salvarezza descorre el velo del pintor gualeyo Derlis Maddoni a
través de su correspondencia. Cartas que muerden los primeros años del siglo
XXI.
Mastronardi
y Panizza
También Salvarezza rescata el intercambio
epistolar entre Mastronardi y el otro gran poeta de nuestro terruño: Delio
Panizza.
En una de sus misivas de 1953 hay
referencias a Jorge Enrique Martí, el poeta de Liebig, y el también poeta
Alfredo Maxit.
“Recibí sus
amables letras del 6 del corriente, las que me apresuro en contestar, pues me
encuentro ‘con un pie en el estribo’.
“El Dr.
Hourcade, que mucho lo aprecia a Ud., apoya con decidido entusiasmo el proyecto
de erigir un busto recordatorio de Doña Anita (María Ana Bugni, la almacenera
donde se proveían los alumnos del Colegio del Uruguay internos en La
Fraternidad). Así me lo dice en una carta reciente. Por mi parte, y en la
medida de mis fuerzas, estoy con Uds.
“Me propongo visitar al excelente amigo (Alfredo)
Maxit en su domicilio de esta Capital. Por falta de tiempo, no he podido
hacerlo hasta ahora. Me apena el estado de salud de este óptimo camarada. Pero
sospecho que sus males, además de físicos, son morales. Aunque estoy
sobresaturado de proyectos y tareas, trataré de verlo lo antes que me sea
posible.
“Tengo
planeado un viaje al Brasil, donde se me brinda la oportunidad de dictar
algunas conferencias, amén de otros trabajos relacionados con mi vocación. La
atracción del mar, y la sospecha de que allí la atmósfera es más ‘respirable’,
no son incentivos que puedan subestimarse. En consecuencia, ignoro si para Mayo
estaré en esta Capital. Me gustaría ‘alcanzarlo’ a Ud. para tener el gusto de
oír su anunciada conferencia. Si no consigo el arduo…pasaporte, me verá Ud. en
el salón de actos de Avellaneda.
“Precisamente
en función de mi posible viaje es que solicitaba la devolución de mi
conferencia, cuyo texto quedó en casa de Maxit. Es posible que (Jorge Enrique) Martí
no pueda localizarla, pero nada se pierde con formularle la pregunta. Siempre
causa pena perder un trabajo –desinteresadamente leído ante los jóvenes- en el
que se puso empeño y fervor.
“Estoy
plenamente de acuerdo con Ud.: debemos seguir luchando los pocos que quedamos
en las trincheras. Aquí, o fuera de aquí, mi empeño será el mismo.
“Su amable
carta hace referencia a la última novela de Beracochea (Roberto Beracochea,
escritor nacido en Gualeguay). Sólo he leído la primera parte. Entiendo que es
preciso hacer un distingo. Aunque no advierto mucha ‘garra’ y los personajes aparecen un tanto borrosos y desdibujados,
alienta en sus páginas un noble anhelo de libertad. En consecuencia, cabría
decir que los méritos del libro son más éticos que estéticos: en lo moral,
sobresaliente; en lo intelectual, sólo medianejo.”
Cartas
con César Tiempo
También mantuvo un fructífero intercambio
de correspondencia, durante su “exilio” en Gualeguay (“La frustrada vuelta al
hogar” señala Claudia Rosa en su iniciática “Poética e ideología en Carlos Mastronardi”),
con César Tiempo (escritor nacido Israel Zeitlin). En una de esas cartas,
fechada el 20 de enero de 1930, Mastronardi comenta la salida de “Los siete
locos”, la paradigmática novela de Roberto Arlt.
“(…) acabo de leer la novela
desconcertante de Arlt. Me parece un libro asombroso. Es casi insolente la
abundancia de vida que hay en sus páginas. Me parece ‘el libro del año’. Me
digo un encamotado de ese libro. En Arlt eso que los críticos del 905 llamaban
garra. Nunca lo adiviné tan poderoso al amigo Arlt. ‘Los 7 locos’ tiene esa
contextura maciza, homogénea, contundente, que solo se admira en Balzac y en
algunos rusos de primera magnitud. El sabor policial de un secuestro allí
relatado, y lo contradictorio de algunos caracteres, no disminuyen los méritos
de esta obra (…)”
Y para finalizar este breve repaso por el
territorio íntimo de Mastronardi, el principio de su laureada Luz de provincia:
“Un fresco abrazo de agua la nombra para siempre; / su costas están
solas y engendran el verano; / Quien mira es influido por un destino suave/
cuando el aire anda en flores y el cielo es delicado”
Bibliografía a consultar
- Rosa de
Greca, Claudia, (1985). Poética e ideología en Carlos Mastronardi (premio Fray
Mocho), Editorial de Entre Ríos, Paraná.
- https://genoma.cfi.org.ar/Enciclopedia/Evento?eventoId=8836
Parodi, R.
A., (1979). En Enciclopedia de Entre Ríos, T VI: Literatura, Arozena, Paraná.
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