8/5/23

El entrerriano, primer tango registrado

 Por Rubén I. Bourlot

“Se dice que el entrerriano / es algo caminador, / medio fantástico a veces, / pero muy firme varón” según Carlos Santamaría. Y seguro que es así porque ya a finales del siglo XIX a un entrerriano le dedicaron el primer tango que logró trascender los bajofondos arrabaleros de Buenos Aires. El entrerriano está considerado como el primero con partitura impresa. Fue compuesto y publicado como tema instrumental entre 1897 y 1898 por el músico Rosendo Mendizábal bajo el seudónimo de A. Rosendo.

El momento histórico de la composición de El entrerriano fue dado a conocer por Héctor y Luis Bates en su obra Las historias del tango: sus autores (1936). Allí los primos Bates publican el relato de José Guidobono quien en 1934 les enviara una carta detallando el acontecimiento en el que estuvo presente del siguiente modo:

“Existía una casa de baile que era conocida por María la Vasca. Allí se bailaba todas y toda la noche, a tres pesos hora por persona. Encontraba en esos bailes a estudiantes, cuidadores y jockeys y en general, gente bien. El pianista oficial era Rosendo y allí fue donde por primera vez se tocó El entrerriano. Era una noche en que varios socios del Z Club habían tomado la sala por varias horas de baile; recuerdo que siendo más o menos las dos a.m., golpearon la puerta. Atendió María la Vasca y regresó diciendo que eran los jockeys Pablo Aguilera, el famoso corredor de Pillito, Rafael Bastiani y otros más cuyos nombres no recuerdo, y nos pedían que les permitiésemos participar del baile. Gustosos accedimos y así se bailó hasta las 6 a.m. Al retirarnos lo saludé a Rosendo, de quien era amigo, y lo felicité por su tango inédito y sin nombre, y me dijo: ‘se lo voy a dedicar a usted, póngale nombre’. Le agradecí pero no acepté, y debo decir la verdad, no lo acepté porque eso me iba a costar por lo menos cien pesos, al tener que retribuir la atención. Pero le sugerí la idea que se lo dedicase a Segovia, un muchacho que paseaba con nosotros, amigo también de Rosendo y admirador; así fue; Segovia aceptó el ofrecimiento de Rosendo. Y se le puso El entrerriano porque Segovia era oriundo de Entre Ríos.”

 

El estanciero Segovia

Los autores citados explican en el Z Club era un grupo cerrado de cuarenta jóvenes de clase alta que organizaba fiestas orgiásticas que incluían música y baile de tango. Para eso contrataban prostitutas de bajo nivel y alquilaban casas de baile donde realizaban sus orgías. El Z Club había sido fundado por el escribano Esteban Benza, a quien Augusto P. Berto dedicó el tango Don Esteban. José Guidobono era uno de los miembros del club al igual que Ricardo Segovia al que se refiere el título del tango, un hacendado oriundo de Entre Ríos, que andaba tirando manteca al techo por la noche de Buenos Aires y no le resultó oneroso depositarle los cien pesos de propina por la dedicatoria que figuró en la primera publicación de la partitura: “Al Sr. Ricardo Segovia”.

En 1911 este tango pionero llegó a la grabación por la Banda Municipal bajo el sello Columbia Record, en 1913 fue registrado por el Quinteto Criollo "Tano Genaro" bajo el sello Atlanta y también ese mismo año por Eduardo Arolas bajo el sello Odeón. Con posterioridad el tema tuvo varia letras, entre otras la escrita por Ángel Villoldo: “Sabrán que soy el Entrerriano, / que soy milonguero y provinciano, / que soy también un poquito compadrito, / y aguanto el tren de los guapos con taquitos.”

 

Mendizábal y el tango canyengue

Anselmo Rosendo Mendizábal tenía poco menos de 20 años al componer el tema que firmó como A. Rosendo. Había nacido en Buenos Aires el 21 de abril de 1868. Fue un destacado compositor y pianista de los primeros tiempos del tango. Una biografía consigna que era de ascendencia africana y de familia con buena posición económica; su padre, Horacio, había publicado libros con sus versos: Primeros versos y Horas de meditación. Mendizábal, que recibió en 1875 una herencia considerable por el fallecimiento de su abuela, estudió música y obtuvo su título de profesor de piano en un conservatorio que lo colocó en ventaja respecto de otros ejecutantes.

