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24/7/25

Las polémicas de Bavio en su propósito de "argentinizar" la educación

 Rubén I. Bourlot

 

El 24 de julio de 1916 fallecía en Buenos Aires el “distinguido profesor Ernesto A. Bavio” informaba el diario paranaense El Entre Ríos. Había sido un activo educador y uno de los artífices de la institucionalización de la educación entrerriana además de un enérgico polemista que mantuvo fuertes cruces con Manuel Antequeda.

El periódico citado dice en la necrológica que “el magisterio argentino está de luto con la desaparición de uno de sus más activos miembros, que durante diez lustros se dio por entero al desempeño de su misión altruista, ya en la cátedra, ya en otros cargos que se le confiaron, escribiendo al mismo tiempo varias obras de texto.”

A partir de la reforma constitucional de 1883 y durante la gobernación de Eduardo Racedo (1883-1887) se jerarquizó el sistema educativo con la creación del Consejo General de Educación que tuvo a  Bavio como su primer presidente (a partir de 1887 hasta 1896) que  batalló por establecer la educación pública, laica y obligatoria en consonacia la ley nacional 1.420. Creó también el Boletín de Educación, importante instrumento para la capacitación docente.

 

Las polémicas de Bavio

Los propósitos de argentinizar los contenidos educativos e integrar a las numerosas colectividades de inmigrantes originaron no pocos desencuentros con las comunidades alemanas y judías de la provincia que resistían a incorporar el castellano como lengua oficial en el desarrollo de las clases. Estos conflictos se desataron en la década del 90 y se reiteraron en la siguiente década durante la gestión del director General de Escuelas Manuel Antequeda (1904-1914) cuando Ernesto Bavio ejercía como inspector de escuelas del gobierno nacional.

A partir de la recorrida de Bavio inspeccionando las escuelas de las colonias de la provincia,en 1908, produjo un duro informe que molestó a Antequeda y originó un intercambio poco amable entre ambos funcionarios.

Dice Bavio que en las escuelas de las “aldeas rusas situadas en el departamento Diamante (…) experimenté una penosa decepción al ver que en esas ‘colonias’ todo está como hace catorce años, en materia de instrucción pública.

“En las escuelas de las aldeas ruso-alemanas la enseñanza que se trasmite es en su letra y en su espíritu exclusivamente extrajera.

“No se habla en ella una sola palabraen idioma castellano, siendo así que en este ramo debe ocupar el lugar más importante del programa.”

Se refiere Bavio a los libros de lectura que “debe ser el elemento más eficiente de nacionalización y patriotismo, está impreso en alemán y los temas en él tratado son por completo extraños a nuestro país.”

Luego agrega que “si el lenguaje, si la lectura y la escritura es dada en idioma extranjero es claro que lo propio sucede con la geografía, aritmética y demás ramos.”

Advierte el inspector que en las aulas hay mapas de Alemania y ninguno de la Argentina. “Nada nos recordaba allí que estuviéramos en escuelas argentinas: parecía aquél un pedazo de territorio conquistado.”

Luego pasa a detallar las observaciones en las escuelas judías que “es todavía peor, pues los colonos son más cerrados y excluyentes: allí toda la enseñanza trasmitida en las escuelas, absolutamente toda, es en hebreo y no hay más libro que la Biblia.

“Las colonias judías pertenecen a una gran compañía con asiento en el extranjero, propietaria de la tierra y de ‘sus judíos’, representada por una administración local que monopoliza los servicios, hasta el de la educación, pues ella es la que organiza las escuelas, que designa el personal y lo que es increíble, las hace subvencionar por el gobierno de la Provincia (…)”.

 

La respuesta de Antequeda

La respuesta del director de escuelas de Entre Ríos no se hizo esperar. Cabe advertir que la constitución nacional dispone que es facultad y responsablidad de las provincias la educación primaria.

“Los señores inspectores nacionales parecen ignorar -escribe Antequeda en un publicación bajo el título Breve exposición de las escuelas ruso-alemanas e israelitas- que en la República Argentina pueden funcionar escuelas en que se enseñe cualquier lengua del mundo y cualquiera religión, dando enseñanza en griego, inglés, alemán, caldeo, hebreo, esperanto, etc. (…)”, ironiza.

Y agrega: “No discutiremos si hay conveniencia o no en que los hechos ocurran así; pero es es la ley, que deben respetar hasta los patriotas inspectores susodichos.”

Abona Antequeda en su informe que “en pocos años, sin clausurar escuelas extrajeras particulares, sin leyes ni reglamentos prohibitivos y sin recurrir a otros medios, que sostener buenas escuelas; lenta, pero seguramente, la escuela pública argentina fue desalojando a la similar extranjera: simple cumplimiento de una ley económica por la cual la moneda sana desaloja a la mala moneda.

“(…) las escuelas públicas de la Provincia y de la Nación son frecuentadas por millares de niños de descendientes de aquellos italianos, franceses y suizos que se negaban a hablar castellano en el año 1870 (…)”

Finalmente argumenta que “los referidos funcionarios han visto todo el peligro en las escuelas de las colonias israelitas y rusas; y aún cuando nos bastarían cuatro renglones de estadística para reducir las briosas declaracionesde los patrióticos Inspectores, a lo que son en realidad, simples ditirambos, creo deber extenderme por cuanto, sin saberlo ellos siquiera, han provocado una cuestión del mayor interés y de tanta gravedad, que a tener conciencia de ella tal vez hubiesen observado mayor prudencia.”

La polémica tuvo su repercusión en la prensa que finalmente influyó en la reforma constitucional de 1908 que resolvió explicitar que la educación común debía ser de carácter esencialmente nacional. Además restituyó el Consejo General de Educación que había sido anulado en la reforma de 1903. La nueva conformación colegiada del gobierno de la educación, aún bajo la presidencia de Antequeda, dispuso hacer cumplir a las escuelas israelitas y rusas (alemanes del Volga) la enseñanza primaria obligatoria en lengua castellana, la conformación de una biblioteca infantil de autores argentinios, la colocación de cuadros de personalidades históricas nacionales y la obligación de izar la bandera argentina los domingos y días festivos.

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