Por Rubén Bourlot (publicado originalmente en la revista
Orillas)
El apellido Scalabrini tiene fuertes vínculos con nuestra
provincia. Un Scalabrini cruza los mares y se afinca en estas tierras en la
segunda mitad del siglo XIX para buscar fósiles de mamíferos. El otro la visita
cada tanto para medir tierras.
Pedro Scalabrini trae en sus alforjas italianas las ideas
novedosas de la época en el continente europeo, el positivismo comteano. Pronto
se hace un lugar en la comunidad intelectual de la provincia, se incorpora a
las cátedras de la Escuela Normal de Paraná y se constituye en un pensador
influyente.
Raúl, que es Scalabrini pero también Ortiz, se va a Buenos
Aires para cursar estudios de agrimensura.
Pedro deja en Paraná su legado intelectual y una colección
de fósiles que será el germen del museo de Ciencias Naturales de la Provincia,
fundado junto a Juan Bautista Ambrosetti. Pedro escarba la tierra; Raúl la
mide.
Casado con una paranaense, Ernestina Ortiz, Pedro se
traslada a Corrientes para continuar su labor educativa. En la provincia taragüí
nace Raúl, en 1898.
Al frente del Consejo General de Educación de Entre Ríos, Pedro
promueve una reforma de los planes de estudio en las escuelas normales para que
se le dé mayor cabida a las materias de historia y geografía argentina,
instrucción cívica e idioma y literatura nacional. Todo un adelantado este
Pedro. De esa madera brota Raúl.
Raúl, el agrimensor, pronto se vincula con la intelectualidad
de Buenos Aires, donde se establece. Además de medir tierras - lo que le otorga
el sustento económico - se dedica al periodismo, a la filosofía y a las letras.
El premiado ensayo El hombre que está
solo y espera, de 1931, constituye un éxito editorial que lo consagra en
los principales círculos literarios de la metrópolis. Los diarios y revistas
más importantes no ahorran espacio para comentar la producción intelectual de
este prometedor prosista de Corrientes y Esmeralda.
La década del 30, la infame, despierta en Raúl otras
preocupaciones: política, economía e historia. Participa de la revolución
irigoyenista de 1933 que tiene repercusiones en nuestra provincia junto a
Gregorio Pomar, Arturo Jauretche, los hermanos Kennedy y otros, lo que le vale
su detención. En 1934 se casa con una paranaense de reconocida familia:
Mercedes “Mecha” o “Memé” Comaleras, y debe hacerlo esposado y acompañado por
la policía, antes de partir al exilio. De retorno de Europa empieza a descubrir
la trama de la dependencia del país y el papel de Gran Bretaña en la economía
nacional. Traba amistad con los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta, entrerrianos,
nacionalistas y fundadores del revisionismo de nuestra historia. Acompaña al
grupo que en 1935 funda FORJA (Fuerza de Orientación Radical del la Joven
Argentina). A partir de ahí comienza la saga de publicaciones donde analiza la
situación del país desde un punto de vista original: Política Británica en el Río de la Plata, Los ferrocarriles, factor primordial de la independencia nacional, El petróleo argentino, entre otros
varios trabajos. Cuando estalla la Segunda Guerra Europea, desde su modesto
diario Reconquista sostiene la posición de neutralidad de la Argentina frente
la apabullante propaganda pro intervencionista a favor de Inglaterra y sus
aliados.
El Scalabrini que hurga en las raíces de nuestra dependencia
diluye al escritor mimado de Buenos Aires y ornado por los oropeles de la
crítica literaria de los grandes diarios. Arturo Jauretche dice que ahí se
inicia “la conspiración del silencio” para el escritor y periodista.
Acompaña desde los primeros instantes la emergencia del
peronismo junto al futuro gobernador de Entre Ríos, Héctor Maya. Ambos vienen
de la militancia forjista. Nunca ocupa cargo público alguno no obstante su
influencia intelectual dentro del nuevo proceso político al que define como “el
subsuelo de la patria sublevada”. Desde el llano fogonea la recuperación de los
ferrocarriles y publica en 1946 Los
ferrocarriles deben ser del pueblo argentino; toda una definición. Se dice
que a partir de esas posiciones nacionales, y fundamentalmente de su adhesión
al peronismo se enemista con la familia Comaleras de Paraná.
Tras el golpe de 1955, escribe en la legendaria revista Qué
donde sigue con su prédica indeclinable y en 1958 se encuentra al frente de la
publicación auspiciada por el nuevo gobierno que encabeza Arturo Frondizi. A
los pocos meses, cuando el gobierno suscribe los polémicos contratos
petroleros, renuncia y deja constancia de su posición en un artículo titulado "Aplicar
al petróleo la experiencia ferroviaria".
Fallece el 30 de mayo de 1939, triste y olvidado. Arturo
Jauretche despide sus restos en el cementerio "…Tú sabes que somos
vencedores…vencedores en esta conciencia definitiva que los argentinos han
tomado de lo argentino. Por eso hemos venido, más que a despedirte, a decirte:
¡Gracias, Hermano!"
Fuentes:
Orsi, René, Jauretche y Scalabrini Ortiz, Ed. Peña Lillo,
1985
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