Excelente pianista era famoso por la singular utilización de la mano izquierda. Su vida bohemia no era compatible con la administración de su herencia que muy pronto se esfumó. Sus ingresos provenían de sus actuaciones y composiciones por las que percibía propinas, aunque para ello hubiera que dedicar alguna composición al oportuno donante. Por esa época no existía el derecho de autor.

En sus inicios el tango era música canyengue, de los arrabales del Buenos Aires de fines del siglo XIX, que frecuentaba los prostíbulos, las modestas academias y casas de bailes, y algunos salones más “decentes” como La vieja Eustaquia, La parda Adelina y La de Laura. En 1897 Mendizábal amenizaba las veladas de la casita de María Rangolla, María la Vasca. Una vez por mes tocaba para los amigos del Z Club. Ese día no se permitía la entrada a quienes no formaran parte del grupo, salvo al comisario del barrio de San Cristóbal, Enrique Otamendi, que acostumbraba a pasar por allí.

El autor de El Entrerriano también compuso otro tango denominado La Entrerriana, del que no hay mayor información, dedicado a Luciano A. Prelat que era un editor de partituras. Son de su autoría también Somos de línea, Alberto, A la luz de los faroles, La reina de Saba, El torpedero y Don Enrique, dedicado al comisario Otamendi, entre muchos otros.

Después de estar dos años enfermo, casi ciego, postrado en cama con una parálisis, y casi en la miseria, falleció en Buenos Aires el 30 de junio de 1913.

 

Para escuchar

-          Primera grabación de El Entrerriano está disponible en https://youtu.be/FS7b5bqR4EA

-          La Entrerriana disponible en https://youtu.be/8HmIh7f2Xn8

20/2/23

El bigote, como signo de pertenencia política

 Por Rubén I. Bourlot


En febrero de 1836 el gobernador de Entre Ríos, Pascual Echagüe, impartió una orden general del día estableciendo que desde el 1º de marzo "usarán bigote todos los señores Jefes y Oficiales de línea que estén en servicio activo de las armas, así como todas las demás clases desde soldado hasta sargento inclusive".

Aunque hoy parezca curioso el tema del bigote era cosa seria, como transgresión grave era portar pelo largo y barba hace unas pocas décadas en nuestro país.

Lo del bigote y la barba venía de lejos y era asunto de estado. Ya desde el nombre “bigote” se originan polémicas, en este caso en el terrero lingüístico. Según Ricardo Soca en La fascinante historia de las palabras, el origen puede remontarse a la España medieval cuando los españoles observaban a los germanos que usaban enormes bigotes y a la vez repetían en sus diálogos ¡bi Got! (¡por Dios!). Así cuando veían a un germano bigotudo le llamaban bigot que luego derivaría en bigote. Sin embargo en un trabajo de 1968, el académico Rafael Lapesa afirmaba que bigote debía su origen al bi Got proferido por unos guardias suizos que participaron en la Reconquista de Granada.

Pero también los españoles eran muy celosos de sus bigotes ya que constituía un distintivo de rango militar. Un bando dictado en Valladolid a mediados del siglo XIX advertía que "habiéndose observado que varios vecinos y habitantes de esa ciudad usan de bigotes y otros distintivos militares sin pertenecer al Ejército ni a la Milicia Nacional, y convencido el ayuntamiento de los perjuicios que pueden originarse de tolerar estos abusos (...), todo el que sin pertenecer al Ejército ni a la Milicia Nacional llevase bigote (...) sea presentado a la Autoridad (...) y le imponga las penas a que se ha hecho acreedor".

 

El bigote federal

En nuestro país, y hay gente que ha estudiado este serio tópico, a partir de la asunción de Juan Manuel de Rosas en el gobierno de la provincia de Buenos Aires, y de hecho en el poder de la Confederación Argentina, el bigote cobró relevancia. En 1831, en medio del enfrentamiento con los unitarios, ordenó que “que todos los milicianos usen bigotes y los conserven mientras dure la guerra contra los pérfidos salvajes unitarios”. Luego el uso del bigote se extendió a la población civil. El bigote, junto con la divisa punzó, era el apéndice imprescindible para no confundirse con los unitarios que con la barba y patillas representaban una U en su rostro.

