22/11/11

Rosas "siempre ha sostenido con energía los derechos de la soberanía e independencia nacional”

Por Ángel Harman*

Esta declaración no proviene de un simpatizante del ex gobernador de la provincia de Buenos Aires, ni de algún escritor contemporáneo. Tal vez quienes no están interiorizados de los pormenores de la historia argentina, se sorprenderán al conocer la identidad de quien escribió estas palabras: fue el general Justo José de Urquiza, quien lo expresó en sendas cartas; una, fechada el 27 de diciembre de 1858, dirigida al ex gobernador y ex encargado de las relaciones exteriores  asilado en Inglaterra; la otra es una carta del mismo año, dirigida a Juan Bautista Alberdi.
Se preguntarán por qué razón, después de haber pasado seis años desde la batalla de Caseros que terminó con la renuncia y exilio de Rosas, el presidente de la Confederación Argentina  hizo estas declaraciones. Para comprenderlo, hay que retroceder al mismo año 1852, en que la legislatura de Buenos Aires, en un acto de total injusticia, había confiscado los bienes de Juan Manuel de Rosas, condenándolo casi a vivir en la indigencia. Ante tal situación, Urquiza derogó el malhadado decreto y ordenó la devolución de los bienes del proscripto.
En respuesta a esa medida, Juan Manuel de Rosas le escribe a Urquiza el 3 de noviembre de 1852, para hacerle conocer su gratitud. Entre otras expresiones, escribió Rosas:
 “V.E. ha colmado de consideraciones a mi apoderado amigo Nepomuceno Terrero, ha derogado el decreto que confiscó mis propiedades, en que eran envueltas las inocentes de mi hija, y ha dispuesto se me las entreguen. (…). De mi deber es presentar a V. E. esta declaración ingenua de mi entrañable reconocimiento. Si en mis circunstancias, en el retiro y silencio de mi vida privada, en un país extranjero, cree V. E. que en algo alguna vez llegara a serle útil, y quisiera ocuparme, tendré el placer de servir a V. E. en cuanto me sea posible”.
 A partir de entonces, hubo un intercambio de correspondencia entre ambos hombres, quienes habiendo superado antiguas diferencias, pudieron mantener sinceras relaciones de cordialidad y respeto.
Como consecuencia  de la secesión de la provincia de Buenos Aires ocurrida el 11 de septiembre de 1852, y el rechazo porteño a integrarse a la Confederación Argentina encabezada por el presidente Urquiza, nuevamente la legislatura porteña decretó la confiscación de las propiedades de Rosas. Ante esta situación, el 6 de octubre de 1857 el exilado le escribe a Urquiza suplicándole que diera a conocer en los periódicos su protesta contra la ley de la provincia de Buenos Aires que lo privaba de sus bienes.
El presidente de la Confederación Argentina calificó a dichas medidas confiscatorias como “injustas y violentas”. En carta a Rosas  [24 de agosto de 1858], el presidente Urquiza le expresaba:
                           “Por mi parte debe Vd contar con que ejercitaré toda mi influencia en su obsequio”, y al ofrecerle su ayuda y la de sus amigos, agregaba: “Ella no importará otra cosa que la expresión de los buenos sentimientos que le guardan los mismos que contribuyeron a su caída; pero que no olvidan la consideración que se debe al que ha hecho tan gran figura en el país, y a los servicios altos que le debe y que soy el primero en reconocer, servicios cuya gloria nadie puede arrebatarle, y son los que se refieren a la energía con que siempre sostuvo los derechos de la soberanía e independencia nacional.”[1] [Resaltado en negrita por A.H.] 
Poco después, enterado Urquiza de la precaria situación económica del ex gobernador, le remite mil libras esterlinas. Una vez más, Rosas le escribe una carta,  en la que agradece esa actitud con estas palabras:
“¿Podré alguna vez pronunciar su nombre, su justicia, sus demostraciones generosas con que sabe explicarse, sin hallar mi corazón ocupado de la gratitud, de la ternura y del respeto?”.   Vuelve a referirse a Urquiza  en la correspondencia con su amiga Josefa Gómez: “Lo poco que tengo lo debo al General Urquiza. ¿Cómo así podía dejar de serle perdurablemente agradecido?”.
Luego, en los momentos en que la confrontación entre la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires había llegado a su punto más álgido, Rosas vuelve a explayarse en una carta al presidente, en la que juzga que era el deber de todos apoyarlo e insinuaba la conveniencia de su perduración en el gobierno, porque “si V. E. falta, –le dice- los errores han de ser tales, tan terribles y tan funestos, como los que hemos visto y estamos viendo en los que mandan en Buenos Aires”.
Durante un tiempo más, continuó el intercambio de ideas y comentarios entre dos de los  personajes destacados en los tiempos de la formación institucional argentina. Como ha ocurrido con otros actores de la historia, aquí o en cualquier lugar, no hubo rencores permanentes ni deseos de revancha, sino que se confrontaron de proyectos y  se superaron  diferencias.
Por cierto, que el conocimiento histórico se logra, no mediante la búsqueda de conspiraciones, ni en la exaltación de prohombres o en la lapidación de réprobos, sino haciendo un esfuerzo por comprender de qué modo operan y piensan los actores sociales, cuáles son sus divergencias y convergencias.

Concepción del Uruguay, 21 de Noviembre de 2011


[1] Cuatro meses después, en carta dirigida a Juan Bautista Alberdi, representante del gobierno de la Confederación ante los Estados europeos,  Urquiza hizo parecidas apreciaciones sobre la actuación de Rosas: “Yo no puedo dejar de prestarle la consideración que se merece un hombre que ha estado al frente de la nación y donde ha prestado servicios cuando menos por la energía con que siempre ha sostenido los derechos de la soberanía e independencia nacional.



Fuentes
ALBERDI, Juan Bautista, Escritos póstumos, Buenos Aires, [Reedición de 16 tomos] Universidad Nacional de Quilmes, 2002.
BOSCH, Beatriz, Urquiza y su tiempo, Buenos Aires, Eudeba, 1980
GRAS, Mario César, Rosas y Urquiza. Sus relaciones después de Caseros, Buenos Aires, 1948
IBARGUREN, Carlos, Juan Manuel de Rosas. Su vida- Su drama – Su tiempo, Buenos Aires, Sopena, 1941

*El profesor Ángel Harman es autor de "Los rostros invisibles de nuestra historia. Indígenas y africanos en Concepción del Uruguay"

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