15/11/11

Educación: si avanzamos muy “tranquilos” no incluimos

Por Rubén Bourlot
La escuela está en crisis, aunque algunos digan que estamos avanzando mucho. Estimo que avanzamos demasiado “tranquilos” y la historia nos pasa por encima. Los efectos del descalabro se observan tiempo después, cuando es un poco tarde. Ahora se están viendo las consecuencias de la aplicación de la nefasta ley Federal de Educación de la década infame de 1990 orientada a formar personas con habilidades para enfrentar un mercado laboral flexibilizado y competitivo – vaciada de contenidos formativos (una verdadera colonización pedagógica) -, con un fuerte impulso hacia la privatización de la escuela y que sólo logró fragmentar en mil pedazos el sistema educativo.
Con la nueva ley Nacional de Educación se suprimieron esos intentos neoliberales, pero su implementación no avanza. En Entre Ríos en particular, con nueva ley tampoco no se alcanzan los objetivos mínimos que se pretenden con la tan mentada “inclusión”. No hay estadísticas fiables acerca del nivel de repitencia (neologismo que espanta) en el nivel primario, inclusive del abandono. Tampoco salen a la luz, en los análisis políticos, las dificultades del secundario “resignificado” que, no obstante ser obligatorio, no logra consolidarse. El porcentaje de desgranamiento y abandono debería preocupar, más aún teniendo en cuenta los cada vez más bajos niveles de exigencia que carcome de a poco la calidad de los egresados. Eso lo observa el mismo egresado cuando intenta acceder a la universidad o al mundo laboral.
Este panorama es más grave si lo contextualizamos en medio de numerosas acciones que pretenden favorecer la inclusión, como becas, ayudas económicas (planes Asignación por hijos, Jóvenes estudiando), distribución de tecnología (netbook) y otras.
Los indicadores de la crisis se observan a la noche. Efectivamente, cuando la educación se “nocturniza”, cuando ante la incapacidad de la escuela para contener al alumno, lo deriva a las modalidades de escuelas primarias nocturnas y secundarios para jóvenes y adultos que generalmente se cursan a la noche. Si comparamos la composición de los Bachilleratos para adultos (BAPA) de hace dos década con los actuales ESJA (Escuela Secundaria para Jóvenes y Adultos) observamos un inquietante incremento de la matrícula y una pronunciada baja en la edad de los alumnos. En lo últimos años se permite el ingreso de jóvenes a partir de los 16 años (antes era desde los 18) y el grueso de la matrícula pertenece al grupos de edades entre los 16 y 20 años. Como esta modalidad no resulta suficiente se agregó otro régimen complementario para procurar la finalización del secundario como es el denominado FINES (para alumnos que terminaron de cursar y adeudan algunas materias). Un nuevo parche.
Una pequeña estadística tomada de casos muy puntuales – seguramente el Consejo General de Educación cuenta con datos completos de todo el sistema y los técnicos se toman el trabajo de leerlos para sacar sus conclusiones -  nos da la idea de la profundidad de la crisis. Para ellos se tomaron cuatro divisiones de una ESJA y se compararon los ingresantes en marzo del corriente año, y los alumnos que continúan regulares a noviembre. En tres divisiones de primer año ingresaron al principio del ciclo lectivo 38, 37 y 50 alumnos, de los cuales siguen como regulares 13, 9 y 11 alumnos, respectivamente. En la restante división, de segundo año, ingresaron 46 estudiantes de los cuales 22 continúan en noviembre.
Los mencionados son casos puntuales pero muestran una tendencia preocupante, síntoma de un mal que no se está tratando. Se habla mucho de inclusión, de retención, de contención pero son solo palabras que suenan bien. En los hechos poco es lo que se hace. ¿Crisis? Si lo vemos por la positiva podemos decir que el estado de crisis es una transición hacia un cambio. Pero ¿qué cambio? ¿Hacia dónde? Esta es la cuestión.

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