Urquiza luciendo bigotes

Por ejemplo, un oficio enviado por el juez de paz del Fuerte Azul a Rosas “(...) en nombre de los ciudadanos del partido, solicita se les conceda el uso del bigote (...) para hacerles ver á los rastreros Unitarios, é inmundos Franceses, que los Argentinos Federales, son dignos apreciadores de su Livertad é Independencia, y que han de perecer mil veces al lado de V. E. antes que consentir en la infamia, en la traición y en su deshonra (…)”

Se dice que muchos salían del apuro, cuando los bigotes remoloneaban en crecer, con unos postizos, inclusive otros llegaron a pintárselos con corcho quemado. La omisión del uso del apéndice bigoteril podía ser reprimido por la Mazorca, la temible policía rosista, que tenía la orden de “apalear a todo el que encontrásemos sin chaleco colorado, sin bigote.”

En una investigación Roy Hora -Identidad política, clase y masculinidad: el bigote en argentina, de Rosas a Yrigoyen. CONICET / Universidad Nacional de Quilmes-, dice que “es sabido que los unitarios solían lucir largas patillas y a veces barbas en forma de ‘U’, que dejaban la pera y los pómulos descubiertos” y los federales, para demostrar el compromiso de la república en armas contra el enemigo unitario, se dejaban crecer el bigote.

 

Unos sí, otros no

En la orden del día firmada por el gobernador Echagüe y Evaristo Carriego se disponía que, desde el soldado hasta el oficial de más alto rango, debían portar el bigote distintivo en consonancia con lo impuesto por Rosas. Para agregar una nota de color, en la misma orden, párrafo aparte, se disponía que “el sargento de dragones en Comisión en Nogoyá Basilio Mendieta, sea arrojado del cuerpo a que corresponde por incorregible e indigno de vestir el hábito militar, ya por ser un insubordinado como por su detestable vicio de embriaguez.”

De unos años después hay una singular imagen de Justo José de Urquiza, ya gobernador, luciendo patillas y un grueso bigote y así también aparece a su turno el gobernador Echagüe. En otra pintura de 1948 Urquiza ya no luce el bigote. Cabe aclarar que en todas las imágenes conocidas de Rosas lo muestran con tupidas patillas pero sin bigote.

Roy Hora advierte que en el Río de la Plata “tras la ruptura con España, ningún hombre que pretendiese ocupar un lugar en los círculos sociales más encumbrados o en la elite dirigente exhibía su labio superior o su pera cubiertos de pelo. Como un eco de las costumbres prevalecientes en París, Londres o Madrid, las excepciones a este patrón quedaron circunscriptas a la esfera militar. También en el Plata el bigote fue, ante todo, un distintivo asociado con la fraternidad de las armas.” Y agrega el autor que Manuel Dorrego, Juan Manuel de Rosas y Justo José de Urquiza exhibieron su cara afeitada. Igualmente, Esteban Echeverría, Juan Bautista Alberdi, así como, por regla general, los integrantes de la elite del poder en el medio siglo posterior a la independencia prescindieron del uso del bigote, lo que explica la imagen de Urquiza de 1848.

La existencia ajetreada del socialista Enrique Dickmann

 Por Rubén Bourlot

En una resolución del 6 de febrero de 1952 el Comité del Partido Socialista resolvió excluir del seno del organismo a Enrique Dickmann y someter el caso para su expulsión por sus contactos con el gobierno del general Juan Domingo Perón.

Enrique Dickmann había nacido en Letonia en 1874 pero aún adolescente, junto a su padre y a su hermano Adolfo –nacido en Finlandia-, se trasladaron a la Argentina en el marco de la migración de judíos de Este europeo para instalarse en la colonias entrerrianas que organizaba la Jewish Colonization Association del Baron de Hirsch.

En su libro Recuerdos de un militante socialista brinda una versión de su derrotero adolescente hasta su arribo a la Entre Ríos prometida. Desde Rusia, a la que cruzó de Norte a Sur llegó a Odessa, puerto en donde decidió partir hacia Palestina. Subió a un barco que debía depositarlo en Jafa, pero un decreto del gobierno turco le impidió desembarcar. Tocó tierra en Alejandría, y permaneció unos meses en Egipto, ganándose la vida cavando canales en el Nilo. Pero, luego de enfermar, decidió volver a Rusia. Sin embargo, al no poder llegar a Odessa por carecer de documentos rusos, permaneció en Estambul. Allí la Jewish había abierto un registro para que se inscribieran los judíos que querían emigrar a América. Dickmann fue uno de los cinco mil inscriptos y, a pesar de la exigencia de ser padre de familia, se encontró entre los elegidos. “A las pocas horas pisé la hospitalaria y bendita tierra argentina –escribe-, donde, como al caballero Lohengrin, nadie me preguntó de dónde venía ni de quién era. Bastaba la condición humana para ser acogido con cordial y generosa hospitalidad. Yo tenía quince años, sentí, en aquel momento, la íntima y profunda intuición de la Patria Nueva a la que me incorporaba voluntaria y libremente, y a la cual estaba dispuesto a servir material y espiritualmente. ¡Y en mis oídos sonaba la gran voz de la pampa infinita! ¡Bienvenido seas!”


Detrás de su aventura juvenil arribaron su hermano y sus padres que se instalaron en una de las chacras de Colonia Clara. Los padres trabajaron la tierra en tanto los hijos terminaban sus estudios primarios y también colaboraban en las tareas rurales. “Amansamos novillos y domamos postes (…) ¡El domador, más que el amansador es admirado y respetado por los hombres de campo! Con verdadera nostalgia, y con profundo amor evoco los años de mi vida rural en Entre Ríos (…) Ella me dio la noción exacta de la base y del fundamento de las necesidades técnicas y económicas del país argentino. Empuñar la mancera de un arado, guiar cuatro yuntas de bueyes, (…) domar, amansar, construir, cavar pozos y construir ranchos; he aquí tareas útiles y fecundas que todo joven argentino debería practicar y conocer alguna vez en la vida.”

 

En las huestes socialistas

Enrique cursó libre el bachillerato en Buenos Aires lo que le permitía seguir colaborando con las tareas del campo. Luego ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires donde obtuvo el título de médico.

Siendo estudiante universitario se vinculó al partido Socialista fundado por Juan B. Justo, ocupó cargos de relevancia dentro del partido y dirigió el periódico La Vanguardia. En 1914 fue elegido diputado nacional por la Capital Federal, y fue reelegido en 1916, 1920 y 1924, ocupando el cargo hasta 1928. Fue el primer diputado argentina de origen judío. En su discurso inaugural como legislador defendió a la industria porque "del progreso industrial depende el progreso de las clases trabajadoras". En las siguientes décadas fue nuevamente diputado por varios periodos y en esa época publicó Formas de gobierno (1932) y Emancipación civil, política y social de la mujer (1935).

Con la irrupción del peronismo en 1945 adhirió a las posiciones de su partido contrarias a las políticas sociales implementadas por el gobierno de Juan Domingo Perón que eran precisamente la concreción de lo que los socialistas venían predicando desde principios de siglo.

Posteriormente publicó una serie de ensayos como Pensamiento y acción para la clase trabajadora (1946), Población e inmigración (1946), Recuerdos de un militante socialista (1949) y El pronunciamiento de Urquiza (1952), entre otros.

 

La exclusión

En los primero meses de 1952 la situación del país era compleja. El gobierno de Juan Domingo Perón había anunciado un Plan de Emergencia Económica para enfrentar el desequilibrio financiero que respondía tanto a causas externas como internas. Entre las primeras, se señalaba los efectos de la Guerra de Corea sobre el mercado mundial de alimentos. Entre las internas se encontraba la sequía que durante dos cosechas había provocado un derrumbe de la producción exportable y el crecimiento de la inflación. Todo esto traía como consecuencia conflictos políticos con la oposición además de los intentos de golpe de estado de sectores de las fuerzas armadas.

El Partido Socialista era uno de los más críticos del rumbo del gobierno que, inclusive, había pedido la suspensión de las elecciones de noviembre de 1952 cuando Perón fue reelecto. En el veranito de 1952 las relaciones entre gobierno y oposición se habían tensado. EL DIARIO dedicó una saga de notas sobre la situación, en particular del partido Socialista, que culminó con la separación de Dickmann. El gobierno, en virtud del estado de guerra interna originado en el intento de golpe de estado del general Benjamín Menéndez, mantenía detenidos a varios dirigentes socialistas y prohibió la realización de actos públicos. También mantenía clausurado el periódico partidario La Vanguardia.

En el contexto antes citado el 1 de febrero Enrique Dickmann, junto a su hijo Emilio Dickmann, se entrevistó personalmente con el presidente Perón para pedirle la libertad de los presos políticos y la reapertura de La Vanguardia. Para esa altura varios dirigentes del partido –Dardo Cúneo por ejemplo- habían intentado una acercamiento con gobierno, pero fue la actitud de Dickmann hizo estallar el debate interno. Se produce un intercambio de misivas con el exlegislador Alfredo Palacios y el comité partidario resolvió excluirlo de la conducción y someter al congreso su expulsión que concretó meses después. En tanto Perón, tras la entrevista, resolvió el indulto a 35 dirigentes y afiliados socialistas y levantó la clausura de La Vanguardia.

El intercambio de gentilezas obedecía a una estrategia del partido gobernante de ampliar su base política con la incorporación de nuevos dirigentes y fortalecer el frente político que a esa altura había quedado reducido al Partido Peronista. Al año siguiente los socialistas disidentes fundaron el Partido Socialista de la Revolución Nacional al que se fueron sumando dirigentes como Jorge Abelardo Ramos, Saúl Bagú, Carlos María Bravo, Esteban Rey, Alberto Converti y Elías Castelnuovo entre otros, que en las elecciones legislativas de 1954 concurrieron apoyando al gobierno.

9/2/23

Posicionamientos en pugna, un siglo después de Caseros

 

Repasar las maneras en que se recordó el centenario de la batalla de Caseros, puede servir para advertir cómo se reflejaron las antinomias políticas, pero también para reparar en cierta efervescencia ciudadana, motorizada por instituciones intermedias activas.

Publicado en El Diario de Paraná el 3 de febrero de 2023.
El artículo en el siguiente vínculo: 

31/1/23

Honores al chorizo, tesoro popular de la gastronomía

Rubén I. Bourlot

 

El 23 de enero es el Día internacional del chorizo. Se trata de una fecha originada en España y no hay otra más acorde con nuestro hemisferio que coincida con el invierno, la época más apta para las carneadas. Nadie inventó aún el día argentino del chorizo casero, esa delicia tradicional que se elabora principalmente en las zonas rurales. Sí en la localidad de Ataliva, Santa Fe, se lleva a cabo la Fiesta del chorizo artesanal, pero también en los meses de verano. Entre Ríos tuvo un intento de organizar su propio Festival del Chorizo Casero en un club del Este de Paraná sin demasiada repercusión y continuidad.

El chorizo casero elaborado con carne de cerdo y vaca viene de una antigua tradición europea que se remonta a la Edad Media cuando no existían heladeras ni frigoríficos para conservar carnes. Así, con sal y especias lograban madurarla y conservarla largo tiempo. A nuestras tierras aparentemente llegó con la colonización española que trajo su tradición choriceras. Pero en la provincia la costumbre de elaborar las conservas invernales se arraigó con la inmigración europea de mediados del siglo XIX.

 

La fiesta de la carneada

Cuando aprietan los fríos invernales es el momento de la carneada casera, más que nada una fiesta que convoca al vecindario puesto que, como las antiguas mingas incaicas, el trabajo exige el aporte de toda la familia y de los vecinos que de manera rotativa se van ayudando. Lo habitual es la faena un cerdo criado en la propia casa que se aprovecha en su totalidad, además de la carne y el tocino para los chorizos. Al cerdo se le agrega carne de un vacuno y las correspondientes especias según las fórmulas tradicionales que incluyen pimienta, nuez moscada, sal, sal nitro (nitrato de potasio) como conservante y fijador del color, y algún otro aditivo según los secretos atesorados por cada comunidad.

La carneada empieza con la faena de los animales, en el caso del cerdo se recolecta la sangre para la elaboración de morcillas, el pelado del mismo tras mojar su piel con agua hirviendo, el desposte y el minucioso deshuesado de la carne para luego pasarla por la picadora. A la carne se le agrega tocino que puede ser molido o en trozos. Luego, en un recipiente con forma de batea de madera, se colocan las carnes de cerdo y vacuno, el tocino junto con el adobo (las especias) y a meter mano para mezclar todo. Ese amasijo queda estacionada toda una noche y al día siguiente se vuelve a mezclar, tarea para valientes que se atreven a manipular la carne casi congelada. Luego viene la etapa del embutido que se hace anexando un suplemento a la máquina picadora que introduce la mezcla en la tripa. Los chorizos con la tradicional forma de rosca, atados con hilos en sus extremos, se cuelgan de un tirante en una habitación fresca y seca para su correcta maduración. Muchas viviendas contaban en tiempos pasados con un sótano para adecuar los productos de carneadas, quesos y otros, a una temperatura más constante.

Del cerdo también salen otros subproductos de manera que su aprovechamiento es integral, además de las nombradas morcillas. En algunos casos las patas se separan para elaborar el jamón,  y buena parte de las vísceras, el hígado, los riñones y diversas partes de la cabeza del cerdo (como la lengua), y el cuero se cocinan para elaborar codeguines, morcillas blancas y queso de chancho. El lomo salado y los huesos con los restos de carne conservados con sal y la grasa derretida también son subproductos que pueden sacar de apuro al momento de preparar la comida diaria.

Pero también la carneado es una fiesta. En general se reserva el costillar del cerdo y las achuras que van a parar al asador, junto con los primeros chorizos frescos, para la cena o el almuerzo al finalizar la jornada, y la vejiga que se limpia e infla como una pelota improvisada para diversión de los gurises.

 

Chorizos reales

El origen del día del chorizo no tiene una única respuesta. Se sabe que es una tradición española que se remonta a los tiempos medievales. El 23 de enero es un día que coincide con la época invernal en el hemisferio norte y para la España la celebración de San Ildefonso de Toledo. En este caso es una fecha poco simpática para los no cristianos ya que su origen coincidiría con la época de los Reyes Católicos cuando se perseguía a los musulmanes y judíos falsos conversos. Así es como para la fiesta de San Ildefonso era costumbre el consumo de carne de cerdo lo cual dejaba en evidencia a los que aún conservaban el tabú de no consumirla, es decir judíos y musulmanes.

Otra versión sostiene que la conmemoración se originó en la localidad de Puertollano durante el breve reinado de Alfonso XII de Castilla. Se cuenta que el citado rey, viniendo con sus tropas a cazar, pasó por Puertollano y los parroquianos alborozados con la presencia de un monarca lo obsequiaron con las mejores ofrendas: chorizos caseros. Al rey  le encantó el bocadillo y por ese motivo los puertollaneros recuerdan el 23 de enero como un día festivo. Es así que una crónica actual acerca de esta celebración dice que el “Día del Chorizo, una de las fiestas más castizas de Puertollano, ha sido celebrado por todo lo alto con el tradicional reparto de 1.300 bocadillos y la correspondiente limonada a las puertas del mercado municipal.”

Sería interesante que alguna localidad entrerriana hiciera suya una fiesta del chorizo casero para reivindicar y conservar esa tradición. 


Publicada en El Diario de Paraná el 27/1/2023





3/11/22

El mito de la Solapa

 El mito de la Solapa en el programa De Fábula por Radio Nacional



Vínculo al programa



9/3/22

Revista Ramos Generales Nº 11, edición otoño 2022

Edición dedicada a los 40 años de Malvinas  

Acceda en el siguiente vínculo Ramos Generales



 

1/9/21

Revista Ramos generales N° 9 primavera de 2021

 Revista Ramos generales N° 9 primavera de 2021. Acceda a la edición en el siguiente enlace Ramos generales





30/5/21

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